Recuerdos agridulces me quedaron
de aquel precioso y bello lugar.
Un mozo a una trampa me llevó
en aquel reguero para defecar;
la rabadilla a una burra alzó
y allí mismo la quiso quebrantar.
El amo de la borrica con cinto en mano,
pilló al mozo de aquella mala manera;
y yo, que no “comía de aquel grano”
ni “bebía”, de aquella aguadera,
corrí por aquel arroyo como un gamo
para salir de prisa de tal acaecedera.
¡Juro! que nada tuve alli que ver,
¡Qué no! que un servidor así no fornica.
Si a tantas mozas allí tuve que ignorar
y a más de una “le rasqué en la tripa”,
¡Cómo un servidor se iba a encalomar
a una acémila, yegua, o a una borrica!
Pero las malas lenguas, ¡ya se sabe!
Aquella bufonada por el valle corrió,
y me tuve que “tragar aquel jarabe”
del que juro que este menda no bebió.
Y se oía por ventanas y arquitrabes,
que Felisín a una burra se trajinó.
En aquel tiempo y aquel lugar,
y aunque evocar me sea ingrato,
cuando apretaba las ganas de cagar
había que hacerlo en un regato,
y con una piedra se había que limpiar
desde el alcalde hasta “El Chato”.
Una mañana ¡En qué mala hora vino!
Estaba uno apretando la barriga
y un chaval con cara de viperino
apareció allí, (no es que yo lo diga)
en ese momento tan matutino
buscando de la burra “la figa”,
allí me hallaba de chiripa,
tranquilo, en mi soledad,
ocupado tan sólo en vaciar la tripa.
Le parecía una espantosa barbaridad
acometer acción tan “sibarita”.
Increíble, a una burra “montad”,
y que el coño de una burra excita.
Nada tuve que ver en aquel evento;
quiso el sino que allí me encontrara
en aquel lugar y en aquel momento.
Si al “folla burras” hoy le pillara
¡Juro! ¡y cuándo juro no miento!
que de hostias le llenaba la cara.
Del Real de San Vicente.
decía con sorna mi abuelo:
“buen lugar y mala gente”.
Y no debe ser un camelo,
pues a una burra de repente
uno le quiso meter “el ciruelo”.
Aquel mozo repelente
que buscaba consuelo
para su verga turgente
como cual diablo cojuelo
o cachondo adolescente,
se alivió en aquel señuelo.
Hay que estar muy salido
o el tema “no te lo curras”,
de la manera que es debido
para “tirarte” a una burra
en sano juicio (no bebido).
¿A mí? ¡Qué ni se me ocurra!
Es que hay que estar verriondo,
y no tener a mano una vagina
donde hincarla muy hondo,
aunque sea en una esquina.
¡Qué no! antes “me la mondo”,
que follarme a una equina.