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Yo lo despreciaba, pero me terminó haciendo su perra (1)

Esto pasó en 2019, comenzó en agosto. Era el nuevo semestre y conoceríamos nuevos profesores y quizá alguno nuevo compañero. Estudio arquitectura en una universidad muy grande, va mucha gente. Es pública y el gobierno cada vez llena más las aulas. En el salón de proyectos usamos unas enormes mesas llamadas restiradores, eso sumado a la enorme cantidad de alumnos en el salón, no hay cabida para pasillos. Apenas se puede pasar entre los bancos, las mochilas y las mesas.

Por ser el primer día llegué muy temprano y bien arreglada para dar una buena primera impresión a mis nuevos profesores. (Ya me he descrito en los otros relatos: de estatura mediana, 1.62 m. Tengo la piel clara y el pelo castaño obscuro, labios carnosos, ojos café grandes y cejas pobladas. Todas las mujeres de mi familia son muy caderonas y tienen un enorme trasero, desde la secundaria se notaba que yo no sería la excepción. No importa la ropa que me ponga, se me nota demasiado mi parte trasera. Usualmente tengo un dilema, si uso ropa holgada, me esconde un poco el trasero pero todo se sacude al caminar, y llama mucho la atención por como tiembla. Si uso ropa ajustada, no se sacude tanto pero llaman aún más la atención por sus dimensiones. En la secundaria algunos niños maleducados me decían Vanessa o la globera, una vez cometí el error de preguntar por qué me decían Vanessa, me dijeron que era “Vanessa la que tiene más nalga que cabeza”, también porque incluso los uniformes de talla más grande me quedaban ajustados por mis pompis y caderas. Incluso mis hermanos me hacían burla. Todavía a la fecha uno que otro niño pequeño me llega a preguntar que porque tengo pompas de payaso).

Como decía llegué temprano al salón y más arreglada que de costumbre, llevaba unas botas divinas de tacón y unos jeans azul claro sin bolsas. Me puse una tanga de encaje lindo de color blanco para que los jeans marcaran mi silueta correctamente. Arriba una blusa rosa que me gusta mucho, me había perfumado y maquillado con esmero. Estaba aún de pie esperando a que llegara el profesor, me sentaría hasta que él nos saludara, por cuestión de respeto. Tenía mis audífonos puestos y balanceaba un poco mi cuerpo al ritmo de la música.

Los demás alumnos comenzaron a llegar, la mayoría conocidos. Yo siempre había sido algo clasista o mamona como se dice aquí en México. Sólo si se nota que alguien tiene dinero era amigable con esa persona. Si alguien moreno, sin ropa a la moda y sin auto se me dirigía era difícil que le hiciera caso, sólo lo ignoraba o le hacía un mal gesto. La mayoría en la universidad tienen estas características, en algunos salones más que en otros. Prefería caerle mal a muchos que mezclarme con quienes yo consideraba de menor clase.

Entre los nuevos que entraron al aula llegó un tipo muy desalineado, despeinado, con la ropa manchada de pintura. Traía consigo un casco y un chaleco de obra. Era de piel morena obscura. Como era de esperarse simplemente lo ignoré. Pero al poco rato de reojo sentí que alguien me estaba viendo. Era este tipo de la ropa sucia, venía de regreso desde la parte de atrás del salón. Lo descubrí viéndome las pompas. Ni siquiera me volteó a mirar a los ojos, sólo pasó de largo y salió del salón pero dejó sus cosas en un rincón.

Pasaron los minutos y el salón se llenaba poco a poco. Aún había algunas mesas sin ocupante, incluyendo la que tenía al lado mío. Sólo había un pasillo hacia la única puerta del salón por lo que si estas al fondo del pasillo de las mesas es necesario molestar a todos los de la hilera y a veces chocar por accidente con alguno. De repente llegó el profesor y junto con él entraron muchos alumnos que lo esperaban afuera del aula. Siempre me pareció de mala educación esperar al profesor afuera del aula, prefería esperarlo en mi lugar como una chica educada.

