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En agradecimiento, se ofreció al amigo. Amores peligrosos, ¡Qué gran tentación!

Precisamente sobre el valor del agradecimiento se asienta este relato, que trascendió el límite de agradecido para transformarse en un vínculo de intima carnalidad y consecuentemente en vínculos afectivos que honraron la amistad y encendieron el deseo.

Ser agradecido es un valor que importa mucho en las relaciones humanas, dimensiona y establece equivalencias entre los amigos, sobre todo nos vincula íntimamente en el entramado social para convertirse en más afectivo.   Juntamente con la lealtad, son valores humanos preeminentes que, van al tope de mi consideración como ser racional.  

Precisamente sobre el valor del agradecimiento se asienta este relato, que trascendió el límite de agradecido para transformarse en un vínculo de intima carnalidad y consecuentemente en vínculos afectivos que honraron la amistad y encendieron el deseo.

Para entender el prólogo, presentaré los hechos de esta historia, chiquita en su génesis, pero trascendente en su desarrollo.

Los integrantes, Luis, quien relata los hechos, cincuentón, que se mantiene en buena forma, sin compromisos formales, que va picando de flor en flor como forma de conservarse sin ataduras permanente, amigo de sus amigos, de esos que no necesitan llamarse para estar en los momentos difíciles.    Esta forma de ser siempre me ha granjeado la reciprocidad, tal el caso del matrimonio conformado por Ana y su esposo Darío.

Los hechos previos a este relato fueron que por trascendidos de amigos en común había tenido conocimiento de atravesaban un conflicto de pareja, aunque en estos casos nunca es fácil colaborar en algo de tanta privacidad. Hasta que en una de las reuniones de amigos, en un aparte la conversación con Ana fue derivando sobre sus problemas de pareja, de tal modo que la mujer me puso en autos de que el conflicto tenía dos facetas, lo urgente y lo importante, pero dejó lo importante por razones de intimidad y me contó lo urgente:

— Luis, estamos en un atolladero económico del cual no podemos salir, Darío está haciendo todo y más pero no le encuentra la vuelta… -pausa, toma valor para seguirla -tenemos una hipoteca que hemos pedido para desarrollar una empresa, pero hasta el momento la situación no nos da respiro y los frutos tardan en aparecer, los plazos se vencen y estamos en un callejón sin salida, por eso me ves tan acongojada… y… no tengo a quien confiarle esta situación que Darío oculta…

Asistía a sus dichos en silencio, asintiendo, se recostó en mi hombro, como el polluelo se acurruca bajo el ala protectora de la mamá gallina, su cara estaba posada sobre mi pecho, reforzando el gesto de agradecido consuelo.

Fueron unos instantes, de gestos naturalmente impensados, sorpresivos, algo totalmente inusual y espontáneo.   Ambos nos sentimos un poco turbados por esta reacción tan extemporánea y hasta casi impropia, pero que nos hacía sentir bien, consustanciados en una confidencia que excedía el marco coloquial, un gesto que nos había conectado con el sentimiento más allá de la situación de amistad y confianza.    Estaba claro que esta particular circunstancia, había calado hondo en  ambos, momento difícil, ella fue saliendo de ese encierro emocional, tomar un poco distancia física para poder mirarme a los ojos.

La turbación era mutua, la emoción había tocado fibras y sensaciones que permanecerían dormidas, ahora solo importaba darle una palabra de aliento y respuesta a su pedido de ayuda.

—Déjame ver qué se puede hacer… en la semana te llamo.

—Gracias… ya ni sé cómo agradecerte haberme escuchado… pero…. – interrumpí poniendo el dedo índicesobre sus labios, silenciándolos.

Gestos espontáneos, las reacciones nos dejaría con más preguntas que certezas, con más deseos que prudencia… La amistad era un condicionante, tácitamente estaba buscando una oportunidad de comprobar hasta donde esa ficción de seducirla puede convertirse en una realidad “palpable”, para decirlo de manera explícita.

