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Extractos de un diário morboso

Cuando cumplí doce años mi papá me regaló un diario y para mí fue el regalo más importante de toda mi vida; en él podía volcar todas mis ideas, mis sentimientos, mis frustraciones, mis esperanzas, mis sueños… De más adulta no quise perder la costumbre; y de hecho si alguna vez no recuerdo que hice tal día o tal verano o unas vacaciones no tengo más que ir al diario de esa época y allí sale reflejado con todo lujo de detalles. Hoy quiero compartir con todos vosotros unas vacaciones inolvidables que tuvieron lugar hace ya unos añitos:

Mi grupo de amigos más cercano y yo habíamos decidido a pasar unas vacaciones en la playa. Yo, que por cierto me llamo Laura, disponía de un bonito y amplio apartamento y como teníamos unos días libres nos dirigimos hacía allí.

Había sido una mañana aburrida. El grupo había decidido ir a no se qué sitio fabuloso, pero yo desistí. Alegué un poco de dolor de cabeza y todos ―o eso creía yo― se fueron. En realidad quería estar a solas para masturbarme, ya que la continua visión de mis amigas en bañador y bikini me estaba poniendo extremadamente cachonda y debía hacer algo para aliviar la presión.

De modo que me hallaba sola en el apartamento. Sin prisas me desvestí, me tumbé en mi cama y empecé a acariciarme lentamente los pechos, mi sexo húmedo… imaginándome a mis amigas desnudas y en las más comprometidas situaciones; justo entonces oí un ruido: enseguida me enfrié un poco pensando que alguien había vuelto. Abrí los ojos y cuando me estaba acabando de vestir la vi: allí estaba Beth, de pie, en el quicio de la puerta.

Me dejó sin habla, sin saber qué hacer. Pero ella sí que lo sabía. Sonriendo, se acercó a mí y después de lanzarme una mirada lasciva se colocó a mi espalda, sus manos se apoyaron sobre mis  hombros, suave, pero firmemente, presionando un poco y comenzando a acariciarlos en círculos. De los hombros siguieron su camino por mi cuello y rodearon el borde de la camisa hasta llegar al primer botón. Mi respiración se había acelerado y no era el único signo de la excitación que se estaba apoderando de mí.

Por encima de mi camisa comenzaron a hacerse notar los pezones, endurecidos por el calor que esas manos le estaban dando y mis piernas estaban comenzando a separarse lentamente. La boca de Beth se había acercado a mis oídos y se detenía en cada uno para que yo pudiera sentir allí su aliento caliente y sus palabras suaves: “relájate, esto es solo el principio”.

Siempre ubicada a mi espalda, sus manos lograron desabrochar mi blusa y meterse entre mis pechos, lo que me ocasionó un gemido involuntario al sentir sus frías manos sobre ellos. Los envolvió delicadamente con sus dedos, los presionó y se dedicó a pellizcar levemente los pezones para después pasarle sus largas uñas alrededor y dejarlos duros como rocas.

Sin poder soportar más esas caricias teniéndola lejos, la tomé de las muñecas y la coloqué frente a mí, nos miramos a los ojos, y comenzó una fiesta de besos: nuestras lenguas se encontraron duras, calientes, movedizas; la de Beth recorrió cada parte de mi boca, paladar, dientes, las paredes internas de las mejillas y la mía se dedicó a sus labios, a mojárselos incesantemente, a lamerle los lóbulos de las orejas, a buscar la suya nuevamente para establecer esa batalla tan deliciosa que tenían. Las manos de Laura nunca dejaron mis pechos, siguieron pellizcando y estirando los pezones hasta que ubicó su boca en ellos. Lamió mis senos con esa lengua maravillosa, los dejó mojadísimos con su saliva y se dedicó a mordisquear mis pezones, que no podían más, que no albergaban más dureza que la ya acumulada.

Tomó cada pezón entre sus labios estirándolo, succionándolo, mordiéndolo, haciéndome sentir esa extraña mezcla de placer y dolor infinito que no termina, prácticamente se los mamó como si fuera una criatura de pocos meses, tratando de obtener su alimento diario.

Al mismo tiempo que su boca descendía por mi cuerpo, sus manos iban quitándome la ropa en forma precisa, sacando la camisa fuera de mi falda e intentando desabrocharla con premura.

―No, por favor ―le pedí con la voz entrecortada―. Acaríciame por encima de la tela; quiero sentir como tus manos me acarician la vulva, como me calientas a través de la ropa, como me voy mojando despacio.

Así lo hizo, abrí mis piernas para que trabajara con más comodidad y comenzó a acariciarme sobre la entrepierna. Su palma abierta subía y bajaba por toda la extensión de mi vulva, presionaba despacito justo en la unión de los labios de mi vagina y simulaba meterme un dedo, rozando así el centro de mi sexo, dejándome casi desmayada, mientras seguíamos besándonos. Subió su mano y la metió entre el tanga y mi sexo:

―Hummmmm me encanta… –suspiré yo.

