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Ni siquiera sabía cuántas horas llevaba estudiando. Joder, es que no sabía ni qué hora era. Encerrada en su cuarto y con la luz del flexo era complicado adivinar si era tarde o ya de noche. Lidia Ortiz decidió hacer un alto y tomar un respiro. Puta selectividad. Iba a acabar con ella. “Necesito otro café”, pensó. Hoy llevaba ya cinco, y la necesidad de un principio pasó a la adicción.
Estiró los brazos, bostezó y salió de su cuarto.
Justo en el pasillo empezaron las sorpresas.
Un bellezón sin igual cruzó al fondo desnuda y con movimientos muy femeninos y sensuales. Era tan hermosa que Lidia quedó paralizada. ¿Fue una visión debido a tanta cafeína o era real? No había palabras para describir esa belleza nata.
Lidia reaccionó y fue detrás buscando a esa maravilla hecha cuerpo. La encontró en la cocina asaltando el frigorífico. Ahora pudo recrearse mejor y comprobar que la belleza de al comienzo se triplicó viendo los detalles y los contornos sexis de aquella jovencita. Lidia se quedó en la entrada de la cocina embelesada con Ana Etxeberría. Ella se apropió de un zumo de piña y embutidos. Todo para su estómago abdominal y dura como una tabla.
-Hola, linda –sonrió Ana al ver que tenía compañía. “Madre mía”, pensó Lidia al ver sus hoyuelos marcados en las mejillas al sonreír-. ¿Quieres?
-No, gracias.
-El sexo me abre las piernas y también el estómago.
-¿Eres amiga de mi hermano?
-Sí, me lo acabo de follar en su cama.
-¿Eres puta?
-Todas somos putas, querida.
-Yo no lo soy.
-Pues tienes un tipazo. Tu podrías ganar mucha pasta jodiendo.
-¿Tipazo? ¿Yo? No me regales el oído.
-¿Crees que te miento? Yo soy una experta en el tema y tú tienes una follada de primera.
-Debes ser la primera en pensarlo.
-¿A qué vienen tantas dudas? Una mujer debe valorarse para entregarse al máximo.
-Díselo a Diego. Llevo detrás de él dos años y pasa de mí.
-Quizás no has usado los métodos apropiados.
-¿Y qué métodos debo usar?
-Para empezar vas vestida ahora como una mojigata de 18 años. Ese chándal sobra. ¿Desde cuándo no lo lavas? Está descolorido y ni siquiera es de marca.
-Es cómodo. Me lo pongo para andar por casa.
-Para andar por casa debes ir en pelotas.
-¿Desnuda? Mi madre me mataría.
-¿Y quién manda en tu vida? ¿Tú o tu mamaíta?
-Yo.
-¿Lo ves? Vamos progresando. A los tíos les encanta que seamos unas zorras. Lo llevan en sus genes. Nos ven como yeguas que deben domar y montar. Es instinto masculino. Para ellos, es un hobby llamarnos putas o calientapollas. Y te hablo de chicos de instituto, maridos con hijos u hombres que van a misa los domingos. Así son todos. Y nosotras debemos adaptarnos a sus condiciones. La polla manda y nosotras de rodillas.
-¿En serio? Wow.
-¿Quieres conquistar a Diego?
-Por supuesto. Haré lo que me digas.
-Lo primero es cambiar de vestuario. Ese chándal haraposo a la basura. ¿Tienes un top que te marque las tetas?
-Sí, claro.
-Vamos bien. ¿Y una falda que sea muy corta? Para enseñar muslera y caderas.
-Sí, pero hace tiempo que no me la pongo. Mi madre no me deja.
-Joder con tu madre. Seguro que se educó en un colegio de monjas.
-¿Cómo lo sabes?
-Yo lo sé todo, querida. ¿Me dejas que te haga un pequeño corte en el pelo?
-¿Qué le pasa a mi pelo?
