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Recordando al primer amor (capítulo 6º)

CAPITULO VI

 

Esa noche de contento apenas pude dormir, estaba seguro que Cristina me amaba, lo que pasa que las mujeres no declaran su amor a la primera, se hacen de rogar. Y no pude reprimir los deseos de amarla. Y en solitario le amé tan intensamente que tuve que reprimir los suspiros y ayes que me inspiraban su imagen al compás de mis manos que ansiosas acariciaban su cuerpo con un delirio y un frenesí tan inusitado que hasta yo mismo me sorprendí.

¡Qué a gusto me quedé! Tanto, que, me dormí a los pocos minutos con su imagen colgada en mis retinas.

Había cobrado la paga extraordinaria del 18 de Julio; pues estaba de representante en una empresa de alimentación del sector panadero, ya que me había licenciado recientemente del Servicio Militar; y estaba vagando más que trabajando, ya que me había despedido de la empresa anterior por motivos personales; un jefe más “hijo de puta” que buena persona, fue el que me cerró los caminos para ascender, por lo que opté por pedir el finiquito. Y ser militar tampoco me seducía, por lo que mi situación profesional a mis casi 21 años, estaba en precario, y con el futuro más negro que “el sobaco de un grillo”.

Mi mejor amigo de toda la vida, José Luis Soria Soria (del que hablaré de él porque forma parte de esta historia), éramos vecinos desde el año 1945 en que nos vinimos desde Málaga vivir a la calle de Ayala, se hizo novio tiempo después de la hermana de Cristina, María Roberta; (que ya diré lo que pinta también en esta novela), vino a casa a buscarme para quedar, ya que era un chico muy raro, huraño y de difícil carácter. Introvertido y de hacer pocos amigos; era mi antitesis en cuanto a las formas sociales, por eso andaba casi siempre pegado a mí, ya que le costaba relacionarse con las personas, y con las chicas mucho más.

-Amador, ¿Qué vas a hacer esta tarde?

-He quedado con una chica que conocí el domingo, y que me “mola cantiduvi”.

-¡Vaya hombre! ¿Y me vas a dejar tirado?

-¡Coño “Jose”! (le llamaba “Jose”, sin acento) que no vas a estar toda tu vida supeditado a mis planes.

-Vale, vale, me hubiera gustado ir a un baile, pero ir solo no me atrevo.

-¡Joder “Jose”! que ya eres mayorcito (era un año mayor que yo)

-Ya, ya, pero ya me conoces, “las tías” me dar corte, y cómo tú eres tan lanzado…

-No, si al final tendré yo que buscarte la novia… (y así fue) pero no adelantemos acontecimientos.

A las diecisiete horas fui a buscar a Cristina; me había preparado a conciencia para la ocasión; aunque no me hizo mucha falta porque soy de los chicos que les nota a la legua su pulcritud. Lo único extra que hice fue comprar un frasco de colonia de Álvarez Gómez, ya que tenía algunas pelas por lo antes referido.

Mi hermana  María me dijo.

-¿Adónde vas tan “perfumao”, Amador?

-¡Coño hermana! Al baile, a buscar novia.

-¿Novia… o algún ligue?

-Sólo me funciona “la cola” con las “titis” que “me molan”. Y no es “bola” hermana. Es propio de los chicos que estamos de moda.

-Anda sí, a ver si sientas la cabeza de una vez, que vas dando tumbos.

El problema de sentar la cabezaes que el culo te queda en una posición bastante incómoda; quizás por eso yo no la sentaba.

… Y a las diecisiete y veinte (me hizo esperar veinte minutos) salía ella por el portal…

 

¡Pero qué hembra más divina!(8a)

De verdad que es una diosa;(8b)

y en mis ojos se adivina(8a)

codicias pecaminosas((8b)

pero que el amor redima (8a)

con epopeyas gloriosas(8b)

que en el corazón anidan (8a)

¡Sencillamente fastuosas!(8b)

 

Estaba tan absorto contemplando “a mi diosa” que me parecía estar en el pórtico de la Gloria…

 

Bajaba ella por la escalera

pisando con firmeza el suelo;

contoneaba sus caderas

armando al paso gran revuelo

en las tarimas de maderas

traqueteando con recelo

ante pisadas de las suelas

sus zapatos de terciopelo.

