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Laura, una secretaria muy caliente (2)

Después de nuestra primera vez, las cosas con Laura bajaron de intensidad, al punto que ella me evadía deliberadamente en cualquier lugar en que llegáramos a coincidir, era algo desconcertante puesto que lo habíamos pasado muy bien. Aprovechando un momento en que ella y yo estuvimos solos en el área designada a las secretarias le pregunté qué pasaba, ella solo me contestó que su esposo se había dado cuenta de todo y que prefería portarse bien ya que la había amenazado con separarse y quitarle a los niños, ante esa situación no me quedó más que respetar su decisión y hacerme a un lado por su bienestar familiar.

Con el paso de los días ella me buscó, con el pretexto que necesitaba desahogarse de todos sus problemas, yo accedí como buen amigo y pensé que las cosas no pasarían a más. De nuevo la convivencia avivó las llamas de la pasión y ella acudía a mi oficina en plan de trabajo pero siempre terminábamos en besos apasionados y manoseo.

Una tarde lluviosa al salir de la oficina me ofrecí a acercarla un poco a casa para que no se mojara, pero en el camino hubo roces, coqueteos y pequeños besos. Las cosas estaban subiendo de tono pero no hice propuesta alguna para no perjudicar a Laura y buscarle algún problema en casa, ella de forma muy coqueta cambió el rumbo de nuestra conversación.

—¿Que vas a hacer ahorita?

—Llegar a casa, ver la tele, con esta lluvia no dan ganas de salir.

—¿Me vas a extrañar?

—Sabes que si. Mucho.

—Me haces falta.

Me quedé callado para no continuar con una conversación que no nos llevaría a ningún lugar pero ella agregó.

—Mi esposo está de viaje y mis hijos están en casa de mi mamá.

—¿Entonces te acerco a casa de tu madre?

—No. Llévame a “otro lado”.

En ese momento no podía pensar ya, el simple hecho de saber que Laura y yo teníamos la tarde y parte de la noche libre me puso a mil y sin cambiar mucho el rumbo que llevábamos entramos a un motel de la zona.

Ni bien me había estacionado en la cochera del motel, Laura se lanzó hacia mí y besó mis labios como una perra en celo, y con una de sus manos frotaba mi verga erecta sobre el pantalón. En eso se acercó una señora madura a tomar las placas de mi auto y a cobrarme la cuota de la habitación, saqué el dinero y le pedí que nos trajera un paquete de condones, ella asintió con su cabeza y se retiró presionando un botón para cerrar la cochera.

Antes de bajar de auto Laura me detuvo diciendo.

—Espera, no te bajes. Recorre tu asiento hacia atrás.

-¿Qué quieres hacer?

—Quiero mamártela.

Obedecí la orden, recorrí el asiento, desabroché el pantalón y me saqué la verga, Laura acomodó su cabello y sin ningún tipo de juego o preámbulo se agachó para metérsela en la boca y comenzar a darme un delicioso sexo oral. Yo simplemente me dejaba llevar, su boca era deliciosa, su saliva tibia escurría por mi entrepierna, parecía ahogarse pero no dejaba de hacer su tarea, yo me había olvidado de que nos traerían los condones a la habitación y en eso escuché la puerta de la cochera abrirse, la señora se dio cuenta que no habíamos salido del auto y se dirigió a la ventanilla a darme los condones y pudo percatarse que entre el volante y yo estaba la cabeza de Laura dándome una espectacular mamada. La mujer se sonrió conmigo y buscó discretamente un mejor ángulo para observarnos por unos segundos, me entrego en mi mano los condones, dio media vuelta y cerró la puerta de la cochera.

El momento era de lo más cachondo, ser vistos en plena mamada me había puesto más caliente, así que los movimientos de Laura los acompañaba con movimientos míos de cadera para meterle la verga lo más adentro posible. Cuando sentí venirme bajé el ritmo y antes de que Laura me reclamara la interrupción la jale del cabello y le planté un beso francés haciéndole saber que había hecho un buen trabajo. Yo no quería ensuciar mi auto de leche, así que me acomode el pantalón y subimos a la habitación.

