La pena
de todos los historiadores tú despiertas,
tantos siglos después.
Su locura no permite gobernar
y deja pasar la vida en este encierro,
en un palacio medieval tan solitario
y oscuro, inundado de tristeza y desengaño,
como la sucesión de tardes y mañanas
desoladas, vacías.
Heredada locura y muerte en vida
de su sangre.
Silencio en los muros,
tiempo sin tiempo.
La desdicha se alía en las paredes tristes
de sus enajenaciones cotidianas.
La tragedia de ser hija de reyes
y estar loca,
la tragedia de ser como espectro envejecido
en un cautiverio como tumba.
Devuelve al mar las cartas inventadas,
y ve la agrupación, entre suspiros,
de los hermanados árboles del monte.
Duele su soledad, duelen sus sombras.
No podemos ver tus sentimientos.
Volvió tu amor en espuma aquellos días
el dolor, transformado en mariposas sobre nubes,
aunque eso ya sólo sea un recuerdo.
La boda en Flandes, la reina virgen
visita ahora, afligida, la tumba de su esposo
para besar los huesos fríos de décadas.