―¿Quieres más caricias o me dejas meterte los deditos? ―dijo ella.

Esas palabras bastaron para que me sacara la falda,  me rompiera el tanga de un tirón apresurado y me quedara desnuda frente a ella. Una de mis piernas se apoyó en la cama, Beth se arrodilló frente a mis piernas abiertas y sus manos se dedicaron a mi coñito, transportándome a otro mundo:

―¡¡¡¡Está tan mojado!!! ―repetía sin poder creerlo. Nunca vi un coñito tan mojado, tan brillante y tan cremoso.

―Quiero que me metas los dedos, los mojes y desparrames mi flujo entre los labios de mi sexo ―replicaba yo.

―¿Te gusta así? Preciosa ―me preguntó mientras me metía dos dedos a fondo, les daba media vuelta dentro de ella y los sacaba empapados, para después lubricarme los labios mayores y menores de mi anegada vagina.

―Más, dame más, usa tu lengua, chúpame, chúpame despacito ―dije

Y su lengua se dedicó a lamerme, a recoger mi flujo desde el interior para repar―tirlo, de delante hacia atrás, hasta llegar al agujero de mi culo, que en ese momento ardía como todo mi cuerpo.

―Quiero comerte entera… ¡¡¡Estás  tan rica!!! Me encanta tu flujo.

―Ummmm –no pude dejar de gemir.

De pronto sentí que un dedo se metía en mi vagina, y al mismo tiempo otro se introducía en el agujerito de mi caliente culo y presionaban en el medio, como queriendo juntar las paredes de ambos lados en el centro, haciéndome dar un respingo de placer. Estaba sintiendo como lenguas de fuego que me atravesaban y era consciente de mis gemidos.

―Chúpame el clítoris… Pásame la lengua ahiiiiii, siiii… sigueeee, no paressss.

Su lengua comenzó a lamerme primero en círculos, llenándolo de flujo, para después subir y bajar endureciendo mi clítoris; cuando estaba duro y salido lo tomó entre sus dedos y lo estiró, lo pellizcó para después morderlo delicadamente. Me dio la vuelta y comenzó a lamerme el culo sin descanso, yo sentía que estaba llena de mi propio flujo por todos lados, y ella seguía metiendo un dedo en el agujero caliente de mi culo mientras que la otra mano no dejaba de arrastrarse a lo largo de mi húmeda vagina.

―Méteme los dedos en mi coñito, métemelos ―le pedí ansiosa de poder llegar al orgasmo con sus dedos dentro de mí.

Beth, ya sin control, metió y sacó sus dedos de mi sexo hasta que mis caderas se elevaron sobre su cara y acabé estallando en un orgasmo pocas veces sentido, que mi linda Beth devoró con ansias

Estábamos intentando recuperar el ritmo de nuestras respiraciones para que yo pudiera devolverle “el favor” a Beth cuando todo cambió. En el hueco de la puerta, enmarcada por el brillo del sol de la tarde, había aparecido Isa. Y estaba desnuda. Sonriendo. Mirándonos. Acariciándose la entrepierna.

―Bueno –nos dijo avanzando, meneando su culo y sus tetas ostensiblemente (unos pechos, no muy grandes, pero increíblemente firmes y turgentes)― ¡No puedo creer que no me hayas invitado a la fiesta!!! ¡¡¡Con lo que a mi me gustan!!!

―Pues…ya que estás aquí, y que te has invitado tú sola… ¿qué tal si pruebas un poco? Está rica y a punto de caramelo…te gustará, seguro… ―le dije yo.

Ella sonrió. Y, evidentemente, aceptó mi invitación. Se sentó en un borde de la cama, se inclinó hacia mí y, sin mirarme siquiera, empezó a lamer los pechos de Beth, olvidándose de cualquier tipo de preliminares. Mientras yo acariciaba su sexo con mis dedos, Isa lamía sus oscuros pezones duros como piedras; su lengua recorría sus aureolas, su boca succionaba sus deliciosos pechos, pasaba de uno a otro, al mismo tiempo que mis dedos recorrían los labios de su rajita; bajó lamiendo y besando su vientre, su lengua se hundió en su ombligo y seguía bajando hasta llegar a su clítoris, allí se juntaron nuestras lenguas saboreándolo… ella gemía de placer y se dejaba hacer.

Tomamos su clítoris depositando besitos breves, chupándolo, succionándolo… su rosado botón respondió a nuestras caricias creciendo y poniéndose duro; su coñito se mojó completamente; mi lengua seguía atareada recorriendo todo su sexo de arriba abajo llegando a su culito por lo que sus gemidos eran cada vez más fuertes.

Mi lengua abría su culito y dos de mis dedos penetraban en su rajita mojada, ella se movía contra mí, gimiendo y gozando, mis dedos la penetraban fuerte y mi lengua lamía todo su culito; mientras Isa seguía utilizando su lengua con una maestría que nunca pensé que podría tener; se enterraba dentro de ella y sus jugos caían por su boca, la chupaba toda, rápido y duro; Beth separó más sus largas piernas y la tomó por la cabeza apretándola más contra su vulva; no paraba de retorcerse sobre su boca, gemía fuerte; sentimos llegar su orgasmo: una ola de jugos cayeron en la boca de Isa: los bebió todos, con ansia.

