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La vendedora me seduce

Conocí a Valeria cuando trabajaba como responsable de calidad en una empresa de alimentos. Ella era vendedora. Vivíamos los dos en la misma zona, con lo que frecuentemente coincidíamos en el viaje desde y hacia el trabajo. Algunas veces ella se llevaba el auto de la empresa y en esas ocasiones me alcanzaba a mi departamento. Compartir esos momentos hizo que rápidamente nos hiciéramos amigos.

En ese momento yo estaba de novio con una persona que vivía en el interior del país, con lo que nuestros encuentros eran esporádicos. Ambos éramos de mecha corta y frecuentemente discutíamos violentamente. Muchas de esas discusiones llevaban a separarnos y decirnos que no queríamos volver a ver al otro, aunque al otro día nos arreglábamos.

Un día tuvimos una pelea un poco más fuerte y naturalmente no nos reconciliamos enseguida. Incluso traté de hablar con ella pero no me atendió el teléfono. Estaba bastante triste y preocupado. Ese día volví a casa con Valeria, quien notó mi estado y me preguntó si quería que subiera a mi departamento para que siguiéramos hablando. Yo ingenuamente creí que estaba de verdad preocupada por mi y acepté su sugerencia, siendo esa la última decisión que tomé con mi cabeza superior esa tarde.

Luego de unos minutos hablando en los que mi ánimo había mejorado levemente Valeria me pidió dirigirse al baño. Se demoró lo suficiente como para que pensara en ir a preguntarle si se encontraba bien. Estaba a punto de hacerlo cuando escuché la puerta abrirse.

Mi cerebro se apagó al verla. Por unos minutos me convertí en un zombi y cuando volví a pensar lo hice con mi pene. Tenía puesto un conjunto de lencería violeta y me miraba de forma seductora mientras se acercaba a paso firme a mí. Lo siguiente que recuerdo es estar sentado en la cama con Valeria sentada en mis piernas besándome. Fue en ese momento que mi pene empezó a crecer en mis pantalones y tomó el control, reaccionando a sus besos y llevando mis manos de su cintura hasta su cola.

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Desde que conocí a Mateo me sentí atraída por él. A medida que coincidíamos más en nuestros viajes nos fuimos haciendo más cercanos y mi atracción hacia él crecía. Fue muy desilusionante enterarme que tenía novia.

Al crecer nuestra amistad comenzó a contarme cuando tenía problemas con su pareja. Yo me ilusionaba cada vez que lo escuchaba decir que se había peleado para entristecerme cuando me decía que se había reconciliado. Mateo era ajeno a mis estados de ánimo. Al percatarme de esto decidí que tendría que ser yo la que hiciera que se fijara en mi.

Sabía que tarde o temprano tendría una oportunidad y me preparé para aprovecharla. Lo primero que hice fue comprarme un conjunto de lencería que me hiciera ver y sentir sexi que llevaba todos los días conmigo. Tenían que darse muchos factores para que tuviera mi chance y no podía permitirme desaprovecharla por no tener la ropa interior adecuada. Esperé paciente a que me dijera que había discutido con su novia. Cada vez que lo hacía le daba mi apoyo y me mostraba feliz por él cuando me decía que se había reconciliado. Hasta que finalmente llegó el día.

Me comentó que esa vez la pelea había sido más intensa y que realmente tenía miedo de haber terminado su relación. Busqué como siempre consolarlo y animarlo. Con mucho miedo y terriblemente nerviosa me atreví a sugerirle que sería bueno que ese día subiera a su departamento y le hiciera compañía, ya que no lo veía bien. Luego de pensarlo por unos segundos que se me hicieron eternos aceptó mi sugerencia.

Durante algunos minutos estuvimos conversando de temas banales. Cuando lo vi lo suficientemente animado le pedí dirigirme al baño. No sé cuanto tiempo tardé en cambiarme. Estaba tan nerviosa que me temblaban las manos y me costó trabajo sacarme mi camisa y mi pantalón. Luego de vestirme me maquillé de forma suave. Inspiré profundamente y salí del baño.

Mateo se quedó inmóvil al verme. Si bien no era la reacción que esperaba, eso era mucho mejor a que me rechazara. Aunque tenía preparado un discurso para ese caso no creo que hubiera sido capaz de soportarlo. Me acerqué a él tomé sus manos y lo besé. Lo guíe y senté en su cama, acomodándome sobre sus piernas.

