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Reaparecer: Una amiga contacta conmigo de nuevo

Hace unos años reapareció en mi vida una amiga vía Whatsapp empezamos a contactar de nuevo. Empezamos a hablar de su nueva pareja, que vivía en mi pueblo otra vez, poniéndonos al día como se suele decir, finalmente un día volvimos a quedar, en su casa. No lo voy a negar, yo iba con intenciones de recordar viejos tiempos con ella.

Dándonos los dos besos de rigor cuando llegué nos pusimos a charlar, cerveza en mano, en el sofá de su casa. De cómo nos iba, que tal con nuestras parejas… Lo típico. Y recordando aquellos tiempos salió el tema del sexo. Yo fui sincero y le confesé que las mejores experiencias de mi vida habían sido con ella, y que no iba bien a nivel sexual con mi pareja. Ella me dio el típico consejo de hablar con ella (ya lo he hecho, y nada), de poner yo la puntilla en la relación (no me deja…)… en fin. Y mientras íbamos hablando yo me iba calentando, así que me fui recostando “como buen amigo” en ella, pasándole el brazo por los hombros, acariciando su nuca con la mano del mismo, y con la otra mano su brazo. Ella no se quejaba ni hizo por apartarse. Así que aprovechando un momento de silencio le sonreí y le abracé.

-Gracias por escucharme.

-De nada.

Pero no me separé del abrazo, y seguí masajeando su nuca.

-No, en serio, gracias de nuevo –insistí.

Y le di un beso en la mejilla. Ella sonrió y le di otro más, ahora más cerca de sus labios.

-¡Para, tonto! –se quejó.

Pero en vez de parar acerqué mis labios a los suyos y se unieron en un corto beso. Ella, aunque sin movimientos bruscos, se apartó de mí.

-¿Qué haces?

-Pues… no lo sé, darte las gracias…

-Tío, que tenemos pareja.

-Sí, pero no están aquí –contesté.

-No podemos.

-¿No podemos o no debemos? -pregunté.

-Carlos, no quiero hacer nada de lo que luego tú o yo podamos arrepentirnos.

-Yo no me arrepentiré –le contesté.

-Ya. Pero no puede ser.

Se separó de mis brazos y se levantó para ir a la cocina, simplemente, para escapar de mí. Cuando volvió se sentó en una silla, sin compartir ya conmigo el sofá, y entendí que no podría hacer nada. Estuvimos hablando un rato más, y me despedí con la promesa de que no pasara tanto tiempo sin volver a vernos.

Al despedirnos sí me dejó darle un pequeño beso en los labios, durante el cual aproveché para acariciar su culo por encima del pantalón vaquero. Ella sonrió, y yo me fui a casa, aunque con un calentón importante encima….

Pasaron los días y continuaba el contacto por Whatsapp, a lo que sumamos, de nuevo después de tanto tiempo, las videollamadas.

Por videollamadas las cosas fueron cambiando. La relación se iba haciendo cada vez más fluida otra vez, y aprovechando la conversación que habíamos tenido sobre las parejas, a la mínima que podía sacaba el tema sexo. Cómo nos iba, qué hacía…

Y llegó el día en que la conversación subió demasiado el tono. No llegamos al punto del cibersexo, pero sí una conversación muy picante con las posturas que a ella le gustan (como si no las supiera…), que le gusta estar a 4 patas… En fin, que la cosa acabó con ella, no lo sé, pero yo tuve que masturbarme cuando acabamos. Y lo más importante: concretamos quedar a la semana siguiente.

Y llegó el día de quedar. De nuevo en su casa. Imaginaos cómo iba yo. En mi memoria estaba la conversación de la última videollamada. Y tenía claro que a la mínima debía atacar.

Me recibió vestida con unos pantalones vaqueros y camiseta. Es una combinación simple, sí, pero me encanta, y esos tejanos le marcaban el culo de una manera espectacular, así como la camiseta sus pechos.