Mientras Beth recuperaba los latidos de su corazón, Isa y yo unimos nuestras bocas; durante un rato estuvimos acariciándonos y chupándonos las lenguas con la mezcla de nuestra saliva y los jugos de Beth, me levanté un poco más dejando mis generosos pechos a la altura de su boca, rápidamente los tomó con su boca y empezó a chuparlos, se comía mis pezones, que se pusieron muy duros y erectos; los comía con deleite; entonces me incorporé un poco más y sentada sobre su cara, puse mi coñito en su boca, ella abrió mis labios con sus dedos y hundió profundamente su lengua, di un fuerte gemido de placer, sentía su lengua en mi interior, recorriéndome en círculos, lamiéndome toda, la refregaba por su boca una y otra vez, su lengua serpenteaba en mi interior.

Ella me comía fuerte, profundo, y yo no podía hacer nada más que gemir, gemir cada vez más fuerte, disfrutando como mi amiga comía mi coñito; lo hacía cada vez más y más rápido; su lengua muy profundo dentro de mí; no pasó mucho tiempo, apreté mis pezones y dando un grito de placer, acabé fuerte en su boca, restregué mi sexo en su cara mientras mis jugos llenaron su ansiosa boca, ella los bebió todos, lamió mi raja con deleite absorbiendo hasta la ultima gota de mi monumental corrida.

Me puse sobre ella y empecé a lamer toda su cara, lamiendo mis propios jugos, luego nos besamos, mi lengua invadió su boca buscando la suya en un beso apasionado y prolongado, quedamos así abrazadas, convulsionadas, extasiadas, pero con ganas de más.

―¡¡¡¡Qué espectáculo!!! Y no nos han invitado ―la voz era de Juan.

Pero ahí no acababa la cosa. Juan no estaba solo. Junto a él estaban José y Enrique también desnudos. Me estremecí de gusto. ¡Aquello prometía ser la orgía del siglo y yo estaba en el centro!

―Parece que esta tarde vamos a divertirnos… ¿no es así, muchachos? ―dije.

Ellos no lo dudaron ni un segundo; todos ellos tenían pruebas evidentes de una gran excitación.

―Hummm…la tienes muy dura….muy muy muy dura…me encanta…siii… ahhh.. ―le dije a José mientras le acariciaba largamente; masajeándola a fondo.

Pronto, una brillante gota apareció en la punta de su polla erecta. Acerqué la cara al glande enrojecido, saqué la lengua y lamí la cristalina burbuja. Su polla tembló, mi lengua se puso de costado y lamió a la perfección la punta, produciéndole tal temblor que tuvo que recurrir a todo su autocontrol para evitar el orgasmo. Seguía deslizando la lengua hacia abajo, lamiéndole todo el tronco de la polla, dibujando con saliva los contornos de las venas hinchadas y temblorosas.

―Oooohhhh… ―gemía José, mesando mis cabellos― ¡¡AAAhhh….siii…sigue…ahh… que bien chupas…ahhh!!! .

―Slurp…slurp…mmmmhhh…mmm – chupaba yo con fruición, embebida por completo en mi labor.

Al otro lado de la habitación Isa y Beth habían estado muy ocupadas chupando y masajeando en profundidad las pollas de Juan y Enrique… que ahora lucían un par de erecciones espectaculares.

Las chicas, todavía con sus respectivas pollas en la mano, se besaron en la boca apasionadamente durante lo que a los chicos le pareció una eternidad; las dos mujeres separaron sus labios y, con la sonrisa en los ojos y en la boca, juntaron sus cuerpos. Las tetas de Isa se apretaron contra las de Beth y pronto ambas estuvieron acariciándose la una a la otra.

―Oohhh… siii.… mis tetas… lame mis tetas, por favor…―suplicó Isa. Y Beth, solícita, inclinó su cabeza y empezó a lamérselas.

―Ohh…siii… mis tetas…..ahhh… que bien lo haces, Beth, mi amor… sigue…

Y ella siguió. Yo dejé unos instantes de chupar para admirar el espectáculo. Beth se metió en la boca, una tras otra, las dos tetas de Isa, chupándolas, succionándolas, sorbiéndolas… llenándolas de saliva y haciéndolas salir de entre sus labios completamente mojadas.

Todos mirábamos el lésbico espectáculo. La polla de José estaba tiesa y dura, brillante con la saliva derramada. Me fijé en las pollas de Enrique y de Juan. Estaban iguales, duras y relucientes.

Inclinada hacia delante mostraba una magnífica panorámica de mi coño perfectamente rasurado. Lo tenía también brillante, húmedo. Quería masturbarme mientras veía a mis dos amigas acariciándose.

