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Secreto a cuatro voces

Después de mucho tiempo, por fin se habían contactado y puesto de acuerdo Carolina y Tamy, para una salida nocturna llena de posibilidades. En tiempos de duro estrés, no hay como momentos como estos para liberar las presiones, tensiones y preocupaciones que produce la vida diaria.

Era una muy buena oportunidad para ambas, pues no sólo podrían relajarse un poco, sino que también iban a ser acompañadas por sus respectivos esposos, y eso les permitiría no fijarse en la hora o el lugar, o incluso en que una persona indiscreta les llegara con el chisme. Todo estaba para realmente pasarla bien.

Fijaron inicialmente encontrarse en un Café de un Mall de la ciudad, muy concurrido y con fama de ser muy bueno en atención y servicio. La variedad de la carta permitía, por un lado tomar bebidas sin alcohol, alguna cerveza o incluso vino, y por el otro degustar algunos platillos de una excelente gastronomía. Raciones pequeñas con excelente sabor, ideal para la ocasión.

A las 6:30 pm, se encontraron los cuatro en dicho lugar, y después de los besos y saludos de rigor, se sentaron en una de las mejores mesas. Los atendió una mesera muy atenta y agraciada, lo que no tardó en provocar algunos comentarios jocosos y sarcásticos entre ellos. Las risas lograron disminuir la tensión inicial, sobre todo, porque era la primera vez que salían los cuatro y Roberto y César, sólo se conocían por referencias de sus respectivas esposas.

Después de un rato de conversaciones serias y algunos chistes, propusieron ir a un lugar donde se pudiera bailar e incluso beber algo más fuerte. Tenía que ser un lugar no muy alejado de sus respectivas casas, para que el trayecto posterior a la velada no fuera tan largo. Llegaron a la conclusión que el lugar era una especie de discoteca, que aunque no era del todo muy buena cumplía con los mínimos requisitos. Era un lugar un tanto obscuro, pero tenía una pequeña pista para bailar y la atención no era mala. Decidieron guardar uno de los carros e irse en sólo uno, ofreciéndose Roberto a manejar y por tanto no podría consumir un nivel elevado de alcohol. Para él no fue mucho problema, pues le gusta la vida deportiva y no es para nada un asiduo tomador.

Al llegar al lugar se dieron cuenta que era más obscuro de lo que recordaban, pero la música se adaptaba a sus gustos, pues aunque Carolina y Tamy son más jóvenes que sus esposos, los cuatro pasan de los cuarenta años. Merengue y Salsa, y uno que otro reggaetón, hacían del lugar un mejor lugar. Pidieron una mesa, y como el lugar no estaba muy lleno, pudieron elegir entre varias. Las damas con una ansiedad inesperada, escogieron una en un rincón del salón, que no daba directamente a la pista, pero que permitía una mayor privacidad.

Pidieron sus respectivas bebidas, con un grado alcohólico más elevado, salvo Roberto que era el conductor designado, y continuaron los chistes y de alguna manera sólo se permitían conversaciones amenas. Y en medio de las risas y las burlas de los recuerdos de la infancia que cada quien narraba, se oyó un merengue de hacía uno 20 años y César motivado, decidió invitar a bailar a su esposa Tamy, Esta, entre bromas y en serio, le contestó: “¿Por qué no bailas con Carolina?, ella tiene más tiempo que yo sin salir a bailar”. Los ojos de Carolina reflejaban sentimientos encontrados, por un lado de pena que se desvanecía con el alcohol consumido, y por el otro, ansiedad, pues aunque César no era para nada su tipo, recordaba que en varias oportunidades había considerado tener sexo con él. Para ella fue una situación algo alocada, pero al final se impusieron sus ganas, y sólo logro decir: “Es verdad, nosotros tenemos tiempo sin salir”. Miró a Roberto, y después de que este le dio su aprobación con una sonrisa, se levantó y caminó hacia la pista.

