Húmedo tu coño, reina.
Allí se desliza mi miembro.
Entra con facilidad.
Gordo y hermoso como es.
Para darte mucho placer.
Porque te amo.
Me encanta que tu chocho
tenga vello en los labios.
Me encanta entrar en él
y que disfrutes conmigo dentro.
Poseyéndote. Tomándote,
haciéndote mía. Amándote.
Esos pechos tuyos que
me gusta mamar
y saborear tu leche.
Esos pechos tuyos
que tanto me gusta acariciar.
Amasar.
Me gusta que me los des todos.
Me gusta saciarme de ellos.
Me siento cohibido ante ti.
Igual que tú cohibida ante mí.
Porque soy tu reflejo.
Te deseo en secreto.
Desde mi casa.
Sueño contigo.
Desde mi cama.
No me atrevo a más, amor.
Te veo y te deseo. Igual que tú a mí.
Y no me atrevo a más.
Yo soy el macho
que un día te desvirgue.
Yo soy el macho
que te enseñará a ser tu otra mitad.
Me siento cohibido ante ti.
Aunque te deseo tanto como a tú a mí me deseas.
Me dices con tu mirada que tus tetas son para mí.
Porque sabes que las amo.
Me dices que tus piernas me las das también.
Porque sabes que las amo.
Y veo en tu rostro algo tuyo que se ha perdido por mirarme.
Como si no pudieras contener tu deseo de darte toda a mí.
Eres virgen. Y quieres perderla.
Y deseas que te enseñe. Que te la quite.
O dármela. Para siempre.
Algo que será para siempre, entre los dos.
Y yo lo haría, gustoso.
La tomaría. Te tomaría. Te haría mía.
Sin embargo, no me atrevo.
Algo en mí no se decide a darse a ti.
Algo en mí que juega al escondite.
Y no sé si a ti te gusta este juego.
Pero yo espero en él. Porque sé que el momento…
puede esperar por mí. Y tú también.
Mientras tanto sueñas con él. Con que llegue.
Sueñas conmigo por las noches. Con que llegue.
Una sí y otra no. Dos no y una sí.
Y no sé si esto será así siempre. O sólo hasta hoy.
Hasta hoy se te ha caído la baba. Me deseas con locura.
Tú, tan hermosa. Tus pechos, tus piernas, tu culo.
Tan hermosos. Y ese deseo se queda en ti.
Y en tu forma de mirar.
Quiero hacer algo hermoso con ese deseo tan loco.
Algo que no sea follarte locamente.
Algo más grande. No sé.
Quizá me equivoco.
Pero… ¿y qué si decido estar toda la vida
equivocado?