Yo estaba ya con la ropa muy maltrecha y Laura estaba casi impecable salvo su cabello que ya lucía despeinado por las caricias en el auto. Me puse de pié junto a la cama y me desnudé, Laura miraba atenta y permanecía quieta también de pie junto mí. Me senté en la orilla de la cama y abrí un poco mis piernas, Laura dio un par de pasos y se acercó a mí, se agachó un poco y nos besamos jalándonos los labios en cada beso, yo metí mis manos por debajo de su falda y comencé a bajarle la pantaleta lentamente, instantes después ella tenía su ropa interior en los tobillos, desabroché por completo su saco para quitárselo y después hice lo mismo con su blusa, ahi estaba mi caliente secretaria, sin calzones, con su falda roja del uniforme y en brasier.

Aproveché la posición y sin problema le saque el bra, bese sus pechos y lamí sus pezones que poco a poco se iban poniendo duros, sus pechos no eran grandes pero eran perfectos para su tipo de cuerpo, firmes y redondos.

Mientras le comía las tetas le acariciaba la vagina por debajo de la falda, estaba muy mojada, lista para ser penetrada. Laura se quitó los tacones y se sacó la pantaleta de los tobillos, enroscó su falda y se subió en mí. Lentamente mi verga fue entrando en su lubricado sexo, yo la abracé fuerte y comenzamos el sube y baja. No sabía qué me excitaba más, si sentir sus caderas y sus nalgas en cada sentón, su vagina caliente y húmeda, sus gemidos, o ese maldito perfume a base de feromonas que me volvía loco y que al día de hoy después de tantos años no puedo olvidar.

Laura bajaba y subía el ritmo a voluntad, sus movimientos circulares de cadera me apretaban delicioso, nunca me habían montado como ella lo hacía.

—¿Te gusta cómo te estoy cogiendo? (preguntó Laura)

—Sí, mucho, sabes bien cómo hacerlo.

—Me gusta montar, coger a mi ritmo.

—Ya me di cuenta, eres una cabrona.

—¿Pero te gusto así cabroncita no?

—Mucho, me vuelves loco.

Laura bajó un poco el ritmo y me susurró al oído…

—Gracias amor.

—¿Gracias de qué?

—De este rico orgasmo que me acabas de regalar.

—Qué bueno que lo disfrutas, eso me complace mucho.

—Ya necesitaba sentir tu vergota adentro.

Nos besamos apasionadamente y continué con el bombeo, no pensaba desperdiciar la erección ni el condón. Jalé su cabello hacia atrás y me moví con fuerza tratando de elevarla con mis caderas y cayera con fuerza sobre mí, no tardé en venirme y caímos tendidos en la cama, ella encima de mi pecho.

Ninguno de los dos dijo palabra, no queríamos arruinar el momento hablando de su esposo o de sus hijos o de la posibilidad de perderlos, solo nos quedamos quietos, la abracé y nos ocupamos de escuchar la lluvia golpear la ventana por un buen rato. Laura se apartó de mí, se quitó la falda y quedó completamente desnuda, se puso de pie y fue al baño, sabiendo que yo la miraba contoneaba más su trasero dándomelo a desear, sus nalgas blancas y bien formadas me enloquecían.

Mientras Laura estaba en el baño, yo puse una porno en la televisión, al volver y darse cuenta me comentó con un poco de desagrado…

—¿Te gusta ver eso?

—Si, ¿a ti no?

—A veces, me aburren sus gemidos falsos, parece que las están matando.

—Si quieres le pongo a las caricaturas.

—Jajaja menso.

Nos tiramos en la cama con algunos gemidos de fondo y comenzamos a ponernos a tono, yo estaba encima de ella y ambos nos metíamos mano por donde podíamos sin dejar de besarnos, después de un rato Laura abrió sus piernas dándome a entender que deseaba ser penetrada nuevamente, tomé una almohada y la metí bajo su cadera para levantarla y coger de misionero, siempre me ha gustado esa posición porque puedo tener acceso a los besos en la boca o al cuello, o bien para decir cosas morbosas al oído y ésta no fue la excepción. Ahora la penetración era a mi ritmo, Laura estaba muy prendida y excitada, su lubricación era tal que se podía escuchar como mi pelvis y mi verga chocaban con su intimidad.

—Dámela toda papi… así te deseo en la oficina… así te quiero todos los días. (Decía Laura en cada embestida)

Me puse de rodillas y cambié un poco la posición, ahora tenía las pantorrillas de Laura en mis hombros y su sexo más abierto a mi disposición. Mi verga entraba más profundo y ella lo confirmaba con sus gemidos, escucharla me provocaba darle más duro, más intenso… sus gemidos se convirtieron en gritos… sin pensarlo solo pude decirle al oído.

