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Gaby me entregó su culo y el de Sofi ¡Ricas culeadas!

Con Gaby y Sofi nos conocemos desde toda la vida, pues crecimos en el mismo vecindario.  Aunque ambas chicas eran chicas lindas y yo sabía que a ambas les gustaba, nunca fuimos novios y quizá se debía a que me conocían muy bien, pues era del saber de todos mis amigos que yo salía con diferentes chicas a la vez.

Las cosas comenzaron con Gaby, quien era la más cercana, sino que era la más amiga, pero también vivía cerca de mi casa: unos cuatro minutos caminando. En ese mes de octubre siempre venía un carnaval a un parque cerca de mi casa y es como me la encontré con sus padres. Terminamos subiéndonos a los juegos mecánicos y en ese aparato que le llaman La rueda de la Fortuna, ahí nos dimos el primer beso y comenzó todo. Sus papás que sabían que yo vivía cerca y conocían a mi familia pues dejaron a Gaby y a una su vecina en el carnaval y nosotros nos iríamos caminando hacia la casa.

Obviamente su vecina supo que nos interrumpía y se juntó con otros conocidos dejándonos a Gaby y a mí a que nos desapareciéramos por un rato del Carnaval. Nos internamos al otro lado del parque, donde no había mucha gente y muchos lugares de esa zona estaban medio oscuros y solitarios y comenzamos a comernos a besos. Pasaba mis manos por sus dos pequeñas tetas por sobre la ropa y de la misma manera hacía con tomarles sus dos pequeñas nalgas que se sentían solidas ceñidas espectacularmente en un pantalón vaquero. Le sentí su sexo caliente por sobre la ropa y Gaby solo gemía cuando me dedicaba a besarle el cuello con el cuidado de no dejarle marcas. No pasamos a más de eso en esa entrada de la noche, pero sabía que las bragas las llevaba mojadas al igual que yo llevaba mojado mi calzoncillo.

Habíamos quedado picados y dos días más tarde ella me citó al otro parque cerca de la casa, el cual es más pequeño y no tiene canchas de ningún deporte y quizá es por eso por lo que se mantiene solitario. Eran como las cuatro de la tarde y Gaby llegó vistiendo uno de esos pantalones deportivos de algodón y una camiseta que iba acorde con su pantalón. Buscamos el lugar más solitario y volvíamos a comernos a besos. Esta vez esos pantalones me daban la oportunidad de meter mis manos y manosear sus pequeñas y redondas nalgas y pude sentir las diminutas bragas que llevaba. Supe que eran blancas pues en algo las descubría cuando le metía las manos para tomarlas. Con los minutos nos acostamos en el pasto y seguimos besándonos hasta que, de tanta excitación, me fui por sobre ella en esa posición del misionero, aunque seguíamos siempre con ropa y donde descubría cómo mi falo a pesar de estar aprisionado con mi pantalón lograba hacerle ese hueco entre sus piernas.

Ya nos importaba lo que pasaba alrededor, estábamos tan excitados que creo hacíamos un vaivén así con ropa y donde podía sentir su hueco caliente y Gaby de tanto restregar su concha en mi paquete terminó corriéndose. Lo supe porque ya tenía experiencia de haber visto como las chicas gesticulaban sus corridas y Gaby se había corrido sin penetración alguna, mas solo con el estímulo de sentir mi paquete restregar su conchita. Quise meter mi mano y llegar a su sexo y penetrarlo con mis dedos, pero ella me puso un alto diciendo: ¡Aquí no Tony! Yo también quiero, pero lo haremos más tranquilos en otro lugar otro día. Quedamos en eso, en que buscaríamos un lugar y que llevara condones, pues Gaby estaba dispuesta a coger conmigo. Eso me calmó un poco el dolor en lo huevos que llevaba de regreso a casa, con la idea que en cualquier momento me la cogería. Ese dolor en los huevos, para que sepan, se los puedo describir a como cuando uno con ganas de mear, para en seco el meado… duele y también arde.

Gaby siempre me había gustado, era una chica rubia de nacionalidad argentina que había llegado a este país desde niña. Le decían la Flaca Gaby, pues su padre siempre la llamaba así desde pequeña. Al principio en su adolescencia se le metió que iba a ser gimnasta, pero con lo años su altura la obligó a dejar ese deporte y fue que se metió al tenis. No era en si flaca, tenía un cuerpo esbelto de una altura de un metro sesenta y cinco. Un cuerpo bien desarrollado con unos muslos bien definidos, como dicen bien torneados. Era de piernas alargadas y me gustaba verla en pantalones cortos, especialmente los que Gaby usaba algunas veces, unos bastante cortos que te dejaban ver esa curva donde comenzaban su redondo trasero. No tenía un enorme culo, pero era llamativo; sus pechos eran pequeños quizá de una medida de copa B36, pero sí eran sólidos y bien parados típicos de este tipo de cuerpos. Con esa altura no creo que pasara de las 130 libras. Su rostro era bonito, alargado con una nariz diminuta y unas cuantas pecas en sus pómulos y de boca pequeña y labios delgados.

