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Ana, una joven llena de deseos

Ana era una mujer joven de 22 años que recién había terminado sus estudios. Siempre fue una chica decente, de su casa, dedicada a los estudios, sin duda el orgullo de sus padres y familiares. Durante sus años de estudiante era popular entre sus compañeros por ser una chica aplicada que no dudaba en ayudarles con sus exámenes y trabajos escolares, sin embargo, al no cumplir cabalmente con el perfil de chica guapa que predominaba entre sus compañeros varones se acostumbró a ver desfilar frente a ella a un sin número de chicos que llamaban su atención.

No es que Ana no hubiese sido hermosa, pero su ropa formal y holgada, su dedicación a los estudios y su soñadora forma de ser opacaban toda la sensualidad que Ana era capaz de generar. Con el pasar del tiempo Ana proyectaba su deseo, su romanticismo y su calidez de mujer a través de poemas, de escritos y dibujos que guardaba para sí misma.

Ana consiguió su primer empleo, su actitud era la misma que en la escuela, moderadamente alegre, dedicada, pulcra y formal en su vestir, siempre dispuesta a ayudar. Ella se sentía feliz siendo como era, después de todo era su esencia, pero algo le faltaba.

Dicen en mi país que siempre hay un roto para un descosido, y fue que por cuestiones de trabajo Ana conoció a un proveedor de servicios llamado Marco que se encontraba casi del otro lado del país.

Marco era bastante mayor que Ana, había quizá 20 años de diferencia entre ellos, pero para las almas no hay edad. Marco era un hombre de estatura promedio, no guapo, tampoco feo, introvertido y sensible. Al igual que Ana, Marco disfrutaba de escribir un poco de todo lo que veía a su alrededor.

Su trato siempre fue cordial, con respeto y sin coqueteos de algún tipo. Con el paso del tiempo las llamadas se hicieron frecuentes por la naturaleza del propio trabajo, y una amistad comenzó a surgir entre ambos. Decidieron que las llamadas telefónicas eran exclusivamente de trabajo y los temas personales los trataban por correo electrónico.

A través de los correos electrónicos descubrieron su gusto por la escritura, por la poesía, por los versos y las prosas. Se podía sentir como iba naciendo un enamoramiento entre ambos. Los correos electrónicos cada vez eran más y más personales, algunos rayaban en el erotismo sin llegar a ser groseros o vulgares. Por vergüenza o por decencia jamás se atrevieron a pedir fotografías o descripciones detalladas el uno del otro, eso no sirve para las almas que están dispuestas a tocarse.

Transcurrieron seis meses de amistad y por problemas en la compañía para la que Ana trabajaba fue que Marco se vio en la necesidad de visitarlos personalmente. Era una situación que a ambos les generó emoción, por fin sabrían con certeza quién estaba del otro lado del teléfono o la computadora.

Después que Marco atendió los asuntos que lo llevaron a presentarse en la empresa fue a visitar a Ana en su oficina.

—¿Ana? (preguntó Marco)

—Sí. ¿Marco? (respondió Ana)

Ambos sintieron latir sus corazones, conversaron brevemente y acordaron comer juntos ya que siempre tuvieron presente que se encontraban en horario laboral.

Ana y Marco comieron sin prisa, conversaron de cosas sin importancia y rieron mucho, después de todo no eran desconocidos. Marco le pidió a Ana verse para cenar juntos, ya que al día siguiente tendría que tomar un vuelo de regreso a su ciudad y no habría una nueva oportunidad de verse. Ana accedió sin problema y se ofreció a pasar por Marco a su hotel y de ahí irían a conocer un poco la ciudad para concluir el paseo con una cena en un restaurante no muy concurrido donde se pudiera conversar.

Ana llegó por la tarde al hotel donde Marco se hospedaba, tocó a la puerta y la recibió un Marco recién bañado y elegantemente vestido para la ocasión. Ana por su parte, llevaba la misma ropa del trabajo así que se sintió un poco apenada y fuera de lugar.

—Luces muy bien, y yo con mis fachas. Qué pena!

—¿Pena por qué? Estás muy guapa.

—Lo dices por ser amable.

—Es la verdad, no tengo mentir para quedar bien contigo. Pero pasa y siéntate, en un momento estoy listo y nos vamos.

Ana preguntó a Marco como había estado su día y una charla muy agradable hizo que se entretuvieran de más en la habitación.

—Gracias por tus correos. (Comentó Marco)

—Nada que agradecer, además es fácil comunicarse contigo, escribes muy bien.

—Tú también escribes muy bien, a veces leo tus correos 3 o 4 veces.

—¿De verdad?

—Sí. Eres una chica especial, inteligente.

—Me apenas.

—Si tuviera tu edad…

—¿Si tuvieras mi edad que?

—Buscaría enamorarte.

—Yo he pensado lo mismo, si yo tuviera tu edad…

—¿Si tuvieras mi edad qué?