 

-Hola Amador. Disculpa el retraso.

-Un siglo te hubiera esperado, si se hubiera dado el caso.

-Muy galante el muchacho. ¿Adónde me vas a llevar?

-Te llevaría al Parnaso, al Reino de las Musas. Pero mejor te llevo a un club de…

-¿De esos que tienen poca luz..? No me dejó terminar la frase.

-¡Ah! ¿Ya conoces ese tipo de boites? Le pregunté algo mosqueado.

-Personalmente no, porque no se ha dado la ocasión de ir, pero sé que están de moda en Madrid; me lo ha dicho una compañera de trabajo. ¿Y tú Amador, a cuantas has llevado?

-Si te digo la verdad, a una nada más…

-¿Nada más que a una?

-A una nada más, de verdad.

-¿Y por dónde está?

-Por la Plaza de Santa Bárbara, se llama “El Junco” y te puede asegurar que es un lugar acogedor, tranquilo y con música romántica, ideal para parejas que se quieran enamorar…

-¿Te quieres enamorar?

-El amor llega cuando llega, y dicen que cuando llega ciega, que como especie de puñalada el corazón te pega. Y a mí me debe haber tocado, pues siento un dolor por el costado, y la luz de mis ojos se ha apagado.

-Qué poeta eres. ¿A todas les hablas con esa poesía?

 

Poesía es sentimiento,

emoción y turbación,

turbación ante unos ojos,

ojos cegados de luz

que se desprende de un cielo

terno de sedas y tul;

tul que cercan tus sentidos,

tactos que ciegan mi azul

 

-¡Jolín! ¿te lo acabas de inventar o son versos de otro poeta?

 

No soy un poeta Cristina,

pero seguro que a cualquiera

el estro le alcanza y le atina,

el dardo de amor recibiera

lanzado por mujer divina

qué en pleno corazón le diera.

 

Llegamos en el metro a la estación de Alonso Martínez, y desde allí a dos minutos a pie estaba el local.

Una vez dentro, ¡gracias a Dios! le encantó a Cristina.

-Es verdad, que local más acogedor y que cómodo son estos sillones.

-Ya te lo dije, además sería incapaz de llevar a otro lugar que no fuera digno a dama tan distinguida como tú. De verdad.

-Gracias. Eres un amor.

-Por eso me pusieron de nombre Amador, y con todo su loor.

Eran las seis y media, y el local estaba casi lleno de parejas; dos bailaban en la pista central, y las demás hacían arrullos y manitas, y la pareja que estaba a nuestra derecha se daban besitos en la boquita.

-Cristina me miró, y al instante sus labios en los míos plantó.

 -¡Joder que emoción! tan de sorpresa me pilló, que ni por lo más remoto esperaba esa reacción; tanto, que llevaba dos días pensando cómo abordaría el primer beso, y por más vueltas que le daba, con la fórmula no daba.

Sentir sus labios pegados a los míos me causaba tal cúmulo de sensaciones que sentía un canto de pajaritos a mi alrededor… Pío…pío… pío…pío… Sólo sentía alrededor mío.

Mientras me besaba, en éxtasis estaba. Notaba sus dulces yemas (más dulces que las de Santa Teresa) frotando el lóbulo de una de mis orejitas, y con la otra mano, jugaba con mis ricitos color de oscuro, que me hacían tales cosquillitas que me estaban poniendo en un apuro. (ya que uno no es anuro*)  Y juro, que, tuve que hacer un conjuro para salir de aquel aprieto. Por eso me quedé allí quieto, hasta que remitiera “aquello” que se estaba poniendo tan duro.

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