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La calentura de la señora Camila. Disfrutando sus nalgotas

La señora Camila tenía un bonito cuerpo. Sus tetas eran firmes aunque pequeñas, pero lo que más resaltaba en ella era su tremendo culo, unas nalgas voluminosas y firmes que le gustaba lucir con pantalones de mezclilla ajustados. De 1.55 de estatura más o menos, no era delgada precisamente, tendría unos 35 años cuando yo llegué a rentar un cuarto en el terreno donde ella tenía su casa. Todos la conocíamos como “la China”, pues las facciones de su cara y sus ojos eran parecidos a los de las mujeres asiáticas. Estaba casada con un señor que se fue a trabajar a Estados Unidos y de dicho trabajo fue que se construyeron una casa bastante grande y pusieron cuartos en renta como negocio.

Después de la vez en que me llamó la atención por los gemidos que hicimos cuando cogimos con Maribel y Arturo ahí en el cuarto, la señora Camila estaba más al pendiente de a quiénes metíamos a la casa, a mí solo me daba permiso de meter a mi novia. Pero su actitud hacia mí empezó a ser más amable e incluso fue a poner sus tendederos de ropa frente al cuarto que yo rentaba, así que seguido encontraba ahí su ropa, incluyendo sus calzones y brasieres. Yo como buen fetichista de la ropa interior femenina, en algunas noches salí a tomar prestado uno que otro brasier y calzones para masturbarme con ellos, imaginando cómo sería ver dichas prendas puestas en su cuerpo, enredando y apretando sus brasieres alrededor de mi verga y poniendo el puente de sus calzones sobre mi nariz, imaginaba a qué olería su panocha, me venía delicioso procurando no mojar con mi leche sus prendas, pues no quería tener problemas. Y al terminar, las regresaba a los tendederos.

Yesica se dio cuenta del cambio y la actitud de la señora Camila hacia mí y decía que andaba queriendo algo conmigo y que colgaba su ropa ahí para coquetearme. Este hecho también nos calentaba mientras hacíamos el amor, hablábamos e imaginábamos cómo sería coger esas nalgotas, si por su tamaño sería más fácil hacerle un anal o si mi verga cabría en su boca, pues su boca y labios eran pequeños. Imaginando todo eso tuvimos orgasmos intensos. Sudados y cansados, al recuperarnos, Yesica me dijo en son de broma, que debería cogérmela, igual y así nos haría un descuento en el pago de la renta. Eso me causó risa, pero Yesica hablaba en serio.

Yesica se había vuelto muy coqueta y provocativa con algunos chicos de la escuela, cuando andaba con Yaja conseguían que les invitaran cosas o que las invitaran a salir. Y aunque es difícil de creer, mi novia dejaba hasta ahí su coquetería, porque no llegaba a nada más con ningún chavo, seguíamos muy enamorados y teníamos lo que necesitábamos en el sexo, dentro del grupo de amigos de ella.

Aun así, el hecho de saber que podía tener lo que ella quisiera con su belleza, le hizo decirme que bien podría cogerme a la señora Camila a cambio de que nos condonara la renta, pensándolo bien, no era mala idea, así que ya con su permiso, empecé a tirarle la onda a la China, le tenía muchas ganas a su culo.

Sin que se dieran cuenta los demás que rentaban ahí y calculando que sus hijos ya estuvieran dormidos, por las noches empecé a ir a su casa, que quedaba frente al cuarto que me rentaba, con el pretexto de pedirle tal o cual cosa prestada. Ella salía en ropa para dormir, platicábamos un rato, no quería conquistarla, solo quería cogérmela. Hicimos buena amistad.