Después de unos minutos sentí a su miembro crecer debajo de mí. Simultáneamente comenzó a besarme y llevó sus manos a mi cola. Si bien me alivió que finalmente reaccionara sabía que me quedaba mucho trabajo por hacer. Me separé de él dejando que me mirase unos segundos. Le desabroché la camisa y comencé a besarle el torso, recreándome en las tetillas, una zona que sé por experiencia que es muy sensible en los hombres. Sus suspiros y gemidos me indicaron que tenía toda su atención y que estaba disfrutando mis tratos.

Seguí bajando por su cuerpo hasta arrodillarme entre sus piernas. Desabroché su pantalón y lo llevé hasta sus tobillos. Su pene se marcaba en el calzoncillo. Lo acomodé un poco para que la punta sobresaliera, dándole pequeños besos y lamidas en cuanto quedó a la vista. Levanté mi mirada y lo vi con las manos apoyadas en la cama la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. “Seguro que su novia no lo pone así” pensé sonriendo. Y eso que todavía no había hecho nada.

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Valeria sabía usar muy bien su boca. Me lo demostró cuando gocé de su maestría en mis tetillas y volví a comprobarlo cuando se dedicó a la punta de mi miembro. Si lograba eso solo con la punta no podía ni imaginar lo que sería capaz con todo mi tronco. Por suerte (o por desgracia) no tendría que imaginar mucho ya que después de unos segundos de torturar solo la parte superior de mi pene bajó mis calzoncillos y comenzó a besar y lamer todo mi miembro.

Estuvo entreteniéndose así unos minutos, en los que yo solo podía gemir. Dio un beso, pasó su lengua por la punta y después se introdujo lentamente mi pene en su boca. Se lo sacó a la misma velocidad con la que se lo había metido. Durante todo el trayecto su lengua probó todo lo que pudo de mi piel. Repitió varias veces la operación, cada vez con más rapidez. Cuando comenzaba a sentir mi corrida se detuvo y se incorporó sonriendo y sin dejar de mirarme a los ojos.

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Paré mi felación en cuanto sentí su miembro empezar a palpitar. Era posible que en cuanto eyaculara se arrepintiera de lo que habíamos hecho y si se iba a arrepentir esperaba que fuera por algo que me valiera la pena. Por supuesto que encontré muy satisfactorio saber que su noviecita no lo excitaba en la forma que yo lo hice, pero eso estaba lejos de ser suficiente.  Por fin lo tenía en mis manos y no pensaba dejarlo escapar.

Después de terminar de sacar su pantalón y calzoncillos me levanté en forma lenta. Me quedé parada delante suyo, con mis pequeños pechos a la altura de su cara. Desabroché despacio mi sujetador y, sin dejar de mirarlo, lo dejé caer al piso. Por primera vez en la tarde tuvo algo de iniciativa y me atrajo hacia él, empujándome desde la cintura. Acarició despacio mis tetas sin dejar de mirarlas. Después apretó con delicadeza mis ya erectos pezones, provocando mi primer gemido de la tarde. Lo agarré con suavidad de la cabeza y lo atraje hacia mi, gimiendo exageradamente cuando su lengua rozó mi piel.

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Siempre me gustaron las tetas pequeñas y las de Valeria me parecieron perfectas. Blancas, con forma de gota, un poco más chicas que las palmas de mis manos y con unos pezones oscuros que cuando los vi por primera vez ya estaban completamente parados. Además mi compañera de trabajo parecía tener mucha sensibilidad en esa parte de su cuerpo a juzgar por sus reacciones a mi tacto, lo que me excitaba y envalentonaba a seguir ocupándome de ellas. Cada roce, lamida o mordisco que daba era respondido por un gemido cada vez más largo o de mayor volumen.

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Con la situación ya totalmente bajo mi control me relajé y lo dejé que jugara unos minutos con mis pechos, aprovechando lo que parecían gustarle. Estaba vuelto loco chupando, mordiendo, acariciando y apretando y se entusiasmaba cada vez más ante mis simuladas reacciones.