El profesor comenzó a presentarse de inmediato por lo que no presté atención a los demás alumnos que entraron con él. Yo seguía de pie, esperado a que el profesor nos pidiera sentarnos. De repente sentí un tremendo roce en mis pompis, fue rápido pero muy brusco incluso me empujó las caderas un poco hacia adelante. Claramente fue el dorso de una mano. Comenzó en mi glúteo derecho y sentí como lo recorrió todo hasta llegar a la parte media de mi trasero donde se detuvo un poco antes de chocar con mi glúteo izquierdo, para después recorrerlo igual que con el derecho, apachurrándolo contra mi en su camino. Al principio me sentía muy avergonzada, de seguro hasta me sonrojé un poco. Alguien acababa de recorrer con su mano todo mi trasero en pleno salón de clase lleno. Aunque había sido con el torso de la mano, aún tenía la sensación de que me habían tocado. De reojo noté que el que me rozó se sentó al lado mío. Tenía miedo de voltear a ver quien era, pero poco a poco me sentí enojada. ¿Por qué no tiene más cuidado?! Ya me había pasado que me rozaran por accidente o que incluso yo sin querer empujara a alguien con mis pompis. Pero nada así como esto. Gire con discreción la cabeza para ver quién había sido. Oh sorpresa, era este tipo de la ropa sucia. Me le quedé mirando, me sentía cada vez más enojada, me enfadaba como se veía y me enfadaba que estaba ignorando, ni siquiera pidió disculpas. Y me enfadaba aún más al notar que aún tenía la sensación de su mano pasando por mi trasero. Pensé que era un maleducado y decidí aguantarme el enojo e ignorarlo.

Lo mismo siguió pasando con cierta frecuencia durante dos meses. Sobre todo si yo me concentraba en alguna lectura o en la clase, de repente sentía su roce. Incluso si yo estaba sentada en los bancos altos sin respaldo, él se las arreglaba para rozar mis cachetes. Cuando lo hacía yo me irritaba mucho, a veces le decía “ten más cuidado!!” o “Fíjate!”. Él sólo me ignoraba.

Su nombre es Eliseo, como les comenté arriba es muy moreno, algo gordito. No muy alto pero si 10 cm más alto que yo. Le gusta traer el pelo largo de arriba y de abajo rapado. Es muy común que huela mucho a sudor. En ese entonces casi no se bañaba, olía muy fuerte. En una clase me contó que su papá es tablaroquero y él lo ayuda a pintar desperfectos de las obras que va terminando. Que quiere ser arquitecto para hacer sentir muy orgulloso a su padre. Fui muy grosera con él en ese momento. Le dije “pobre naco, siempre serás un albañil”. Él sólo se rio de mi comentario y me dio un par de palmadas en mi muslo izquierdo mientras me decía “yo no te digo lo que serás porque enojas más reinota”. Eso me enojó muchísimo, le quité su mano de mi pierna de un manotazo y le dije que tenía que ubicarse, que era un naco asqueroso. No pude con el enojo y me fui del salón.

Me fui a caminar y cuando regresé ya todos se habían se ido, no me dí cuenta cuanto tiempo estuve dando vueltas, en mi lugar no estaban mis cosas, sólo un papel con un número telefónico y una nota que decía “mándame whats, estoy en el estacionamiento, te espero, ven por tus cosas.” Rápidamente lo agregué. Y le marqué, era Eliseo. Salí corriendo y después de caminar en la dirección que me dijo, lo encontré. Estaba arriba de un pequeño coche Fiat Panda azul marino. Le dije casi gritando “dame mis cosas naco ratero!”. Él sonreía y tiraba pequeñas carcajadas. Apretó el botón de la cajuela y se oyó como se abrió, me fui rápido a sacarlas pero cuando me di la vuelta escuché que dijo “Ay pendeja que colita tan mas rica tienes”. Me sentí llena de furia. Empecé a golpear la puerta de su coche y le grite que se bajara. Le estaba gritando que era un naco maloliente y que se debería regresar a la construcción donde pertenecía. Él se bajó por fin, y me pregunto que era lo que quería con tono calmado. Yo le grité: “Si me vuelves a tocar las nalgas imbécil te voy a reportar y seguro te corren de la escuela!”. Él se reía como siempre. Me dijo:

Eliseo: “Ya van dos meses de que casi diario te repaso los cachetes, si no te gustara ya te hubieras cambiado de lugar”

Yo: No me voy a cambiar por un pobretón hijo de obrero como tú. Tú eres el que se debe de ir, yo llevo años siendo una estudiante de excelencia, aprende tu lugar.

