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En el sur: El final de las vacaciones

Llegamos al restaurante a la hora prevista. Nos habían acomodado en una mesa en la terraza con vistas a toda la línea costera. Laura y Julia se sentaron frente a mí. Se acercó el camarero para tomar nota de las bebidas y Julia fue la primera en pedir, en esta ocasión, dos botellas de Sauvignon Blanc. Laura pidió dos jarras de cerveza. Entre el vino y la cerveza, dimos por concluida la petición de bebidas al camarero, que no tardó en traerlas. Miramos la carta y no tardamos en decidir nuestros platos. Antes de que el camarero viniese a tomar nota, ya nos habíamos tomado la primera jarra de cerveza. Hacía calor y entraba con muchas ganas mientras hablábamos de lo provechoso y genial que había sido nuestro encuentro.

Los tres sabíamos como acabaría la noche y por ello, empecé a agradecerles la conexión que habíamos creado y el haber disfrutado junto a ellas de aquella preciosa cala en una tarde fantástica. Usé mis mejores argumentos con un buen protocolo de palabras, y conseguí que ambas se levantaran y se acercaran a darme un beso por lo emotivo de mi discurso. Me levanté y las agarré de la cintura y ambas me besaron en la mejilla, como a esos ciclistas que ganan etapas y son besados por las azafatas. Al posar mi mano sobre ellas, noté que ninguna llevaba ropa interior, lo cual instintivamente me causó el despertar más libidinoso, sabiendo que a partir de ese momento se estaba forjando nuestra fantasía.

Les devolví un beso a cada una con cierto aire de complicidad. De vuelta a su sitio, el camarero llegó con los platos. Spaguetti para Julia, lasaña para Laura y yo opté por una pizza. Ya estaba a punto de terminarse la segunda jarra de cerveza, cuando Julia sirvió el vino. Los tres disfrutábamos intensamente de la cena, la bebida, las vistas y del mágico momento. Julia ofreció probar sus spaguetti a Laura y ya no sé si fue por el alcohol o por las ganas de encender la mecha, en un juego inocente y travieso, colocó la punta de un spaguetti en su boca y la otra punta en la boca de Laura. La escena empezó a tomar una connotación más pícara. Yo las miraba expectante y ellas lo hacían con un mensaje en su mirada.

Concluida la cena con algún otro juego y conversación insinuante, aún nos quedaba la mitad de la segunda botella, cuando Laura comenzó a rozarme con su pie bajo la mesa, lo que provocó que me pusiera nervioso y se me cayera al suelo mi servilleta. Al agacharme a recogerla, pude disfrutar de una visión privilegiada. Las manos de Laura acariciando su zona íntima y las piernas de Julia abiertas mostrando su linda vagina que pude ver con detalle.

Al reincorporarme a la mesa, ya tenía una erección importante y sus miradas provocativas sobre mi. Habían despertado el instinto y ya solo pude entrar en su mismo juego mientras apurábamos lo que quedaba de botella. Julia, sin cortarse nada, me preguntó que cual de las dos me gustaba más. Ante una cuestión como esa, respondí airosamente, diciéndoles mientras me miraban, que la mezcla de ambas y de sus personalidades sería mi mujer ideal. La forma de mi respuesta y de cómo había resuelto dicho dilema, les pareció muy elocuente y acertada, y unas sonrisas cómplices iluminaron sus caras. Laura seguía con su pie por debajo de la mesa alcanzando en esta ocasión mi entrepierna pudiendo notar a estas alturas su dureza. La siguiente pregunta la hizo Laura, que seguía frotando su pie contra mí.

En esta ocasión, dicha pregunta abrió la caja de Pandora. -¿Y a cuál de las dos te follarías esta noche? El mundo se paró por un par de segundos, pero yo tenía clara mi respuesta y mi jugada, que ahora tenía que exponer.

