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Mi vecino de planta baja

Fue un jueves de una tormenta fuertísima, estaba esperando que mi hermano llegase de trabajar como todos los días para poder abrirle con rapidez y no se empapara afuera. Casi una hora de espera cuando recibo un mensaje de que no iba a venir. Al darme la vuelta para entrar a mi casa noto el ruido a moto, era el chico de abajo. Decidí actuar como buena vecina y fui a abrirle la puerta a él para que entrara. Me agradeció y cada uno se fue a su casa.

Robert era un venezolano de 29 años, morocho, flaco, no más de 1.80 m de altura; había llegado hace tres años a la misma casa la cual se dividía en planta alta y baja. Yo vivía arriba. Desde el primer día hubo mucha química entre ambos, pero al él vivir con su novia nada era posible. Tres años pasaron, ella se separó de él y él quedó viviendo solo. Ya tantas cosas pasaron en ese tiempo que, a mí, poco me gustaba. Si bien nos reuníamos a charlar de vez en cuando en la entrada compartida, más de eso no sucedía. Hasta que ese jueves llegó, la lluvia cesó y con eso la cañería se rompió dejándome sin agua. El faltante de esta se hizo sentir, siendo que la hora de trabajar se acercaba. Las ventanas de mi cuarto dan hacia su patio, por lo que habrá escuchado mis gritos e insultos maldiciendo a cada quién se me pasara por la mente en ese momento. En eso escucho sonar el timbre varias veces, con el pijama aún puesto, atendí. Era él.

-Vecina, perdón que me entrometa, pero no pude evitar escuchar lo del agua.

-Sí, debo ir a trabajar y no sé qué haré.

-Sé que confianza no hay mucha, pero si deseas puedes utilizar mi baño, es un segundo, no habría problema alguno. Ayuda por ayuda. -Exclamó guiñando un ojo para luego sonreír.

Lo dudé, era verdad que confianza no había y si bien me gustaba no lo conocía. Le agradecí, me dijo que solo tocara el timbre si precisaba. Subí a buscar mi ropa, mi día de trabajo ya estaba perdido, pero era a él a quién no quería hacerle perder el tiempo aparte una ducha para bajar el estrés no vendría nada mal. Llevé sólo lo justo y sin pensarlo tanto bajé, toqué timbre y esperé a que me abriera. Me abrió, le agradecí de nuevo por la amabilidad y me indicó donde se encontraba el baño.

Entrando, cerré la puerta detrás de mí e hice lo que correspondía. Su perfume rondaba toda la casa, te penetraba por completo la cabeza. Al abrir la ducha y empezar a desvestirme, noté lo húmeda que estaba. No sé si fue el estar en su casa o que sucedió, pero la calentura subió a mil. El sólo saber que Robert se encontraba tras la puerta hizo que mi humedad aumentara, así que decidí meterme a la ducha la cual era cubierta por una mampara de vidrio, el agua estaba fría, comencé a tocarme. La verdad que a mis 27 años no me quejaba más de mi cuerpo, lo disfrutaba. Castaña, ojos marrones, tetas medianas, algo rellena, pero con un culo que a varios hombres volvía loca.

El roce de mis dedos sobre mi clítoris, el imaginar a mi vecino cogiéndome y lo excitada que estaba, hicieron que acabe largando pequeños chorros y con la toalla entre los dientes para ahogar mis gemidos. Cuando logré recuperarme, tomé mi baño, me cambié y emprendí mi salida del lugar. Para mi sorpresa, cuando iba a abrir la puerta del baño noté que esta estaba apoyada, sabiendo que yo la cerré por seguridad, algo que me causó rareza, pero por, sobre todo más calentura. Era obvio, me espió y lo que estaba por notar termina de confirmar mis sospechas. Salí del baño y no vi a nadie cerca, grité su nombre evitando rondar por la casa. Cuando llegó noté que estaba agitado y sin camisa. Mis dudas eran casi ciertas.

-Terminé, gracias por la ayuda.

-No por favor, un placer. Somos vecinos, nada que agradecer.