Beth empujó a Isa hacia atrás, dejándola tumbada boca arriba sobre el suelo, abierta de piernas, mostrando a todos su coño desnudo, sonrosado y húmedo.

―Cómetelo, por favor…cómete mi chochito… aoooohhh… siiiii…― gimió Isa, suplicante, con la mirada líquida.

Beth no se hizo de rogar y un segundo más tarde estaba comiéndole el coño a su amiga, metiéndole la lengua hasta el fondo, mordiéndole suavemente los labios vaginales, retorciéndole el clítoris con los labios…

―¡¡Ohhhhh… siiii… mi coñoo… mi coñitooo… cómetelo todo… ahhh… siii… siii…!! –jadeaba agitando las desnudas piernas en el aire, mientras Beth, con la cabeza entre los muslos de su amiga, inclinaba, desafiante, su magnifico culo hacia arriba.

Yo no pude más. Abandonando definitivamente la polla de José, me lancé hacia mis amigas y tumbándome debajo de Beth empecé a lamerle el coño.

La polla de José casi hace explosión. Consiguió controlarse a duras penas y decidió que debía adelantarse a los otros y poseerme; así pues se arrodilló delante de mí, cogió mis piernas y las apoyó en sus fuertes hombros y sin más preámbulos metió la polla en mi chocho totalmente mojado y dispuesto, empujando violentamente, hasta hundírmela por completo en las profundidades de mi conducto vaginal.

―¡¡OOhhhh… me encanta, sigue, sigue así…!! –gemí sorprendida y admirada durante un segundo, para volver después rápidamente a lo mío, esto es, comerme el coño de Beth.

Ésta continuaba con la cabeza entre las piernas de Isa. Juan raudo y veloz, aprovechando uno de sus frecuentes gemidos de placer le metió la polla en la boca.

―¡¡MMMpppfff…mmmhhh…!! ―se oyó gemir a Isa, con la boca llena y los ojos abiertos como platos.

La verga de José me penetraba profundamente. La mantenía unos instantes quieta, gozando de la inefable sensación de estar allí y después, empezaba a sacarla lentamente para luego incrementar la velocidad poco a poco, hasta sacarla casi por completo. Y entonces, vuelta a empezar. Volvía a penetrarla, volvía a mantenerla quieta en el fondo y volvía a sacarla, una y otra vez.

Perdimos la noción del tiempo: veía la polla de Juan entrando y saliendo una y otra vez de la boca de Isa; veía el culo de Isa subiendo y bajando al ritmo que le imponía las lamidas de chocho de Beth; y veía a Beth retorciéndose de gusto por mis lamidas en su chochito.

―¡¡AAhhhh…!! –gimió entre sorprendido y complacido José al sentirse penetrado por el culo.

Efectivamente, Enrique aprovechando que José estaba ocupado follándome había empezado a darle por el culo. La sensación era atrozmente extraña, placentera sí, pero extraña. Sentía como algo enormemente duro y carnoso penetraba sin contemplaciones a través de su agujero anal.

Enrique sonreía, mientras agarraba el culo de José con firmeza. José intentó concentrarse para no correrse en ese mismo momento… estaba tan cachondo… su polla endurecida y temblorosa, cogida entre dos fuegos: poseyendo con firmeza mi chochito cálido, estrecho y jugoso una y otra vez y al mismo tiempo penetrado por uno de sus mejores amigos… mmmmm… estaba a punto de eyacular.

Y entonces, justo entonces, Isa dejó de luchar contra las oleadas de placer que invadían su coño y se corrió inundando la boca de Beth con sus jugos:

―¡¡AAAhhhh… me coorroo…mmmmm…ahh… ahhh…sii..!! ―gimió Isa, sacándose por un momento la polla de Juan de la boca.

Y todo empezó a rodar: Juan acto seguido, se corrió dentro de la boca de Isa, llenándosela con sus abundantes emisiones de semen, un chorro tras otro que convirtieron la cara de mi amiga en un charco de esperma, del que sólo sobresalían los ojos, brillantes de deseo.

Beth sacando la cabeza de entre los muslos de Isa, me mostró su cara, chorreante con los jugos de su amiga. Y un segundo después de sacar la cabeza de allí, su rostro mostró a las claras que se estaba corriendo, pues se convirtió en una máscara símbolo del placer más intenso, con los ojos entrecerrados y la lengua fuera, mientras gemía, plena de excitación sexual.

―¡¡¡Aaaah… siii… me… me cooorro… me coorro… me estoy corriendoo…aaah!! ―gimió.

Y yo, que le estaba comiendo el coño a Beth, no tuve otro remedio que sacar también mi cabeza de entre sus muslos Volví la cara un poco y pude ver que también, como las otras, la tenía llena de jugos lustrosos y cremosos que corrían deprisa por mis mejillas sonrosadas.

Mientras tanto, José no había dejado de follarme; y un momento después de volverme a mirar su cara, me corrí, gimiendo estentórea mente de placer.

―¡¡AAAhhhh… me corro… ohhhh… me cooorrro…ahhh..ahhh…!! –exclamé.

