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Mis encuentros con Adriana (Parte 1)

Conocí a Adriana a través de una chat hace unos 5 o 6 años, una mujer madura con dos hijos ¡separada!

Después de algunos días chateando nos vimos para conocernos y ver que podía surgir, un poco renuente (para no ser considerada una mujer fácil) no quiso ir al motel, pero después de un par de besos y una nueva invitación accedió sin el compromiso de que pasara algo más que besos.

Llegamos a la habitación y comenzó el manoseo y cuando pasé su mano por la entrepierna siento su toalla femenina obstaculizando el acceso a lo que apenada, pero caliente Adriana solo atinó decir ‘estoy en mis días’. Yo estaba caliente y como habíamos pedido condones a la habitación le dije que no había problema de que me “manchara” y seguimos con el toqueteo que cada vez subía de tono.

La desnudé y me puse el condón y sin más preámbulo le abrí las piernas y me abalancé sobre ella en posición de misionero para penetrarla. Ambos estábamos muy calientes ya y no queramos seguir conteniéndonos. Su primera reacción fue soltar una especie de grito y gemido, y al oído alcanzó a decirme “hacía mucho que no sentía esto” mientras yo le daba estocadas con mi verga. Después de un rato en esa posición decidí cambiar pero nos dimos cuenta que ya habíamos dejado manchadas las sábanas, por lo que decidimos ir bajo la regadera.

Limpiamos rápidamente nuestros cuerpos y continuamos con el manoseo bajo el agua, yo no pude más y me puse atrás de ella, tomé jabón y le metí un dedo en el ano para limpiar y dilatar un poco la zona. Después fueron dos dedos lo que ella se resistía un poco diciéndome que por ahí no, que nunca se lo habían metido por el culo, sin embargo, su voz entrecortada y sus movimientos circulares de cadera me decían otra cosa. Cuando sentí que mis dedos entraban y salían con facilidad la penetré de un solo golpe, ella gritó de dolor y placer, me quedé un instante así para que ella se acostumbrara un poco y comencé el mete y saca frenético. El agua caliente… El vapor… Sus gemidos que por momentos eran gritos y mis propios jadeos hacían el momento sumamente caliente y pervertido. Me la cogí contra la pared hasta que sentí venirme, eyaculando sobre el piso de la regadera.

Tomamos unas toallas y nos secamos. Nos fuimos a la orilla de la cama teniendo cuidado de no mancharnos con las sábanas. La situación era muy pervertida, nos sentíamos como dos perros con ganas de aparearse.

Cuando se me paró de nuevo de inmediato se apresuró a darme sexo oral y mientras me la chupaba por momentos se sacaba mi verga de la boca para platicarme de su vida, de lo mal que la trataba su ex, de lo frustrante que era cuidar a dos jóvenes, y de lo insatisfecha que se sentía. Cuando sentí venirme ella me pidió hacerlo sobre el piso porque no quería tener que bañarse nuevamente.

Nos vestimos y salimos de motel. Ese fue solo el principio de varios encuentros calientes con quien después se convertiría en mi esclava Adriana.

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