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Tarde de tormenta y aceite de jazmín sobre nuestro cuerpo

No os lo negaré, me encanta el sexo y me encantan los hombres, pero hay una cosa que tampoco puedo negar y es que me encanta el cuerpo de una mujer y en mi caso el de mi querida amiga Sofía… no os negaré que nos hemos acostado en más de una ocasión, nos hemos amado y querido, llevamos toda la vida juntas y no podemos negar que nos sentimos atraídas sexualmente y a pesar de ello las dos tenemos claro que… nos gustan los hombres.

Esta historia empieza cuando llevamos el vestido de novia de Sofía a la casa de sus padres, en dos semanas Sofía se casara con Sergio, su novio desde la universidad.

Conducía destino a Cullera, Sofía a mi lado y un cargamento valioso detrás de nosotras que eran nuestros vestidos, el suyo blanco de novia y el mío, simplemente el de su mejor amiga, es viernes y la carretera se ve llena a pesar del mal tiempo, estamos a primeros de junio y el cielo amenaza tormenta cuando llegamos a media tarde, estamos en la casa de la playa y su familia se ha quedado en Valencia ese fin de semana, dejamos los vestidos extendidos en la cama y nos preparamos una pequeña cena mientras el cielo empieza a descargar el agua acumulada.

Estamos sentadas en el suelo mientras cenamos viendo la televisión y fuera la tormenta va arreciando y cada vez que tronaba chillábamos como histéricas para luego reírnos de nosotras, se fue la luz en toda la urbanización, todos los chalets se quedaron a oscuras y empezamos a ver pequeñas luces que se encendían, al principio las dos abrazadas y asustadas empezamos a buscar las velas que sus padres guardaban, llenamos el salón de velas encendidas y aun así la oscura noche nos rodeaba salvo cuando los rayos caía y lo iluminaban todo.

Nos volvimos a sentar en el mismo sito y agradadas por las manos empezamos hablar y recordar nuestra vida juntas y así espantar y disipar el miedo que las dos teníamos, descubrimos que no teníamos ningún recuerdo en el que no estuviéramos las dos, nuestras primeras clases, nuestros primeros cumpleaños, las primeras muñecas con las que jugábamos, los primeros novios, los primeros besos y cuando las dos perdimos la virginidad aquel año casi el mismo día, incluso en eso casi coincidimos, terminamos recordando los viajes que realizamos y las tonterías que hicimos por amor y por sexo.

Un capítulo aparte para el sexo porque las tonterías que hicimos las cuatro amigas, tríos y orgías incluidas, demasiado jóvenes, demasiado entupidas en aquel entonces y eso que no han pasado tanto tiempo, pero ninguna de las dos ha sacado todavía el tema, estaba ahí latente hasta que a la vez nos miramos a los ojos y juntas empezamos a recordar nuestros encuentros, algo que nadie sabía y llevábamos ocultando desde hacía años, todo empezó aquel verano y recordábamos como nos gustaba.

Estábamos sentadas en el suelo frente al gran ventanal del salón viendo llover cuando un relámpago ilumino el cielo haciéndose de día, nos sorprendimos mirándonos con las manos cogidas por el miedo y el trueno que vino detrás nos asustó tanto que empezamos a chillar y nos abrazamos, olía el pelo, su perfume y no quería separarme de ella, al final y poco a poco irremediablemente nuestras cabezas se iban retirando, nuestra melena por la electricidad estática parecía no estar de acuerdo resistiéndose a la separación, sus mejillas sobre las mías y cuando llegamos a la altura de los labios nos giramos para besarnos.

Nuestros labios habían dado paso a que nuestras lenguas se unieran tanto por fuera como por dentro unidas en un baile húmedo, nuestros labios encajaban a la perfección y ya hacía tiempo que nuestras manos acarician nuestros pechos por encima de las camisetas, sin decir nada, sin dejar de besarnos nos empezamos a quitar la ropa, cada una la suya, primero la camiseta, luego el sujetador, zapatillas y calcetines y por último poniéndonos de rodillas nos quitamos los pantalones cortos junto con las bragas.

