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La vecina casada

Siempre fui muy respetuoso y pensaba que estar con una mujer casada sería algo que nunca haría sin embargo la calentura es la calentura.

Paty era la que organizaba a todo el fraccionamiento de casas donde yo vivía.

Era una mamá joven, en ese tiempo rondaría los 31 años y ya con hijos algo grandes.

Desde un inicio en mensajes por celulares ella siempre fue muy amable y me la imaginaba una señora de 60 años.

Súper agradable, para ese tiempo solo y soltero tenía muy poco tiempo para los quehaceres administrativos del hogar.

Siempre era un lío los pagos de mantenimientos y firma de recibos, minutas etc. etc.

Paty siempre, siempre, siempre salía a mi rescate, así duramos meses, todo era amistad fiel y pura…

Cosas del destino y de la vida:

Cuándo un día era de vida o muerte pasarle a pagar a Paty porque el internet se había caído.

Con mucha pesadez y poca gana, tuve que ir a visitar a Paty.

Oh sorpresa, Paty de una sonrisa hermosa y unos ojos redondos, pestañas largas y cabello recogido.

Era guapa, muy guapa para ser sinceros…

Yo creo que se extrañó al ver mi sorpresa y mi timidez de no encontrar a una señora hermosa de edad.

Si no hermosa, casi de mi edad…

No sé cuánto duré en poder hablar y a medio explicarme; solo le entregué el dinero y casi salí huyendo.

El esposo preguntó que quien rayos era a esta hora… Jajaja…

No tarde ni un minuto en recibir un mensaje de Paty diciendo a su marido que le fui a dejar el pago, que ella eso supuso, jajaja.

Fue muy cómico y lo sigue siendo hasta hoy que lo recuerdo grato.

Pues bien el ritmo y nivel de pláticas por celular fueron cambiando:

Empezamos a conocernos más, charlar de lo que fuera y a todas horas.

Era una buena amiga y la amistad empezó a hacerse más fuerte.

En un evento de la primavera, cada vecino que quisiera participar debía regalar algo a los niños.

Yo jamás participaba, pero Paty ya influía en mí y entonces me volví partícipe.

Bromeamos con los trajes que debían usar los niños entre otras cosas.

Una de las condiciones para participar era que Paty debería ir y pedir cómo niña.

Entonces iría de flor, de árbol, de ardilla, de manzana, de papaya, de mango…

El tono sexual:

Esa plática fue de las primeras en tono sexual.

Yo la veía poco y de lejos porque el esposo trabajaba siempre en casa, vestía joven siempre, pero nada muy sexual.

De alguna manera el marido influía en que no mostrara tanto…

No fue así el día del evento de primavera ya que el marido por alguna razón no estaba en casa.

Con pena me dijo que se pondría algo para sorprenderme y para que diera buenos regalos:

Ahí fue cuando sentí como un impulso eléctrico recorrió desde mi cabeza hasta la punta de mi pene. Se aceleró la respiración, el corazón empezó a latir…

Las horas fueron eternas y no podía concentrarme en nada. Solo quería verla y con morbo imaginar a qué se refería con sorpresa.

Ella siempre fue cortante y nada abierta en ese tipo de temas. Me sorprendió y yo ya sentía una atracción por ella. Debo de confesar que más allá de lo sexual.

Pasaban las horas y los minutos cuando recibí el mensaje de “ya vamos para allá”.

Era grande la comitiva de niños, pero pocos padres. Y si efectivamente fue una sorpresa para mí verla en ese minivestido rojo: ceñido, entallado, podía delatar perfectamente sus curvas… Todas.

Paty era una mujer de 1.60 cuando mucho, muy bella, senos grandes, nalgas grandes y una cintura media, lo cual la hacía ver espectacular en ese traje de flor, seré sincero y ya creí que habría algo así debajo de toda esa ropa de señora casada.

Sin duda una mujer así pasaría como una de las mejores en cualquier lugar público. Estoy seguro que muchos vecinos lo agradecieron y otras lo reprocharon. Pero mi cordura siempre fue mayor hasta ese momento, solo entregué los regalos, sonreí y cerré con prisa.

Paty no tardó ni dos minutos en reprochar lo poco cortés y caballeroso, pero no pude más que demostrar más nerviosismo. Su mirada y mi mirada era obvio que nos conectaba.

El valor o calentura?:

Tomé valor y esa misma noche le confesé lo mucho que me atraía: lo mucho que disfrutaba verla en la calle y ver su sonrisa. Que estaba seguro que detrás de esas ropas de casada escondía una hermosa piel.

Ella por su lado: no estoy seguro si jugando su juego me llamo loco. Y que no inventara cosas que seguramente solo quería acostarme con ella. Y que con mucha confianza me contó cosas que jamás nadie sabría. Ni a una amiga contaría, y que por favor ya no la buscará más.

Sigo pensando que está un poquito loca.

Pero después de unos minutos me llamó y me dijo que estaba fuera de su casa pensando en todo lo que le decía y me cuestionó ¿si era verdad?

Solo pude decirle “ven para decirlo a la cara”, ella solo colgó el teléfono sin antes decirme dejara la puerta abierta…

Fue ahí donde llega ese shock de energía, cuando el corazón comienza a latir, la respiración se agita…

Cuando bajé las escaleras, la puerta se abrió y ahí estaba ella, con angustia, con cierto miedo, pero con unos ojos de mucha ansia, de sorpresa, de inocencia. Más yo solo la pude tomar de las manos, pegarla a mi pecho.

Comencé a besar, un beso de lo más rico, amoroso, apasionado, nada morboso, fue un beso increíble. Nuestros corazones, la mirada, la respiración entonces se sincronizaron. Éramos uno mismo, su cuello era mío y mis manos eran suyas…

Cayó la bata que traía para dejarme sentir un vestido para dormir de seda hermoso. Sus pechos eran cual montañas vírgenes, su olor y su piel (me recordaron mis primeras experiencias sexuales) eran tan suaves, tan ricas.

Así parados llevó mis manos a su vagina, estaba húmeda y caliente, su clítoris estaba perfectamente asomado cuál botón en primavera, quería ser estrujado, mi mano nunca dejo de tocarlo, mis dedos nunca dejaron de manosearla y mi boca de besar sus senos, fueron minutos de máximo placer…

Yo no dejaba de decir su nombre y ella no dejaba de jadear.

Pude sentir esa corriente de calor por su cuerpo y como dejaba caerse en mis brazos, sus impulsos eran anormales, se retorcía con un gusto mientras gritaba lo mucho que le encantaba…

La llevé al sillón en brazos y la recosté: es verdad que había perdido el sentido, fue una locura, era una mujer casada. Yo sabía que no era correcto, pero era una mujer hermosa en todos los sentidos, pero el olor de su cuerpo y su vagina era algo que ya no me hacían razonar…

Continuará.

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