Nos sentamos los dos en el sofá a hablar, de nuevo uno al lado del otro, mucho más distendidos que la última vez. Y en algún punto de la conversación mi mano acabó acariciando su pierna. No hubo quejas, no se apartó… pintaba bien. Con la otra mano cogí la suya, como quien no quiere la cosa, y al poco ya estaba moviendo mis dedos, jugando con los suyos. Cuando de pronto…

-Me haces cosquillas –me dijo.

-¡No! Eso no son cosquillas… hacerte cosquillas es esto. –contesté.

Y me tiré encima de ella buscando sus costados para hacerle cosquillas, tumbándola sobre el sofá. Todo eran carcajadas y continuos “¡para, para!”…

Paré estando encima de ella con mi cabeza a la altura de la suya, y me la quedé mirando, sonriendo los dos como tontos.

Con mi mano empecé a acariciar su pelo, y bajé mi cabeza, para besar su mejilla. Volví a besarla, acercándome más a sus labios. Y a la tercera, besé sus labios. Me separé para ver su reacción, pero seguía sonriendo, así que volví a besarla, esta vez con más pasión. Con mi lengua, rocé sus labios, que ella abrió. Empezamos a besarnos. No fue un beso de locura. Fue un beso muy pausado, lento, cálido, repasando todos los rincones de esa boca que hacía tanto que no cataba.

La mano que tenía en su pelo fue bajando por su cuello, acariciándolo con un dedo, notando como se le ponía la piel de gallina, y siguió bajando hasta posarse en uno de sus pechos. Ella acomodó sus piernas, encajándome entre ellas, y yo presioné un poco más en sus pechos, sin dejar de besarla.

Hasta que paró.

-Carlos… no.

-No… ¿Qué pasa?

-Que esto no está bien.

-¿Por qué no? –contesté.- Tú estás disfrutando y yo también, ¿dónde está el problema?

-Pues que tenemos pareja. Piensa en tu pareja, ¿es que no te importa?

-Si. Me importa, pero esto no quita que la quiera, esto es sólo sexo –contesté.- Lo siento, pero siempre he sido muy directo en estos temas.

-Ya, pero, ¿A ti te gustaría que ella te engañara con otro? –contestó.

-Lo que sé es que ella no está aquí, y ojos que no ven, corazón que no siente.

-Ya, pero luego tendré remordimientos por ti y por ella.

-¿Y por tu novio?

-Joder, también.

-¿Tú se lo vas a contar?, porque yo seguro que no. Aquí solo estamos tú y yo, y creo que los dos lo deseamos. ¿Dónde está el problema?

Y empecé a besar su cuello.

-Que esto no está bien –contestó. Pero mientras contestaba movía su cabeza para que su cuello fuera más asequible para mi boca, y cerraba los ojos.

-Tú déjate llevar.

-No…

Pero ese “no” fue sin convicción en absoluto, así que bajé mi mano y la coloqué entre sus piernas, sobre su tejano, presionando su sexo. Ella gimió.

Volví a besarla, y esta vez ella rodeó ya rodeo mi cuerpo con sus brazos besándome apasionadamente, buscando mi lengua con la suya, respirando agitadamente, mientras mi mano acariciaba su sexo sobre el pantalón. Subí la mano unos centímetros y desabroché el botón de éste, luego la cremallera, e introduje mi mano en él, acariciando sobre su ropa interior. Dios santo, estaba ardiendo y mojada.

No dejaba de besarla salvo para repetirle continuamente lo mucho que la deseaba y lo mucho que echaba su cuerpo de menos. Le dije que nunca nadie me había follado como ella me había follado a mí. Mientras, no dejaba de acariciar su entrepierna, siempre sobre su braguita, mientras ella movía sus caderas buscando mi mano, besándome y suspirando.

Inesperadamente se separó de mí y me tumbó sobre el sofá, colocándose a horcajadas sobre mí. Siempre había sido muy caliente en el sexo… Sin dudarlo se quitó la camiseta y casi, en el mismo movimiento, sus pechos quedaron libres. Unos grandes pechos con unos pezones increíbles, de aureola grande, como pocas veces he visto.

