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Angélica, una madura muy caliente

Después de tres años como amante de Laura, una secretaria de quién ya les he relatado, comencé a sentirme aburrido de cogerme a la misma mujer dos o tres veces por semana y si a eso le sumamos algunas discusiones sin sentido, es de entender que necesitaba un respiro.

Comencé a buscar en los sitios de citas de moda en aquel entonces, Laura era una mujer joven aún en sus veintes, yo recién entraba en los treintas, así que para darle variedad decidí buscar mujeres entre cincuenta y sesenta años, y fue así como encontré el perfil sin fotografía de una mujer de cincuenta y seis años cercana a mi trabajo de nombre Angélica.

Angélica se describía como una mujer en busca de una relación formal, complexión media, morena clara, estatura promedio y de trato agradable. Le mandé una solicitud de charla y ella muy amable me contestó, cuando vio mi perfil se dio cuenta de que entre nosotros había una diferencia de casi veinticinco años, lo cual ella usó como pretexto para decir que estaba en busca de una pareja formal de su misma edad o mayor. Yo le comenté que solo deseaba charlar con ella, que su perfil me había resultado interesante y que no habría cortejo de mi parte. Ella accedió a que fuéramos solo amigos.

Angélica y yo charlamos todos los días por una semana y media más o menos, compartimos chistes, saludos, algunas canciones. Cuando había cierta química y afinidad decidí invitarle un café, quizá vernos ayudaría a lograr algo más con esa mujer que me resultaba muy agradable. Angélica rechazó la invitación, me comentó que por la tarde tenía un poco de urgencia por llegar a casa a atender un asunto de familia, yo como todo un caballero me ofrecí a pasar por ella a su trabajo y acercarla a casa, Angélica accedió y acordamos que pasaría a recogerla en una parada de autobús cerca de su trabajo, ella me comentó cómo estaba vestida y yo le dije como era el auto en que pasaría a recogerla.

Llegué puntual y Angélica reconoció el auto, yo la reconocía a ella por su descripción física y su vestimenta. En ese breve instante donde ella se acercaba al auto pude ver que físicamente estaba más guapa de como la imaginaba, vestía con una blusa ligera color blanco, una chamarrita corta de mezclilla y unos jeans ajustados, al momento que Angélica subió al auto pude comprobar más de cerca la forma de sus glúteos y sus caderas.

Angélica se acercó a mí y nos saludamos con un beso en la mejilla, agradeció que la llevara a casa y simplemente charlamos sin coqueteos, el trayecto se hizo corto. Angélica me pidió la dejara un par de cuadras antes de llegar a casa, se justificó diciendo que no quería tener problemas con una de sus hijas, le respondí que por mi no había ningún problema y que la dejaría donde ella me indicara. Nos despedimos con otro beso en la mejilla y bajó del auto.

Al día siguiente le pregunté por chat como le había ido con su asunto familiar y me respondió que bien, después de unos minutos más de charla me fui con todo y le comenté que me había parecido muy guapa y atractiva, ella agradeció el piropo y me comentó que yo le había parecido guapo, pero que ella entendía que un chico de mi edad buscaría estar con alguien de la misma edad. Al darme cuenta que a ambos nos había gustado lo que vimos, decidí invitarle un café nuevamente o que ella decidiera si quería ir a “otro lado”, que nada me haría más feliz que estar con ella. En esta ocasión Angélica accedió a mi invitación pero no para ese mismo día sino para dos días después, pero tuve que pedirle posponerlo entonces un día más porque ese día tendría mucho trabajo y saldría muy tarde, la verdad era que me tocaba ver a Laura en su departamento para coger. Angélica estuvo de acuerdo y agendamos la cita.

El día que fui al departamento de Laura cogimos en la sala, ella me montó por un largo rato y después fuimos a la habitación de sus hijos y me la cogí en una pequeña cama individual en posición de misionero, mientras me la cogía pensaba en las redondas nalgas de Angélica, deseaba comprobar si estaban igual de ricas al tacto que como se le veían enfundadas en sus jeans. Laura y yo discutimos como ya era costumbre así que me vestí y salí de su casa.