—No grites, parece que te están matando.

—Eres un pendejo!!!

Me vine y mientras tenía mis espasmos durante la eyaculación sentí las uñas de Laura clavándose en mi espalda, nunca le pregunté si era para marcar su territorio, por placer o por venganza de mi comentario.

Nos metimos bajo las sábanas y miramos un rato la porno en la televisión, nuestros cuerpos sudorosos se secaron y acurrucados nos besábamos como un par de enamorados. Besos cortos, tiernos, a ojos cerrados.

Después de un rato en la cama Laura vio la hora y me dijo.

—Tengo que ir a recoger a mis hijos.

—Ok. Te acompaño a recogerlos y los llevo a tu casa después.

—¿Y quién les digo que eres?

—El taxista. Que te vean llegar en el asiento trasero, de regreso igual pueden viajar atrás, yo seré su chofer.

—Qué lindo, pero solo acércame donde mi mamá y que mi hermano nos lleve a casa.

—Como tú quieras.

Nos vestimos y a diferencia de la primera vez Laura se arregló de pie frente al espejo del tocador en la habitación, no quería despertar sospechas con su madre. Yo terminé de vestirme primero y me puse de pie atrás de ella mirando como retocaba su maquillaje.

La lujuria se apoderó de mí, y sin pensarlo tomé a Laura por la cintura y froté mi pelvis en sus nalgas, ella lo tomó a broma y movió su trasero de un lado a otro, pero se dio cuenta que lo mío no era un chiste, besé su cuello, la parte de atrás de su oreja y mis manos pasaron de su cintura a sus pechos por encima de la blusa y el saco.

Sentí como Laura se estremeció y no hizo por quitarse, así que continué manoseando su cuerpo, y levanté su falda, ella se inclinó un poco hacia adelante recargándose en el tocador mientras miraba mis movimientos por el espejo, bajé su pantaleta humedecida y de nuevo cayó hasta los tobillos, abrió sus piernas y jugué un poco en su sexo, comprobando que estaba lista de nuevo para mí, desabroche mi pantalón y me bajé el bóxer, tomé el último condón, me lo puse y de inmediato penetre a Laura de una sola embestida sujetándola fuerte por la cintura.

Comencé a cogérmela con fuerza, con movimientos pausados pero lujuriosos, nos mirábamos a la cara a través del espejo, éramos un par de calientes dándose placer. Ahora no había gemidos ni gritos, eran gruñidos ahogados, yo quería coger y ella ser cogida. Sus nalgas estaban rojas, me encantaba ver como chocaban con mi pelvis y mis manos nuevamente pasaron de su cintura a sus pechos, pellizqué con fuerza sus pezones erectos, por el espejo vi un gesto de dolor pero no hizo por quitarse al contrario, pegaba con más fuerza su cuerpo al mío.

Me vine dentro de ella con el condón puesto, lo retiré y me limpié con una toalla, Laura levantó su pantaleta y limpió con ella su mojada entrepierna, después guardó su pantaleta en su bolsa de mano. No dijimos nada y siguió retocando su maquillaje.

Salimos del motel y al salir le guiñé el ojo a la señora de la entrada y conduje camino a casa de la mamá de Laura.

Mi marido regresa en 3 días, fue al norte por cosas de trabajo. (Comentó Laura)

Pusimos algo de música y ambos nos quedamos con ese último comentario que nos daba luz verde de coger por lo menos dos tardes más. Llegamos a casa de su madre y la dejé un poco antes de la cochera de su casa. Nos despedimos solo de palabra por si alguien nos miraba y conduje de nuevo a casa.

Mi auto olía a su perfume a base de feromonas, me volvía loco pensar en Laura, en cómo habíamos cogido, en mi mente repasaba cada una de las caricias, cada una de nuestras palabras, no supe como llegué a casa, estaba perdido pensando en esa mujer.

Llegué a casa y fui al baño, tenía una nueva erección, necesitaba masturbarme y soltar la leche que me quedaba, mi ropa olía a sus feromonas, así que cada respiro era como aspirar a Laura, eso me hacía imaginar que cada movimiento con mi mano derecha era una embestida en el sexo de ella. Solté una buena cantidad de semen, limpié mi verga y lavé mis manos y mi rostro en el lavabo.

No podía esperar en tener nuevamente a esa hembra arriba de mi montándome otra vez.

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