Cuando consideré que había sido suficiente lo empujé despacio desde sus hombros, hasta dejarlo acostado y con las piernas colgando del borde de la cama. Enseguida se acomodó con su cabeza en la almohada y yo me subí sobre su cara, poniendo mi vagina a la altura de sus labios. Besó mi sexo por sobre mi ropa interior, que a propósito no había quitado, para que fuera él quien lo hiciera; le correspondía si es que quería probarme. Me agarró la cola con sus dos manos y dio un mordisco en la tela, lo que casi me provoca un orgasmo. Después si bajó mi bombacha hasta mis muslos y, sin darme tiempo a terminar de sacármela, introdujo su lengua en mi interior. En ese momento fui yo quien cerró los ojos y llevó su cabeza hacia atrás, gritando de gusto sin esta vez necesitar exagerarlo.

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Los gemidos de placer de Valeria en cuanto mi lengua comenzó a explorar su sexo fueron los más intensos y excitantes que escuché en mi vida, mucho más que los que me regaló cuando me ocupé de sus pechos. Esa reacción me hizo dedicarme con mayor ahínco a beber de la entrepierna de mi compañera de trabajo, apretándole fuerte las nalgas para mantenerla pegada a mi mientras recorría entera su parte más íntima.

Con mis manos firmemente asidas en sus cachetes se levantó unos centímetros para retirar completamente su ropa interior y agarró con suavidad mi cabeza, colocando nuevamente su vagina a a la altura de mis labios.

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Una vez que estuve totalmente desnuda me dediqué a disfrutar del trato que Mateo me estaba dando. Su lengua rozaba mis paredes vaginales estirándose dentro de mí, buscando llegar lo más profundo que le fuera posible. Cuando sentí que se acercaba mi corrida empecé a moverme sobre él. Comencé con un vaivén lento de adelante hacia atrás, observando sus reacciones. Al notar que sus manos acompañaban mi meneo aumenté mi velocidad, haciendo que ya no pudiera seguir lamiéndome. Si pudo acomodar su boca alrededor de mi clítoris, con lo que mis caderas, sus manos y su cabeza acoplaron sus movimientos entre si. Los gemidos salían en forma igualmente rítmica de mi boca. Seguía con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás. Mi concentración estaba enfocada solo en el placer que sentía proveniente de mi entrepierna.

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Valeria se movía a toda velocidad sobre mi cara, rozando sus labios vaginales con mi nariz y mi lengua. Gemía cada vez más alto y me apretaba fuerte contra su ser. Finalmente emitió un largo grito y desaceleró los movimientos de su cadera.

Cuando se bajó de mi rostro tenía una gran sonrisa en sus labios. Sin darme casi tiempo a respirar me besó con pasión. Después empezó a descender por mi cuerpo, deleitándose otra vez con mis tetillas unos segundos. Al llegar a la altura de mi miembro lo sopló despacio haciéndome estremecer de placer. Terminó de desnudarme y me colocó un preservativo, que no sé de donde sacó, para después subir gateando por mi torso rozándome con sus erectos pezones.

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Ya habiéndome corrido con su boca fui por el premio mayor, aprovechando que la sangre todavía no volvía a su cerebro. Verlo gozar de la forma en que lo hacía con cada uno de mis actos solo lograba calentarme más. Con cada bufido suyo, además, me convencía que su novia no le daba tanto placer como el que estaba recibiendo de mi parte.

Cuando estaba terminando de acomodarme encima de Mateo sentí sus manos en mi cola, no pudiendo evitar que se me escapara una sonrisa de satisfacción. Sin dejar de sonreír lo miré a los ojos mientras llevaba una de mis manos a su miembro y lo colocaba en la entrada de mi vagina. Dudé unos instantes si jugar con él haciéndole rogar por penetrarme pero desistí de esa idea. No quería hacer nada que pudiera dar lugar a que se arrepintiera.

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La cara de Valeria cuando introdujo mi pene dentro suyo era de máximo placer. Estaba sobre mí con los ojos cerrados y ambas manos sobre mi pecho. Al momento de terminar de penetrarse emitió un largo gemido y empezó a moverse despacio. Sus tetas subían y bajaban al compas de su respiración y su balanceo. Solté su cola para posar mis manos en ellas y me incorporé para chuparlas. Gimió suavemente en mi oreja cuando rocé su botoncito con mi lengua. Después llevó sus manos a mi cabeza apretándome contra su pecho. Me acomodé contra el respaldo de la cama y la agarré otra vez de sus nalgas. Mis ojos permanecían cerrados concentrándome en mis sensaciones o se abrian buscando los suyos, mientras mi boca no soltaba su pezón.

