4
Fue un despertar dulce y suave. Normalmente el despertador la sacaba de sus sueños de forma abrupta, pero esta mañana no llegó a sonar. Por eso Ingrid Jiménez se extrañó al tomar conciencia de los sentidos. Enseguida se percató que tenía compañía en su cama. Se giró hacia atrás y vio a Ana desnudita y mirándola con una sonrisita de pillina.
-Ana, ¿qué coño haces en mi cama?
-Esperando a que te despiertes.
-¿Para qué?
-Para follarte.
-Tú alucinas. Creí que te lo dejé todo muy clarito.
-Pienso pagarte.
-¿Ah, sí? ¿Me consideras una ramera?
-Todas somos rameras en potencia. Nos ponen por delante unos billetes y hacemos lo que haga falta. El dinero manda.
-Vale. ¿Y cuánto dinero estás dispuesta a pagarme?
-Lo tienes en tu mesita.
Ingrid, intrigada, lo comprobó.
-Joder…
-Exacto –rió Ana.
-¿Cuánto hay aquí? Es una pasada.
-Mil quinientos euros. Ya puedes matricularte.
-Me tomas el pelo. ¿En serio?
-Cuéntalo si quieres.
-Pero, ¿cómo lo has hecho? ¿De dónde has sacado tanta pasta?
-Lo he conseguido con el sudor de mi frente, bueno, mejor dicho, con el sudor de mi coño.
-No me lo creo. ¿Este dinero es para mí?
-Solo para ti.
-¡Wow! No sé qué decir.
-No quiero que digas nada. Solo abrirte de piernas y follar. Me lo he ganado, ¿no?
-Joder, ¿qué hora es?
-Olvídate del tiempo. Ya son las once de la mañana.
-¿Qué? ¡Serás zorra! Me has apagado el despertador.
-Así es. Deseo que te tomes esta mañana libre.
-Y una mierda. Tengo clases hasta las dos.
-Ingrid, tu vida es demasiado estresante. Disfruta solo por un día y envía a la mierda todo lo demás.
-No puedo. Si falto me juego un negativo en la nota final.
-Tú tranquila y a follar –la besó Ana con pasión.
-Estás como un cencerro.
-Lo sé.
-¡Hija de puta! ¿Me has quitado las bragas y el top?
-Claro que sí. Follar desnuda es lo mejor.
-Joder, Ana, no puedes hacer lo que te plazca siempre.
-¿Por qué no? Claro que puedo –empezó Ana con sus besos por el cuello y los hombros.
-Vale, un polvo y te vas.
-Por mil quinientos euros me merezco cinco o seis polvos.
-Uno y te largas.
-¿No se puede negociar?
-No, aquí manda mi coño.
-Ya veremos.
-Ya veremos no. Te agradezco el dinero para la matrícula, pero…
-Ssssssh, hablas demasiado. Bésame y calla de una puta vez.
Ambas se enzarzaron en un beso largo y apasionado. La mano derecha de Ana fue bajando hasta alcanzar la entrepierna de Ingrid.
-Mmmmmm… -gimió ella al sentir los dedos en su clítoris. De forma espontánea, abrió los muslos como los pétalos de una flor mientras los besos continuaban.
Ana procedió a la masturbación girando los dedos en círculo.
-Ahhhh, coño…
-¿Lo ves? Eres una ramera –sonreía Ana victoriosamente.
-Otra vez logras lo que quieres, ¿no?
-Como siempre.
Ana le pegó una palmadita clitoridiana y Ingrid estiró su hermoso cuerpo como una goma elástica y con grito incluido. Luego vino un golpeteo que electrizó a Ingrid hasta límites insondables.
Ana disfrutaba mirando su cara gozosa.
Un tercer golpe encorvó la espalda de Ingrid y su cabeza se hundió en la almohada.
-¿Deseas correrte? –preguntó Ana con evidente respuesta.
-Sí… por favor… lo necesito… dale ahí…
-¿Preparada?
-Sí –se agarró Ingrid a su cuello con amor.
-Ahí va. A la de tres. Uno… dos… ¡A correrse! –Y Ana la propinó un bofetón en todo el clítoris. Ingrid no pudo aguantar más y lo petó de forma convulsa. Su grito fue largo y sonado. Ana se limitaba a sonreír y mover los dedos para un mejor orgasmo. Así durante un minuto, hasta que Ingrid se fue relajando en la cama como una niñita adormilada.
-¿Te ha gustado? –no borró Ana su sonrisa en ningún momento.
-Me he corrido enterita buffff…
-Creo que has manchado las sábanas.
-Oh, mierda…
-Tranquila. No es sangre, es flujo.
-Estaba cachonda como nunca. Sacas de mí la puta que llevo dentro.
-Y muy puta por lo que veo.
Ambas rieron entrelazadas cuerpo con cuerpo.
-Te corres de maravilla, Ingrid.
-¿Tú crees?
-Soy una experta en el tema y tienes mucho potencial como zorra.
-Es que vengo de una familia muy conservadora, y ya sabes. Debo llegar virgen al altar.
-¿Tú quieres eso?
-No, que va.
-¿Y qué quieres entonces?
-Follarte ahora mismo.
-Eso me gusta más.
Volvieron los besos ardientes.
Ingrid volvió a erectar y sintió un gusto terrible al encajar Ana vulva con vulva en unas tijeras lésbicas. Ambas se empezaron a frotar moviendo cada una sus caderas. No tardaron en llegar los gemidos hondos y el placer mutuo.
-¿Quién te folla a ti? –gimoteaba Ana en la pregunta.
-Tú –se moría Ingrid de gusto.
-¿Y quién te corre a ti?
-Tú, solo tú…
-¿Y quién es la más puta?
-Yo, yo, soy yo…
Ana rió. La estaba pervirtiendo y ahora solo necesitaba un buen orgasmo, y ya era suya. De su propiedad.
Ana intensificó el roce y los gritos de Ingrid fueron en aumento.
Ingrid tenía un pie de Ana en su cara y chupó sus dedos llevada por una excitación sin par.
Llegó el momento. Ana apoyó una mano en el colchón, alzó el culito un tanto y de esta forma alcanzó el orgasmo. Cinco segundos después vino el de Ingrid. Ambas quedaron tumbadas exhaustas y pegadas por la vulva.
-Hija de puta… me tienes loquita… -jadeaba Ingrid sudorosa.
-Cinco minutos de descanso y seguimos –se deslió Ana de las piernas de Ingrid y se bajó de la cama.
-¿Adónde vas?
-A echar un zurullo. Tanto sexo me suelta el estómago –se fue tirando pedos camino de baño.
-Eres una guarra.
-Pues aún no has visto nada.
-Me encantas, Ana.
-Lo sé. Es lo que me dicen todas cuando me las follo.
-Es que follas de lujo. Creía que iba a desfallecer de placer.
Y más pedos fue soltando Ana.
-Tus pedos suenan muy lindos –rió Ingrid.
-Tú mantén el coño caliente que no tardo.
-Vale, amor.
-Coño, que me cago –corrió ya Ana al baño.
Ingrid se desternilló de la risa para luego mirar al techo y reflexionar. Sí, era una puta y se había enamorado como una tonta de Ana. Y lo mejor de todo es que se sentía muy bien.
-¡De puta madre!
… FINAL