Al día siguiente en la oficina, Laura me vio salir con prisa al estacionamiento, encendí el auto y salí de la empresa al encuentro de Angélica, quedamos de vernos en la misma estación de autobús como la ocasión anterior. Cuando Angélica subió al auto pude notar que vestía sexy, era evidente que deseaba llamar mi atención. En esta ocasión llevaba una blusa pequeña color negro con flores amarillas y un suéter ligero en color blanco, y una minifalda azul con vuelo, sin medias y tacones. Al igual que la primera vez nos saludamos de beso en la mejilla pero el beso fue un poco más efusivo. Arranqué y le pregunté:

– ¿Te parece si vamos a un restaurante cerca de tu casa?

– Sí está bien.

Decidí lanzarme de una vez y volvía a preguntar mientras acariciaba su pierna izquierda.

– ¿O deseas que vayamos a otro lado a pasar la tarde?

– ¿Es muy pronto no crees?

– No lo creo, tú me gustas.

– Y tú a mí, pero estas muy jovencito, seguro que te gustan de tu edad.

– Me gustas tú, eres muy atractiva.

El hecho que ella no hiciera el intento de alejar mi mano de su pierna me hizo seguir adelante y conduje directo a un motel de la zona.

– ¿Qué vas a pensar de mí?… Comentó Angélica

– Nada malo, solo que quieres pasarla bien igual que yo.

Entramos al motel, pagué la habitación y cuando subíamos a la recámara sonó mi celular y respondí, era Laura preguntando dónde y con quien estaba, Angélica no dijo nada y fue a caminar por la habitación dándome oportunidad de contestar. Le dije a Laura que estaba ocupado atendiendo un asunto, que después le llamaba, apague el teléfono y me concentré en Angélica.

Aproveché que estábamos de pie y la abracé, nos dimos algunos besos, fuimos de menos a más y mis manos fueron a posarse en sus nalgas, para su edad Angélica estaba muy bien, su cintura era pequeña, sus caderas anchas y sus nalgas aún se sentían firmes.

Fuimos al sillón de la habitación y comenzamos a manosearnos al calor de los besos, le quité su suéter y la blusa, Angélica lucía muy sexy con su pequeño brasier, metí mis manos bajo su falda y le saqué su mojada pantaleta, ella sobaba mi verga y mi pecho, en voz baja no dejaba de repetirme, “estas bien rico papi”.

Me desabroché el pantalón y aflojé mi camisa, dando libertad a Angélica para que metiera su mano, y sacara mi verga, así lo hizo ella y comenzó a masturbarme lentamente, después se agachó y comenzó a besar la cabeza de mi miembro erecto, y con maestría comenzó a chuparlo, yo le tomaba de la cabeza para guiarla en sus movimientos y lo alternaba con caricias en sus medianos pechos aún aprisionados por su pequeño brasier. Angélica hacía bien su trabajo, sabía cómo mamarlo, me chupaba los testículos, la base del pene y la forma en que succionaba era genial. Cuando sentí venirme ella se hizo a un lado y eyaculé sobre la alfombra.

Me tomé un par de minutos para asimilar tan grandiosa mamada y me desnudé por completo, le quité el brasier y ahí estaba Angélica únicamente cubierta por la pequeña minifalda, la cargué y la arrojé sobre la cama, era mi turno de comerme su sexo húmedo.

Comencé besando el cuello y sus orejas, bajé a sus pechos y me tomé mi tiempo para lamer y sobar sus pezones erectos, a pesar de su perfume, el aroma de la piel de Angélica era especial, era ese aroma que se va acentuando con los años y que es muy propio de las personas de cierta edad, lejos de incomodar me morboseaba mucho el hecho de estar sobre una atractiva mujer mucho mayor que yo.