El día que por fin me la cogí fue una noche que estaba a punto de llover, su ropa y mi ropa estaban tendidas afuera, así que fui a tocar su puerta para decirle que llovería y que su ropa se iba a mojar, ella me dijo que si le hacía el favor de meter la suya a su casa, pues estaba haciendo otras cosas. Comencé a descolgar ropa de ella y de sus hijos y la metí a su casa, me pidió que la pusiera en su sala. Salí a descolgar sus calzones y brasieres, cuando entré con esa ropa y le pregunté dónde la pondría, ella un poco nerviosa me dijo que en su cuarto, que era la primera puerta subiendo las escaleras. Subí y la puse sobre su cama. Cuando bajé ya estaba lloviendo muy fuerte afuera, ella terminó de hacer lo que hacía y me dijo que si me iba en ese momento me iba a empapar, así que nos quedamos platicando en su sala tomando un refresco, mientras sus hijos ya estaban dormidos. Entre pláticas llegamos a lo sexual, diciéndome que ya se había dado cuenta que tanto mi novia como yo éramos muy calientes y que ella no se imaginaba cómo era que podíamos coger en grupo o en ese caso con los amigos que nos encontró cuando me fue a llamar la atención por lo que hacíamos, la vez con Arturo y Maribel.

Yo le dije que disfrutábamos mucho más así, pues compartir la parte sexual con mi novia nos quitaba de celos y de culpas, además que en grupo el chiste era que terminaramos todos satisfechos. Ella se retorcía apretando sus piernas, excitada y caliente entre más detalles le daba de lo que hacíamos cuando hacíamos el amor con mi novia y sus amigos.

¿Lo harías conmigo? Fue directa su pregunta. Yo me senté junto a ella y cuando acerqué mis labios a su boca, ella se volteó, me dijo que ahí no, que fuéramos a su cuarto. Subimos las escaleras y al entrar encontró su ropa interior sobre la cama. ¿Te excitaste al distender mi ropa interior? – me preguntó. -Claro que sí, me excita mucho imaginar esta ropa cubriendo tu cuerpo-, le dije. Recogió su ropa y se dirigió al clóset, abrió uno de sus cajones, sacó unas prendas y se metió al baño. Tardó un rato en salir pero valió la pena esperar. Tenía puesta una bata corta transparente y bajo de ésta un brasier igual de transparente que dejaba ver lo oscuro de sus pezones, tenía un cachetero que le cubría menos de la mitad de su enorme culo, que se apreciaba firme y como ya dije, muy voluminoso. Cubriendo sus piernas, tenía puestas unas medias, todo su conjunto en color blanco. Se veía hermosa.

-¿Te gusta? Me lo mandó mi marido, dice que es para que se lo modele cuando regrese.

-Te ves hermosa. Hay que procurar no ensuciarlo. ¿Tienes condones? Le pregunté.

-No me gusta con condón, como que no se siente igual, no los necesitamos. Me dijo.

-Claro que sí, es más seguro para todos, voy por unos al cuarto. ¿Aguantas toda la noche? Pregunté de manera irónica.

-Trae varios, espero que seas tú el que aguante toda la noche, apúrate. Me dijo.

Salí corriendo al cuarto, saqué una tira como de 10 condones, cuando regresé y los vio, soltó una carcajada y dijo: “Hasta que se acaben eh”. Ella estaba sobre la cama, cerré la puerta tras de mí y puse el seguro. Me acerqué a ella y comencé besarla, sus labios sabían a fresa pues en mi ida por los condones ella se pintó los labios y se puso perfume. Su beso era desesperado, casi una mordida sobre mis labios y lengua. Me quité la ropa, ya deseaba sentir la tela de su lencería sobre mi piel y toda esa suavidad me provocó a más no poder, juntaba lo más que podía su cuerpo con el mío. Se sorprendió un poco por mi tamaño. Sus pezones estaban más que duros, ella bajó mi cabeza para dirigir mis labios a esos dos botoncitos tan ricos que puse entre mis dientes mientras se retorcía de placer. Estuve mamando sus pezones sin quitarle su brasier, el cual estaba empapado de mi saliva. Volví a besar sus labios, ella tomó con ambas manos mi verga dura y cabezona, roja por tan excitado que estaba, su lencería aumentaba mi calentura, mi deseo. Me recostó sobre la cama y se bajó a darme la mamada más desesperada que me habían dado hasta ese día, con sus dos manos abarcaba mi tronco y las movía en dirección opuesta una de la otra mientras su boca me hacía una succión que me causaba dolor, pero también un placer enorme. Igual yo me retorcía y solo alcanzaba a acariciar su cabello, no necesitaba forzarla, ella sabía muy bien cómo mamar verga. Estuvo un buen rato haciendo ese movimiento mientras entre mamadas me decía: “Dame tu leche chiquito, necesito sentir tu leche, dámela en la boca, no te contengas, necesito recordar a qué sabe, ándale chiquito, vaciate en mi boca, dámela”. Parecía más bien una súplica lo que ella me decía, el movimiento de sus manos, sus labios succionando mi verga y su petición me hicieron venirme con fuerza dentro de su boca, yo gemía y gemía retorciéndome de tan rico que me estaba viniendo, mientras sentía cómo pasaba ella tragos de semen y saliva sin dejar de chupar mi verga y con sus manos, exprimir lo más que podía mi leche.