Todavía a esa hora no había casi gente y la canción ya había avanzado bastante, sólo pudieron aprovecharla unos segundos. El DJ de manera brusca comenzó con su set de reggaetón, y Carolina miró a César y le dijo: “Ya estamos aquí, bailemos un par de canciones más”. Y aunque César no se sentía del todo cómodo con la idea, aceptó. Al poco rato, y en una plena expresión de liberación, Carolina comenzó a bailar como si tuviera experiencia en los videoclips de HTV. Movía el trasero de arriba abajo, de un lado hacia el otro. César quedó impactado, no le podía quitar los ojos de las nalgas. Dos canciones después, y luego de que Carolina, le acercara su retaguardia varias veces, a la parte alta de su pantalón, se hizo evidente: tuvo una erección. Cuando se dio cuenta de que comenzaba a notársele, le dijo a esta que se fueran a la mesa, pues tenía mucha sed. Esta con una sonrisa le agradeció por acompañarla y se dirigió hacia la mesa, pero cuando estaban llegando a la misma, se dio cuenta de la natural conclusión de aquel baile: había un pene erecto debajo de ese pantalón.

Sintió un corrientazo en su entrepierna, y de algún modo se acentuó, cuando vio que Tamy conversaba muy cerca de Roberto y cada tanto, por un segundo o dos, le tocaba la pierna. Carolina en un acto casi reflejo, le dijo a Tamy: “me acompañas al baño”; y Tamy, por lo natural de estos casos, sin pensarlo dos veces, contestó: “Claro, vamos. Con eso aprovecho y yo también voy. Ya me estoy haciendo pipí”.

Ya en el baño y con una gran desinhibición, Carolina le dijo, mientras estaban frente a los lavamanos: “Al salir de aquí, Roberto y yo nos iremos a un hotel, si ustedes quieren pueden ir con nosotros. Alquilamos dos habitaciones y pasamos la noche ahí. ¿Qué te parece?”. Tamy se echó a reir y le dijo: “pero yo duermo con Roberto”, y se siguió riendo cada vez más fuerte. Carolina también rió y agregó: “pues tendríamos que preguntarle a él… Y a César como que no le va a gustar mucho”. Siguieron riendo por un rato, hasta que Carolina dijo: “Yo tengo en el carro dos trajes eróticos que me quería poner esa noche, si quieres te presto uno”. “Ah, pero vienes preparada amiga”, comentó Tamy. Pues, déjame hablarlo con César y ahorita vemos.

Salieron del baño y cuando llegaron nuevamente a la mesa, Roberto preguntó a Carolina: ¿vamos a bailar? Y esta, devolviendo la pelota, contestó: “Yo bailé con César, ahora te toca a ti bailar con Tamy”. Todos rieron y sin sentarse Tamy se dirigió a la pista. Roberto la siguió, y en ese momento volvieron a colocar merengue. Bailaron unas cuantas piezas, y de tanto en tanto, Tamy aprovechaba para pasar los brazos por unos segundos por alrededor del cuello de Roberto, y este la abrazaba por la cintura. Un tanto íntimo, para personas que nunca habían bailado en su vida.

Al retirarse a la mesa, notaron que los tragos ya estaban por acabarse y preguntaron si se iba a pedir otra ronda, a lo que César contestó. “Creo que la cosa está buena, pero mejor podríamos ir a otra parte”. Aprovechando el comentario, Tamy se sentó a su lado y le comentó lo que había conversado con Carolina y este con un poco de asombro le dijo que sí, pero que tendría que ser una habitación sencilla pues no tenía mucho dinero. Tamy dijo que no había problema y se dispusieron a pagar la cuenta y a marcharse.

