Saltar al contenido

Recordando al primer amor (Capítulo 18)

CAPITULO XVIII

Aunque una catarata de “lipoide” expulsaron mis deprimidos genitales, (y juro que no soy ningún paranoide) aquello no remedió mis males, ya que, para mí, “eso” no fue amor, fue el desbordamiento de los sentidos de un “poseso”.  Y si el amor es demencia, que Dios tenga de mí clemencia; porque eso fue el proceso del arrebato, no el nexo del amor. Pues el verdadero amor sale del alma y del corazón, no por el meato.

Que cara no pondría, que Cristina algo raro en mi mirada le parecía.

– ¿No te ha gustado, vida mía?

-Me ha encantado, pero razón no hallo en este cambio tuyo tan radical: de puritana a amante de la bacanal en un minuto; y la verdad, me siento algo prostituto ante tanta veleidad.

-Sólo te he pretendido demostrar, que, el amor es también pasión y deseo, y aunque como dices no “sale por el meo“, y aunque tampoco es un desenfrenado “folleteo”, el final es el mismo que el amor puro y sin alardeos, suspiros, llantos y jadeos… ¡Ah! y mucho meneo.

– ¡Jo Cristina! Si no lo veo no lo creo.

 

Y ahora visto que te he demostrado

que mi amor es sincero y verdadero

a pesar de este súbito altercado;

quiero que sepas que, aunque sin dinero

no me tomes como un necio alocado;

deseo para el amor venidero

que a la felicidad sea abocado.

 

Lo sé Amador, pero… Me dijo sin pudor

 

¡Pero pon los dos pies en el suelo!

pido que por nuestra felicidad luches;

y a tu voluntad y cariño apelo

para comprar ese piso de Aluche,

y allí nos amaremos con denuedo

sin temor a que nadie nos escuche.

Hacerlo aquí, cómo que me da miedo;

y eso que después el que no me duche,

de la suciedad yo no me conduelo.

Y después del frenético arrechuche

me tenga que limpiar con tu pañuelo,

de verdad Amador, que me da repuche.

        

Estaba atónito por no decir acojonadito. Si no fuera porque esta viendo los mismos ojos, los mismos labios, oliendo el aroma de sus exudados, (sobre todo después de…) y escuchando la misma musicalidad en su voz, hubiera jurado que esta no era mi Cristina.

Pero que era ella no había ninguna duda; la duda residía en ese cambio tan radical. Y en mis nociones de ver como se derrumbaban mis conceptos sobre el bien y el mal. ¿O es que Cristina buscaba un animal en vez de un hombre cabal?

        

En esta cruel encrucijada me hallo;

yo, enamorado del amor hermoso,

¿voy hacer de esta mía capa un sayo?

 

Me parece horrendo y muy horroroso

hacer amor de esa mala manera;

es bochornoso, además asqueroso.

 

¿O es que hacer amor es una quimera

en vez del ángel del amor sincero

donde el candor al placer le requiera?

 

Mi alma pide al amor lo placentero,

lo que enaltece el corazón de gozo,

no por feroz abrupto derrotero.

 

Y si el amatorio es también retozo,

amemos entre violines y liras

sin falsarias vestiduras ni embozo.

 

Si con tu carita de ángel me miras,

mis besos serán dulce malvasía,

no la amarga hiel que labios te acibaras

 

¡Así te quiero… Soberana mía!

Limpia y pura como moza galana,

cual sacerdotisa, náyade o pía.

 

Vamos de la mano a ese nirvana,

veamos azul el cielo sin celo,

abramos del alma nuestras ventanas

 

Y remontemos ahora este vuelo

vayamos hacia lo eterno infinito.

si no logro tu tan ansiado anhelo

el corazón con un puñal me lo quito.

 

– ¿Qué te sucede? ¿Te veo con el ceño fruncido? ¿Es que te sientes por algo herido?

-No cariño, al contrario, me siento por ti muy querido, pero si que estoy algo aterido, por lo hace un momento recibido.

-Por cierto. Me dijo mirando dirigiendo su mirada hacia “mis bajos”. Me has manchado el vestido… ¡Jo…! qué mancha más blanquecina, y no se quita “la muy cochina” ¡Cómo voy a llegar así a casa…! Si me la ve mi abuelo se va a pensar que soy más… “eso”, que las gallinas.

-No te preocupes, que es una mancha anodina, y se quita con agua y jabón, lo sé por Paulina, una vecina.

-Vaya con tu vecina, ¿Y cuál fue el motivo de esa conversación tan pueril?

-Bueno, eso no me lo dijo a mí, se lo dijo a mi hermana y yo las oí. Resulta que mi hermana tuvo un “accidente como el tuyo”, (valga el símil) Su novio que era un albañil, por lo visto le quiso hacer un hijo suyo… Así, a lo vil.

– ¿A tu hermana?

-Claro, de ella hablamos.

-Pues ve al grano.

-Mi hermana, (según le contaba a Paulina) cuando observó que a su novio “le venía y no se retiraba”, le apartó a toda prisa para que no la preñara; y el hombre que ese empujón no se esperaba, en vez de arremeter cómo la Naturaleza obliga espoleando dentro “de la higa”, y moviendo la barriga con contorsiones incontroladas, se la encontró a la intemperie “gimiendo y llorando” de tal manera, que lo que soltaba, (que más que gotas era oleadas), fueron a parar al vestido de mi hermana que aquel aluvión no esperaba. ¡No veas cómo le dejó la falda de mojada!

-¿Pero se le quitó, o no la mancha?

-Sí. sí, pues yo que miraba con mucho disimulo a la falda de mi hermana, ninguna mancha notaba; y siendo la mancha blanca y la falda morada, de haber quedado huella, allí estaría impregnada…Pero nada de nada… La mancha para nada se notaba.

-¡Vaya, vaya con tu hermana! No sabía que tenía novio.

-Lo tuvo, esto que te cuento pasó hace tiempo. Por lo visto era un gachó con bastante oprobio; un sinvergüenza, sin moral y sin conciencia; tanto, que le echaron del cenobio donde estudiaba para cura; que era un “jeta” parece obvio. Resultó ser un cara dura amigo de la sinecura, por eso mi hermana “le dio puerta” y se le acabó la aventura.

-Me alegro por tu hermana, pues me parece una chica formal.

-¡Lo es, lo es! Aunque a veces me hace mucho de rabiar.

-No me extraña Amador, pues tú eres bastando dado a “fastidiar la marrana”, por eso no me extraña que se enfade contigo tu hermana. Pero dejemos esta conversación banal y dime que te pasa, que te veo con una cara fatal.

-No, no cariño, de verdad que no me pasa nada grave, pero hacer el amor de esta forma, en la cabeza no me cabe.

-¡Claro, claro! Hacer el amor en esta especie de arquitrabe no es lo más apropiado para una dama; pero cómo tú no tienes los medios para llevarme a una decente cama, lo hacemos en este catre que infama.     ¿Ves cariño, te das cuenta, que el amor necesita los medios que le den loor? Que sólo amor sin medios, al final lo que da es dolor.

Quedé convencido, y algo deprimido, pues mi futuro aún no definido, no me concedía los medios para llevar a la “Gloria” a la mujer que amaba con amor de ley; y para consolidar ese amor antes hay que fabricar el nido.

Por lo que me prometí solemnemente que a partir de mañana buscaría un trabajo estable que consolidara este amor indefinido, si es que deseaba ser su marido.

Deja un comentario