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Oda al pecado

Noche cálida, al lado mar, que es testigo de amores fugases, como estrellas perdidas en el cielo infinito.

El escote marca las doce, hora de desengaño y pasión en derroche, tus caderas detienen dicho tiempo, al paso tan firme y ligero.

Como diosa perdida entre el gentío, que deja escapar dulces gemidos, suaves que se escapan en el viento, el éxtasis de tu piel morena, me estremece y corre por mis venas.

Una copa te invito, después de un buen vino, la noche arrecia, ya no hay sensación del mundo externo, solo el universo que tu cuerpo adorna.

Entre palabras y halagos, me pierdo, tu sabes que el pecado busco, y una oda lanzo con tan bella demonia.

En mi cuarto los broches, se abren, el cielo pronto se instala en nuestros cuerpos, veo tus senos abriéndose paso a mis besos, son tan perfectos.

Café son tus pezones, de energía me llenan cuando los poseo, entre dulces caricias, te abres paso a mi humilde cetro, lo saludas cordialmente entre besos.

El éxtasis y desenfreno, ha puesto sucursal en mis aposentos, las miradas se evitan, pues no hay necesidad más grande que el deseo.

Los cuerpos llenos de agua, manantial de gloria, gemir es ya un arte en las horas perfeccionado, su bella canoa, no ha resistido el embate del agua al surcarse en el mar de la lujuria.

Y entre suspiros y desalientos, nos corremos bellamente, llegando al éxtasis del calor de dos cuerpos.

Sonríes, y yo sonrío, éxtasis infinito entre dos cuerpos que apenas conocen la luz del día, y cuando duerma el cielo nuevamente nos amaremos, tú con tus senos, yo con mi cetro, seremos el reino perfecto…

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