Todo salió mejor de lo esperado, moviendo influencias y contactos pude acertar con la punta del problema financiero del amigo, conseguir una ventajosa refinanciación de los pasivos de su empresa, y de ese modo sortear la urgencia hasta que se reactiven sus ventas.   

Con la noticia fresca y el deseo caliente, llame a su móvil:  

—¡Ana!, ¡Tengo noticias!…  no sé cómo hacer… voy o vienes… 

—¡Voy… voy yo! 

—¡Ok!, bueno…, estoy llegando a mi casa… tipo… 6 pm maso.  Te espero con un café recién hecho y unacopa.  Hasta luego Anita… -me pintó llamarla en diminutivo, nunca lo hice, pero ella lo registró, “¡el ajaaa!” lo decía bien clarito.

Cualquier hombre sabe y entiende que esas nimiedades adquieren otra dimensión cuando esa intencionalidad es adornada con el cotillón de la fantasía masculina del cazador. Vale decirlo que el vínculo de amistad con la pareja se borró de mi mente en ese instante transgresor, sus dos meses sin sexo, todo se ve teñido con el color del deseo…

El tiempo se lentificaba, sentía algo extraño, conflicto existencial entre la amistad y la pasión de seducirla…

Despojado de los zapatos, buscando sentir la libertad en los pies. Ojos cerrados, quietud y relax solo alterado por el musical sonido del llamador de la puerta, era Ana.

Hasta el saludo me parecía distinto, más cordial que otras veces, pero tampoco era cosa de hacerme “la película”. 

—Voy por el café…Puedes descalzarte, también mientras lo preparo…  – mientras busco la forma de accionar la cafetera eléctrica…

—Déjame… yo sé mejor de manejar este aparato… Siéntate… yo “te” lo preparo.

Volví al sillón mientras mis ojos se extasiaban contemplando sus movimientos. De regreso, sentada a mi lado, mirándonos, informé de la buena nueva. Sus manos extendidas parecían palomas buscando cobijo en las mías, que casi por instinto se posaron para la caricia agradecida…

El silencio se hacía espeso, los ojos de Ana, brillaban por la emoción del agradecimiento, labios trémulos recorridos por esa lengua inquieta que los agita y remueve.

La indecisión clava banderillas, las manos se aprietan, el sentimiento nos embarga, confunde, todo se sale de cauce, subiendo la temperatura emocional, el bip bip de la cafetera avisando que la infusión esta lista, es el gong salvador…

Las miradas conducen la emoción, las manos se hacen abrazo y contención, el beso conduce a otro beso más profundo, intenso, su lengua busca la mía…  Todo se torna confuso, tumbados sobre el sillón, el beso fugaz se hace obsceno, la urgencia pasional descubre zonas privadas, el deseo arrasa con la prudencia y el recato.  

La urgencia nos desnuda, el deseo nos abrasa, mis gruesos dedos intrusan la cavidad húmeda de su sexo que los atrapa cual boa constrictor, engulle todo cuanto se le anime. Sus manos secuestran entre mis piernas el alimento para su cueva voraz.  

Acomoda su espalda, abre y eleva sus piernas, facilita la intrusión del miembro, guía y acompaña en el ingreso al sexo. Gemidos profundos agradecen entrarle, sus manos se aferran a mis brazos cuando me impulso, con golpes de cadera, pierna derecha apoyada sobre el piso me permite moverme con la urgencia y la vehemencia de la calentura en el disfrute de esta hembra.

Sus gemidos y jadeos se superponen a los míos, el deseo que nos consume, variando el ritmo y la frecuencia de la penetración sube de a dos los escalones de la excitación. Puedo manejar sus tiempos, variación en la frecuencia de intensidades le hacen perderse y demorar ese deseo que le sube a la garganta, disfruto esa forma de controlar su energía, ser amo de sus sensaciones, decidir cuando sea el momento de permitirle llegar al orgasmo. Disfruto hacer disfrutar a la mujer, su orgasmo es mi obra. 