Cuando le dije que aquel fin de semana estaría a solas en mi casa, ella no me lo prometió, pero me dijo que intentaría estar ahí a las tres de la tarde. Esta no era la época de los teléfonos celulares o de servicios de textos, la comunicación era más breve y limitada en ese sentido. Me eché a la espera viendo televisión en mi casa, viendo el reloj a cada rato, pensando que el teléfono sonaría para hacerme saber que ya venía. Llegaron las cuatro y las cinco y ya me iba a alistar para salir en mi moto, cuando sonó el teléfono. Era Gaby y me decía que llegaría en diez minutos. Ella vivía al otro lado de mi colonia.

Exactamente, diez minutos después sonó el timbre y fui a abrir la puerta. Llegaba en unos pantalones jeans blancos bien tallados a su cuerpo, una blusa negra que en ciertas áreas de su abdomen me dejaban ver esa piel blanca. Se acababa de bañar, pues aun llevaba su cabello mojado y olía su piel a un aroma dulce. Estábamos solos y sabíamos que nos queríamos coger. Yo siempre lo tenía visualizado desde el día que me dijo que quería coger conmigo y quería sacarle el primer orgasmo de forma oral, pues sabía que Gaby no esperaría sentir mi lengua en su conchita, pues para nosotros de aquella época, el sexo oral o anal no era conceptualizado de la manera que hoy lo tenemos debido a la pornografía fácil en internet. En aquella época era difícil hasta adquirir una revista pornográfica. Uno descubría el sexo paso a paso y para Gaby creo que fue una sorpresa muy adictiva.

Pasamos a mi cuarto, le eché llave y comenzamos a comernos a besos. Apresuradamente le quité esa blusa negra y ella me asistió a quitarle el brasier también de color negro. Primera vez que le veía sus pequeñas tetas, sólidas y con su pezón erecto de color café rojizo. Le mamé el cuello hasta concentrarme en sus pezones los cuales al principio le provocó cosquillas. Con los minutos lo superó, como también superó las cosquillas que le provoqué al chupar sus axilas bien afeitadas. Según me decía Gaby, aquella era su primera vez experimentando todo esto. Llegué a su ombligo el cual besaba y le hundía mi lengua. Me acerqué a su zona púbica, pues creo que los pantalones de las mujeres nos permiten llegar mas abajo o son mas cortos de esa zona. Desabotoné su pantalón, y le besaba todo al contorno de sus bragas en el área frontal. Hice una pausa para removerle el pantalón, luego me quité yo mismo mi camisa y pantalón y me quedé solo en calzoncillos. Ella me miró el paquete comprimido y me preguntó:

– ¿Y todo eso se mete?

– Si… ¿Por qué?

– Es que se mira muy grande… ¿conseguiste condones?

– Si.

Creo que hablaba todo aquello por los nervios y fue cuando me acerqué a removerle su pequeño calzón estilo bikini de color blanco cuando sentí que tenía un obvio temblor en su cuerpo. Tenía unos cuantos vellos amarillentos alrededor de su conchita que se miraba ya lista para ser penetrada. Sus calzoncitos estaban empapados de esa miel vaginal y me gustaba su aroma. La conchita de Gaby es una pequeña rajadura de unos 10 o 12 centímetros, de labios delgados típico de lo que muchos llaman conchita de Barbie. Le dije que se acostara en la cama y yo me fui por sobre ella con mi rostro al nivel de su ombligo y me interrumpió cuando se lo volvía a besar: – Tony, ponte el condón.

