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Perdiendo a Diana (Capítulos 1 y 2)

Capítulo 1

Amanecí con un dolor de cabeza insoportable, me tomé unas pastillas para calmar el dolor. Miré el reloj y eran las 9 de la mañana, era tarde para ir al trabajo por lo que desayuné a medias. Ya en el trabajo el dolor no cesaba, así que decidí hablar con Mauricio mi jefe para explicarle mi situación, no le agradó mucho la noticia que digamos, aunque no tuvo de otra que enviarme a checar con un médico.

Tomé un taxi para ir a consulta dejando mi coche en el estacionamiento, no me apetecía manejar con el terrible tráfico que hacía a esas horas. El taxista no intentó sacar plática camino al médico cosa que agradecí. Me diagnosticaron una fuerte infección, y me recetaron unas cuantas pastillas, descansándome por el resto del día. Al salir lo único que tenía en mente era llegar a casa para dormir lo más pronto posible.

—Es aquí señor? —dijo nuevamente el taxista.

—Sí, aquí es permítame —saqué la billetera para darle el dinero, le hice un gesto para que se quedara la feria.

Subí a mi habitación y me quedé dormido inmediatamente. Cuando me desperté el reloj daba la 3:36 pm, mi esposa Diana debería haber llegado hace poco de la escuela donde imparte clases a alumnos de primaria. Hacía un calor insoportable por lo que abrí las ventanas y al hacerlo me sorprendió ver un carro aparcado en la cochera, ya que hasta donde sé, Diana toma el metro, bajé las escaleras con cautela, retrocedí cuando escuché una voz desconocida, me ubiqué en una posición en la que no pudieran verme y escuché atentamente.

—Vamos Diana que irá Leo. —Escuché una voz desconocida, me detuve.

—Y a mí que.

—Pues que está bueno y quiere contigo.

—Ya te he dicho que nada de eso, solo nos llevamos bien.

—No has visto cómo te habla? Se ve que algo busca…

—Delirios tuyos, además si fuera cierto, lo cortaría rápido.

—Pues si yo estuviera en tu lugar amiga ya hubiera hecho no sé qué cuantas cosas con él.

—Si serás —dijo Diana riéndose.

—Oye, es culpa de mi marido por no poder complacerme.

—Pues ya tiene sus añitos, igual…

—No nada de eso tonta, si al viejo le gusta dar caña, es solo que no le alcanza

—Acaso…

—Sí, la tiene chica —dijo en tono burlón— son 5 minutos en los que tengo que fingir que me da placer, a veces ni lo siento dentro —agregó lamentándose.

—Si serás, ¿y gimes y toda la cosa eh? —A Diana parecía divertirle.

—Pues sí, vamos que a los hombres les hiere el orgullo si no lo hacemos, ya vez, las cosas que una mujer hace por amor —ambas rieron a carcajadas.

—¿Y qué tal tu marido?

—¿A qué te refieres?

—No te hagas la inocente, dime ¿la tiene grande o chica?

—Pues yo diría que normal.

—No hay normales, son grandes o chicos, así de simple.

—No lo sé…

—Vamos linda es fácil, solo tienes que compararlo con los penes de tus ex —menuda guarra es esta tipa pensé.

—Si te soy sincera… Carlos ha sido el único hombre con el que he estado.

—No te creo amiga, ¿ni siquiera antes de conocerlo?

—Pues no, he tenido novios antes que Carlos, pero con ninguno tuve relaciones.

—Eres toda una niña bien, a ver dime ¿Cuánto tiempo llevas con él?

—Poco más de 8 años.

—Increíble, no puedo imaginar cómo no le hayas sido infiel en todo ese tiempo —dijo sorprendida.

—Pues ya ves, las cosas que una mujer hace por amor —agregó mi esposa.

—Vale ¿y nunca se te ha pasado por la cabeza enredarte con alguien más? no sé…

—Evelyn por favor, no quiero hablar más de eso —así que nuestra zorra se llama Evelyn pensé.

—Venga no seas tan aguafiestas, es juego.

—Ya, pero a veces si te pasas un poco.

—Perdón amiguis, pero ya en serio tienes que ir a esa reunión, invita a tu marido seguro le encantará ir.

—No le gusta mucho ese tipo de cosas.

—Va no te preocupes, solo dile que es algo tranqui y que volverán temprano.

—Vale le diré, aunque no creo que quiera de todas formas.

—Pues no pierdes nada preguntándole, además tienes que prometerme que vendrás venga tu marido o no.

—Evelyn…

—Por favor Diana, no será tan divertido sin ti, estaré muy molesta si no vas, prométemelo.

—Bueno… creo que mi marido no se quejará si voy un rato.