Forzarla a retener y disfrutar la proximidad al límite, hice todo y bien para que el momento sublime del orgasmo se hiciera carne en mi carne, sentir y disfrutar ese ahogado gemido que produjo cuando el placer llegó a la cima.

La pija enterrada en el fondo de su cueva, agitada con fuerza y vuelta a entrarle hasta el ahogo, su orgasmo fue una ola golpeando con fuerza en su deseo. Repetido y reiterado hasta el último, dejarse caer al abismo del éxtasis, entre mis brazos y la verga en sus entrañas.

Transfigurada, el rímel corrido, babeando, la mirada perdida, era la imagen vívida de haber transitado un momento de máxima lujuria. Contenido dentro de su vagina, sentía los tardíos latidos del orgasmo, lenguaje morse con el miembro aprisionado.  Abrió los ojos, como el dos de oros de la baraja y dijo:

—¡Ahhhhhhhh!… maravilloso, ¡maravilloso!, ¡qué bueno!  No te has venido, ¿verdad?

—No, aún…

—No te vengas dentro, ¡por favor!

—… entonces… ¿dónde?

—Hmm…

—¿En tu boca?   -insistí como para no permitirle pensarlo.  – ¿En tu boca?   –pregunta retórica.

Retomé el movimiento dentro de su vagina, más húmeda, más caliente, más constrictor. La calentura acelera el momento, hubiera querido demorarme más, pero las circunstancias ameritaban que fuera ya y ahora, quería sentirme en su boca, demorar puede que no lo permita. Llegado el momento supremo, saqué la pija de la concha, barnizada de húmedos jugos, coloqué las rodillas bajo su axila para evitar salirse, acerqué la pija a sus labios, abiertos esperando el momento del final feliz. Entré el miembro, sus labios se cerraron y el glande quedó prisionero por un momento, encarcelado en la humedad de su boca, agitando a mano favorecía la llegada de la esperma urgente y contenida. Un primer disparo de leche produjo el acto reflejo del choque con su garganta, un par de chorros colmaron su capacidad, contenida para evitar que zafe, un rápido gesto para tragarlo y luego permitirme dejarle el resto de la abundante acabada.

Salí despacio de su boca, la última gotita recogida en su lengua.  – No se puede desperdiciar este elíxir, ¡hmmm!!

Le traje mi bata de baño, para cubrirse y esperar que ahora me sirva el café.

Ese tiempo permitió elaborar los sucesos inmediatos, entender algo mejor esta realidad que aún latía en nuestros cuerpos. Plena inconciencia al momento de la ejecución, plena conciencia de que la pasión arrasó con razón, sabíamos el cómo y por qué ahora solo restaba saber cómo seguir. Pero aún no era tiempo para todas estas disquisiciones semánticas y de culpas, era tiempo del disfrute y el placer del ahora.

La calentura seguía en su apogeo, el intermezzo dio lugar a compartir un “Jack Daniels on the rocks”, el segundo acto estaba por comenzar, el lecho aún tibio era el escenario.

El apasionado beso horadaba nuestras conciencias y encendía los motores de la pasión. Enredados en un abrazo y rodamos a lo ancho de la cama, hasta quedar montada sobre mí, recién ahí podía contemplar ese cuerpo educado por el gimnasio y redondeado por la genética, sus pechos agitados por la calentura suben y bajan acompañando su montada, vientre casi plano por exceso de abdominales. El sexo tapizado de suave felpa negra, levente enrulada, se abre levemente, la verga se frota en la jugosa vulva. Elevó su cuerpo para dejarse caer, lento y despacio empalada sobre la verga. Me recuerda que no está acostumbrada a sentir algo tan grueso, que Darío, la estrenó y es el único que entró en ella, que es mucho más delgada que esta que la invade.