Pude sentir como mis jugos corrían libremente por mis muslos. Todavía no había terminado de correrme, cuándo sentí que se venía. Todo su cuerpo tembló, su polla salió de mi coñito y sin poder contenerse, enloquecido de placer, mientras aún Enrique lo enculaba una y otra vez, se corrió sobre mi estómago:

―¡¡AAhhh… ahhh… me…co… coorroo… ahhhh!! –gimió.

Se derrumbó a mi lado totalmente agotado. José todavía podía sentir el calor de la piel de Enrique a su espalda. Pero solo fue un instante. Después de un último empujón, Enrique explotó dentro de su culo llenándolo hasta arriba de semen.

―¡¡AAAhhh…ahhh…!! ―exclamó, a la vez que se derrumbaba también él sobre el cuerpo desnudo de José

Luego permanecimos durante largo rato tumbados los unos junto a los otros, sin hablar, con los cuerpos desnudos, lujuriosos, calientes, sudorosos y cubiertos por los cálidos y humeantes fluidos de nuestra pasión desenfrenada.

Poco a poco, las pollas y coños que acababan de proporcionarnos tanto placer, empezaron a recuperarse de nuevo, preparándonos para otra orgiástica sesión, que prometía ser más intensa que la anterior.

Pero aquí tengo que hacer un pequeño paréntesis porque una de las tardes que me sentaba delante del ordenador para escribir el diario de mis aventuras, José me pilló y se empeñó en leer todo lo que tenía escrito:

―Oye me encanta como has descrito nuestra pequeña “fiesta” del otro día –me dijo

―¿Sí? Pues ahora iba a escribir la segunda parte –le comenté sugerente.

―¿Y no necesitas un punto de vista masculino para equilibrar el relato? –me preguntó con una sonrisa cómplice.

―Ummm… ―dije como si me lo estuviera pensando― ¿Tú crees?

―Claro, yo podría hacerlo muy bien –dijo guiñándome un ojo.

―No sé, no sé… No creo que se te de muy bien

―Ah, ¿no? ¿Y que te hace pensar eso? –me preguntó algo picado.

―Pues porque creo que eres más bien un hombre de acción y que no sabrás describir con precisión todo lo que pasó.

―Puedo intentarlo… y si te gusta el resultado final tendrás que pagar una prenda ¿qué te parece? –me retó.

―Y, ¿si no me gusta?

―Entonces seré yo el que pague el precio que me pongas…

Después de pensármelo unos segundos e incapaz de dejar pasar una apuesta y una oportunidad como esta, decidí seguirle el juego y comprobar hasta donde estaba dispuesto a llegar:

―Bueno, pues venga… todo tuyo.

―¡Fantástico! Vas a alucinar… ya verás…

José se sentó delante del ordenador con renovado entusiasmo y se puso a dar su peculiar visión de nuestra reunión, este es el resultado final:

“Ninguno de nosotros estaba dispuesto a dar por finalizada nuestra increíble sesión de sexo desenfrenado así que cuando conseguimos recuperar nuestras respiraciones y nuestras pulsaciones empezamos a arrastrarnos lentamente hasta cambiar nuestras posiciones.

Un poco más allá vi como Enrique, que acababa de darme por el culo, no tenía reparos en ponerse a acariciar las pequeñas tetas de Isa la cual respondía a sus atenciones masajeándole la polla. Por su parte Juan le prestaba toda su atención a las grandes tetas de Laura cubriéndolas de besos y de lametones, mientras ella le exprimía la verga con una mano. Y Beth llamó mi atención acariciándome el pene, lenta y suavemente.

―Aaah… sigue así… y pronto estará otra vez en posición de disparo… aaah… ―gemía yo.

―Bésame ―me pidió― Bésame, por favor.

La obedecí. Acerqué mi boca a la suya y la besé. Juntamos nuestros labios y lancé mi lengua al ataque. Pronto, la lengua de Beth se enredó con la mía y disfrutamos de un delicioso beso.

―Creo que ya tienes la polla preparada ―me dijo sonriendo, después de separar sus labios de los míos.

Su mirada iba hacia abajo. La seguí y, efectivamente, comprobé que mi nabo estaba ya tieso y casi totalmente endurecido. El beso de Beth había sido esencial y maravilloso.

―¡Fóllame! ―me exigió― Vamos, fóllame, ¿a qué estás esperando?

Pero yo no quería follarla todavía. Primero, quería probar su coño, quería comerle el coño y saborearlo a placer. Y se lo dije. Ella rió con ganas. Luego, se abrió de piernas y, mostrándome su rajita sonrosada y humedecida por el reciente orgasmo, me dijo:

―Está bien, puedes comerme el coño… pero no tardes mucho. Tengo ganas de follar.

―Tranquila, yo también quiero follarte ―le dije, mientras echaba una mirada al resto del equipo para ver qué estaba haciendo.