Eliseo: Esas nalgotas son para que las goce un macho y tú lo sabes. Te apuesto a que mañana estarás en el mismo lugar del salón de clases. Con la colita parada, esperando a que llegue yo.

Yo: sueñas naco, jamás me rebajaría con alguien de tu nivel, pob… (me interrumpió)

Eliseo: Es más, hago oficial la apuesta. Si mañana no estás en el mismo lugar, vestida como el día que nos conocimos: tus pinches taconsotes y tus pantalones de mezclilla super embarrados y además toda empinadota esperando a que pase; si no te encuentro así, me salgo de la escuela, jamás me vuelves a ver Angie.

Yo: Pues ve preparando tu salida, albañil apestoso.

Se subió rápido al coche y avanzó un tramo corto, yo le grite “Mis cosas!!” frenó de repente y se bajó, fe a su cajuela y sacó mis cosas, las aventó al piso y se fue. “Como odio a los nacos…” Me dije a mi misma.

Ya en la noche yo estaba acostada en mi casa. A punto de dormir. Me dio curiosidad buscar el pantalón al que se refería Eliseo. Era muy delgado a pesar de ser de mezclilla, por lo que se me había roto de las rodillas y un poco de la parte donde rozan los muslos. Por lo anterior había dejado de usarlos, pero me dio curiosidad ver si no los había tirado ya. Estaban al fondo de un cajón, se veían limpios. Por alguna razón decidí sacarlos y dejarlos extendidos.

Antes de dormir entré a whatsapp, le contesté algunos mensajes a mis mejores amigas pero me dio curiosidad algo. Busqué en whatsapp a Eliseo, a ver como era su foto de perfil. No me sorprendió, en su foto estaba él y otros obreros más en un sitio de construcción, todos muy sonrientes. Uno de ellos era muy parecido a él pero algo arrugado y notoriamente más gordo, era su papá, me imaginé. “Que vergüenza, es un naco, de lo peor pensé”. Dejé mi teléfono a un lado pero al poco rato sonó. Lo tomé y vi que era un whatsapp de Eliseo: “Que ganas de cenarme unas tortotas antes de dormir. Que tengas linda noche Angie, estoy seguro que será todo un placer conocerte más a fondo.” Estuve a punto de ignorar su mensaje e irme a dormir. Pero no lo resistí, le tuve que contestar: “Buenas noches Eliseo, las niñas buenas nos dormimos temprano” El me respondió casi de inmediato “Eres mi niña cachentoncita”. No sabía que decirle pero sentí bonito al leer ese apodo que me acababa de poner. Después de un rato le puse “Las niñas buenas llegamos 30 minutos antes al salón”. Me respondió con un mensaje de voz diciendo “No sé si decirte mi niña cachetoncita o mi puta nalgona, los dos apodos son perfectos para ti Angie”. Ya me sentía un poco emocionada, oír su voz diciéndome eso, me quitó todo el sueño. Pero ya debía dormir. Activé el micrófono del whatsapp y le di un beso muy tronado al celular, lo solté y se envió. Solo me respondió “Angie la besucona, descansa”. No me pude dormir, en un largo rato. Sin darme cuenta me quedé dormida.

Al día siguiente era viernes, revisé mi celular, como para ver si esos mensajes habían sido en un sueño. Pero no, ahí estaban. Volví a leer los apodos que me puso y sentí bonito. Me sentía emocionada y nerviosa. Mi clase con él era hasta las 11:00 a.m. decidí no asistir a las clases previas. Me fui a desayunar a la cocina, con calma. Luego me metí a bañar. Estuve largo rato, me bañe con gel para cuerpo con aroma a fresas. Al salir me sequé el cuerpo y me enrollé una toalla en el pelo, me puse crema en el cuerpo para humectar mi piel, también olía a fresa. Me apliqué el perfume más dulce de mi tocador. Olía a vainilla. Desnuda y perfumada me fui al vestidor y busqué en mi cajón de ropa interior. Me decidí por una tanga francesa de encaje, azul eléctrico, muy brillante. Por el corte francés la tanga iba a asomarse fuera de mi pantalón a los lados. El brassiere era de media copa y hacía juego con la tanga. La tanga era algo pequeña, recuerdo que al comprarla me dio miedo que no me quedara, pero estira mucho. El brassiere si esta algo apretado, pero es bueno porque hace mis pechos resalten. Ya con mi ropa interior puesta me comencé a maquillar, mucho brillo en mis labios, mucha sombra, mucho mascara en las pestañas. No sé por qué me maquillé de más. Al finalizar me vi al espejo, estaba maquillada de manera algo exagerada, no sé por qué pensé “a Eliseo le deben gustar así”. Me puse unas calcetas largas azules y después mi pantalón. Es muy ajustado por lo que al llegar a la parte de los muslos tengo que brincar para lograr entrar en él, siempre es una batalla al tratar de mis glúteos entren en el pantalón. Después de lograr ponerme el pantalón, acomodé mi tanga hasta sentirla cómoda, como dije antes, se asomaba un poco por arriba del cinturón. Decidí ponerme la misma blusa rosa, pero vistiéndola de manera diferente porque hacía calor (juro que fue por el calor jeje): Me dejé los tres botones de arriba desabrochados y en la parte de abajo me hice un nudo, de forma que se veía parte de mi abdomen entre la blusa y el cinturón de mi pantalón. Me peiné con esmero y me puse un dije de oro falso que dice Angie.