—Podría ser interesante para ti.

—Ana… Anita… no sabes lo que dices. Tienes todo lo que un hombre buscaría en una mujer. Eres bella, inteligente, sensible, trabajadora… eres toda una mujer.

—¿De verdad lo crees?

Marco se acercó a Ana para responderle con un pequeño beso en los labios, Ana se quedó inmóvil y casi por reflejo enjugó sus labios indicando a Marco que deseaba ser besada nuevamente. Ambos se acercaron para un nuevo beso pero ahora sus lenguas se encontraron.

Los besos aumentaron en número y en intensidad, ambos sabían que no habría paseo ni cena. Marco se puso de pie frente a Ana y le extendió su mano para invitarle a pararse junto a él. Ana era alta, de tez blanca, cabello largo recogido y un poco llenita, su ropa holgada y sus anteojos le hacían verse un poco mayor. Marco por su parte era un tipo elegante cuando le dedicaba esfuerzo a su apariencia, ligeramente más alto que Ana, de piel morena, barba y bigote.

Marco quitó los anteojos a Ana, descubriendo así un bello y sonriente rostro. Ana por su parte soltó su cabello y acarició el pecho de Marco, fundiéndose en un nuevo y apasionado beso francés. No hacía falta decir palabra alguna, la tarde y la noche era para ellos. Una a una fueron cayendo las prendas, la ropa de Ana quedó en el piso revuelta con la de Marco.

Ana estaba en ropa interior solamente, sin duda que era hermosa, su estatura, sus carnes firmes y su volumen le hacían lucir casi como una modelo curvy, nada que ver con la Ana vestida para el trabajo. Por su parte Marco lucía aún muy varonil, para nada era un cuerpo de revista pero se conservaba muy bien para su edad.

Marco retiró el sostén de Ana y dos bien formados pechos saltaron, después deslizó sus manos por los costados de la joven y poco a poco le despojó de su pantaleta. Ana un poco más nerviosa ayudó a Marco a sacarse el bóxer. Finalmente ahí estaba los dos contemplando su desnudez.

No era su primera vez de Ana, ya había tenido un par de experiencias no muy satisfactorias en sus años de estudiante, así que decidió abandonarse a la experiencia de su ahora amante.

Ambos permanecían de pie, Marco comenzó a besar el cuello de Ana, a la vez que delicadamente paseaba sus manos por los pechos de la joven, era una delicia para él sobar los pezones de la chica, y poco a poco pasó de besar el cuello a besar ese hermoso par de pezones. Ana se dejaba hacer, no se parecía nada a sus experiencias previas donde sus inexpertas parejas de inmediato querían penetrarlas, sin duda la joven disfrutaba del juego previo.

Marco se paró detrás de Ana, pegando su virilidad a las nalgas de ella, ahora besaba los hombros y jugaba con los pechos de la joven desde otro ángulo. Ana no sabía si prestar más atención a los pequeños besos en sus hombros, a sus pechos y pezones erectos o a sus nalgas invadidas por duro pene de Marco.

En un rápido movimiento, Marco pasó de acariciar los pechos a frotar el sexo ya húmedo de Ana, la chica estaba ya muy caliente y mojada, sin decir nada solo se dejaba hacer, sintiendo primero un frotamiento externo para después sentir como uno de los dedos de Marco se introducía en su sexo.

Ana ya no sentía el piso, se sentía flotar… por primera vez sentía que sus poemas y sus escritos tomaban sentido, eso era lo que ella anhelaba sentir. Por primera vez se sentía una mujer llena de deseo.

Marco guio a Ana delicadamente a la cama y la recostó de espaldas, él la besó en los labios, besó su pecho, su vientre, su ombligo y al inicio del vello púbico para finalmente hundir su mentón entre las piernas de su amada. Marco comenzó a lamer lentamente, se tomaba su tiempo para provocar más y más a Ana, la edad de Marco en este momento no era una desventaja, todo lo contrario, su experiencia lo hacía un maestro chupando y devorando los jugos que producía el sexo de la joven.

Ana no terminaba de soltarse, respiraba agitadamente pero no emitía gemidos, Marco introdujo dos dedos en la vagina de Ana al tiempo que no dejaba de lamer el clítoris de la chica, y fue entonces que Ana terminó por soltarse y comenzó a gemir, Marco dejó de lamer y sin dejar de jugar con sus dedos dentro de la chica se incorporó y curveó sus dedos en forma de gancho para buscar el punto G. Ana se retorcía de placer, ni en sus más sentidas prosas imaginó tal cantidad de sensaciones, los gemidos se detuvieron al igual que la respiración de la chica, su cuerpo se tensó un poco para dar paso a una liberación total, Ana había tenido su primer orgasmo.