Enrique ya la tenía dura. Isa se aprovechó de ello y se abrió de piernas mostrándole el coño excitado y humedecido, pidiéndole que la jodiese bien jodida. Enrique no se hizo de rogar y se lanzó en picado, metiéndole la verga directamente en el coño. Por su parte, Juan que también la tenía dura, siguió mostrando su predilección por los culos, puesto que ahora le estaba dando por el trasero a Laura.

Al ver el panorama me dije que lo mejor sería una chupadita rápida al chocho de Beth y luego… ¡a follar! Y eso hice. Hundí mi cabeza entre sus muslos saqué la lengua y se la metí hasta el fondo de su coño.

―¡AAhhhh…aaahhh…siii…!! ―gimió Beth, temblando de placer, expulsando una ligera pero significativa cantidad de efluvios que mojaron mi boca.

Aspiré el olor de su coño, un olor salado y lascivo que me puso aún más cachondo. Mi nariz rozó su botoncito rosa que estaba poniéndose duro por momentos, mientras mi lengua la follaba sin compasión. Cuándo me cansé de saborearle el coño, saqué la boca de su deliciosa rajita y simplemente, introduje mi cuerpo entre sus abiertas piernas y le metí la polla en el chocho.

―¡¡Aaaahhh…siii…fóooollameee…fóllame toda… aaaahh…siiii… necesito tu polla… necesito tener tu polla en mi coño… ahhhh!! ―exclamó entrecerrando los ojos y abandonándose a la lujuria.

Yo sentía el roce de sus labios vaginales cada vez que metía y sacaba la verga de su conejo, sentía los cada vez más abundantes jugos que rodeaban y mojaban mi pene por todos lados, sentía la presión de su endurecido clítoris cada vez que aplastaba mi nabo contra él… y todo eso me ponía a cien, tan cachondo que me creía incapaz de contenerme.

Pero lo hice. Me contuve y evité correrme un minuto después de haber empezado a follarme a Beth. Luego, más calmado, con más dominio de mí mismo y de mi polla, miré a mí alrededor. Y lo que vi estuvo a punto de echar por tierra todo mi autocontrol. Enrique ya no estaba jodiendo a Isa.

Ahora, mi amigo yacía boca arriba, lánguidamente estirado, mientras Juan le chupaba la polla. Junto a ellos, sin perderse un movimiento, Isa y Laura abrazadas, se besaban la una a la otra. Intenté no mirar más. Me concentré en mi labor y seguí follándome a Beth. Pero era inútil fingir que no había visto nada.

Un segundo más tarde, mis amigos rodaron todos hacia nosotros y ya no pude hacer nada. Estábamos rodeados. Por un lado, Juan seguía mamándole la verga a Enrique, que gemía de placer. Por otro lado Laura, abierta de piernas, ofreció su sexo desnudo a Isa, la cual, sin dudarlo un instante, se lanzó a por él.

Beth miraba también, agradablemente sorprendida, a juzgar por la sonrisa de su rostro. Gemía debido a mis embates, pero también, seguramente, debido al placer que le proporcionaba el ver aquella orgía junto a ella. Y pronto nos tocó participar.

Juan dejó de chuparle el nabo a Enrique. Éste ya tenía la polla más que tiesa, dura, brillante y temblorosa y por lo visto a Beth le pareció que era una pena desperdiciar una polla así. Con un gesto, me indicó que sacara mi verga de su chocho. Así lo hice. Luego Beth se puso encima de Enrique y empezó a follar con él. Por mi parte, para evitar cualquier nuevo ataque de Juan, me abalancé sobre Isa, que estaba enfrascada chupándole el coño a Laura, y le metí la polla por el agujero del culo.

―¡¡mmmm…!!― gimió Isa, al sentirse enculada.

Yo imprimí la mayor velocidad posible a mi penetración: quería joderla del todo, darle por el culo a fondo, puesto que su culo era lo que más me gustaba de la reunión. Quería su culo y lo tenía, le estaba dando por el culo a Isa y eso me ponía cachondo y excitado, tanto mental como físicamente. Una parte de mi mente temía que Juan me diera nuevamente por el culo, pero creía que no repetiría. Y efectivamente, así fue. Juan, al verse solo y con la polla tiesa, procedió a meterla en la boca de Laura, que gemía de placer al sentir como Isa le comía el coño. Laura se la chupó a conciencia según pude ver, puesto que su boca parecía una máquina de succionar. Pero no contento con la magnífica mamada que estaba recibiendo, Juan sacó pronto su nabo de la boca de Laura y la metió sin complejos dentro de la boca de Enrique, que gemía mientras follaba con Beth.

―¡¡mmmpffff…!! ―resopló Enrique, sorprendido. Pero un poco después ya estaba chupándole la polla a Juan con total tranquilidad, mientras éste, en éxtasis, gemía de placer.

Volví a concentrarme en el impresionante culo de Isa. Empujaba mi verga, la metía hasta el fondo y la sacaba cuidadosamente, evitando, sobre todo, una excitación de más que me enviara de cabeza al orgasmo. Me encantaba el culo de Isa y lo estaba pasando de miedo dándole por el trasero.