El primer movimiento fue para acomodarse a la nueva realidad, de tamaño y de postura, que solo conoció la rutina del “misionero” arriba es otra sensación, sobre todo por el grosor. Dice que carece de experiencias, que tan solo hubo durante el noviazgo algún intento fallido de sexo anal y mala experiencia en oral, tan solo una y escupida por desagrado en el sabor.

—Pues, entonces como tragaste la mía…

—No lo sé, tal vez porque el momento, las circunstancias me superaron, la urgencia y el sabor levemente salado y no me desagradó, y… te notaba tan ansioso por que lo hiciera que… no pude más que aceptarlo. Así paso… y… ¡me gustó! Creo que Podría decirte… ¡gracias!

—Lo repetirías?

—Sí, creo… segura, muy segura que ¡Siiii!

Siempre me resulta grato escucharlas hablar mientras están montadas sobre mi pija, pareciera ser algo que ellas disfrutan de este modo, me sucede con frecuencia y disfruto que lo hagan teniendo mi carne dentro.

Pero… cuando la tomé de la cintura y elevé mi pelvis, fue como encender el motor del deseo, como si al entrarle bien dentro, frotando en el fondo vaginal, la hiciera estremecer y vibrar sin poder contenerse, agitarse, subir y bajar sobre el miembro. Los pechos se balancean en cada movimiento, ondula el vientre en cada sacudida de caderas, ser artífice de su propio deseo, poder regular y controlar la excitación del acto a voluntad, le hace vivir y sentir el placer de forma inédita.

Toda ella refleja el momento del goce, ahora puede manejar sus emociones y el grado de calentura, llegar por su voluntad al orgasmo. Se sorprende gratamente por haber descubierto que podía tener más de uno, tan luego ahora que está llegando a otro orgasmo conseguido por sí misma, con placentera facilidad, está llegando a su propio cielo del placer, no necesita fingir como tantas veces al marido.

—Ahhhh, ahhh

Tomando de sus caderas y forzando hacia abajo mientras elevo la pelvis puedo intensificar y replicar ese orgasmo que la domina, sus caderas oscilando en círculos, para regalarme el resto de su orgasmo.

—La tienes bien dura…

—Claro… quería disfrutarte, gozar tu orgasmo… sentirte mía…

—Ahora es tu tiempo, vamos por el tuyo…

Retomamos el movimiento, no por mucho tiempo más encima mío, ahora era mi tiempo de gozo “el misionero”, metido entre sus piernas para poder exprimir sus tetotas, sentir sus carnes en mis manos.   – Ahora vamos a ponerte de perrita, vamos, voltea…te…

Se dejó acomodar, arrodillada, ofreciendo sus nalgas, en pompa, elevadas para su macho.  La posición amerita ser algo más salvaje, entrarle de golpe, hasta el fondo, hacerle sentir quien domina, tomada de la cadera entrar en ella con urgencia, con fuerza, presión y graduar la velocidad e intensidad en cada metida. El peso de mi cuerpo la vence, la almohada bajo el vientre suple la resistencia de sus rodillas. Tomada de sus hombros me impulso más y mejor dentro de ella, llegar tan profundo y fuerte como no ha sentido. El tiempo es veloz cuando el deseo quiere seguir gozando, la carne es débil para resistir tanto placer junto.

Con todo el panorama a la vista, sometida a mi tentación de “ir por todo”, me retiro de la vagina, apoyo la cabeza de la verga en el centro del hoyo ensalivado. La tensión es compartida, ella duda, yo ansioso. El silencio es cómplice, empujo levemente mientras…   

—Shhhhh… shhhhhh, está todo bien…. Déjame hacer.   No te voy a hacer daño… sólo déjame hacerte mía… sé bien lo que hago, sé bien cómo….