Para que estuviera más tranquila, me puse en frente de ella el profiláctico y ahora sí lo veía en su optima potencia, pues estaba totalmente erecto. Regresé a su abdomen y seguí besando esa zona hasta llegar cerca del monte Venus y Gaby me volvía a interrumpir: ¿Qué haces? – Creo que Gaby se sentía insegura mostrando su desnudez y que alguien le invadiera así a las primeras, era algo para ella inconcebible. Creo que ella esperaba que fuera directo con mi falo directo a su vulva. Le dije que quería saborear y disfrutar su cuerpo y que lo quería besar todo. Creo que mi voz la excitó con lo que le había dicho y ya no me volvió a interrumpir. Bajé por sus encajes, besaba sus entrepiernas y alrededor de su vulva y así poco a poco llegué a atraparle uno de sus labios hasta hundir mi lengua en su orificio. Podía ver como se le erizaba la piel, como gemía profusamente, sabía que estaba a punto de llegar al paraíso y de nuevo me interrumpió: Tony, ya no aguanto, vente para acá.

Quizá no encontró las palabras o no sabía cómo decírmelo, pero entendía que estaba al borde de un orgasmo, y quería que le metiera de una vez por todas la verga. Tomé posición hincado frente a Gaby con sus piernas abiertas y le metí primeramente mi glande, mientras le sobaba lentamente su inflamado clítoris. Dio un leve quejido de dolor y le pregunté si le había dolido. Me dijo que si, pero que no le importaba, también le había gustado. Poco a poco se la fui hundiendo, hasta que me fui por sobre ella en posición del misionero y ella correspondía a mis embates y lo pude ver en sus ojos cuando me miró con ese sentido de confusión. Aceleró su vaivén y comenzó a retorcer sus rostro, a morderse los labios, hizo a un lado su rostro para morder la almohada y luego unía sus labios como arrojando un beso y comencé a ver ese rostro de la relajación cuando yo también sentí que se me fruncían los huevos con una tremenda corrida.

Encontramos en el condón con un hilo de sangre, pero, aunque Gaby me decía que tenía una sensación de ardor, todo aquello había valido la pena. Era su primer orgasmo provocado por un hombre donde disfrutaba por primera vez del sexo oral y ser penetrada por una verga. Por esa curiosidad de la primera vez, Gaby inspeccionaba aquel líquido blanco en el condón y hasta lo olía: Tiene un olor raro, pero me gusta olerlo. Nos fuimos a bañar y nos quedamos desnudos en la cama hasta recuperarnos y repetirlo, pues Gaby al igual que yo queríamos volver a sentir esa explosión otra vez.

Lo hicimos tres veces siempre en esa posición del misionero, aunque en la última que lo hacíamos vaginalmente le pedí que cambiáramos a la de perrito y nos volvíamos a ir juntos, yo siempre unos minutos después de Gaby. Esa tarde Gaby me pidió que quería mamarla, por primera vez también mamó y probaba el sabor del semen. No le encontró un mal sabor, pues posteriormente me corrí en su boca en varias ocasiones a través del tiempo. Lo que no me creía fue que, en esa misma ocasión, Gaby estaba dispuesta a experimentar el sexo anal. Yo se lo mencioné y lo platicamos en la cama y ya con esa confianza me dijo que quería experimentarlo. Le dije que podría dolerle, pero que muchas mujeres encontraban mucho placer haciéndolo. Ya había visto a ciertas mujeres que me pidieron hacerles la cola y ver como explotaban con grandes orgasmos. No sé, pero había quedado adicto ya a hacerles sexo anal a las mujeres, pues las primeras chicas que me cogí, todas ellas me habían dado el culo antes que su vagina… lo encontré normal. Y creo que estas chicas no me lo niegan, pues en todo ese preámbulo para llegar a la penetración, el comerme y chuparles el ojete a todas ellas, es parte de mi rutina. Me encanta ver a una chica dándome el culo para que se lo chupe y ver si se puede a través de un espejo o video, ver sus expresiones faciales de placer.

También se lo había hecho a Gaby, que creo que esta bonita chica nunca se esperó que alguien le chupara el culo. Lo comenzamos haciendo así de lado, en posición de cucharita y nos tomamos el tiempo. Sé que le gustaba sentir mi verga entre sus nalgas porque en minutos su conchita emanaba jugos vaginales. De hecho, ocupaba sus propios jugos y mi líquido pre seminal para lubricar su ano. Se quejó del dolor cuando mi glande entró, pero luego mi verga se hizo camino hasta llegar a hacer un vaivén en esa posición. Posición que te da la oportunidad de masturbar la conchita de tu pareja. Así se lo hice a Gaby, pues otras chicas ya me habían guiado por aquel proceso. No tardó en correrse, que creo fue su quinta corrida de la tarde y la cual parecía aún más potente. Ella me lo decía años después, que ese estímulo en su culo, junto al estímulo que le daba con mis dedos en su clítoris, era para volver loca a cualquiera. De eso quedó adicta Gaby, de esas cogidas por el culo mientras le masturbaba su clítoris. Siempre se me ofrecía así.

