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La esposa de mi amigo (3): Calentando el ambiente

El viernes después de cuatro meses desde que mi amigo abandonó a Susana, por primera vez dio signos de que quiere que se vuelva a repetir aquel encuentro que tuvimos hace más de un año, claro está que esta vez sin su marido.

Ese día sábado fue normal, atendí mis negocios en el sur de la provincia y a la noche llegué a la casa, me di una ducha, me afeité, me puse una remera y unos pantalones de gimnasia holgados, deje mis boxers sucios sobre la cama intencionalmente para Susana los viera. Fui a la lavandería a por un poco de jabón para mi camisa que estaba manchada con restos de comida, no quería que el aceite la arruinara y cual fue mi sorpresa al encontrar de casualidad junto al canasto cerrado de la ropa sucia una tanga amarilla, justo la que había tenido puesta Susana anoche, me acerqué, noté que estaba llena flujos, estire para tomarla cuando Mariana, su hija, apareció en escena metiendo ropa al canasto y anexando la amarilla prueba de que su mami se había estado tocando anoche. Me habló de un par de cosas y se fue, me quede pensando si abrir el canasto de ropa sucia o no. “¿Qué tanto puede importar eso¿?” me pregunte, mi miembro comenzó a despertarse pensando en tener en mis manos esa tanguita, pero me resistí y salí de allí.

Comimos los 3 juntos, a las 23 Mariana se fue a su habitación a preparar algunas cosas para irse a la casa de una amiga, Susana estaba sentada, a mi lado con una falda a medio muslo con las piernas cruzadas y una camisa de bambula suelta de color blanco, lo que hacía que su piel morena destacara, con la punta del pie que estaba en el aire jugaba con su sandalia, bamboleándola, mientras jugaba con sus rizos castaños. Yo por mi parte desde la puerta de la cocina la admiraba con una botella de vino blanco, lo descorche, le serví de manera generosa, tratando de hablar de cosas sin importancia y haciendo el pavo para hacerla reír, de a poco se fue relajando. Cuando la amiga de Mariana pasó a recogerla ya eran como la una de la mañana, yo abría la segunda botella y Susana volvía del baño.

Cuando se sentó note inmediatamente que estaba tranquila, algo ebria y que ya no traía sostén, podía ver claramente sus pezones duros a través de la camisa. Mi pija debió crecer en ese mismo instante, ella lo noto, le hable bonito, con ternura, de lo linda que estaba y de lo mucho que me atraía, me miro un poco apática y me dijo arrastrando un poco las sílabas “Así no me gusta, hablame como me gusta”. Me miró con una mezcla de deseo y morbo que me pusieron la pija a mil, estire el brazo agarrándola por el castaño cabello de la nuca, tirando para atrás, ella me tomo con las manos tratando de que yo aflojara, pero cuando vi esa media sonrisa y los ojos encendidos en pasión tire un poco más, un casi inaudible grito de dolor y goce salió de su boca. “Me re calentas puta, solta y pone las manos en la silla” le dije y le di una bofetada, no muy fuerte pero bastante sonora. Sus manos bajaron hasta el asiento de la silla agarrándose con fuerza, me pare sin soltar la nuca y desplegué mi pija en su cara, ella sacaba la lengua para poder lamerla pero cada vez que estaba cerca tiraba de su nuca alejándola, jugué con ella así un momento cuando las llaves sonaron, rápidamente guarde el miembro en el pantalón y me senté.

Mariana saludo sin pararse a mirarnos, tomó algo de su habitación y salió corriendo por la puerta, desde allí grito “Chau má! Nos vemos mañana” mientras Susana seguía aferrada a la silla. Me levanté, tranquilamente levante los platos, los lave, ordene el comedor, me cerciore de que la puerta estaba bien cerrada, le mande un mensaje a Mariana para que me avisara que llego bien. Mientras tanto Susana no se movió un centímetro, seguía con las manos aferradas a es silla mirándome con lujuria, tome la silla por el respaldo y de manera violenta la arrastre hasta la pieza, Susana pego un grito de sorpresa, seguía aferrada a la silla, me miraba excitada, medio poseída con la respiración acelerada. Sonó mi teléfono, Mariana había llegado bien. Entre en la habitación totalmente desnudo con unas tijeras de la cocina “Querés que te corte el pelo o la camisa¿?” dije a modo de broma, para relajar el ambiente, pero Susana suplicando me dijo ”Por favor, papi, por favor la camisa” agachando la cabeza para que corte por la espalda. “Interesante” me dije para mí mismo.

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