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El repartidor (Parte 1)

Me llamo Ángel, como repartidor, he visto y vivido muchas situaciones, desde señoras que me han recibido envueltas en una toalla de baño hasta tíos que han querido invitarme a tomar una copa.

Pero lo que recuerdo con verdadera excitación es el día que conocí a Julia Romero. Una mujer de cuerpo espectacular, lo que yo llamo una real hembra.

Fue el lunes 23 del mes de noviembre. Un día frio y gris.

Llamé al timbre del telefonillo con un gesto cansado de tantas veces repetir, esperé respuesta.

-Si?

-Julia Romero, un paquete

– Yo no he pedido ningún paquete.

Ya empezamos, pensé, la última entrega de la mañana y se tiene que complicar.

-Mire, el paquete va a su nombre, sino lo quiere lo devuelve.

-Bueno, suba, pero si no me gusta se lo lleva.

-Venga, vamos

Joder, seguro que es una vieja, en cómo le hayan regalado un transistor me va a decir que le enseñe como funciona y que se lo ponga en marcha.

Al llegar al piso, me abrió la puerta una pelirroja de cuarenta y pocos años.

Que tía más buena, pensé. Recordando que antes había creído que me iba a dirigir a una vieja, le pregunté casi con cara de asombro, pero es usted Julia Romero. Y esbozando una leve sonrisa, me dijo que sí. Y extendió la mano para recoger el paquete.

Pero me quedé embobado mirando sus ojos y sus labios. Pensaba esta tía está de puta madre. De repente escuché

-Me da el paquete?

-Sí, sí, aquí tiene

-Espere que lo abra y según lo que sea se lo lleva, porque yo no pedí nada.

-No hay problema, quiero que se lo abra.

-Ábralo.

Me entregó el paquete, y corté el precinto con mi navaja, separé las caras de cartón y quité el papel de embalaje y, ¡coño!! Que ven mis ojos, un consolador realístico de buen tamaño. Casi como mi polla.

Ella lo estaba mirando con cara de asombro.

-Se lo queda o lo devuelvo.

-No, me lo quedo y si acaso ya lo tiraré yo. No quiero que vaya mi nombre unido a esto. Espere que voy a darle algo de propina por el rato que le he hecho perder.

-Pase y cierre la puerta.

Al alejarse, no pude evitar fijarme en su figura. La melena que le llegaba hasta casi la cintura, un culo espectacular, con lo que a mí me gustan así, grandes y esta Julia lo tiene precioso, además no lleva tanga, lo sé porque se le marcan las bragas. Es perfecta.

Ahora cuando vuelva me fijaré en sus tetas. Notaba que me estaba empalmando rápidamente.

Al momento regresó abriendo un monedero y mirando en su interior. Me quedé con la boca abierta al mirar sus pechos. Que ricos envueltos en su sujetador. Viendo el color de su piel, pensé, unas tetas blancas, con areola rosada, ohhh para apretar y jugar con sus pezones.

La erección ya era aparente. Creo que ella se dio cuenta, porque dirigió la vista hacia el bulto cada vez más prominente y sonrió.

Me dio la espalda y continuó buscando en su monedero.

Pensé, que sea lo que dios quiera, si veo que no quiere nada le pediré disculpas y ya está, pero no aguanto más.

Me acerqué por detrás y apreté mi paquete contra su trasero.

– No tiene que darme nada, le dije

Ella apoyo sus manos sobre el mueble y curvó su espalda apretando más su culo contra mi polla.

Puse mis manos sobre su cintura y fui bajando lentamente el pantalón y las bragas al mismo tiempo que acariciaba sus muslos.

Me quedé mirándolo durante unos segundos, blanco, casi azul. Grande, redondo.

Ella debió notar que lo estaba observando, pero se quedó inmóvil, esperando mi siguiente movimiento.

Mis manos en sus nalgas, acariciándolas, apretándolas.

Me arrodillé, quería ver su coño. Así que, apreté fuerte sus nalgas y las separé una y otra vez, cada vez más abiertas, hasta que el ano y el coño quedaron al descubierto y distendidos, entreabiertos.

Mi polla me estaba molestando dentro del pantalón así que me bajé la cremallera y la dejé salir.

Acaricié sus muslos, ahora por su parte interior, subiendo despacio hacia su coño. Apenas lo rocé se estremeció.