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A sabiendas de lo que le gustaban mis pechos lo dejé que hiciera lo que quisiera con ellos y maximicé mis expresiones de gozo cuando lo hacía. De todas formas desde que vi su mirada dirigirse a la mía sin separarse de mi ya no hubo necesidad de exagerar. No sé cómo explicarlo pero supe en ese instante que, al menos por esa noche, no se arrepentiría de lo que estábamos haciendo y pude disfrutar por completo.

Con eso en mente decidí que alargaría nuestro encuentro lo más posible y por tal motivo retiré sus manos de mi cola (llevándolas a mis tetas, que aprovechó para agarrar) cuando noté que las usaba para aumentar el ritmo en que mi cuerpo se hamacaba sobre el suyo. Con Mateo sujetado firmemente de mis senos coloqué mis manos sobre sus hombros y continué moviéndome en forma lenta, subiendo hasta casi sacar su miembro de mi interior y para después bajar hasta que nuestras caderas chocaron. Una vez que su aparato llegó todo lo adentro de mí que le era posible empecé a moverme en círculos sobre él.

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Con la convicción de que ya se había corrido supuse que había llegado mi turno de acabar. Pronto descubrí que mi compañera de trabajo tenía otros planes que, debo admitir, estaban lejos de desagradarme. Mucho menos si como compensación podía seguir tocando, acariciando y rozando sus perfectas tetas y sus pezones, como estaba haciendo en ese momento. Los estaba sosteniendo con ambas manos mientras mis pulgares buscaban tocar despacio su erecto centro.

Al mismo tiempo Valeria seguía dibujando una circunferencia con su cintura a un ritmo en el que me sería imposible eyacular pero que por algún motivo (posiblemente ese mismo) me resultaba lo más excitante que había hecho en mi vida.

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La cara de Mateo mientras estaba encima suyo era un poema. Podía ver en sus ojos como su cerebro recibía los débiles estímulos de placer que cada terminal nerviosa de su pene le enviaba, pero que debido a la cantidad a duras penas era capaz de procesar. Respiraba por la boca, que mantenía abierta, dejando escapar junto al aire de sus pulmones rítmicos jadeos cada vez que yo completaba una vuelta sobre él.

Su expresión me decía que ya no solo su ahora cornuda novia no lo había hecho gozar así, sino que posiblemente nunca lo había hecho en su vida. El total placer que mi compañero estaba experimentando no hacía más que aumentar el mío, lo cual demostraba con una sonrisa de oreja a oreja y acelerando de a poco mi danza.

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Al notar que sus movimientos se hacían más rápidos y más amplios y aumentaba también el volumen de sus gemidos entendí que ahora si me permitiría buscar mi explosión de placer y la agarré otra vez de la cola, acercando sus pechos a mi boca, a la que introduje uno por completo.

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Mateo jadeaba cada vez más fuerte, con mi teta derecha entera dentro de su boca. Yo lo cabalgaba a la mayor velocidad que me era posible, agarrándome fuerte de su cabeza mientras lo apretaba contra mí.

Disminuí un poco mi velocidad cuando empecé a correrme, para disfrutar más las sensaciones que el orgasmo me provocaba y alargar el mismo. Aún así tenía un último truco que haría que mi compañero de trabajo acabara antes de que se agotara mi orgasmo.

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La contracción de los músculos vaginales de Valeria apretando mi pene mientras se corría hizo que inmediatamente comenzara a llenar con mi esperma el preservativo. Yo aún tenía sus nalgas firmemente atrapadas por mis dedos y su pecho entre mis labios. Esto no fue impedimento para que un grito gutural e interminable saliera desde lo más profundo de mis entrañas.

Mi eyaculació fue la más larga y potente que recuerdo haber tenido. Aún después de los últimos latigazos de mi pene seguía jadeando de placer.