Todavía era algo temprano pero no podía llegar tarde a mi clase, así que decidí subirme a mi Atos rojo e ir al campus universitario.

Faltaban 15 minutos para que diera 30 para las 11:00 a.m. Decidí usarlos para deambular por la facultad de arquitectura. Sentía como todos me miraban de manera indiscreta. La mayoría fijaban su vista en mi trasero, otros notaban mi brassiere azul brillante que se asomaba un poco y la parte de mis pechos que la camisa mal abotonada dejaba ver. Unos pocos me miraban a los ojos, pero para hacerme gestos lascivos o un guiño. Después de recibir un par de piropos, vi que ya era hora de ir al salón. El edificio estaba vacío, la mayoría aprovechan los descansos para comer algo o tomar aire. En el salón no había nada, sólo algo de basura entre las patas de las mesas. Tomé mi lugar de siempre y me puse mis audífonos, discretamente revisé mi atuendo. Acomodé mi escote y jalé un poco el resorte mi tanga de ambos lados, para que resaltara un poco más. Después de cinco minutos seguía siendo la única en el salón. Me sentí algo decepcionada, pero busqué música alegre para distraerme.

Puse algo de salsa, y me empecé a mover un poco. Sacudía las caderas de lado a lado, recordando un poco los pasos que más me gustan. Estuve bailando una canción completa y no me di cuenta que alguien me estaba observando desde la puerta del salón. Era Eliseo.

Se veía más desaseado que de costumbre, el pantalón completamente lleno de pintura. Incluso sus manos. Su playera empapada en sudor, incluso se notaba que el sudor escurría por su cara. No puse evitar sonreír al verlo, él también sonreía, le quité la mirada de encima y fingí seriedad. Sin querer, mejoré mi postura. Puse mi espalda recta, y saqué un poco las pompis, pero seguí bailando, fingí que lo estaba ignorando. Sentí como se acercaba y me observaba pero seguí ignorándolo. En vez de entrar en mi fila de mesas se pasó a la siguiente, sentí como se colocó en la mesa detrás de mi. Lo ignoré y seguí bailando. Pasaron unos minutos y llegó un mensaje a mi celular. Era un whatsapp de Eliseo: “En esa cola no me formo, me meto” al instante llegó una foto. Era mis pompis, la acaba de tomar, sin querer al bailar mi pantalón se había bajado un poco y se asomaba mucho mi tanga por detrás. “Eres un naco” Le respondí por whatsapp con la intención de provocarlo. Por mi música no escuché cuando se acercó. Sentí una mano que me quitó el audífono derecho. Eliseo se acercó y me dijo al oído: “Lo que tienes de mamona y pendeja, lo tienes de nalgona y briosa” Me empezó a oler el cabello mientras puso su mano en mi pompi izquierda. “Ah pinches nalgototas Angie” me decía mientras acariciaba todo mi trasero con su mano. “Empínate más reina” me dijo y le hice caso. Puse mis codos en la mesa y dejé las piernas estiradas. “Qué bonita tanga, hasta que vistes como lo que eres putita” esa frase me excitó muchísimo. Sentí como estiraba mi tanga. Una, dos. Me azotó con la mano cada glúteo. Se empezó a reír “Ya te deje el culo lleno de pintura” me seguía tocando el trasero de manera exagerada. Sentía su mano pasar por cada centímetro de mi trasero, mientras con la otra estiraba más y más mi tanga.