Salí al instante que abrió la puerta y lo saludé con la mano y una sonrisa ladina.

El día pasó de lo más normal, todavía sin noticias de la vuelta del agua, pero bueno, los pensamientos hacían pasar el tiempo, pensamientos a flor de piel imaginando que hubiera pasado si lo descubría pajeándose. La noche llegó, mis padres salieron y mi hermano no estaba así que estando sola pedí comida. Me dispuse a cenar cuando se cortó la luz. Era lo que faltaba para coronar el día. Busqué y encendí unas velas en la mesa así iluminaba la mesa mientras cenaba. No me terminé de sentar que suena el timbre, bajé a abrir, era Robert.

-Rocío, quería saber si a ti también se te había ido la luz, pero bueno, veo que sí.

-Sí sí, estoy igual. – Exclamé algo nerviosa.

Se quedó mudo, no me decía nada y a mí no me salía palabra alguna. Lo único que aumentaba era la tensión entre ambos. Se acercó, no me dejó pensar que ya tenía sus labios rozando los míos. Continué el beso sin dudarlo, Rodeó mi cintura y caminando casi sin ver hacia adentro, cerró la puerta tras él. No sé si fue raciocinio o me querían ganar los nervios, pero me alejé de él casi de golpe.

– ¿Qué estamos haciendo? – Murmuré mirándolo fijamente tomando sus manos para alejarlas de mi cintura. Él aprovechó ese movimiento para entrelazar nuestras manos.

-Es el momento justo, si no aprovechamos ahora ¿Cuándo? Aparte ambos sabemos lo que pasó en casa.

-No es lo mismo, creo. – Dije dubitativa. Volvió de nuevo a mi boca, me besó más apasionadamente, yo le seguí el juego. Saqué su camisa, botón por botón, Robert llevó su boca a mi cuello, yo acariciando su pecho disfrutaba de aquello.

-Subamos. – Susurré tomando su mano como para indiciarle el lugar.

Nos metimos en la habitación, no hubo dudas de nada. Sacó mi remera, en casa no uso brasier nunca por ende mis tetas se liberaron, las tomó una con cada mano, puso su boca en mis pezones, los succionaba, me los mordía, escupía y chupaba con intensidad, tan así que no tarde nada en humedecerme.

-No pares por favor. – Llegué a decir cuando ya lo tenía encima de mi cara comiéndome la boca de nuevo. Aprovechando la posición desabroché su pantalón y lo bajé junto con su bóxer, mi mano se dirigió a su miembro erecto la cual empecé a masturbarla con intensidad.

-Arrodíllate y abrí la boca. – Dijo sin darme mucho espacio a dudar, apenas lo hice ensartó su verga en mi boca haciendo que me dé una arcada por tal movimiento.

– ¡Sí bebé, así, sigue! – Volvió a meterla, pero esta vez tenía tapada mi nariz. No me dejaba respirar, el mete y saca era intenso, pero lo disfrutaba cual puta. Me levanté y ahora fui yo la que fue directo a su cuello a besarlo. Me volvía loca en todos los sentidos. Me concentré en besar desde su oreja hasta su pecho pasando por lo largo de su cuello. Mientras él sacaba mi short dejándome en una diminuta tanga.

-Como deseaba verte así pendeja, toda para mí. Ese culo para mí.

Aproveché y puse mi culo en pompa dándole mejor visión de él. De la nada di un grito cuando noté su mano chocar contra mi trasero. Empezó a magrearlo, lo mordía y lamía. Hizo a un lado mi ropa interior y acercó su rostro empezando un cunnilingus desaforado desde mi concha hasta el agujero de mi culo.

-Ufff, no pares. ¡Que rico! – Exclamé mientras hacía presión sobre su rostro para intensificar sus lamidas. Escupió mi trasero y metió, sin más, un dedo dentro. Mi cuerpo lo rechazó, pero Robert no lo sacó, al contrario, aumentó el movimiento. Yo gemía de placer mezclado con dolor, pero se compensaba con las lamidas en la concha. Otra palmada sonó en mi culo mientras seguía penetrando el dedo dentro de mí.

