Proberás la herrumbre de mi lanza
engullida por la boca de mi gruta,
lacerada por mi cráter que vomita,
inúndame pues con tu sal.
Navegando
palo mayor de mi nave,
por la tempestad que nos lleva
a los infiernos
Ya se adivina
el final de la lucha,
la espada de fuego
abrirá la puerta a la ansiada condenación
Yaceremos al calor de la derrota,
prisioneros sin remedio,
Carne rota,
y, aún así, resplandeciente.