Todavía respiraba con dificultad cuando Valeria se levantó de mi entrepierna y se abrazó sonriente a mí. Sin quitarme los ojos de encima llevó una de sus manos a la dura base de mi miembro y me retiró despacio la protección, generándome un último gemido.

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Me cuesta encontrar palabras para describir la felicidad y plenitud que sentí en ese momento. No solo era la culminación satisfactoria de un plan que había pensado durante meses sin la certeza de que fuera a tener la chance de llevarlo a cabo. Me había cogido a alguien que siempre me había gustado y calentado (de quién quizás estaba enamorada) y había sido mucho mejor de lo que alguna vez fantaseé, no únicamente por haber acabado dos veces, sino por el placer que sabía que él había sentido.

Me sentía segura, capaz de lograr cualquier cosa que me propusiera. Si había conseguido que una persona ética, que a pesar de todo nunca pensó siquiera en engañar a su pareja se entregara a mi, ¿cómo iba a haber algo que no pudiera hacer?

También me sentía sumamente sexi. La relación que tuve hasta ese día con mi cuerpo cambió en ciento ochenta grados. Empecé a permitirme mostrar mi sensualidad, demostrar deseo y hacerme desear. E iba a hacerlo desde ese mismo momento.

Mateo todavía no recuperaba su ritmo habitual de respiración. La mano que tenía apoyada sobre su pecho subía y bajaba a medida que el aire luchaba por entrar y salir de sus pulmones. Yo ya estaba repuesta, pero no dejaba de sonreír viéndolo a los ojos. Sin quitarle la vista de encima me levanté despacio. Su mirada se desvío hacia mi pecho, que cubrí con la colcha en cuanto terminé de pararme. Me giré lentamente y me dirigí al baño. Sin necesidad de verlo sabía que estaba mirándome la cola, que a drede había dejado descubierta. Al llegar a la puerta y agarrar el picaporte voltee mi cabeza y, en forma provocativa, le dije que iba a bañarme.

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No podía entender como no había mirado a Valeria antes. No es que pensara recurrentemente en engañar a mi novia, pero que uno esté a dieta no significa que no pueda mirar la lista de postres. Sin embargo mi compañera me había pasado siempre desapercibida y viendola ahora no comprendía el motivo. Es cierto que nadie va a trabajar como salió ella a mi encuentro, pero nada de lo que me había mostrado me insinuó que mostrarse así fuera parte de ella, ni lo bien que le quedaba. Su atracción radicaba mucho más en su actitud, segura y sensual, que en su belleza física. Si bien estaba lejos de ser fea, tampoco se podría decir que estaba buenísima o que todos los hombres se dieran vuelta para mirarla.

Sin embargo ahí estaba deleitándome con su culo desnudo sin entender tampoco por qué se había cubierto los pechos y no la cola y ni siquiera por qué se cubrió las tetas, siendo que acababa de verla en pelotas.

También escapó de mi comprensión cuando, como si la intensa corrida de pocos segundos atrás no hubiera ocurrido, mi pene despertó en cuanto se giró a decirme que iba a bañarse.

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Antes de que pudiera abrir la ducha, y con la colcha todavía aferrada a mi cuerpo por mi mano derecha, Mateo ya estaba detrás de mí, rodeandome con sus brazos y besándome el cuello. Me pegó a él con su abrazo, permitiéndome sentir en mis nalgas que su miembro se estaba levantando de nuevo.

–         ¿Qué hacés? – pregunté sonriendo y ladeando el cuello.

Su respuesta fue subir sus manos, retirando con suavidad la prenda que me cubría y agarrar despacio mis tetas, provocándome un leve gemido, que nuevamente exageré.

Con sus dos manos masajeando mis pechos giré completamente el rostro en busca de sus labios, recibiendo el primer beso decente que mi compañero de trabajo me dio esa noche. Me comió la boca con ansias. A medida que nuestras lenguas se enredaban más cerca de mi garganta que de la suya noté que la presión en mis nalgas se incrementaba. Eso terminó de dejarme lista para recibirlo nuevamente entre mis piernas, lo que le demostré llevando una de sus manos a la entrada de mi vagina.

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Valeria me tenía más caliente de lo que estuve en mi vida. A pesar de haber acabado minutos antes solo quería enterrar otra vez mi paquete entre sus piernas que, por lo que noté con mis dedos, también estaba en condiciones de recibirlo.

