Olas quemadas y naves encendidas
en el mar rizado de tus costas,
para ti que guardas los suspiros de los siglos
en el caleidoscopio de las épocas.
Nostalgia de rocas eternas e infinitas
mientras resuenan nuestros pasos por las cuevas.
A veces están los músicos, a veces
se escuchan los violines y las arpas
en tus milenarias galerías.
Van lloviendo piedras en tus techos
y acariciamos
tus paredes prehistóricas y suaves,
los inolvidables trazos grabados en las rocas
de las pinturas rupestres
de los primeros hombres.
Como un remolino de formas distintas,
estalactitas afiladas como agujas
llevan a preguntarnos
por las manos que esculpieron tus figuras,
frente a un océano de medusas empedradas
en la Sala del Cataclismo.
Parte del nerviosismo y el asombro
de los que descubrieron
las galerías de tus venas
se adhiere al corazón.
Naturaleza deslumbrante y exquisita
frente a nosotros, los diminutos hombres,
en el brumoso escenario de tu hermosura oceánica,
de tu fresca y natural arquitectura.