Saltar al contenido

En la panadería

Hola me llamo Sandra, tengo 26 años, y seis años de casada, con un hijo de 5.

Ese verano decidimos con mi esposo comprarnos un departamento, pero con lo que ganaba él era imposible así que la única solución era que yo trabajara, lo que no había hecho desde que me casé, buscando encontré un trabajo en una panadería, como tenía experiencia me contrataron.

Era una panadería grande y laborábamos como 15 personas, hacíamos de todo panes, pasteles, bocaditos, ese verano era terrible, menos mal que nuestro uniforme para las mujeres era un guardapolvo, blanco de algodón delgado que traslucía un poco, así que como yo soy muy anticuada lo usaba con un fustán y bien holgado, ya que si bien soy chiquita tengo bastante arriba y abajo, lo cual me daba un poco de vergüenza, pues siempre los hombre me han fastidiado por mis pechos y caderas, en el trabajo éramos mita y mita hombres y mujeres, casi todos casados, pero ni por eso ellos eran terribles y me fastidiaban , como, que rico cuerpito Sandrita, como gozara tu esposo, que caderitas, yo soy muy seria así que le ponía una coraza y si insistían los mandaba al diablo amenazándolos con contarle a sus esposas, así que ya no se atrevían a molestarme, mis compañeras me decían que era una anticuada que no tenía que molestarme tanto, y se reían de mi diciéndome, si tuviéramos ese cuerpo que diabluras haríamos, no les hacía caso, mi pelo lacio negro, tenía que amarrármelo en un moño y con gorro.

La verdad es que siempre he sido fiel a mi esposo, él fue mi primer y único hombre, y siempre me había dejado satisfecha, si bien en los últimos dos años en parte por mi hijo y en parte porque él trabajaba a veces en dos turnos para conseguir más dinero, él estaba conmigo a lo más una vez cada dos semanas, la verdad para mí no era mucho problema.

Ya habían pasado dos meses en el trabajo ,cuando llego un nuevo trabajador, él era maduro como de 45 años, era moreno, no era gordo pero si fornido, era bien alto y yo con la justa debía llegarle al hombro, se llamaba pedro, era muy experto en su trabajo de pastelero, era muy alegre y gracioso, mis amigas se morían por él, él conversaba con todas, pero me di cuenta que cuando me veía, no solo me saludaba como a las otras, sino que se acercaba a conversar, con una sonrisa que parecía un gato, hola Sandrita que linda has venido, estas como para comerte, eso me lo decía bajito acercándose al oído, como para que otros no escucharan, lo sorprendente es que si eso me lo hubiera dicho cualquier otro, ya lo hubiera mandado al diablo, pero no podía entender como me sentía como una idiota pues cuando él hacía eso me temblaba todo el cuerpo , y con la justas con voz temblorosa le podía decir ay señor pedro como me dice eso, Ud. es tremendo, y él acercándose me dijo Sandrita, tremendo tengo otra cosa para ti, él se reía y yo solo me ponía roja y miraba al suelo, y no podía evitar sonreír como una tarada.

Con el paso de los días nos hicimos amigos y conversábamos de todo, pero él siempre aprovechaba cuando no había otros compañeros cerca para decirme cosas subidas de tono como Sandrita me muero por ti, por tocarte todo ese cuerpito, y diciendo eso en el oído, pegaba su cara a la mía, que no podía evitar que me quemara y me pusiera roja como un tomate, con mi cara estúpida apenas podía decirle, ay como me dice esas cosa señor pedro, si sigue así no le voy a hablar, lo peor es que no podía evitar tener una sonrisa de tarada cuando hablaba, no podía entender por qué me comportaba así con él, nunca me había pasado antes.

Una tarde estaba concentrada amasando, cuando sentí una manotas calientes que me sujetaban por atrás las caderas y su voz que me decía, este culito va a ser mío, al momento que sentía que su cuerpote se pegaba al mío, sentí algo duro, mi voz más parecido a un susurro pudo decir suélteme no sea malo, pero era una estúpida porque no había hecho nada por separarme ni por quitar sus manos, todo duro unos tres segundos, pues la gente que estaba al rededor ni se dio cuenta y él siguió caminando como si nada, yo me quede parada con mi corazón latiendo a 100, y con un calor que invadía todo mi cuerpo, no podía evitarlo, de lejos él me mando un saludo con la mano y lo único que pude hacer fue mirar al suelo, para que no pudiera ver la sonrisa nerviosa en mi cara.