Llegaron al motel en unos minutos, pues no estaba lejos de donde se encontraban, y cuando estaban llegando a la alcabala – recepción, Carolina propuso con voz muy seria: “¿por qué no vamos los cuatro a una sola habitación que tenga dos camas?, así podemos tener una mejor  pero cada pareja colocando menos dinero”. Hubo unos segundos de silencio. Tamy y César se miraron y a pesar de los nervios, dijeron casi sincrónicamente: “No hay problema, es una buena idea. Veamos si hay alguna con jacuzzi para aprovechar la ocasión y nos turnamos usándolo”. Perfecto dijo Roberto y solicitó una habitación que tiene dos niveles: El de abajo para estacionar el vehículo y el de arriba de la habitación en sí, con dos camas (una normal y una de agua), un jacuzzi y una pequeña sala con su respectiva nevera. “Yo creo que con los tragos que bebimos, ya no hay problema que nos veamos haciéndolo”, dijo Tamy, tratando de hacer un chiste, pero revelando de alguna manera la situación: Nerviosismo por lo que vendría a continuación. Hubo un silencio después de eso y sólo se comentaron unas muy pocas indicaciones para entrar a la habitación.

Entraron al segundo piso, se acercaron a la sala, en la cual había sólo dos sillas, un mueble diseñado para algunas posturas sexuales y una mesita. Roberto y César se quedaron de pie, Carolina y Tamy ocuparon las sillas. Hubo un pequeño silencio y bastante nerviosismo, y se hubiera transformado en una situación incómoda, sino es porque Carolina se levantó, sacó dos preservativos de su cartera, les abrió a medias sus envoltorios y luego se sentó a la orilla de la cama. Mirando a César, con la palma de su mano dio varios golpecitos al colchón, invitándolo a que la acompañara. Nadie comentaba nada, sólo se oía el aire acondicionado que habían encendido al entrar.

César se levantó sin mucho vacilar, y se sentó al lado de Carolina. Ambos se miraron y en un ataque de ganas, comenzaron a besarse como si nadie más estuviera cerca. Sus lenguas se mezclaron en un torbellino. Carolina, más pequeña de César, aprovechaba que estaba sentado para alcanzarle la boca. Con su mano derecha le agarró el pene por encima del pantalón, sin separar su boca de la de César.

Al ver la situación, Tamy, que tenía fantasías sexuales diversas desde hacía tiempo, se levantó, se acercó a Roberto y de pie comenzaron a besarse. Se abrazaron, se acariciaron, y en ningún momento dejaron que sus lenguas se separaran. Ambas parejas actuaban como si la otra no estuviera ahí. Roberto aprovechó de tocarle las nalgas a Tamy, aunque no tiene un trasero muy voluminoso o redondo, en algunas oportunidades había fantaseado con él.

Carolina separó su boca de la de César por un instante, sólo para que sus pequeñas manos pudieran abrir el cierre de su pantalón. Siguió besándolo y metió su mano derecha en la bragueta, logrando bajar su bóxer y tocarle el pene directamente. Lo masturbó por unos segundos, y notando que estaba bastante erecto, lo sacó del pantalón, separó sus labios de los de César y comenzó a lamerlo y chuparlo. Le daba una felación con una ansiedad enorme.

Mientras tanto, Roberto ya le había quitado los pantalones a Tamy. También sus pantis. Estaba arrodillado frente a ella, mientras esta tenía el pie izquierdo en la silla y el derecho en el suelo, para dar chance a que él le pudiera acariciar la vagina con su lengua. Roberto no necesitaba esto para que se lubricara, desde el principio estaba muy mojada. Nadie decía nada, sólo se oían gemidos y algunos pequeños gritos. Tamy se movía compulsivamente, mientras Roberto aceleraba por momentos el ritmo. Y en unos pocos momentos ya había alcanzado dos orgasmos.

A escasos dos metros, en la cama, cuando Carolina, comenzó a oír que los gemidos de César se transformaban en bufidos de toro, dejó de chuparle su pene. Se irguió lentamente, y como César ya estaba acostado en la cama, se le acercó al oído y le dijo: “vamos a quitarnos la ropa”. El se levantó y se quitó la ropa, con toda la rapidez que pudo. Al verlo desnudo, Carolina le pidió que la ayudara a quitarse la suya. César muy diligentemente comenzó a quitarle todas las prendas: la camisa, el brassier, los pantalones; y de tanto en tanto aprovechaba para tocarle los pechos, la espalda, las piernas. Cuando fue el turno de quitarle las pantis, el hecho de sentirla tan mojada, hizo que fuera un tanto más rústico en esta tarea, e incluso después de quitársela la empujo suavemente, pero con firmeza, hacia la cama, quedando ella boca arriba con sus piernas algo abiertas.