Los gemidos de placer llenaban la habitación. El calor era sofocante y nuestros cuerpos desnudos sudaban por todos los poros. Nuestras expresiones eran de felicidad y de intenso goce. Parecía que todas las barreras habían saltado y que lo único que queríamos era follar, joder y pasarlo bien, sentir placer sexual y nada más.

Y como para corroborar esto Juan sacó de nuevo la polla de la boca de Enrique y la metió dentro de la boca de Beth. Ella chupó a conciencia, produciendo los típicos chasquidos del chupeteo intenso… Noté que todos estábamos temblando de placer.

El orgasmo estaba cerca de nuestros sexos calientes y húmedos. Juan sacó la polla temblorosa de la boca de Beth y la metió, nuevamente, dentro de la boca de Enrique. Enrique empezó a chupársela otra vez, pero a los pocos segundos, Juan eyaculó violentamente.

―¡¡¡AAAhhhhggg…!! ―gimió, impotente para contener la avalancha de semen que llenaba la boca de Enrique. ― ¡¡Me coorrooo…ahhhh…!!

Beth, con los ojos abiertos de par en par, no perdió detalle de la obscena eyaculación de Juan dentro de la boca de su amigo Enrique. Continuó follando un par de instantes más, pero luego, arrastrada a su vez por el ardiente calor que quemaba su bajo vientre, se corrió agitándose voluptuosamente mientas jadeaba y gemía, ensartada aún en la enhiesta polla de Enrique.

―¡¡ooohhh… Me corro…ahhh…!! ―farfulló Beth, mientras se corría y caía vencida por el placer, golpeando con sus tetas el pecho de Enrique.

Éste, sin embargo, aún consiguió contenerse. Liberándose del abrazo de Beth, se levantó con la polla tiesa y palpitante y la boca chorreante de semen y sin decir nada, introdujo su verga en la boca anhelante de Laura. Que chupó agradecida, pero sólo un par de segundos, porque luego, Enrique se corrió dentro de aquella preciosa boca femenina, llenándola de esperma caliente y viscosa que se derramaba hacia abajo, hacia el cuello y hacía sus grandes tetas.

Para mí fue demasiado aquella última escena de pasión desenfrenada. Sin poder evitarlo, empecé a correrme, primero dentro del conducto rectal de Isa y luego, cuando conseguí sacar la polla, sobre el culo y la espalda de mí querida amiga.

―¡¡oooh… me coorrooo… aaah… aaah… tu culo…tu precioso culo…aaaah…!! ―gemía incoherente, mientras caía hacia atrás vencido por el orgasmo y el placer.

Ahora, sólo quedaban Isa y Laura. Sonrientes, cambiaron de posición y se pusieron en la postura del sesenta y nueve; Isa debajo y Laura arriba, cada una con la boca en el coño de la otra.

―¡¡Slurp…slurp…lap…lapss..Slurp..slap..ahhh..mmmhh!! ―era lo único que se oía en la habitación, mientras las dos completaban su labor, chupándose la una a la otra.

Miré a los demás. Enrique y Juan tenían las pollas aún un poco tiesas pero con los síntomas del desinflado. Ya no estaban duras y tenían tendencia a caer hacia abajo. Ambos miraban como las dos chicas se comían el coño mutuamente. Beth, por su parte, parecía aún excitada y, durante unos instantes, estuvo acariciándose el coño.

Creo que era evidente que ver a sus dos amigas en aquella postura la ponía cachonda. Por mi parte, era maravilloso estar ahí, viendo a Isa y a Laura follar sin inhibiciones, sin censuras… era maravilloso estar desnudo, sintiendo como remitía el placer de la polla, era maravilloso ver a todos mis amigos y amigas completamente despelotados, mostrando todos sus secretos y sus pasiones más ocultas…era obsceno y por eso me gustaba.

―¡¡mmmmmh… slurrp… slap… aaah… aaah…!! –gemía Laura, mientras torrentes de descontrolados fluidos descendían desde su abierta raja hacia sus muslos.

―¡¡aaaaah…aaah….siii..aaah…mmmm!!― balbuceaba Isa, mojando con sus jugos calientes la cara de Laura.

―¡¡¡mmmm… aaaah… me coorrooo… aaah… aaah…!! –exclamó Laura, apartando la cara empapada en jugos femeninos, de la entrepierna cálida y aterciopelada de Isa.

Y Laura se corrió inundando con sus fluidos la cara de Isa, que continuaba comiéndole el coño. Un instante más tarde, la jugosa Isa alzó medio cuerpo hacia arriba, prorrumpió en un gemido poderoso y con todo su cuerpo en tensión, se corrió, ahogando con sus jugos a Laura, que aún tenía la cara bajo la entrepierna de su amiga.

―¡¡aaah… me corroo…siii… mmmm… que gustooo…!! ―gimió Isa corriéndose impa―rablemente.