Ese domingo, solo íbamos al trabajo los que teníamos encargos especiales y las que querían hacer sobretiempo como yo, cuando llegue en el primer ambiente estaban dos compañeros y una amiga, me puse mi uniforme, y me fui al ambiente del fondo donde se hacía las decoraciones para las tortas, cuando entre no había nadie así que me puse a trabajar y me puse unos audífonos para escuchar música lo cual solo se podía hacer en domingo, habían pasado solo unos 5 minutos, cuando sentí bruscamente una manotas caliente que me levantaban el guardapolvo por atrás, y una cara caliente que se pegaba a la mía, vas a ser mía Sandrita, me volteé bruscamente y lo tuve frente a mi aunque la verdad solo le llegaba al pecho, ahora nuevamente cara a cara, sus manos me levantaron la falda agarrándome mi potito, estaba paralizada y solo me salió una voz bajita como rogando “no siga señor Pedro, no sea malo, si sigue voy a pedir auxil…” no me dejo terminar de hablar, y pegando su cuerpo al mío comenzó a besarme, al principio me resistía, pero mi cuerpo no me obedecía “no no deténgase”, él aprovecho, para meter su lengua, y yo no pude ya evitar también comenzar a jugar lengua con lengua, sentía que mi cuerpo ardía, sus manos no estaban quietas y ya habían desabrochado los 6 botones, de adelante, como mi brasier era broche mágico, él era un experto y en un segundo ya lo había sacado y me comenzó a succionar los pezones, yo estaba apoyada en la mesa mientras él se había arrodillado para poder succionarlos mejor, “déjeme déjeme que soy casada”, él seguía al ver que no hacía nada para apartarlo, me bajo de un tirón la trusa, “que rica conchita va a ser mía, peludita como me gusta, te voy a dar lo que tu marido no te da”, solo con el guardapolvo abierto me tomo por el potito, y me sentó en la mesa como si fuera su muñeca, y violentamente metió su cara entre mis piernas, su lenguota se metía una y otra vez en mi conchita, que no podía evitar que ya estuviera totalmente mojada, “ya ves Sandrita tu también quieres ahorita te voy a dar una vergota que no te vas a olvidar”, yo sentada en la mesa me apoyaba con las manos hacía atrás, entonces con su cara mal afeitada, comenzó a restregarla contra mis partes, “por favor pare pare pareeeeee…” y no pude evitar venirme en un orgasmo terrible, me sentía que flotaba, me transforme, me arranque el gorro y libere mi cabello, “métamelo métamelo, ya ya señor Pedro, por favor papi, házmelo que me vuelvo loca”, él me soltó un segundo y se bajó de un golpe el pantalón y su trusa, tenía una vergota cabezona, “ahora va a ser toda tuya”, y diciendo esto puso mis piernas una por una en sus hombros, me sujeto por las caderas, y entonces la sentí “uuuuuuyyyyy….” él me tapo la boca, mientras sentía como toda esa masa de carne entraba en mí, me la comí todida con lo mojada que estaba, “que rica con con con con chita, que cerradita, que huevon tu marido, ah ah ah ah”, y me la metía y sacaba una y otra vez, era un mete y saca mete y saca, yo me mordía los labios para no gritar como una perra, “um um um umum um uuuuuu…”, solo podía gemir, él seguía con más fuerza y podía sentir sus huevos golpeando mis nalgas cada vez que embestía, “que rico que rico me la muerdes uh uh uh, Sandrita sigue sigue”.

Lo que pasaba era que solo cuando estaba muy excitada, mi conchita se contraía, como mordiéndole la verga, como queriendo que es carne no salga nunca, “métemela métemela más más más”, diciendo esto baje mis piernas de sus hombros, y con ellas abrace sus espalda como tenazas para no dejarla salir, abrazándome siguió con el mete y saca, de repente paro y se puso rígido, me estrechó a su cuerpo y comenzó a temblar, pego su cara a la mía que ardía y en el oído me dijo “Sandrita mi amor te voy a dejar un recuerdo”, y apretándome más lo sentí, un chorro de líquido caliente inundo mi conchita, eran uno dos tres chorros, recién regrese a mí, “no no no no adentro no no no lo….”, él me estrecho más no podía ni respirar, hasta la última gota se quedó en mí.

Nos quedamos abrazados en silencio un minuto, él se separó, se levantó el pantalón y mirándome me dijo ya nos vemos otro día, y se fue dejándome sentada en la mesa solo con el guardapolvo sin ropa interior y con mi conchita que ya chorreaba su semen, regresé en mí y me di cuenta que en cualquier momento podían entrar mis compañeros de la otra sala y verme así, me cambie rápidamente y me fui a lavar la cara, en el baño pensaba, que podía haber quedado preñada pues justo estaba en los días fértiles, como haría si mi hijo salía moreno, mi esposo es mestizo como yo, lo bueno es que tengo un abuelo moreno, tendré que decirle que fueron los genes. 

[email protected]

Deja un comentario