Había llegado el momento tan esperado y crucial, mientras ellas me miraban expectantes. -Bueno, mis preciosas damas, he de deciros que lo que ha ocurrido hoy ha sido algo único y maravilloso que jamás me imaginaría que pudiese ocurrir durante mis vacaciones y que posiblemente no vuelva a repetirse nunca. Os he follado a las dos y he saboreado vuestros coños, os he hecho subir al séptimo cielo y yo con vosotras, habéis probado mi néctar y yo el vuestro… ante tu pregunta querida Laura, solo os puedo decir que lo propio, justo y necesario, sería que nos fuésemos al hotel e hiciéramos el tan esperado trío que tanto vosotras como yo, estamos deseando.

Tras esa respuesta tan sincera y contundente, las dos amigas se miraron con una sonrisa pícara y acto seguido, volvieron sus miradas a mi. Laura dijo que estaba deseando oír esa respuesta, mientras Julia apoyaba su mano sobre el hombro de Laura, asintiendo a la respuesta de su amiga. Acto seguido, Julia llenó las copas de vino con lo que quedaba en la botella y propuso un brindis por nosotros y por el sur. Después de brindar, Laura pidió la cuenta al camarero y este no tardó en traerla junto con unos chupitos de vodka caramelo. Ya llevábamos un punto muy vacilón entre las cervezas y el vino y esta última ronda, gentileza del restaurante, nos activó para salir de allí en dirección al hotel. Los tres estábamos receptivos, con ganas de disfrutar una vez más, pero en esta ocasión los tres juntos, como un equipo coordinado.

Sin titubeo alguno, las cogí de sus brazos y las enganché a los míos quedando yo en el centro. La brisa del mar y sus perfumes, daban la nota aromatizante del momento y nuestras risas junto a las leves olas, eran ahora la banda sonora. Nos dirigimos al hotel en el que apenas había tránsito por la hora que era. La cena se nos prolongó más de la cuenta, pero ya estábamos enfocados en disfrutar de los placeres de la carne. Al entrar en el hotel, saludamos al recepcionista y Julia se acercó a una máquina de bebidas para sacar algún refresco. Laura seguía agarrada a mi brazo, pulsé el botón del ascensor mientras se acercaba Julia. Una vez dentro ellas se pegaron en el fondo y yo delante de la botonera. Simulando jugar como si fuese un botones del hotel, les dije: -¿A qué piso van las señoritas? Laura sin pensarlo y sin cortarse dijo mirándome con picardía, vamos a la planta 4 que nos espera un chico para follarnos como si no hubiese un mañana. Las risas resonaban en el ascensor hasta que llegamos a nuestra planta.

Decidimos ir a mi habitación y en cuanto abrí la puerta, Julia se dirigió al baño mientras Laura se quitaba sus sandalias y se acomodaba. Le pregunté si le apetecía beber algo del minibar, me dijo que de momento no, que prefería chocolatinas si las hubiese y bingo, había un paquete de kit kat. Se lo di. Julia salió del baño y también se quitó sus sandalias de cuña y se tumbó en la cama. Laura se acercó a ella con una chocolatina en la boca como la escena del spaguetti, pero esta vez el juego dió paso a un beso prolongado y sabroso. Yo tomé posición y me senté en una silla a observarlas.

Mientras se besaban, Laura bajó los tirantes del vestido de Julia dejando al descubierto sus pechos bronceados que ya denotaban excitación por la dureza de sus pezones. Estaban de rodillas sobre la cama y yo enfrente presenciando la escena más linda que jamás había visto. Ambas acariciaban sus pechos mientras no paraban de comerse sus bocas. Me deshice de mi pantalón para estar más cómodo ya que mi erección estaba en su punto álgido. Julia tumbó a Laura y quedo a cuatro patas frente a mi. Empezó a chuparle sus tetas y con una mano acariciaba la vagina de Laura e iba bajando desde sus pechos por el vientre hasta llegar a su coño, donde juntó boca y dedos que introducía efusivamente. Tras un instante, Julia se volvió a mi haciéndome un gesto para que me uniese a ellas.

