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Espiando a mi hermana que vuelve de bailar

Arrodillado, la cara pegada contra la puerta del baño, trato de espiar a mi hermana, un ojo cerrado y el otro sin parpadear.

Un momento atrás se despedía de Hernán, el novio. Bajo del auto y camina lo más derecha que puede hasta la entrada. Esta borracha- pienso- hace las cosas como si tuviera miedo de hacer ruido. Saca despacio las llaves, abre, y cierra con más cuidado aún. Viene de coger- pienso-. Tiene el vestido negro que se compró para la fiesta de fin de año pero en mi imaginación esta desnuda, sentada encima de Hernán cogiendo abrazada. La prenda colabora con mi excitación. La tela le da forma a sus tetas chiquitas, sin corpiño y apretado en la panza, se estira desde la cintura hasta la cola, que todos le miran, que sus amigas envidian, por la que mis amigos se pajean.

Entra al baño, escucho que abre una canilla. Salgo de mi cuarto, silencioso como un pervertido, y repito un ejercicio de años, medalla olímpica de cerraduras, ventanas, descuidos y planes elaborados en las vacaciones donde una nueva casa o camping desafían mis sistemas de espionaje.

Primero el ojo se confunde, tiene que acostumbrarse, pero después aparecen las imágenes. Esta sin el vestido, es lo primero que veo, su cuerpo de costado, parada frente del espejo. Tiene puesta la tanga negra, la de bordes con puntillas y una tela transparente que apenas le tapa la concha. El corpiño, es un conjunto que le regalo el novio, ya no lo tiene. Creo que se lo saco Hernán cuando cogieron y no volvió a ponérselo. Puedo ver sus tetas de costado, el pezón apuntando directo al espejo y las muecas que hace mientras se lava los dientes. Su cintura blanca y redondeada resalta el hilito oscuro de la tanga.

Cierra la canilla, la veo sentarse y lleno mis oídos con el ruido del pis. Su cara es de alivio y la mía una pura tensión excitada. Se mueve para comprobar el agua, ella odia el agua fría, y frente a mis ojos aparece su cola, las nalgas gordas, separadas por la tanga oscura y sus muslos.

Se sienta, puedo ver la cara que pone cuando se quema, muy caliente el agua quiero decirle, y después enérgica, deportiva, de quien se frota para limpiar el flujo, la transpiración, el pis, la saliva el deseo y quizá la leche de su novio. Pronto suaviza el gesto, el agua tibia golpeando directa sobre su concha depilada o el alcohol, la vuelven amable.

Se levanta, las tetas cruzan fugaces por mis ojos y cuando gira para apagar el agua, compruebo que se sacó la tanga, su cola esta desnuda, ya no hay nada en medio de las nalgas que libres, se balancean y caen, separándose una de otra.

De pronto susurra mi nombre. Lo hace mirando al espejo, es confuso, pero dice: -Marianooo-. La sangre se congela, quedo paralizado. Intento retroceder agachado, como si todavía estuviera espiando y escucho su voz, suave: – no me traes una remera de dormir…

Después, abre unos centímetros la puerta y saca la mano. Me contengo de no meterme sus dedos en la boca y le alcanzo la remera. La puerta se cierra pero esta vez no la espió y me retiro hasta mañana, cuando amanezca, cuando se levanta para hacer pis y bañarse, antes de ir al trabajo.

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