Mis manos pasaban continuamente de sus tetas a su ombligo y de este a su vagina o a su cola. Mi boca mordía la suya o chupaba su cuello. De su garganta salían gemido de calentura mientras rogaba a gritos que siguiera.

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Con sus manos recorriendo todo mi cuerpo y mi líbido por las nubes apenas que pude abrir la ducha. Me giré y agarré su cara con mis dos manos. Entramos en la bañera sin dejar de besarnos. El agua caía a mi espalda y me mojaba entera.

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Observar el cálido líquido recorrer su cuerpo fue de lo más erotico que ví en mi vida. Apenas separamos nuestras bocas me alejé unos centímetros para contemplarla. Sus brazos rodeaban mi cuello. Sonreía con sus ojos clavados en los míos y respiraba algo agitada. Una gota rozó la comisura de sus labios y bajó hasta su cuello. Después descendió hasta una de sus tetas. Decidí que ahí terminaría su camino y acerqué mi lengua a ella para saborearla.

Empecé de a poco a beber de su pecho. Valeria me apretó despacio contra este y fui aumentando  la fuerza de mi succión. Gemía con los ojos cerrados. Flexioné mis rodillas pasando a ingerir el agua que mojaba su ombligo para finalizar con mi lengua degustando una fuente distinta de humedad.

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Mateo se arrodilló y se sostuvo de mi cola. Me besó y sorbió mi entrepierna. Yo me sostenía de su cabeza con una mano mientras la otra jugaba con mis pechos. Llevó su lengua bien dentro mío y la movió recorriendo todo lo que pudo de mi interior. Después se dedicó a lamer y chupar mi clítoris. Tuve que detenerlo para no correrme. No habría podido seguir de haberlo hecho y quería que me cogiera de nuevo, mucho más viendo la actitud activa que mostraba en ese momento.

Lo tomé del rostro levantándolo suavemente. Volvió a besarme con ganas. Me di la vuelta y apoyé mis manos en la pared. Al girar mi cabeza ví que estaba terminando de colocarse un preservativo, que esta vez fui yo quien no supo de dónde había sacado.

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Valeria tenía su culo en pompa y me miraba lujuriosa. La humedad de su vagina y la propia de la ducha hicieron que pudiera penetrarla sin dificultad. Con mi miembro ya dentro suyo la agarré de la cintura. De a poco fui acelerando mientras mis manos subían por su cuerpo en dirección a sus tetas.

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A medida que Mateo se acercaba a mis pechos mi cuerpo fue enderezándose. Cuando empezó a amasarlos ya estaba totalmente erguida y con mi espalda pegada a su torso. Mantuve una mano apoyada en los azulejos mientras que rodeé su cuello con la otra.

Me agarró fuerte de un seno y empezó a embestir potentemente. Intenté besarlo pero la velocidad a la que nos moviamos me lo impidió. Iba tan rápido que tuve miedo de caerme y volví a apoyar mis dos manos en la cerámica. Llevó una mano a mi clítoris y empezó a frotarlo sin parar de taladrarme. Fue todo lo que necesité para expltrar

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Los alaridos de placer de Valeria no hicieron más que envalentonarme. Seguí dándole duro mientras se corría. Cuando terminó empezó a mover su cadera. La agarré de la cintura y le di un azote, que fue respondido con un grito de gozo. Cada vez que su trasero chocó mi pelvis recibió otra nalgada. Cuando estuve a punto de eyacular la tomé con firmeza y me quedé quieto mientras mi miembro escupía el primer chorro de su líquido.

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–         Pegame de vuelta – no me reconocí rogando para que me azotara nuevamente. Su corrida había llegado unos segundos antes de que pudiera alcanzar la mía y esperaba hacerlo por mi misma, frotándome con toda la fuerza que aún me quedaba, pero no era suficiente. 

Su mano golpeando mi cachete fue el estímulo que necesitaba. Fue el orgasmo más intenso de mi vida.