La cama se mojó y cuando Ana pensó que el momento mágico había terminado, Marco levantó sus piernas y metió su palo erecto hasta el fondo, Ana sintió que se desmayaba, pero Marco comenzó a penetrarla fuerte, como si deseara partirla en dos, cada embestida movía algo en las entrañas de la chica que apenas y podía respirar. Cualquiera hubiera pensado que Marco estaba buscando su propio placer con ese tipo de embestidas, pero su intención era aprovechar la sensibilidad en el sexo de Ana y provocarle un segundo orgasmo a su amante. Marco sintió un nuevo torrente proveniente de Ana, bajó el ritmo y la penetró delicadamente hasta que sintió que no podía más y saliendo de Ana eyaculó sobre las ya húmedas sábanas.

Ana se sentía amada, deseada y con la euforia del momento se incorporó y comenzó a besar el cuerpo de Marco por todos lados, de alguna forma ella sentía la necesidad de devolverle a su amante un poco o un mucho de lo que ella acaba de sentir.

Una nueva erección de Marco se hizo presente y sin dudarlo Ana se lanzó directamente para besar y chupar ese tronco, no tenía experiencia haciéndolo pero había visto algunos videos porno así que estaba decidida a no abandonar ese tronco hasta degustar su leche.

Marco tomó a Ana por la cabeza y delicadamente acompañaba y ponía ritmo a los movimientos de la chica, Ana pasaba de lamer la punta, a besar el tronco y de vez en cuando atendía con su lengua los testículos de Marco. Ana se estaba descubriendo a sí misma, le encantaba mamar la verga de su macho, esa verga era de ella y no la soltaría hasta completar su tarea.

Gentilmente Marco advirtió a Ana de su inminente eyaculación, pero Ana deseaba probar por primera vez el néctar que saliera de ese pedazo de carne, así que afanándose más en su tarea recibió en su boca y garganta cuatro chorros de rico semen.

Marco ayudó a la joven a incorporarse en la cama y buscaron un lugar seco para recostarse por un rato, Marco no era para nada un joven así que necesitaba tiempo para reponerse.

No hubo palabras mientras yacían abrazados en la cama, para nada era un silencio incómodo, el silencio en sí mismo era una forma de demostrarse lo a gusto que ambos se sentían.

Una nueva erección llegó, Marco era consciente de la inexperiencia de Ana así que tomó la iniciativa y con un leve movimiento la recostó boca abajo, tomó el cabello suelto de la joven y haciéndolo a un lado besó su nuca, y con pequeños besos recorrió centímetro a centímetro su espalda. Le besó una nalga, después la otra, besó la parte trasera de sus muslos y finalmente sus pantorrillas.

Marco tomó por las caderas a Ana y le ayudó a ponerse en cuatro puntos, ambos sabían que seguía una deliciosa penetración en posición de perrito. Marco se aseguró de mojar su miembro con los propios jugos de Ana y comenzó a penetrarla con delicadeza, poco a poco incrementó el ritmo y la profundidad de las penetraciones, Ana podía sentir cada milímetro de esa carne abriéndose paso dentro de ella. Las sensaciones eran muchas para ambos, realmente lo disfrutaban.

Marco sabía que no tardaría mucho en venirse, así que cambió de posición, giró a Ana quien quedó de espaldas a la cama, levantó sus piernas, las puso al hombro y comenzó a penetrarla lentamente. Marco soltó una de las piernas y sin detener la rítmica penetración comenzó a acariciar la pierna de Ana que aún seguía recargada en su hombro, y con un sensual gesto comenzó a besar el pie de la joven, para terminar chupando los dedos del pequeño pie de Ana.

Ana se sentía explotar, por un lado la verga de Marco entrando y saliendo de su vagina, y por otro, un extraño placer en su pié que le provocaba choques eléctricos sobre todo cuando Marco se afanaba en chupar el pulgar de su pie. Marco estaba listo para terminar, salió de Ana y derramó su leche caliente en los pies de la joven.

Marco se recostó en la cama boca arriba y Ana sobre él boca abajo, sus cuerpos descansaron de esa sesión de sexo al ritmo de pequeños besos.

Ambos estaban felices y satisfechos, ya no había tiempo de salir a cenar, así que Ana se vistió y se dispuso a volver a casa. Marco se quedó desnudo todo el tiempo mirando como la bella Ana arreglaba sus ropas y su cabello, para finalmente colocar sus muy serios anteojos.

Se despidieron con un beso lleno de romanticismo, con la promesa de volver a reunirse.

Ahora los versos y las prosas de Ana son más hermosas, más llenas de vida, ahora se siente reflejada en cada una de las palabras que tan delicadamente escribe. Un nuevo mundo lleno de posibilidades se ha abierto para alimentar la sensibilidad de esa bella joven.

Todos somos como Ana y como Marco, seres humanos capaces de amar con el corazón y con la piel, seres humanos en búsqueda de sentirnos plenos y felices.

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