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Mi encuentro con Tere, la maestra

Conocí a Tere en un portal de citas, su perfil al igual que muchos otros con la información mínima y sin fotografía, lo único que me llamó la atención para escribirle fue que se encontraba dentro de la zona donde me muevo de la casa al trabajo. Ella aceptó mis mensajes y hablamos un poco de todo, cosas básicas. Resultó ser una maestra de secundaria, divorciada y con dos hijos adolescentes. En cuanto a su edad, era 10 años mayor que yo, lo cual jamás me ha molestado, por el contrario una ventaja de salir con mujeres maduras es que se puede ser directo sin llegar a ser burdo.

Durante una semana platicamos de su trabajo, del mío, de sus alumnos, de sus hijos. Tere parecía ser una mujer con un buen sentido del humor porque me compartía infinidad de chistes, unos blancos y otros no tanto, lo cual dio pie a subir el tono de las pláticas y en una de ellas le sugerí vernos y dejar que las cosas de se dieran solas, si había química nos iríamos a un motel y si no pues tan amigos como lo habíamos sido esa primera semana.

Quedamos de vernos en una plaza comercial a las 5 de la tarde, acordamos el lugar preciso, cada uno dijo como iría vestido y sus características físicas, porque debo decir que nunca nos habíamos enviado una fotografía, ya que en lo personal no me parece bien estar presionando a las personas para que te envíen su foto.

Yo llegué primero para no hacer esperar a Tere y a los pocos minutos llegó ella, un poco despistada, nerviosa, mirando para todos lados (imagino que buscándome a mí y tratando de verificar que nadie conocido pudiera reconocerla). Me acerqué con un simple hola al que ella solo respondió sonrojándose.

Tere era una mujer morena, de cabello corto, unos 42 años, 1.60 de estatura, sin tener un cuerpo escultural aún tenía todo en su lugar.

De inmediato la invite a ir a mi auto y ella accedió de inmediato, la tomé de la mano y al ver que no oponía ningún tipo de resistencia y que su mano sudorosa buscaba entrelazar sus dedos con los míos supuse que yo le era de su agrado.

Apenas subimos al auto volví a tomar su mano y descaradamente la puse en mi entrepierna y mirándole a los ojos le dije, “mira como me tienes ya”, a lo que ella respondió con un gemido y sobando mi entrepierna solo atino decir “que rico estás papito”.

Era evidente que la química y la calentura habían hecho lo suyo así que encendí el auto y conduje hasta el motel, en el camino yo acariciaba sus piernas y ella abriéndolas un poco me sugería ir más allá… así que cuando llegamos a la habitación los dos ya estábamos a tono.

Deje las llaves del auto en el tocador de la habitación mi reloj y una cadena ella hizo lo mismo dejo su reloj, unas pulseras nos abrazamos mordisqué su oreja al tiempo que con una de mis manos buscaba su pechos ella por su parte no dejaba de acariciar mi verga sobre el pantalón hasta que no pudo más y agachándose frente a mí solo alcanzó a decir “ya dámela papito”.

Me desabroche el pantalón y lo deje caer a los tobillos, ella me bajó el bóxer apresurada y tomando mi verga con una mano la llevó a su boca. Yo dejé que ella me la chupara a su ritmo, que no se sintiera presionada. Tere chupaba mi verga, mis testículos, miraba hacia arriba buscando comprobar que estaba haciendo un buen trabajo, de pronto la tomé de la cabeza para sujetarla con firmeza pero sin lastimarla y empecé a embestirla ahora a mi ritmo, de vez en cuando la sacaba de su boca para ofrecerle mis testículos y después de algunas lengüeteadas dejaba caer mi verga sobre su cara y apuntando de nuevo volvía a embestirla, cuando sentí terminar le avisé para que ella decidiera donde venirme a lo que ella solo se apartó un poco ofreciéndome sus pechos para terminar sobre ella.

Le ayudé a ponerse de pie y ambos terminamos de desnudarnos mientras yo me reponía y mi erección regresaba. La tendí sobre la cama y comencé a besar sus pechos que sabían un poco a mi leche, pero que más daba  era mi leche y con una mano empecé a sobar su clítoris, y de vez en cuando metía uno o dos dedos en su ya inundada vagina.

Una vez que regresó mi erección la tomé de las piernas y con sus pies al hombro la penetré hasta el fondo provocándole un espasmo que ella acompañó con un jalón de mi cabello, así que comencé a moverme poco a poco para asentarnos bien en la cama y tomando ritmo empezó el concierto de gemidos, la puse de lado, luego de perrito y en esa posición deje ir sobre ella el peso de mi cuerpo para que quedara tendida boca abajo, ella aceptando la posición solo levantaba un poco la cadera para facilitar las embestidas y sus gemidos de placer se convirtieron en gritos y gruñidos de placer, Tere solo decía, “sí… así, dame duro, así soñé que me cogías”. Tomé sus muñecas para pasarlas por su espalda y cuando la tuve inmovilizada y sometida (lo cual para nada le desagradaba), terminé con embestidas pausadas pero fuertes. Los dos quedamos tendidos uno al lado del otro tomando un respiro pero sumamente calientes con ganas de continuar.

Minutos después Tere se levantó de la cama para ir al baño, yo prendí la tele y puse una película porno y me pasé al sillón para jugar con mi verga y conseguir otra erección. Tere, al salir del baño y verme en el sillón con la verga parada me dice “desde que llegamos se me antojó cogerte en el sillón” y son decir nada más se dirigió hacia mi y sentándose frente a mí comenzó a cabalgarme como una loca, ella se daba sentones fuertes y se pegaba a mi cuerpo, yo aprovechaba en buscar sus pezones y mordisquearlos al ritmo del sube y baja, pero llegó un momento que más parecía una lucha, una pelea de lo fuerte que nos estábamos dando placer, de los gritos, jalones de cabello y palabras altisonantes.

No hubo necesidad de cambiar de posición, terminamos juntos y agotados, nos tiramos el sillón y lo único que se escuchaba en la habitación eran los gemidos de una rubia que estaba recibiendo una doble penetración en la pantalla de la televisión.

Tere me preguntó la hora y un poco asustada me dice, ya me tengo que ir, mi hermana se quedó cuidando a mis hijos, le dije que no tardaba. Minutos después mientras Tere terminaba de vestirse suelta una carcajada y cuando le pregunté el motivo me dice con una cara de pervertida “si mi hermana supiera donde estoy”.

 

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