Al principio de este relato mencioné a su amiga Sofi. Como dije, con Gaby nunca fuimos novios, nunca nos tratamos como pareja de novios. Lo nuestro era una amistad de confianza y nos gustaba tener sexo. Con los meses de estar cogiendo una de esas veces Gaby me lo propuso en una plática exploratoria:

– ¿Te gusta Sofi?

– Si… es una chica bonita.

– ¿Te la cogerías?

– ¿A qué viene esa pregunta?

– Solo contéstame… ¿Te gustaría cogértela?

– ¿Es tu amiga… verdad? No te miento… me gustaría.

– Yo ya hablé con ella y me dijo que, si tu querías, ella también.

– Pero… ¿y su novio?

– De eso no hablemos… Es una larga historia. Solo te digo que quiere ver si no le miento de lo grande de tu verga y que eres incansable para coger.

– ¿No te molesta a ti que me coja a tu amiga?

– Me dan celos, pero me da también morbo lo que ella me cuente cuando de la cojas.

El día que quedamos con Sofi fue un domingo que volvía a quedarme solo. Era una mañana de mucha lluvia y llegaba con sus típicos pantalones jeans azules, una blusa celeste ajustada a su bonito cuerpo y es que debo decir que al igual que Gaby, Sofi era deportistas, pero a diferencia de Gaby que era esbelta y alargada, Sofi era más llenita, atlética, pero con más carnes y músculo. Obviamente más nalgas y más pecho. Con ella fue algo más mecánico, sabía a lo que íbamos, quizá hasta hoy me sienta como un gigolo, aunque no me hayan pagado, pero era como un encargo de parte de Gaby. Nos conocíamos y nos saludábamos de vez en cuando, pero nunca hubo esa confianza. Y estaba ahí ella conmigo por curiosidad y morbo.

Recuerdo que nos fuimos a mi cuarto, abrimos las cortinas para coger viendo la lluvia. Sofi no habló mucho y creo que de lo poco que dijo fue algo en modo de acuerdo: ¡Por favor, esto que no lo sepa nadie! – Recuerdo me fui directo a sus tetas que eran de medida 36C y una areola más oscura que la de Gaby a pesar de que ambas eran de piel blanca y rubias. También Sofi era argentina, pero a diferencia de Gaby, ella ya había cogido con su novio, aunque luego después supe por medio de Gaby, que se la cogía, pero no le hacía un buen trabajo y que la mayoría de las veces quedaba frustrada buscando sus orgasmos en la soledad de su habitación o en algún baño. Como siempre, yo ya había desarrollado mi rutina, caricias en el cuello, besos en los pezones, amenazar su conchita besando sus encajes y entrepierna para luego dedicarle toda mi atención por los minutos necesarios a chupar esa conchita.

Le quité su blusa, ella me asistió con su brasier de color blanco. Como dije, todo era más mecánico que ella misma se bajaba los pantalones, aunque al final, ella acostada en mi cama se los he halado. Llevaba un bikini de color celeste y este apenas le cubría su conchita y de hecho podía ver uno de sus labios. Era una panochita con labios más gruesos que los de Gaby, aunque no exagerados. La tenía mojada, los toqué con mis dedos. Ella vio cómo me desvestí y me quedó viendo el falo atrapado en el calzoncillo sorprendida que lo que le había contado Gaby, era verdad. Continué besando sus tetas, axilas, llegué a su ombligo para luego llegar a los minutos a su conchita. Se la chupé por unos diez minutos y explotó con unos gemidos escandalosos que llevaban esa misma fuerza de su vaivén. Sin condón se la sobé por toda esa rajadura y solo le metí el glande y al igual que la conchita de Gaby, se sentía apretada, aunque sabía que este ya no era virgen. Ella me interrumpió y me dijo: ¡Ponte el condón y métemela! – No me tuvo que rogar mucho y a los minutos le estaba dando unas embestidas que hacían crujir la madera de mi cama, y para más escándalo, la casa el piso también era de madera en una tarima, típico de las casas de la zona. Le di tanto y tan rápido que luego sentí que su vagina vibraba y se le blanquearon sus ojos y me apretó con sus uñas mi espalda. Se estaba corriendo una segunda vez y aquel espectáculo de sus gemidos, movimientos y esas expresiones faciales me enviaron al paraíso.