—Esa es mi amiga, solo porque dijiste que sí te invito un sushi, vamos que tengo hambre.

Tiempo después de que salieron le envié un mensaje a Diana explicándole mi situación y que había regresado a casa, ya que no debió enterarse de que estaba en casa y para que no se llevara la sorpresa al volver. Esa amiguita suya no me daba buena espina y encima lo que dijo sobre ese tal Leo me inquietaba, no podía reprimir mis celos, pero tampoco podía recriminarle nada a nadie ya que después de todo solo fueron los vagos comentarios de Evelyn.

14-mayo-2016

Al parecer me quedé dormido el resto del día. He de decir que amanecí mucho mejor, mi esposa dejó el desayuno hecho por lo que nomás tuve que calentarlo, chequeé que tenía nuevos mensajes en el WhatsApp.

“Te dejé el desayuno en el refri nada más caliéntalo”

“También hay sushi del que te gusta te he traído ayer, pero como te vi dormido no quise despertarte”

“Espero que te mejores pronto, te amooo”

Por la tarde me dispuse a ver la tele, acostado en el cuarto sin encontrar ningún canal que me llamase la atención y me quedé divagando en si en verdad complacía a mi mujer en la cama, no tengo un pene espectacular como los que aparecen en los videos pornográficos, ¿pero mis 14 cm eran suficientes para ella? ¿Qué tal si ella finge que le doy placer como Evelyn?

—Hola cariño como estas? ¿Te sientes mejor? —me saludó Evelyn al llegar de la escuela.

—Mejor que ayer sin duda.

—Gracias a dios —Se acercó dándome un piquito en los labios.

—Ha venido una amiga espero que no te moleste.

—Claro que no amor, ¿quién es? —Evelyn quien más pensé.

—Es una compañera, se llama Evelyn, ven vamos a saludar para que la conozcas —agregó entusiasmada.

Tengo que admitir que Evelyn no era lo que esperaba, pues yo la imaginaba de algunos 40 años como mínimo al referirse a su marido como una persona mayor, sin embargo, ella parecía rondar nuestra todavía joven edad de 30 años y lucía buena apariencia. Durante la comida charlamos de distintas cosas, uno no puede llegar a imaginar lo divertido que puede llegar a ser escuchar las anécdotas que viven los profesores con sus alumnos.

—Por cierto, Carlos, este sábado tendremos una mini fiesta organizada por el director y queríamos invitarte a que fueses —dijo Evelyn.

—No sé, no soy mucho de esas cosas.

—Es algo tranqui no te preocupes, solo vendrán algunos profesores y sus parejas, y aquí entre nos el director va a rifar muy buenos premios eh —dijo convincente.

—No lo sé ¿tú qué dices Diana, quieres ir? —esperaba que al ver mi expresión dijera no.

—Bueno… —se volvió hacia Evelyn— me gustaría, sí.

—Ya ves, se buen esposo y llévala el sábado, no se arrepentirán —agregó Evelyn.

—Está bien, creo que no hace daño salir de vez en cuando —intenté sonreír.

—Bien, ahí nos vemos, sábado a las 9:00 pm —dijo levantándose— bueno me tengo que ir, nos vemos, un placer Carlos.

—El placer es mío —agregué educadamente.

Capítulo 2

Llegamos al local de reunión, había más gente de la que esperaba, pude divisar al fondo como Evelyn levantaba la mano para que fuéramos con ella. Junto a Evelyn se encontraba un hombre que lucía entre los 50 años.

—Hola Carlos, este es mi esposo José.

—Mucho gusto José —extendí mi mano para saludarle.

—El gusto es mío, adelante siéntense.

—Enserio pensé que no vendrían —dijo Evelyn

—Bueno, Diana se ha tomado su tiempo —agregué

—Y vaya que mereció la pena, estas espectacular —dijo José

—Muchas gracias director —respondió Diana tímidamente

—Venga ya te he dicho que me llames José, con toda confianza, estamos entre amigos.

—Sí, lo siento —Diana parecía algo incómoda.

—Bien ya estamos casi todos, solo falta Leo —dijo Evelyn.

Así que este tipo era el director, ya se me hacía raro ver a semejante belleza a su lado, y no hacía más que confirmar que Evelyn no solo era una zorra, sino también una interesada y luego estaba Leo, quien según Evelyn iba tras Diana, no lo conocía, pero de entrada ya me caía mal.

—Ya vengo, tengo que ir al baño, ¿dónde se encuentra? —dijo Diana.

—Yo te llevo linda, para que no te pierdas —respondió Evelyn socarronamente.

Al irse no pude evitar echarle una miradita a Evelyn, menudo culo se le veía con esos pantalones vaqueros que le quedaban bastante ajustados y que se realzaba más con sus tacones.