Carolina como pudo, al verse manoseada de esa manera, con su mano derecha tomó uno de los preservativos de la mesita de noche y se lo dio a César. El se lo colocó como por arte de magia, se colocó en posición y la penetró con bastante ansiedad. No habían pasado más que unos momentos y ya Carolina había alcanzado dos orgasmos. Sólo se le oía decir: “Cuántas veces he vivido esto en mi cabeza César”; “Estaba segura que me cogerías super rico”; “César, mi cuca te ha esperado mucho, cógeme más”. Gritaba como si nadie estuviera alrededor.

Ya Tamy tenía rato chupando y lamiendo el pene de Roberto, se levantó, lo agarró de la mano y lo condujo hasta el otro lado de la cama donde se encontraba la otra pareja. Se acostó, abrió las piernas, y sin contenerse, comenzó a decir: “Coño, cógeme rico. Yo sé que me vas hacer irritar la cuca”. Roberto se subió encima y esta lo abrazó con piernas y brazos, como si no lo quisiera soltar nunca. Cuando él la penetró, ella suspiró y comenzó a besarlo como si lo hubiera deseado por años. Sólo separaba los labios para decir: “Coño e´la madre, que cosa más rica”; “Eres el macho que yo quería”.

César volvió a resoplar con ganas de terminar. Ya Carolina había conseguido cuatro o cinco orgasmos, pero seguía muy excitada. De manera inesperada, le dijo a César que parará, que quería darle algo especial. Este, con cierta desazón pues estaba por terminar, se separó y ella aprovechó para voltearse y colocar la almohada debajo de su vientre, quedando su trasero levantado y expuesto. Con sus dos manos separó un tanto sus nalgas y César no pudo aguantar lo que veía, y de una manera muy ansiosa y un tanto rústica, consiguió introducirle el pene en el ano. La bombeaba bastante rápido, y aunque al principio le dolió un tanto a Carolina, lograron tener un orgasmo simultaneo.

Al lado, Tamy comenzó a soltar sus piernas, pues Roberto aceleraba el ritmo cada véz más. Ella gritaba mientras tenía sus orgasmos: “Métemelo duro, como si me fuera a salir por la garganta”; “Dale. Que buen macho tengo encima”. Y en un instante de excitación, él, la volteó y la colocó de lado. Le subió un poco su pierna izquierda hasta que su rodilla se acercara a su pecho. Roberto volvió a penetrarla y esta vez la bombeaba más rápido. La posición le permitía al mismo tiempo tocarle sus pequeños pechos y le dejaba espacio para que pudiera decir lo que ella quisiera. Pero esta, al ver que ya Roberto iba a soltar el semen, sólo gritaba de placer.

César se quedó un rato sobre la espalda de Carolina. Roberto, después de quitarse el preservativo, se acostó al lado de Tamy y le acariciaba el costado del cuerpo. Carolina le decía a César que estuvo muy bueno, y que ahora con más razón le gustaría hacerlo de nuevo, para probar otras cosas. Tamy y Roberto sudaban bastante, y fue por eso que él se levantó a buscar una toalla. Fue sólo hasta ese momento que ambas parejas recordaron que sus respectivos cónyuges estaban también ahí.

Hubo unas sonrisas entrecortadas y algunos silencios largos, mientras pasaba por la mente de las féminas todo lo que habían dicho y gritado. Pero al poco rato, el cansancio los venció. Después de tomar un poco de agua se dispusieron a dormir. Los cuatro durmieron en la misma cama. Y en el medio de la noche, hubo más toqueteos, manoseos y uno que otro beso. Incluso Carolina y Tamy, se besaron y abrazaron. Y prometieron que harían otras cosas, pero sólo en dos ocasiones más. Claro está, asegurando que todo quedara en un Secreto a Cuatro Voces.

 

SIRENA Y TRITÓN

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