Con Sofi lo habíamos hablado de antemano el sexo anal era algo de definitivamente quería hacer. Al igual que a Gaby la puse de lado en posición de cucharita y después de lo que consideré una buena lubricación pues hasta el culo le chupé, la primera expresión que dijo cuando mi glande entró: Fuck… that hurts! (Puta, eso me dolió). -No me moví mucho, solo esperé a que asimilara mi verga y le comencé a sobar el clítoris con mi mano y eso pareció relajarla para que entrara lo demás. No fue un vaivén continuo, pues no todas las chicas son iguales y esta prefería que se la mantuviera quieta y era ella quien se restregaba contra mi verga. Fue Sofi quien me pidió que se lo hiciera de perrito y parecía que en ese ángulo le gustaba que le diera unos embates semi lentos pero continuos. Sin estímulo a su clítoris de mis manos o de la suya, pues Sofi nunca se masturbó ante mí, de repente sentí como le vibraba su intestino conllevando un orgasmo que jamás Sofi había vivido. Pensé que tenía un ataque de epilepsia y eso me desconcentró hasta verla recuperar la compostura. Ella solo me dijo: – ¡Me vas a volver loca con esta cogida! – Me siguió dando el culo hasta que yo me corrí.

De esa manera seguimos cogiendo por largos meses a pesar de que Sofi tenía novio y lo conocía. Al igual Gaby la vi con otros chicos, pero siempre nos poníamos de acuerdo para coger. En esa época vi como las caderas de Gaby literalmente se hicieron más anchas y su culo parecía tenía más volumen al igual que sus tetas. Sofía siempre la molestaba y le decía que se debían a las culeadas que yo le daba. Un día, aquella que me pidió que no le dijera nada a nadie fue la que abrió la boca y todos nuestros amigos se dieron cuenta que me cogía a las dos con conocimientos de ambas. En aquella época era un escándalo comunitario, pues a pesar de que éramos picaros, los niveles de morbosidad no eran elevados como los que vivimos hoy. El sexo oral o anal era todo un tabú y quizá todavía lo siga siendo. Fue Sofi la que se encargó de describir el tamaño de mi verga y cómo me las cogía a las dos. Hasta el momento no sé lo que quiso lograr haciéndolo público.

Todavía sigo en comunicación con Gaby, pero ambos le perdimos el rastro a Sofía. En una de esas pláticas recientes donde revivimos las aventuras de la época con Gaby, ella me contaba, que para esa época que Sofi lo contó todo, su mamá la confrontó. Debo decir que su madre era una mujer hermosa y sí algún día se me hubiese insinuado capaz me la cogía… tenía un cuerpo y cola espectacular. Regresando con Gaby y cómo su madre la confrontó me decía:

– ¿Es verdad lo que anda en boca de todo el mundo… que vos y Tony se andan acostando?

– Si… si es verdad.

Me dijo que no se lo podía negar, pues la tal Sofi ya se lo había admitido horas antes. Dice que no se lo reprochó y que solamente le dijo que se cuidara, que evitara salir embarazada y que, por seguridad a su salud, usáramos condones. Me dijo que le había sorprendido, esperaba de su madre una regañada. Luego después me contaba que en el calor de unos tragos su madre le volvía a decir: No te lo reprocho… Tony es un chico muy guapo: quizá yo hubiese hecho lo mismo. Desde entonces Gaby me molesta diciendo que su madre cogía con el barrigón de su padre, imaginando que me cogía a mí. No hemos calentado recordando todo esto, pero después de más de dos años recordando ese tiempo, no hemos podido encontrarnos, aunque viendo su foto a sus 53 años y cómo luce la Gaby de hoy, siempre comenzaré mamando su conchita, y sé que terminaré cogiéndole el culo hasta hacerla acabar.

Gratos recuerdos y ricas experiencias que viví con ambas chicas. Nunca pensamos en hacer un trío… como dije, éramos picaros, pero no tan perversos y ahora que recuerdo esto junto a Gaby, comienzo a recordar cosas que nos hacen únicos como seres humanos y que otras llaman fetiches que con el tiempo desarrollamos. Recuerdo como a Gaby le gustaba oler mi semen y a Sofi le gustaba mamarme la verga cuando estaba sudada. A ambas se les hizo un fetiche el sexo anal, algo que hasta el día de hoy Gaby me admite. Lo que no sabía era que ambas se lo contaban a sus amigas, y esas amigas empujadas por la curiosidad o porque se calentaban por lo que ambas le contaban, terminaron cogiendo conmigo en mi cama. Eso no lo sabe Gaby, pues yo siempre mantengo mi palabra: nunca comparto con nadie lo que pasó por esos días en mi cama.

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