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El viento silba en el exterior. Los sonidos de la gran ciudad se filtran por los cristales y permanezco tumbado en la cama. Miro el reloj: Son las 3.30 horas, y sin visos de conciliar el sueño. Me giro y te observo tendida a mi lado. Vislumbro tu bello cuerpo bajo la sábana. Tu rostro angelical y tu cuerpo descansando tras el placer dado horas antes.

Me incorporo y voy a la cocina. El fluorescente titila y se alumbra. Caliento el café en el microondas y me siento. El silencio lo invade todo. Solo ecos lejanos que llegan filtrados a través de las paredes… Apuro la taza. Siento en mi piel las marcas producidas por tu efusividad hace horas y decido darme una ducha.

Me desnudo y me adentro bajo el agua cálida que comienza a escurrir por mi cuerpo. Mis manos apoyadas en los baldosines, dejándola caer por mi espalda, sintiendo la relajación en cada uno de mis músculos. Cierro mis ojos. Mi cuerpo rodeado por una espesa nube de vapor creando una atmósfera irreal y vaporosa donde la luz se atenúa bajo la espesa niebla… Siento el crujido de la puerta, el sonido de tus pies descalzos sobre el frío suelo y la mampara abriéndose… Me giro… Tus ojos clavados en mí. Tu piel de marfil acercándose hasta situarse bajo el caudal de agua que nos acaba envolviendo y empapando…

Nos besamos.

Siento la calidez de tu cuerpo, tu suavidad…

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