Me ardía la verga por sus movimientos bruscos, pero seguía dura y yo deseando ya entrar en su panocha, ella no se esperó, se levantó para quitarse su cachetero y vi su panocha llena de pelos, empapados de fluidos, por sus piernas escurriendo unas gotitas de humedad, abrí un condón y me lo puse, sentí un poco de alivio al ir desenredando el condón por mi tronco, ella se hincó de modo que mientras yo terminaba de poner el condón se metió la cabeza, estaba tan húmeda que no le costó nada de un senton meterse hasta la mitad y en otro movimiento, tenerla toda adentro. Solo dijo: “Ay chiquito, estás bien cabrón”. Y fue ella quien montándome, sacaba todo mi tronco, dejando sólo la cabeza adentro, se volvía dejar caer, ensartandose toda la verga de golpe y así varias veces, que poco tiempo después se vino gimiendo fuerte pero sin dejar de hacer ese movimiento de metida y sacada de verga. Hasta que lo fue haciendo más lento. Su bata, sus medias y brasier estaban completamente empapados de sudor.

-Ay chiquito, estás bien cabrón, no pensé que me entrara toda. Ya extrañaba la verga. Con las de plástico no se siente igual. Me contó que su marido le mandaba consoladores junto con la lencería, para que ella se diera placer mientras él regresaba y así no lo fuera a engañar con otro. Pero ya no se aguantaba las ganas y menos imaginándose todo lo que mi novia, nuestros amigos y yo hacíamos. Me contó que también nos imaginaba haciendo el amor y lo mucho que disfrutábamos y que estaba más que feliz con lo que acabábamos de hacer. Yo sólo le contesté que apenas íbamos a empezar.

Le pedí que sólo se quitara la bata y se dejara el brasier y las medias, recostada sobre la cama, la besé en la boca, fui bajando por su cuello, por su pecho y mientras con mis manos acariciaba sus tetas y pellizcaba sus pezones, iba bajando con mis labios por su vientre. Me detuve a meter mi lengua en su ombligo, provocándole cosquillas y luego bajar a beber ese delicioso sabor de su orgasmo, metiendo mi cara entre sus piernas y mi lengua dentro de su panocha. Bebí lo más que podía de su fluido, qué sabor más delicioso y ella apretando con sus piernas mi cabeza. Le dedique un buen rato hasta que su agitación me hizo ver que venía un nuevo orgasmo, un líquido tan caliente que pude saborear, mientras ella se retorcía y con sus manos atraía más mi cabeza hacia su panocha. Volví a chupar lo más que pude, hasta casi no dejar rastro de su venida. Luego de esto comencé a subir besando cada parte de su cuerpo como cuando bajé a mamar su panocha, nos besamos delicioso. Me separé un poco para ponerme otro condón y así, ella debajo de mí fue recibiendo mi verga dura, entró toda y sin dejar de besarnos, encontramos un ritmo muy rico para penetrarla sintiendo rico los dos, así estuvimos mucho tiempo, mientras ella recorría con sus manos mi espalda, mi nuca, mi cabeza. Tuvimos un orgasmo delicioso luego de un buen rato en esa posición. Nos quedamos descansando un rato, así abrazados.