-Te voy a follar, como ya ni recuerdas -me dijo.

Fue todo lo que dijo antes de volver a lanzarse sobre mi boca, comiéndome la boca, a ratos creando saliva y pasándola directamente a mi boca. Era todo lujuria. Mientras, mis manos acariciaban su culo mientras nos movíamos como follando, rozándonos, separados por nuestra ropa. Me incliné un poco y atrapé uno de sus pechos con mi boca su pezón, mientras con la otra mano acariciaba su otro pecho. Ella gemía, y mi boca la devoraba, mientras la otra mano no se apartaba de su culo.

Pero no me dejó disfrutar mucho de sus pechos como a mí me hubiera gustado. Me empujó contra el sofá tumbándome de nuevo y con sus manos buscó mi camisa para cogerla y empezar a quitármela. Le ayudé, y se lanzó a besar y lamer mi cuello, que gustazo… empezó a bajar por mi pecho, apartando su pelvis de la mía, sin dejar de mirarme a los ojos, hasta que llegó a mi ombligo. Con su mano empezó a acariciar la tienda de campaña que tenía en mis pantalones, y al fin, empezó a desabrocharlos.

Cuando fue a tirar de ellos para quitármelos, le ayudé, levantando mis caderas, y a la vez volaron también mi bóxer, quedando desnudo y totalmente empalmado delante de ella.

Se puso de pie un segundo y se quitó ella también sus pantalones y la braguita, dándome por un momento una fugaz visión de su sexo totalmente depilado, antes de volver a recostarse en el sofá, entre mis piernas, con la cabeza directamente sobre mi miembro.

Con su mano derecha lo cogió y empezó a acariciarlo lenta y suavemente, para finalmente cogerla y empezar a masturbarme. Yo estaba en la gloria… y más aún cuando vi que de sus labios salía una gotilla de saliva que dejó caer sobre mi capullo, lubricándolo, bajando su cabeza y sin ningún preámbulo se la introdujo en la boca. Mi miembro entraba y salía de su boca. Es espectacular. A ratos la sacaba del todo y la recorría en toda su extensión con su lengua, desde la punta hasta mis testículos, que se metía en la boca, para volver a subir y volver a tragársela, mientras cada dos por tres alzaba la mirada para mirar a mis ojos.

-Para, que me corro… –su respuesta fue una sonrisa lasciva.

Ella se separó de mí y se colocó a 4 patas, dándome la espalda, dándome una maravillosa visión de ese culo que tanto adoro y que tanto echaba de menos. No lo dudé y empecé a masajearlo y acariciarlo, acercando mi cabeza para notar el olor a sexo que despedía que tanto me gusta.

Mis dedos empezaron a bajar por su raya hasta llegar a su húmedo sexo, que empecé a acariciar en todo su largo, deteniéndome en su clítoris, atrapándolo entre mis dedos, introduciendo un poco mis dedos. Ella gemía y movía acompasadamente su cadera, acompañando mis movimientos. Y cada vez éstos se movían más rápido al llegar a su clítoris, masajeándolo, buscando su orgasmo, hasta que ya no aguanté más y acerqué mi boca.

Primero fue sólo con la punta de mi lengua, como me gusta, como saboreándolo, y esperando a que ella deseara más, recorriendo toda su “trinchera” sin un solo pelo, y cuando sus movimientos y gemidos me lo indicaron pegué mi boca, por detrás, buscando todo su sexo con mi lengua, besándolo, succionando, abriéndolo con mis dedos y succionando su clítoris una y otra vez, combinando con pequeños mordisquitos. Ella siempre había sido capaz de soltar muchos líquidos y por lo que veía eso no había cambiado. No dejaba de chupar y tragar, mientras que, al poco, introduje un dedo en ella… Y luego un segundo, hasta el fondo. Y empecé a follarla con ellos mientras le lamia el clítoris sin parar, moviendo mi lengua de un lado a otro.