Luego, todos nos quedamos en silencio. De nuevo nos tumbamos a descansar unos minutos; allí estábamos todos desnudos, excitados, con la sonrisa tonta en la boca, cubiertos de sudor y de restos de emanaciones sexuales.”

―¿Qué te parece? –preguntaba, mientras yo leía con gran interés todo lo que había escrito.

―Espera, hombre… no seas impaciente. Todavía no he acabado –le dije sin despegar la vista de la pantalla del ordenador.

La verdad, pura y dura, era que yo me había ido calentando según leía el relato y que me estaba costando dios y ayuda mantener la respiración normal para que no se diera cuenta de mi reacción. Estaba excitadísima y mi sexo mojado y palpitante era una muestra palpable de ello.

―Bueno, ¿qué? ¿Qué tal? – volvió a preguntar un momento después, impaciente.

―Bien, bien… no está nada mal –respondí yo, intentado parecer indiferente.

―¿Solo bien? –me dijo, mirándome fijamente

El muy golfo estaba sonriendo con suficiencia; se había dado cuenta de mi estado. Tenía la respiración alterada, estaba sonrojada y tenía las pupilas dilatadas… Vaya que la lectura del dichoso relato me había puesto a cien…

―Y bien… ¿vas a reconocer que te ha gustado? Y sobre todo, ¿vas a pagar tu deuda? –dijo mirándome fijamente y acariciándome la mejilla con dos dedos.

Yo tozuda me negué a pronunciar las palabras pero no pude evitar tragar saliva nerviosamente y pasarme la lengua por los labios. Él no perdió detalle de lo que veía y tardó décimas de segundo en rozar muy dulcemente con sus dedos mis labios, acercó su cara a la mía y dio un piquito suave en la mejilla, luego otro en la punta de la nariz, otro en la frente, otro en mis párpados y cuando por fin iba a llegar a mis labios se apartó y me miró interrogante.

A estas alturas me era imposible intentar disimular más así que le puse mis manos en la nuca y acerqué nuestras caras hasta que los labios se juntaron por fin… Fue como una explosión, una liberación… Fue uno de los besos más maravillosos que me habían dado jamás. Mmmmmm… ¡¡¡era genial!!!!

Poco a poco nos empezamos a desnudar mutuamente y una vez más consiguió sorprenderme. Era tan dulce y considerado, me trataba con suma delicadeza y ternura, me tomó en sus brazos y me lanzó una mirada interrogante… y yo, claro no lo dudé un instante: con la cabeza le indiqué la dirección de mi cama.

Caímos en ella entre besos y abrazos, sus manos recorrían todo mi cuerpo con frenesí. Sus labios recorrieron mis hombros, mi cuello, la parte interna de mis brazos, dejaron una huella húmeda alrededor de mis pechos, mordisqueándolos, saboreando mi piel, húmeda, caliente… ascendía con un suave roce de sus labios por mi empeine, besando, mordiendo mis tobillos, pasando la punta tensa de su lengua.

Mordía con pasión mis pantorrillas y deslizaba las yemas de sus dedos por la parte trasera de mis piernas hasta llegar a mis muslos. Mi respiración volvió a aumentar de ritmo como consecuencia de la gran excitación que me estaba produciendo, y mis manos se tensaban y agarraba las sábanas con fuerza. Ya con la cara entre sus piernas iba dando mordiscos a la parte interna de mis muslos, recreándose en ello, y tardando en ascender.

Giró su cuerpo hasta ponerse en sentido opuesto al mío, y se colocó sobre mí, me siguió acariciando con su boca y me invitó a hacer lo mismo con él. Aaaahh que delicia, tenía el miembro más delicioso que yo recordara.

Estuvimos un buen rato, en un 69 perfecto, hasta que ambos alcanzamos un magnifico orgasmo. Bebí su semen y el se recostó junto a mí, abrazándome.

Permanecimos así un buen rato, incluso creo que me adormilé un poco y no podía dejar de pensar que era una manera maravillosa de perder una apuesta. Pero la tranquilidad duró solo un instante ya que consiguió despertar todo mi cuerpo de nuevo con sus caricias. Me besaba con frenesí, acariciando mi cuerpo con sus expertas manos.

De pronto me colocó boca abajo, sobre mis rodillas y codos, se ubicó detrás de mí y me penetró de una sola embestida. ¡Aaaahh! ambos dejamos escapar un suspiro ahogado.

Inició un vaivén de ritmo intenso. Su mete―saca me volvía totalmente loca. No pude controlarme y empecé a agitar mis caderas estrellándome contra su cuerpo, mis gritos escapaban de mi garganta. Era la gloria…

Nuestros movimientos se hicieron cada vez más rápidos, más intensos. Pronto llegamos a un nuevo orgasmo, esta vez más intenso, más explosivo.

Ambos dejamos escapar un grito al mismo tiempo. Nos desplomamos abrazados sobre la cama, llenos de sudor, satisfechos y felices.

Mucho, mucho rato después pensé, sonriendo para mí, que este momento se merecía, sin ningún tipo de duda, un capítulo especial y esencial en mi amado diario.

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