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Una tarde calurosa

Es un día caluroso, alrededor de las cinco de la tarde el ambiente se siente sofocante, me encuentro acostada en el suelo intentando mitigar el calor.

A mi lado se encuentra mi novia, su figura esbelta parece derretirse en la superficie mullida del sillón, mientras su atención se centra en las páginas del libro que sostiene, su cabello castaño oscuro ligeramente ondulado cae sobre su hombro recogido en una coleta, sus ojos color café brillan al igual que la gota de sudor que resbala por su rostro.

Siento antojo de un helado, decido forzosamente levantarme para tomar uno, miro a mi novia de reojo por encima de la puerta del refrigerador y le preguntó si quiere uno, ella lo rechaza con apatía en tanto pasa la página de su libró sin despegar la vista de este.

Me siento en el suelo a su lado, mirando hacia la ventana, puedo ver el cielo despejado, percibo la mirada disimulada de mi novia mientras como mi helado de naranja, finjo no darme cuenta; el calor abrazador juntó con mis pensamientos me hacen entrar en un estado de trance.

Despierto de ese estado por la sensación del helado que resbala por el dorso de mi mano, mi novia se acerca a mí, toma mi mano dirigiéndola hacía su boca y deslizando su lengua a través de esta; puedo sentir mis mejillas ruborizarse y mi corazón latir, ella acerca su rostro al mío, yo me acerco en respuesta, nuestros labios se encuentran.

La suave sensación de sus labios en contacto con los míos, nuestras lenguas tocándose, el dulce sabor de su boca juntó al sabor ligeramente amargo a naranja, hacen que mi corazón se aceleré.

El helado se resbala de mi mano cayéndose al suelo, nos separamos un segundo para recuperar el aliento; miramos el helado, que ahora se derrite en el suelo, ella desliza sus manos por mi espalda desabrochando mi brasier, diciendo: “Con este calor estarás más cómoda sin el, no?”.

Puedo escuchar los latidos de su corazón, en tanto ella me quita la camisa y me empuja suavemente hacia el suelo, el suelo frío contrasta con el calor en mi cuerpo haciéndome sentir un escalofrío que recorre mi espalda, dejo salir un leve suspiro; mientras ella me besa el cuello masajea mis senos, acariciándolos, y pellizcando levemente mis pezones.

Ella baja desde mi cuello besando mi piel desnuda, pasa por mi pecho y se detiene en mi seno derecho, dando un suave beso al pezón erecto; ella besa mi seno, chupándolo, rodeando con su lengua la aréola, mordiendo suavemente mi pezón, yo dejo escapar un sutil gemido.

Ella desliza su mano levemente a través de mi pecho, pasando por mi abdomen, llegando a mi vientre, deslizando su mano por debajo de mi ropa, tocado el monte de venus, hasta llegar a mi vulva.

Mientras continúa besando mis senos, ella desliza sus dedos a través de mis labios, deteniéndose en el clítoris, acariciándolo con movimientos circulares, para luego volver a acariciar mis labios.

Puedo sentir como los fluidos surgen desde mi interior, mojando sus dedos, haciendo las sensaciones cada vez más placenteras; muerdo mi labio, intentando contener mi voz, pero siento como ella introduce su dedo en mi vagina, haciendo que liberé un gemido.

Puedo sentir cómo toca los puntos sensibles en mi interior, sus movimientos empiezan a acelerarse gradualmente, mi mente se desvanece, mientras que desde mi garganta surgen incontrolables gemidos.

Ella usa su otra mano para estimular mi clítoris, desde mi interior brota una sensación desbordante, mi corazón se acelera al punto de sentir que podría salirse de mi pecho; las sensaciones en mi cuerpo se combinan haciéndome llegar al clímax, mientras un último gemido se libera desde mi garganta.

Siento como mis fluidos se deslizan por mi piel desnuda, resbalando por mi nalga, ambas intentamos tranquilizar nuestra respiración; ella acerca su mano a mi rostro acariciando mi mejilla izquierda, en tanto acerca su rostro al mío, puedo sentir su aliento en mi sien, ella muerde levemente mi oreja y susurra: “Te veías muy bien lamiendo ese helado”, yo dejo escapar un sutil gemido.

La luz naranja del atardecer atraviesa la ventana, ya vestida, me encontraba parada mirando la paleta que yacía en el suelo rodeada por helado derretido, mi novia y yo nos miramos y dijimos al unísono: “¡Eso fue tú culpa, tú lo limpias!”. Nos quedamos en silencio por unos segundos, hasta que nuestras risas rompieron con este.

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