Ella gemía y se arqueaba, pidiendo más, y por los dioses que iba a dárselo. Hacía tiempo que no tenía una mujer así para mí. Llegó el momento en que ella se tensó entera, soltando un pequeño grito, noté como un torrente de fluidos salían de ella, por lo que me desprendí de su clítoris para centrarme a su entrada y poder llenarme la cara todo lo que saliera, dedicando ahora mis dedos a su clítoris para que éste no quedara desatendido…

Según volvía a relajarse empecé de nuevo a jugar con mi lengua más pausadamente y con caricias en su “botoncito” más lentas… Así que corrió una segunda vez, mientras mi mano seguía masturbando su sexo…

Ella estaba con la cabeza apoyada en el sofá, yo diría que, en la gloria, y decidí que ya era el momento. Al fin y al cabo… Yo no aguantaba más. Así que retiré mis manos de su sexo y sus nalgas y me coloqué en posición.

Agarre mi miembro con una mano y a recorrer su raja y su culo con él, siguiendo todo el largo y lubricándola con sus propios fluidos, apoyándola un poco en la entrada, dejando que entrara un par de centímetros de vez en cuando, para luego volver a acariciar… hasta que por fin lo dijo.

-Fóllame… venga, métemela ya…

Lo cierto es que siempre he sido muy obediente. No me lo tuvo que decir dos veces. La coloqué y poco a poco la fui metiendo. Se deslizaba con facilidad y yo estaba disfrutando del momento.

-Fóllame ya….

Yo sonreía. A sí que me dejé ya de juegos y empecé a bombear, cogiéndola de las caderas, al principio lentamente y cada vez más rápido, llegando con cada embestida hasta el fondo de sus entrañas.

Ella gemía y movía sus caderas, cada vez más rápido para que la follara más rápido. Era un ritmo constante, y sólo se oían sus gemidos y el choque de su piel contar la mía. Deslicé uno de mis dedos por su culo y lo coloqué en la entrada de éste, y lo fui metiendo poco a poco, dándole una mínima doble penetración. Mi miembro entraba y salía al ritmo de la yema de mi dedo, abierto y también lubricado por mi saliva de antes.

-Me encanta poseerte.

Su única respuesta fue un gemido, que me obligaba a llevar un ritmo más rápido… Hasta que volví a notar las señales… volvió a arquearse y a tensarse…

-¡Me corro… me corro!

Note de nuevo todo ese torrente de fluidos, ahora con mi miembro duro dentro de ella, y paré, dejándola en lo más profundo de su ser, para que disfrutara del momento. Tenía algún temblor, chillaba y gemía. Estaba en la gloria, y yo también. Cuando se relajó volví a empezar a moverme, más lentamente, notando como ahora resbalaba aún mejor que antes, sin dejar de mover también la yema de mi dedo en su culo

-Córrete… –me pidió.

-No, aún no…

Me incliné besando su espalda, y saliendo lentamente de ella…pero aprovechando para darla algún azote.

-Soy tuya, córrete… –me dijo en algún momento.

Yo estaba ya haciendo esfuerzos para no correrme, ya que lo estaba deseando. Se dio la vuelta y se sentó en el sofá, tomando mi miembro con su mano y llevándola a su boca. Empezó a chuparla, mezclada con sus fluidos vaginales, mientras con la mano me pajeaba…

No puedo más, iba a reventar. Le dije que me corría y ella se echó para atrás diciéndome que me corriera en sus pechos, así que me puse encima de ella y empecé a vaciarme entre esos dos suculentos pechos, llegando a salpicar un poco su cara.

Cuando nos separamos no había remordimientos, estábamos felices. En mi opinión había sido un placer inmenso, lo habíamos disfrutado, y ambos sabíamos que podía haber más. Me fui al lavabo a limpiarme un poco, tras vestirme y charlar con un cigarro un poco más con ella, nos despedimos con un largo beso… hasta la próxima vez.

Sabiendo que solo tiene que volver a decir “ven”.

Gracias por vuestros minutos para leerlo y espero que os complaciera tanto como a mí al escribirlo.

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