-Necesita nutrientes y cortar las puntas. Parece que tienes un cacho de estropajo en la cabeza.
-¿Eres peluquera o qué?
-Yo sé hacer de todo. Soy una autodidacta. Yo aprendo sola. No necesito cursos ni másters. Además, tengo memoria fotográfica.
-Eres alucinante, Ana.
-Para ti Ani.
-Vale. Ani. ¿Y qué más me recomiendas?
-Anda hasta mí, vamos.
Lidia no preguntó y lo hizo.
-¿Así andas? Eso es un pato mareado.
-Así ando siempre.
-Hay que pavonearse. Zorrear en el paso. Mira.
Ana soltó las caderas y anduvo por la cocina.
-Joder… -Lidia se sorprendió de su clase y elegancia.
-¿Lo ves? De este modo te follan diez veces por la calle. La clave está en la insinuación. Cortejar con el lenguaje corporal. Primero son los ojos y luego el coño, no lo olvides.
-Vale.
-¿Te estás quedando con todo? No me gusta dar consejos en vano.
-Sí, Ani, lo tengo todo en la cabeza.
-No. Lo debes tener todo aquí –se agarró ella misma su entremuslo-. Aquí está el meollo del asunto. Si eres una buenorra pero follas de pena, no sirve de nada. Todo es un conjunto. Belleza. Sexo. Y estilo.
-Genial.
-No llevarás bragas de Hello Kitty, ¿no?
-No, que va.
-No te creo. Bájate los pantalones –la puso Ana a prueba.
Lidia sonrió y se fue desprendiendo de la ropa hasta quedarse únicamente en bragas.
Ana aplaudió satisfecha.
-Tienes madera de puta, ¿lo ves? Te lo dije, Lidia.
-Gracias.
Ana se aproximó y se fijó en las bragas de Lidia.
-Debes saber que una mujer puede definirse por su lencería. No hacen falta estudios ni perfiles. Ves sus bragas y ya conoces todo sobre ella.
-¿Y qué te dicen mis bragas?
-Autoestima muy baja. Tanto que has dejado de cuidarte hace mucho tiempo. Tus bragas son de dos euros en el mercadillo. Un chico ve esto y sale espantado.
-Otra vez aciertas en todo.
-Pero estás muy tonificada pese a no hacer gimnasia. Tu depilación es aceptable. Tus tetas firmes y bien puestas. Tripa recta y sexi. Aquí hay sexo para rato. Quítate las bragas. ¡Ahora!
Lidia obedeció y quedándose del todo desnuda.
Ana dio círculos a su alrededor examinándola.
-Ninguna estría. Ni grasa sobrante. Ni piel de naranja. Eres un diamante pero sin pulir. Solo necesitas unos arreglos y tendrás el mundo a tus pies. Además, tienes un potorrito precioso.
-¿De verdad?
-Mal depilado, pero tienes un tesoro escondido entre muslo y muslo.
Ana palmeó su culo con la mano.
-¡Au! ¿Qué haces?
-Tienes el culo duro. Es increíble. Tus nalgas ni se mueven.
-¿Y eso es bueno?
-Muy bueno. No lo tienes caído ni fofo. Me tienes sorprendida, Lidia.
-Gracias, Ani.
-Veamos –se colocó Ana frente a frente con ella y la agarró del coño.
-Ahhhh… ¿Qué coño haces?
-Tú misma lo has dicho. Coño.
Los dedos de Ana encontraron el clítoris y empezaron a frotar.
-Ahhhhhh, joder… ¿Esto es necesario?
-Quiero ver cómo te comportas en el sexo.
Lidia separó los muslos instintivamente.
-Apóyate en mis hombros.
-¿Así?
-Así. ¿Mejor?
-Sí, mejor.
-Mírame a los ojos. Nunca bajes la cabeza. Eso es. Buena chica.
-Uuuuuy, qué bien lo haces.
-Suelo hacerlo ocho o nueves veces al día.
-¿Cobrando?