Estábamos deseosas la una de la otra nuevamente allí en el suelo de rodillas, pero erguidas, iluminadas por las velas que reflejaban nuestra silueta en la pared, moviéndose al son de las velas y desapareciendo cuando en ocasiones un rayo volvía a iluminar el cielo, nosotras nos mirábamos a los ojos sin besarnos, nuestros pechos casi rozando por los pezones y simplemente nos mirábamos en silencio, no hacían falta las palabras ya estaba todo dicho.

Los brazos estiramos hacia arriba con nuestros dedos como queriendo tocar el techo y nuestras manos comenzaron hablar entrelazando sus dedos, con nuestros cuerpos por fin unidos fundiendo nuestros senos y nuestros pezones acariciándose, rozándose y poco a poco acercando nuestros labios hasta juntarlos nuevamente besándonos, sus manos bajaban despacio por mis brazos hasta mis axilas besándolas con sus caricias, su camino continuaba por mi costado rozando mis pechos terminando en mi vientre, rozando mi monte de Venus rasurado y subiendo a mis muslos recorriéndolos de arriba abajo hasta que Sofía se levantó.

-Esperaré aquí que ahora vuelvo. –Me susurró cuando un nuevo rayo cayó iluminando su cuerpo desnudo y cogiendo una vela la vi desaparecer por el pasillo.

Prácticamente no tardo, minutos, segundos en los que me encontré sola y excitada en aquel enorme salón hasta que la vi aparecer, debajo de su brazo traía lo que parecía una esterilla de yoga y en su mano izquierda un bote con algún tipo de líquido, se arrodilló junto a mi costado y me susurro al oído dándome pequeños mordiscos con sus labios en mi lóbulo.

-Lara, quiero que te tumbes boca arriba y que cierres los ojos.

-No quiero que te muevas o que abras los ojos bajo ningún concepto, quiero que me sientas por última vez, quiero regalarte esta tarde y esta noche para ti. –Volvía a susurrarme.

Me tumbé en aquella especie de esterilla enorme y blanda con los ojos cerrados, mi respiración que se había acelerado y en mi oscuridad la sentía cerca, sentía a mi amiga justo a mi lado y empecé a notar sobre mis pechos un líquido aceitoso con olor a jazmín que resbalaba hacia mi vientre, sus labios empezaban a besarme, tenía prohibido hacer nada, tenía prohibido besarla así que solo podía recibir sus besos, su lengua recorría mis labios de lado a lado subiendo hacia mis parpados cerrados y yo no podía más que jadear.

Sus manos sobre mi cuerpo dándome un masaje, resbalando sobre mi vientre y ascendiendo hacia mis pechos apretándolos suavemente, mis pezones resbalaban entre sus dedos y mis areolas y mis pezones metidos en su boca podían sentir como su lengua me lamía en su interior circularmente, primero el pecho izquierdo luego el derecho.

Tumbada, jadeando y con pequeños gemidos podía sentir con los ojos cerrados los fogonazos de los rayos, luego venía el trueno y envolviéndolo todo estaba el placer que sentía cuando Sofía me devoraba los pechos y sus manos resbalaban por mi cuerpo, sentí como se giraba hacia mi vulva, sus manos empezaron acariciar mi monte de Venus, pasaba sus dedos suaves por mis labios mojados de mis fluidos, su lengua los recorrían bebiendo de ellos, mis gemidos más presentes cuando sentí un líquido frío derramarse por encima de mi vulva que me hizo estremecer.

Unas gotas de aceite de jazmín resbalaba por mi vulva hasta mis glúteos metiéndose en mi ano, sus dedos empezaron acariciar mi clítoris resbaladizo, su lengua recorría mis labios menores hasta encontrar mi vagina metiéndose con suavidad dentro de ella, mis manos se movían inconscientemente cerrando los puños del placer que estaba sintiendo y mi cabeza giraba de un lado a otro mordiéndome los labios del deseo, sus dedos empezaron a bajar por mi vulva, tan húmeda y resbaladiza que mis labios menores resbalaban entre sus dedos metiéndose entre ellos, sentía como jugaba y como sus dedos iban buscaron la entrada de mi vagina.