Confía y duda, pero se deja hacer. Me permite avanzar en mi intento… Más saliva en el hoyo, nuevamente presiono, despacio, mientras masajeo las nalgas y muevo para favorecer la apertura de ano. Repito que no le haré daño, seré cuidadoso, que la cuidooo…. Hasta que consigo que se vaya relajando según le voy relatando la secuencia a seguir y cuando la tengo bien confiada y confundida… es el momento del avance profundo. Cuando la cabezota traspone el anillo… el resto es fácil tarea. Me voy con otro buen pedazo de pija.  Ahhhhhhhh, fue el sonido que brotó de Ana,   

— Shhhhhhhhhh, shhhhhhh…  ya… estaaaaa.

—¡Ya está toda, ya entró toda…!

—¡Ja!  y ¡esto!  – había llevado su mano entre sus piernas y notó que aún quedaba por entrar otro poco.

—Bueno… bueno, esto también… ¡Vaaa! ¡Un leve empujón y le mandé todo dentro!

—Ahhh, ufff, ¡para! ¡para! ¡quieto por favor! Espera… deja acostumbrarme ¡por faaaa!

Esperé a que su ano se dilate, pero… la pasión exige, vaivén de la pija entrando y saliendo de su culo, movimiento más intenso, tanto como para salirse casi hasta la “puertita” y volver dentro hasta hacer tope. La emoción de estar haciendo un culito virgen genera más excitación, la calentura sube a tope, tropel salvaje de la esperma urgente comienza la fuga hacia la libertad.

Mis manos atenazan los hombros de la mujer, sometida, sus instintos más salvajes se despiertan al sentirse sodomizada, debatirse entre mis piernas como una potra salvaje, puedo contener ese arranque casi animal de querer salirse, apretando mis rodillas en sus caderas y sofrenando su intento de escapar tomando sus cabellos como riendas.  

El momento supremo ha llegado, un estertor desde la profundidad de mi pecho acompaña la eyaculación de mi energía masculina, otro gemido ahogó el tronar del semen que brota de la pija, derramando vida dentro de su culo desvirgado.

—No te salgas… ¡por favor no te salgas!, queda tendido sobre mi espalda, si te sales me dolerá mucho…

—Ahhh…

—Quedaaa… así   Déjame disfrutarte, tendido sobre mí…

Sin palabras, tendidos de costado, “haciendo cucharita” quietos, el tiempo suavizó respiración y calmó latidos….

La miraba regresar del baño, enfundada en mi bata, estrenando sonrisa, luciendo la condecoración de un orgasmo maravilloso.

Un nuevo café y otro Jack Daniels con hielo, autoriza el diálogo franco, entendí casi toda la génesis de todo lo sucedido, sinceró lo que vive en la intimidad marital. Los intentos fallidos por tener hijos, cuatro años de intentarlo conducen por el tobogán de la resignación, hasta el sexo dejó de ser atractivo.  

Agregó que su marido, fue el primero y único hombre en su vida, hasta hoy claro, que ha descubierto otra forma de sexo y el disfrute mayúsculo y que estaba rondando una peregrina idea por su mente, acerca de la idea de que en lugar de seguir con la fertilización asistida por que no intentarlo del modo natural y convencional… Los puntos suspensivos, fueron tal cual, un pensamiento en voz alta que quedó sin respuesta, pero su mirada decía mucho más que puntos suspensivos…

Nos despedimos, ¿abrazo amigable y beso emotivo que abría el compás de espera para nuevos acontecimientos de intimidad? Sin promesas, sin compromisos, esta fue la primera vez que recibí un pago de tal magnitud, que me dejó con más ganas que culpas, con más deseo de seguir pecando que la virtud de la redención…    

Es una historia con final abierto a la fantasía y al deseo de más.

Mujer, me gustaría conocer tu parecer, para ello me encuentras en [email protected] 

Nazareno Cruz

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