—Vaya culo tiene eh? —dijo José orgulloso al ver a donde se dirigía mi mirada.

—Solo quería ver en qué dirección estaba el baño —traté de parecer convincente.

—Venga sin rodeos —rio— las mujeres son para el deleite del hombre o me equivoco?

—Bueno, algo de razón tiene usted

—Y como van las cosas con Diana? ¿No han pensado en tener hijos?

—Por el momento no.

—Haces bien, la juventud es para vivirla, no para estar atado con niños.

La verdad es que Diana y yo hemos intentado tener un hijo, ella adora a los niños y es una de las razones por las que es profesora de primaria. El problema es que yo no puedo darle un bebe, al hacerme los estudios hace unas semanas resultó que era estéril, algo que he estado guardando solo para mí.

—Don José! —giré mi cabeza y vi venir a un tipo alegremente a saludar.

—Por fin llegas, te hemos estado esperando Leo, mira este es Carlos el marido de Diana.

—Hasta que por fin conozco al afortunado, mucho gusto.

—Que tal un gusto igualmente.

—¿Y dónde están las chicas que no las veo?

—Fueron al baño, no tardan —dijo José.

—Bien, pues los dejo que aún me falta gente por saludar.

El tipo no solo se veía simpático, era joven y en buena forma, ahora me caía aún peor.

—Agradable sujeto no?

—Sí, eso parece. —agregué con ligero fastidio.

—Es un tipo de cuidado.

—A qué se refiere?

—Aquí entre nos —dijo bajando el tono de su voz— Leo es un mujeriego, se ha enrollado con madres de sus propios alumnos.

—En ese caso no creo que sea el único que deba tener cuidado —respondí.

—Sí, ciertamente Evelyn es un blanco apetitoso.

—Pues parece no preocuparle.

Paramos la conversación al ver que ya regresaban nuestras parejas. La música ya empezaba a sonar.

—¿No tienes ganas de bailar cariño? —dijo Evelyn

—Oh no, ya estoy viejo para eso, pero a mi compañero Carlos le encantará ¿cierto? —Evelyn me dirigió la mirada expectante.

—Claro, por mí no hay problema —me giré hacia Diana para que me diera su signo de aprobación

—Adelante ve con ella, que ahorita me toca a mí. —sonrió

Evelyn me tomó del brazo y nos dirigimos a la pista de baile, donde ya había varias parejas. Ella tomó la iniciativa y se pegó a mí, yo hice lo propio y la tomé por la cintura.

—No bailas nada mal eh —dijo Evelyn

—Gracias, a decir verdad, tengo tiempo que no bailo.

—Pues tu muy mal que a Diana le fascina mucho bailar.

—Lo sé, es que me da un poco de pena.

—No tienes porque anímate ya te dije que lo haces bien.

Al cambiar la canción a una más movida, noté como ella en ocasiones hacía roses en mi entrepierna, llegando al punto de no saber si eran intencionales o accidentales, de cualquier forma me empezó a calentar y ya tenía un empalme notable, traté de pensar en otras cosas, pero teniendo a semejante mujer me era imposible, me sentía como un adolescente que no puede controlar una erección, y de repente sucedió, se pegó a mí y por el cambio en su expresión debió de darse cuenta, lejos de molestarse parecía encantada.

—Vaya, veo que ya estás perdiendo la pena eh

—Evelyn yo…

—Es juego hombre, me halaga viniendo de un tipo tan apuesto como tú. —acto seguido agarró una de mis manos y las fue bajando hasta su culo, no hice nada para detenerla.

Al terminar la canción fui directamente a los baños, no pude detener mi erección, tuve suerte de que otras parejas nos rodearan y así bloquearan el ángulo de visión hacia la mesa donde estaba Diana. Me encerré en uno de los cubículos del baño. Estuve unos minutos esperando a que mi erección bajara, pero no pude, el baile con Evelyn aunado al hecho de no tener sexo con Diana desde que me enteré que era estéril, me tenía bastante cachondo, empecé a masturbarme lentamente, pero al recordar como tocaba el culo de Evelyn hizo que me masturbara frenéticamente eyaculando rápidamente, y al hacerlo no pude más que sentirme culpable, de alguna forma le había fallado a ella, a mi esposa.

Perdí la noción del tiempo en el baño, al salir noté que había más gente bailando, batallé un poco pasando entre tanta gente y al volver a la mesa Diana no estaba, tampoco Evelyn, pero si lo estaba José, quién me dirigía una sonrisa.

—¿Dónde está Diana? —pregunté preocupado

No me respondió, tan solo movió su mirada, y yo la seguí, entonces los vi, mi esposa bailaba alegremente con Leo.

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