Sofía lamía mi clítoris y sus dedos se introducían en mi vagina resbalando debido al aceite y a mis propios fluidos, pequeños gritos salían de mí cada vez que sentía sus dedos entrar y salir, nuevamente Sofía se incorporó, oía como cogía el bote de aceite y se echaba en las manos, la oía moverse de rodillas alejándose, hasta volver a sentir sus manos resbaladizas junto a mis piernas, separándomelas un poco lo justo para poder meterse entre ellas, se estaba tumbando encima de mí, sentía su sexo sobre el mío y se empezaba a mover como si tuviera un pene imaginario que intentaba penetrarme.

Su cuerpo se deslizaba sobre el mío mientras me besaba desde mi vientre hasta mi boca, apoyando sus codos y antebrazos en el suelo y sus manos por detrás de mi cabeza acariciando mi pelo y mordiéndome los labios con los suyos resbalar sobre mi cuerpo, su vulva rozarse contra la mía, nuestros labios vaginales se unían y rozaban continuamente haciendo que nuestros clítoris se encontraran para no separarse más, rozando y acariciando el uno contra el otro y las dos empezamos a gemir mientras nos besábamos, rompiendo mi promesa de no moverme.

Ya era duro para mí no poderla abrazar, demasiado tiempo sin poderla tocar, pero sus movimientos, rozando continuamente mi clítoris hicieron que no tardara mucho hasta que empezara a expulsar de mi vagina el líquido de mi orgasmo empapando su vulva, ya no pude resistir, tuve que abrir los ojos y la vi allí encima de mí sonriéndome rozando la punta de su nariz contra la mía, diciéndome que si me había gustado, besándome mientras mi cuerpo seguía sintiendo pequeños espasmos del orgasmo al que me había llevado y regalado mi querida amiga.

La rodeé con mis brazos su cintura, nuestros cuerpos seguían resbalando el uno sobre el otro siendo difícil mantenerla encima, Sofía no paraba de mover su vulva contra la mía, el semblante de su cara cambio en un momento cuando levanto su cuerpo del mío y sus gemidos eran cada vez más altos, notaba como su orgasmo afloraba y apoyando sus manos en la esterilla con sus brazos extendidos alejando su cuerpo del mío unos centímetros empezó a mover nuestras caderas con más fuerza y más rápido, su clítoris parecía una continuación del mío y veía nuestras sombras moverse en la pared, veía el cuerpo de Sofía como empezaba a temblar a pararse con pequeños espasmos.

Su cuerpo inmóvil, solo ahora los movimientos de mis caderas hacían que nuestras vulvas no perdieras el compás del baile que ella había empezó, quería que sintiera lo mismo que me había hecho sentir a mí, la excitación de ambas pudo con nosotras, pero ahora era su turno, su vagina expulsando e inundando mi vulva, nuestros flujos vaginales mojaban nuestros labios y estos lo repartían por toda la vulva, juntas navegando en un mar orgásmico, de sentimientos y de placer, nuestros gemidos envolvían el salón del amor que las dos nos profesábamos como amantes, como amigas y como si fuera una función de sombras chinescas las velas reflejaban en la pared nuestros abrazos y caricias hasta que su cuerpo se desplomó sobre el mío fundiéndonos en un beso tan apasionado que tardamos en separar nuestros labios.

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Este relato lo escribo junto a mi amiga Sofía la que me ha recordado aquella tarde de tormenta en estos días de lluvia y mal tiempo, la última tarde que pasamos juntas haciéndonos el amor, una tarde grabada en nuestra memoria por siempre.

Nunca olvidaré tus besos, nunca olvidaré tus caricias, nunca olvidaré los momentos que pasamos juntas.

Amigas por siempre.

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