Después nos metimos a bañar, ya era muy tarde y afuera seguía lloviendo y me faltaban condones por usar. Estando en el baño aprecié su hermoso culo, sus nalgas no estaban caídas, se sentían firmes, duras. Le di unas nalgadas mientras nos caía el agua de la regadera, ella paraba más la cola mientras me preguntaba si me gustaba su culo. “Me encanta, siempre me ha encantado. No sabes cómo me gustaría penetrarlo, venirme dentro de tu culo”, le decía yo mientras le acariciaba sus nalgas, las abría intentando llegar con mi lengua a su ano, mientras ella se inclinaba un poco para que llegara hasta ahí, pues de otro modo no llegaría, sus nalgas eran muy grandes. Nos volvimos a calentar, a besarnos y al oído me dijo: “Es tuyo cundo quieras”. Al instante se me paró la verga de nuevo, le pregunté si ya se lo habían metido por atrás antes, me dijo que sí, su marido ya lo había hecho. Pero por el tiempo que no lo veía, seguramente ya era virgen de nuevo. Le contesté que sí me la cogería por el culo, pero en otra ocasión. Yo tenía en mente a mi Yesica, estaba seguro de que ella querría estar presente cuando perforara ese enorme culo, pero tendría que convencer a la señora Camila de que mi novia nos viera y en el mejor de los casos, que se uniera a nosotros.

Salimos de la regadera, nos secamos y ella se cambió de ropa, una lencería muy parecida a la primera pero en color rojo. Me encantó ese detalle. Me preguntó: ¿Te excita verme vestida así verdad? Le contesté que sí y me dijo que se había dado cuenta que cuando ella dejaba su lencería colgada, yo salía a tomarla en algunas noches, y quería saber qué hacía yo con su ropa. Obvio le conté cuánto me excita la textura de la ropa, las formas y le conté también cómo me masturbaba enredando sus brasieres en mi verga y lo delicioso que eso me hacía venir. Ya estábamos más que calientes otra vez. Me amarró la verga con una de las medias blancas que usó al principio, enredó mis huevos y también mi tronco, de modo que la presión me tenía adolorido pero más duro que antes, ella me puso el condón me tendió sus brazos y me puso de pie. – Entonces ¿te gusta mucho mi culo?. Me preguntó. Yo le contesté que me encantaba. Ella se hincó en la orilla de la cama y se empinó de modo que su culote quedo a mi disposición, ella sola con sus manos separó sus nalgas y me volvió a decir que sería mío cuando yo quisiera. Por más ganas que tuve de penetrarla analmente, me aguanté y dirigí mi verga a su panocha que estaba escurriendo de nuevo. Sentía un dolor intenso en mi verga que se fue calmando con el calor tan rico que sentía dentro de la panocha de la señora Camila, me parecía inmenso ese par de nalgas que rebotaban en mi vientre mientras tomaba con mis manos la cadera de esa hermosa señora, ella gemía y gemía recibiendo mis embestidas, su cara golpeaba con las sábanas de la cama y yo no me cansaba de taladrar su interior. Empecé a sentir dolor en mi abdomen por tantas embestidas que daba, ella entre gemidos ya se había venido pero sin decir nada me seguía recibiendo. Me detuvo un momento y saqué mi verga, estaba roja, casi morada que no la sentía. Ella desamarró el nudo de su media en mi verga y huevos y se volvió a poner en la misma posición, sentí mucho alivio y su calor de nuevo me hizo sentir tan bien que no tarde mucho en venirme, aunque siendo sincero, con mucho dolor mi orgasmo.

-Ven chiquito, recuestate un momento. Me dijo mientras yo casi sin fuerzas y gateando me recosté a un lado de ella, me sentía exprimido, seco. Ella me besaba en la cara y en los labios mientras su mano masajeaba mi verga y huevos, calmando un poco mi dolor.

-A la hora que te tengas que ir, está bien eh. Me dijo después de lo que hicimos, no quiero que se vayan a dar cuenta los demás inquilinos. Me dió un poco de risa, pero entendí su postura. Me puse de pie, me vestí y me acompañó a la salida, se asomó para ver qué no hubiera nadie por ahí pues ya casi eran las 5 de la mañana. Me hizo señas para salir y me fui directo a acostar. Me quedé dormido y al despertar tuve casi todo el día un dolor de huevos. Pero estaba más que satisfecho. Esperando ver a mi Yesica para contarle y tener nuevos y deliciosos orgasmos.

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