-A mi me sobra el dinero. Yo solo quiero pasarlo bien y exprimir la vida a tope. Voy a acelerar el frotamiento, ¿preparada?
-Sí, dale ahí.
Y Ana así lo hizo.
-Ahhhhh, coño… -gemía Lidia como una cachorrilla.
-No te preocupes si encharcas el suelo. Yo lo limpio con la fregona.
-MMMMMMM… No me dejes nunca, Ani… Te quiero en mi vida. Quiero esto y más.
Ana sonreía enternecida.
-Ahhhh… ohhhhhh, joder… esto es una pasada…
-Pues esto es solo el principio. ¿Quieres que sea tu Madame? Yo te busco clientes y tu follas para mí. Las ganancias serían tuyas en un cien por cien. Mi única condición es grabarlo todo en vídeo. ¿Aceptas?
-S… s…. buffff… sí, sí…
-Bueno, preciosa, llegó el momento de correrse.
-Espera, espera, quiero disfrutar un poco más.
Ana la complació con eso y un beso lésbico. A Lidia le encantó y buscó su lengua, la encontró y la chupó.
-Ani… buuuuufff…
-Dime, mi zorra.
-Hay… ayyyyy… un… mmmmm… problemaaaaaaaah…
-¿Cuál?
-Me he eeeeeh enamorado de tiiiiiiii…
-Lo sé, gimes como una enamorada –volvió Ana a besarla.
Los dedos de Ana frotaban frenéticamente. Agilizó la mano para que llegara el clímax. Y lo logró en un minuto.
-Ya ya ya ya YA YA YAAAAAAAHHHHHH… -gritó Lidia como una puta de instituto.
Ana rió encantada.
Un chorro de flujo cayó sobre el suelo como una pequeña cascada de agua.
-Uuuuuy… mmmmm… no muevas la mano, porfi…
Ambos cuerpos quedaron pegados y sintiendo el latir del corazón la una de la otra.
-Uy… uy… uy… -daba Lidia saltitos espasmódicos.
-Bravo. Te has corrido de arriba abajo.
-Ha sido la paja de mi vida.
-¿Te ha gustado?
-Vamos, bestial.
-Tienes un clítoris muy bonito y suave.
-Quiero follarme a Diego.
-Así me gusta. Te lo vas a follar y cobrándole.
-¿Cómo dices?
-Te va a encontrar tan bella y puta que te pagará por sexo.
-¿Tú crees?
-¿Has terminado de correrte? Hay mucho que hacer.
-Me pongo en tus manos, bueno, o en tu coño –rió Lidia.
-¡Choca! –puso Ana el culo y Lidia lo cacheteó-. ¡Yeah!
-¡Uuuh!
-¡Ani! ¿Dónde coño estás? ¡La tengo dura otra vez! –se escuchó lejanamente una voz masculina.
-Vaya, mi hermano te llama.
-Tranquila, me lo follo en un minuto y hablamos, ¿vale?
-Vale. Te espero en mi cuarto. No tardes –recogió Lidia su ropa y enfiló el pasillo.
-Ahora voy y no olvides que eres mi zorrita –la palmeó en las nalgas.
-Toda tuya.
-Ven aquí –la volvió a besar antes de encerrarse con su hermano en el cuarto.
Allí le esperaba el hermano tirado en la cama.
-¿Dónde te habías metido, joder?
-Lo siento, cariño, estaba soltando un zurullo más grande que mi culo. Creí que tendría que ir a urgencias a que me pusieran puntos, pero ya estoy lista para tu polla.
-Pues venga, sube arriba y a saltar que para eso te pago.
-Tienes una hermana encantadora.
-No creas nada de lo que te diga. Es una palurda con útero.
-Ya veremos mañana.
-¿Cómo dices?
-Que te voy a follar enterito.
-A ver si es verdad. Ya tardas y se me baja.
Y el coño de Ana atacó como un tanque blindado.
… continuará.