“Me gustaría decirte la langosta por tener toda la carne en la cola, pero también estas bien chichona, te diré la camarón. Porque si te quito la cabeza lo demás está bien rico” Se seguía riendo. Yo sólo lo miraba por encima de mi hombro, sin decir nada, pero muy excitada. Vi cómo se quitó la playera, agarró y le la puso en la cabeza. Se sentía súper mojada y apestaba mucho a sudor. En parte ese olor me relajaba. Se puso detrás de mi y tomó por la cintura mientras me comenzó a empujar con su miembro. “Estas bien buena para ir a perrear” Seguía empujando mi trasero con su cuerpo. “Lo que dije no es en serio, me gusta tu cara, tienes cara de putita la verdad, va perfecta con tu cuerpo.” Me quitó la playera de mi cabeza y me comenzó a besar, tenía mal aliento. Lo suyo no eran besos. Estaba chupando mis labios mejor dicho, casi de inmediato sentí su lengua dentro de mi boca. “Que jetita de puta tienes Angie, es lo primero que voy a coger. Estas bien prendida Angie, se nota muy fácil” Tenía razón.

Me tomó la mano y me llevó al baño de hombres, no hice nada por detenerlo. Nos metimos al cubículo de wc para personas en silla de ruedas. Era más grande que los otros. Me dijo que me pusiera de rodillas, de inmediato traté de desabrocharle el pantalón. Pero me jaló fuertemente del cabello. “Espera putita, antes dejemos claro tu lugar, pídeme disculpas” Le dije que me perdonara, que todo lo que dije era para llamar su atención. “Muy bien zorra, pero ahora quítate la ropa en el piso.” Me senté sobre el piso sucio del baño y me quité el pantalón y la blusa. “Qué lindo disfraz de puta te pusiste para mi, abre el hocico.” Obedecí y me escupió dentro de la boca mientras de desabrochaba el pantalón. “Te gusto?” Le sonreí y le dije que quería uno más, me volvió a escupir. Su pene ya estaba afuera, era moreno, mediano y apestaba. De inmediato me puse de rodillas.

Eliseo- “Pídemela puta”

Yo- “Quiero chuparte el pene”

Eliseo- “Di tu nombre, lo que eres y lo que quieres”

Yo- “Soy Angie, soy una puta y te quiero mamar la verga”

Eliseo- “Me voy a coger tu cara de pendeja”

Sus palabras me excitaban mucho, me hacía sentir que era suya y que había ganado. Quería disfrutar de toda su hombría. Me metí su pene a la boca y se la lamí y chupé y besé toda. Tenía un sabor entre agrio y salado. Me llené la boca de pelos. Mientras se la chupaba el hacía movimientos con su cadera, a veces más fuertes a veces más despacio. Afuera se oía como el salón ya estaba lleno y el profesor había comenzado su clase.

Después de unos 15 minutos mis labios temblaban, pero no me aburría de lamerlo. De repente sentí como me tomó la cabeza fuertemente. Su pene comenzó a palpitar dentro de mi boca. Sentí un líquido espeso y tibio que llenaba los rincones. Sin dudarlo comencé a tragarlo. Después de un momento, sacó su pene y yo comencé a limpiarlo con mis labios y legua. Mientras el me decía “Que rico la mamas Angie, podrías vivir de esto. Cuando le cuente a mis amigos no me van a creer. Necesito pruebas.” Me tomó una foto sin que pudiera evitarlo, me la mostró. Aparecía sonrojada, con la mirada cansada. Con muchos pelos pegados a mi cara. Se notaba que estaba en ropa interior y de rodillas en el piso. Me puso de pie y me dio la vuelta, me dijo que pusiera las manos en la pared lo más alto que pudiera, solo podía obedecerlo. “Que rica tu jeta Angie, pero lo mejor sigo diciendo que es tu cola” Supongo que me tomó más fotos, salió del baño y dejó la puerta abierta. La cerré rápido y me senté en el WC, no podía creer lo ocurrido, aún estaba muy excitada. Me masturbé. Cuando terminé me vestí y regresé al salón. Eliseo estaba en su lugar de siempre. Me senté, él puso la mano en mi muslo izquierdo, yo pude mi mano sobre la de él y se la acaricié. Así estuvimos el resto de la clase.

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