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Fionna (2)

Como venía diciendo en mi relato anterior, hubo continuación durante un largo tiempo con Fionna, esta rubia de generosos senos y buenas caderas.

Luego de trabajar el sábado, ella se animó y fue a casa. Como hacía frío yo tenía la estufa de leña prendida, y la esperaba con un aperitivo ya que ella venía de lejos. Además ya tenía las brasas para la típica comida uruguaya: el asado a las brasas con parrillada completa. Cosa de cocinar una sola vez y no perder tiempo en esos menesteres.  Obviamente la fui a esperar a la llegada del bus y no le di tiempo a decir nada. Ahí nomás, en plena calle, la agarré fuerte por la cintura y le estampé un beso como si hiciera días que no nos veíamos. 

Caminamos abrazados los pocos metros que nos quedaban hasta casa, ella pasando la mano por mi cintura y yo por sus hombros, pero sin perder oportunidad de ir metiendo de a poco mis dedos en busca de sus pechos.

Al entrar al recibidor ya empezamos a dejar la ropa donde cayera. Mis manos no paraban de recorrer su cuerpo y ella gustosa respondía con las suyas. Al llegar frente al fuego caímos en la alfombra y yo quedé en el piso, por tanto fue ella quien tomó la iniciativa de empezar a desabrochar mi camisa para primero pasar sus manos; luego sus labios hicieron su trabajo.

Cuando lo consideró oportuno, levantó sus brillantes ojos celestes para mirarme, con una sonrisa en el rostro, deslizarse hacia mis rodillas y sacar primero el cinto y luego el pantalón. Ahí me pidió que me parara porque quería ver las consecuencias de su trabajo: mi polla lucía una buena erección. Fue entonces cuando empezó a desvestirse, primero su blusa, y luego los jeans. Así, me pidió que hiciera con ella lo que quisiera, ya que estaba dispuesta a recibir tanto placer como la noche anterior.

Yo me abalancé sobre ella, le puse las manos sobre la cola, y le di otro beso para empezar a recorrer su cuerpo y luego cumplir sus deseos de penetrarla, primero en 4 y luego dejarla cabalgar por primera vez sobre su trofeo.

Ese fin de semana fue eterno; perdí la cuenta de cuántas veces lo hicimos.

 

Eso sí, el lunes me mandó un sms diciendo que la conchita le había quedado irritada de tanto usarla.

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