No tardé en arrodillarme frente al coñito de Julia y empezar a chuparlo mientras ella hacía lo mismo con el de Laura. La escena era fascinante y terriblemente bella. Saboreándonos nuestras esencias mientras una suave brisa entraba por la ventana recorriendo nuestros cuerpos. No tardaron en llegar sus primeros orgasmos ya que ambos coños estaban sido comidos con intensidad y deseo. Primero fue Laura y acto seguido, Julia que se llevó su mano a su clítoris mientras yo introducía lengua y dedos en su vagina. No habiendo terminado de correrse Julia, sentí como una mano suave, agarraba mi polla desde atrás. Era Laura, que sin yo percatarme, se había incorporado justo detrás de mí, mientras yo seguía ensimismado con el cunnilingus de Julia. Mi excitación se disparó, lo que hizo que mis dedos y lengua se moviesen con más intensidad hasta que Julia consiguió correrse nuevamente. Laura seguía masturbándome desde atrás mientras yo me daba un festín tragándome la corrida de Julia. Laura soltó mi polla y me cogió de la cintura para reincorporarme de pie, mientras Julia seguía a 4 patas en la cama acariciando su clítoris con más suavidad y más relajadamente.

Una vez de pie, me giré y me puse frente a Laura a la que empecé a besar apasionadamente mientras le introducía mis dedos a la vez que ella agarraba mi miembro, sus pezones duros los notaba sobre mi pecho. En esa posición, me acercó a la cama para sentarme entre las piernas de Julia. Sin apenas percatarme de la jugada, en un abrir y cerrar de ojos, tenía a Laura cabalgando suavemente sobre mi y a Julia restregándome su coño otra vez en mi boca y parte de la cara, mientras ellas se comían sus bocas lascivamente. Apenas podía moverme y ver la escena, tenía encima la vulva deliciosa y empapada de Julia que hacía cada vez más intensos sus frotamientos y ante eso, solo podía chupar y chupar.

No tardamos en corrernos los tres simultáneamente, casi a la vez. Laura llegó a su orgasmo con un jadeo de placer que debió escucharse en las habitaciones contiguas. Dicho gemido, dio paso a que Julia alcanzara su orgasmo con mi lengua dentro de su coño, mientras mis manos agarraban sus cachetes abriéndolos en un intento por tomar aire. Acto seguido pude avisarlas que llegaba mi momento de eyacular, teniendo aún a Laura moviéndose elípticamente sobre mi miembro de una forma más pausada pero intensa. Se levantó y dejó que esparciera mi néctar entre los pechos de ambas y su abdomen, que se llevó la mayor parte.

Ellas se reincorporaron a un lado de la cama, mientras yo quedé exhausto tras mi corrida, observándolas como a dos ninfas juguetonas, pero en esta ocasión su juego consistió en seguir comiéndose la boca y frotarse sus tetas impregnadas de semen. Mi erección se mantuvo firme cuando observé esa húmeda y jugosa visión.

Durante gran parte de la noche, los 3 formamos un ente bien combinado de placer, de éxtasis, de morbo, de pasión, de lujuria. Hicimos todo lo que nuestros deseos y fantasías nos invitaban a disfrutar, como si el mundo fuese a desaparecer al día siguiente. Tres cuerpos dando y recibiendo placer con una intensidad sincronizada. En la habitación flotaba un olor a sexo, sexo morboso, sexo de verano que nos ensimismaba aún más en la situación. Tres cuerpos cuyos poros emanaban deseo y fuego hasta que el agotamiento pudo con los tres y nos abatió en un profundo y delicioso sueño, refrigerado por la suave brisa que entraba por la ventana.

El fotograma que ilustraría esta historia en mi recuerdo, fue el dormir entre ellas, abrazado a ambas con una complicidad y ternura que se forjó en la experiencia tan inolvidable e irrepetible que los tres vivimos y disfrutamos en el Sur.

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