Volví a separar sus nalgas dejando otra vez al descubierto su ano. Redondo, pequeño.

Acerqué mi boca y empecé a lamerle todo el contorno. Mi lengua describía circunferencias, mojando milímetro a milímetro aquello tan pequeño que parecía imposible penetrar. Comencé a introducir la lengua un poco más cada vez, metiéndola y sacándola y viendo como la saliva se deslizaba y se detenía en el borde de su almeja.

Me levanté y apoyé mi polla entre sus nalgas. Mientras mis manos acariciaban su vientre e iban subiendo hacia sus tetas.

Le dije, te voy a desabrochar el sujetador.

La visión de su espalda desnuda medio cubierta por su melena ya era de vicio.

Empuje el sujetador hacia arriba y note el peso de sus pechos en mis manos. Los apreté, estrujé y pellizqué sus pezones que enseguida reaccionaron poniéndose erectos, duros.

Me estaban entrando ganas de masturbarme y correrme sobre su trasero.

Volví a separar sus nalgas y apreté el capullo contra su ano, solo empujé hasta que la mitad de la cabeza entro sin dificultades, todo lo demás estaba esperando meterse en su cuerpo.

Julia entrecruzó las piernas apretando su coño con los muslos.

Volví a acariciar sus tetas, me acerqué a su oído y le susurré.

-Quiero follarte el culo mientras te metes el consolador en tu bonito coño. Si quieres, pídeme que te lo folle.

Julia, al escuchar esas palabras, realizó un pequeño movimiento de sus caderas, no para liberarse de mi polla, sino todo lo contrario para intentar que la penetrara un poco más. Era como si estuviera midiendo el grosor de mi pene que perseguía superar la resistencia de su ano.

De repente ladeo un poco su cuerpo y mirándome a los ojos me dijo.

– Sí, quiero que me abras el ojete, que me folles el culo y sentir toda tu polla en mi recto. Pero primero quiero dos cosas. Una es ver tu polla.

Extendió su mano, me cogió el tronco y se lo saco del culo.

Se arrodilló y como si estuviera hablando con alguien, deslizando su dedo por todo mi miembro, comentó:

– Eres una polla muy bonita, Se te ve grande y sana. Has debido de hacer mucho ejercicio, me gusta tu tamaño y me encantan las venas que tienes.

Acto seguido beso el capullo, lo lamió y empezó a masturbarme a dos manos.

No podía creer lo que me estaba pasando, Tenía una tía estupenda, grande, espectacular, con un culo que me volvía loco y que, además, lejos de rechazar mi propuesta me estaba diciendo que quería que la follara por el culo. Nunca, jamás me volverá a pasar esto.

– Lo segundo es que quiero ponerte un poco de lubricante. Noto mi culo todavía un poco reacio a ser follado y quiero que entre bien.

Saco un frasquito de un cajón y se puso un poco de gel transparente y con un agradable olor a fresas en su mano. A continuación, empezó a extenderlo por toda mi polla.

Era muy agradable esa sensación, una mano delicada, blanca como el resto de su cuerpo, masajeando mi polla arriba y abajo, una y otra vez. Me parecía imposible aguantar mucho más tiempo. Paró un momento, me la levanto y empezó a acariciarme los huevos.

Nunca había visto mi polla igual, brillante, con un capullo que de rojo parecía que se estaba poniendo morado. Las venas ingurgitadas.

Mientras se daba la vuelta para adoptar la posición inicial pude ver como el resto de gel que quedaba en sus manos, se lo estaba pasando por el ojete.

Me cogió la polla, se dio la vuelta y la dirigió hacia su culo, buscando la posición ideal que iba tanteando moviendo sus caderas y apretando el glande contra su orificio.

De repente su ano cedió y entro toda la cabeza. Julia se quedó inmóvil, mordiéndose un labio, fueron unos segundos, después volvió a empujar. Pude notar como mi polla se iba introduciendo lenta, pero sin pausa en su recto. Volvió a parar se incorporó ligeramente, se quitó la camiseta y el sujetador y apretándose las tetas se miró al espejo.

Sus caderas volvieron a moverse adelante y atrás, masajeando sus tetas, mirándome a través del espejo. A veces parecía que la iba a sacar toda, pero cuando la cabeza empezaba a salir, se la volvía a meter. No la estaba follando, me estaba follando ella.

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