-Agarra esa caja. – Dije señalando con una pícara sonrisa.

Fue hasta ella y la abrió.

– ¡Si serás trola! Así que este era el motivo por el cual te escuchaba gemir todo este tiempo. No te creas que no se escuchaba. – Largué una pequeña risa y esperé cual sumisa en la cama esperando que reaccionara.

Tomó el lubricante y colocó un poco en un plug anal y en mi ano. Metió este de un solo movimiento. Largué un suspiro mientras movía mis nalgas haciendo que el dildo se termine de meter por completo. Robert acercó su pija a mi boca, comencé a chupársela toda. Pasé un buen rato disfrutando cada centímetro de ella. Le comía los huevos hasta que se desesperaba y me la enterraba hasta la garganta.

-Despacio, despacio que me vas a hacer acabar. – Me tomó del pelo y me separó de su pija.

– ¿Te gusta no? Deseabas esto trolita. – Me estampó un cachetazo en la cara y dio la vuelta para llegar a mi concha. Escupió su mano y la pasó por todo lo largo de mi vagina, se acercó y clavó su pene de una sola estocada.

-¡Ahhh si así! – La mezcla de placeres al tener mis dos agujeros llenos eran demasiado. Tomó la punta del plug y giraba este dentro.

Era tanto que le avise que iba a correrme en cualquier momento. Al notarlo comenzó con una fuerte embestida mientras penetraba a tope el plug y con su dedo manoseaba mi clítoris. No aguanté más, largué cuatro chorros largos de squirt entre gritos de placer. Mi cuerpo temblaba, quedé desvanecida en la cama. Robert sacó el dildo de mi culo y separó las nalgas para ver cómo estaba dilatado. Sin dudarlo metió su verga de golpe, entró sin problemas, pero dolía.

– ¡No te muevas que duele! – Gemí apretando las sábanas con mis manos.

-Calladita que acá las cosas las hago yo. – Dijo presionando mi cabeza contra la cama empezando un lento vaivén.

Entre gemidos sentía como mi esfínter se abría, el dolor empezaba a mezclarse con placer. No tardó mucho más en convertir todo en un éxtasis de deseo total.

Siguió dándome mientras azotaba mi culo. Notó que estaba por llegar al clímax por eso me indicó que me ponga boca arriba, se acercó y volvió a penetrarme el culo dedicándose también a masajear mi clítoris.

-Me encanta como me coges, seguí. – Gemí como una loca cuando penetraba mi orto y mi concha intercalando cada vez. Se recostó sobre mi dejando su pija dentro de mi concha para poder jugar con mis tetas de nuevo. Amaba que se concentre en mis pezones. Le daba pequeños pellizcos, los lamía y mamaba.

De repente empezó a moverse rápidamente, apoyó las manos en la cama, una a cada lado de mi rostro y comenzó a dar fuertes embestidas, yo sentía como iba a venirme de nuevo, no le di indicio de nada, deseaba mojarle su pija con mis jugos, Robert seguía penetrándome con rudeza, yo al notar como salían mis primeras gotas cerré los ojos.

-No no no, no apartes la vista que deseo ver cómo me miras con esa carita cachonda. – Exclamó agitado notando como sus gemidos aumentaban.

– ¡Acabo Rocío, me vengo! – Sentí como su semen caliente inundaba mi concha, no aguanté y me vine junto con él.

Robert quedó recostado encima de mi pecho, ambos recuperando el aire. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir como su pija salía sola de mi concha. Se levantó y se acercó a mi rostro, se la chupé saboreando la mezcla de nuestros jugos. Volvió a recostarse al lado mío, de la brutalidad pasó al cariño absoluto. Acariciando mi pelo mientras me miraba de reojo, exclamó.

– No sabes lo que deseaba esto, pero más el hecho de pasar tiempo contigo. Me gustas.

Me tomó por sorpresa sus palabras, me acerqué y le di un cálido beso en los labios. Desde ese día no hizo falta volver a esconderse porque desde ese día, separarse nunca fue una opción.

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