Una vez que nos calmamos procedimos ahora si a bañarnos. Si no lo estaba antes del baño el mimo con el que me trató en la ducha hicieron que me enamorara de él. Me baño entera, recorriendo con suavidad todo mi cuerpo (aprovechando también para tocarme, algo que por supuesto no me molestó en lo más mínimo) y deteniéndose a cada rato para besarme con dulzura. Cuando terminó estaba otra vez caliente, pero con una calentura distinta a la que siempre me había causado Mateo. Ya no quería que me cogiera. Quería que hicieramos el amor. Y pude notar que limpiarme tampoco fue indiferente para él.

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Cuando terminamos de bañarnos estaba otra vez excitado. Salimos del baño sin dejar de besarnos. Al momento de empujar a Valeria sobre la cama algunas gotas de agua todavía recorrían su cuerpo. Descendí por ella sin separar mis labios de su piel, hasta que me acomodé entre sus piernas.

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Mateo me dio en ese momento la mejor comida de concha que recibí en mi vida. Empezó besando mi sexo de a poco, alternando besos con lamidas lentas en mis labios. Después su lengua se dirigió a mi clítoris, intercalando roces y pequeñas succiones sobre el mismo.

Yo gemía y gritaba agarrándolo de la cabeza. En ese momento él ya solo me daba lengüetazos mientras me agarraba con sus dos manos de mis nalgas. Justo cuando estaba por explotar se detuvo y se levantó mirándome sonriendo

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Valeria mostro una evidente cara de frustración cuando interrumpí mi trabajo oral, aunque rápidamente volvió a entrecerrar los ojos en forma provocativa cuando vio que enfundaba mi erecto pene en un nuevo preservativo.

La besé desde su ombligo hasta su cuello y luego enredé mi lengua con la suya. Sin dejar de besarnos la penetré y empecé a bombear despacio. Sus gemidos de placer quedaban atrapados en mi boca. Cuando finalmente las separamos Valeria dio una amplia bocanada de aire y siguió gimiendo con los ojos cerrados.

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Mateo fue aumentando la profundidad de sus penetraciones. Ninguno de los dos dejaba de ver el rostro de placer que tenía el otro. Yo además sonreía como una boba. Cuando me acercaba nuevamente al punto de no retorno empecé a mover también mis caderas, provocando que ambos estalláramos en un último y glorioso orgasmo.

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Nos quedamos acostados unos minutos. Cuando bajó mi excitación empecé a sentirme culpable. Valeria se dio cuenta de esto, ya que retiré la mano con la que me abrazaba. Sin decirme nada se levantó y empezó a vestirse.

Esa misma noche llamé a mi novia y terminamos la relación. Al principio intentó convencerme que no lo hicieramos, aunqueno le puso mucho énfasis. No creo que haya sospechado lo que había hecho, pero tampoco tengo certeza que así haya sido.

Mi amistad con Valeria se vio claramente resentida. Ya no podía verla de la forma en que lo hice hasta ese día. La culpaba por el fracaso de mi pareja, aunque sabía que ella no era la culpable. Mi relación estaba terminada desde mucho tiempo atrás y Valeria solo me dio el empujón que necesitaba para acabarla. Al poco tiempo ambos cambiamos de trabajo y perdimos el contacto.

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Cuando me agarró la mano para sacarla de sobre su pecho supe que se estaba sintiendo culpable. Decidí darle su espacio e irme a mi casa, esperando poder hablar con él al día siguiente.

Eso no pasó, ni el día siguiente ni el otro, ni el próximo. Mateo se mostraba distante conmigo y trataba de evitarme. No lo culpé por eso, pero es algo que me dolió.

De todas formas no me arrepiento de lo que hice. Por un lado esa noche aumentó mi seguridad en mi misma a niveles que no creí que pudiera alcanzar. Por otra parte pude ayudar a alguien que quería a salir de una relación en la que no era feliz.

No volví a saber de Mateo en los últimos 3 años. En mi nuevo trabajo conocí a otro compañero con el que pronto empecé a salir. Soy muy feliz con él y hoy estamos comprometidos.

Sigo trabajando en el area de ventas. Por mi trabajo es frecuente que asista a congresos y conferencias. Estaba en uno de estos eventos cuando de la nada alguien me toma con suavidad de la cintura. Me di vuelta esperando encontrarme a mi novio. No sería la primera vez que me sorprendía así. Me quedé petrificada cuando mis ojos se encontraron con los de mi ex compañero de trabajo.

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