Bajé por su vientre, hasta su sexo, al contacto de mi barbilla ella se estremeció así que me tomé mi tiempo para lamer todos los rincones, Angélica se retorcía y sus gemidos eran muy intensos, parecía como si nunca le hubieran comido la concha. Cuando lamí su clítoris Angélica me tomó por el cabello y empujaba para que no me separara de ella, estaba muy prendida por las sensaciones en su entrepierna.

– Me voy a orinar papi… me voy a orinar…

Me retiré y Angélica se dio un par de palmaditas en su concha y mojó la cama. Sus espasmos eran de evidente placer, me miró con pena y aún jadeante comentó.

– Qué pena pero nunca me la habían comido así.

– ¿Pena de qué? A eso venimos, a pasarla bien.

Pusimos una película porno en la tele del motel y nos sentamos en el sillón, ahí Angélica se sentó en mis piernas, nos besábamos y manoseamos al calor de las calientes escenas en la televisión, me encantaba masajear sus pechos, apretar sus pezones y bajar a meterle los dedos en su vagina. Cambiamos de posición en el sillón y me abrí un poco de piernas, ahora era ella quien me masturbaba y acariciaba mientras yo miraba como a una rubia le daban doble penetración.

Me puse de pie y le pedí a Angélica se pusiera nuevamente sus zapatillas, ella seguía solo con su minifalda, eso me agradaba mucho, verle el culo por debajo de la faldita. Con las zapatillas puestas la lleve hasta el tocador de la habitación y la puse de frente al espejo y yo atrás de ella le levante la faldita y la subí hasta su cintura para tomarla fuerte y penetrarla mirándonos al espejo, los tacones levantaban sus nalgas respingadas, el ambiente no podía ser más cachondo, el sonido de mi pelvis chocando con sus nalgas, sus gemidos, nuestras caras en el espejo y los gemidos del porno como música ambiental.

Bajé un poco el ritmo de la penetración, escupí entre sus nalgas y metí mi dedo pulgar en su ano, no dejé de moverme atrás de ella para que no se le bajara la calentura al tiempo que dilataba su ano, cuando sentí que era tiempo salí de su vagina y entré poco a poco en su ano. Angélica estaba roja, su reflejo en el espejo la delataba, pero hacía presión para que mi verga entrara, quería devorarla. Cuando entré comencé con movimientos suaves…

– Me siento muy abierta… comentó Angélica.

– ¿Te gusta amor?

– Me duele, pero se siente rico.

– Espera un poco y verás.

Subí el ritmo, y sus gemidos inundaron la habitación, yo la tenía firmemente sujetada por la faldita enrollada en su cintura, Angélica se abrió más de piernas para facilitar la entrada, yo igual tuve que abrir el compás para quedar a su altura.

– Vente adentro… vente adentro… dame tu leche papito…

– Si amor, te voy a dar lechita

– Coges muy rico, me estas cogiendo muy rico

– Lo haces muy bien amor

Solté varios chorros dentro de ella, y al salir el semen junto con otros fluidos comenzaron a resbalar entre los muslos de Angélica, quien se sacó la falda y fue al baño a limpiarse.

Entré al baño detrás de ella y le pregunté.

– ¿Quieres bañarte?

– ¿No se enoja tu novia si llegas bañado?

– ¿Cuál novia?

– La que te llamó cuando entramos.

– A ella le tocó verga ayer que no joda.

– Si así me coges rico, ya me imagino cuando tienes muchos días sin coger.

Abrí la llave de la regadera y volví a preguntar.

– ¿Vienes o te regañan a ti?

– A mí no me regañan

– ¿Entonces por qué te dejé a dos cuadras de casa la otra vez?

Me metí a la regadera y Angélica lo hizo atrás de mí, nos dimos un baño breve, ella lavó mi verga y yo su colita. Secamos nuestros cuerpos y regresamos a la cama, como aún estaba húmeda por su squirt pusimos un par de toallas sobre la parte mojada de la cama e hicimos un 69, solo para volver a excitarnos, una vez que apareció mi erección me subí en Angélica para hacerlo en posición de misionero.

Me encantaba ver el reflejo de mi cuerpo rebotando sobre el de Angélica en el espejo junto a la cama, la imagen de mi cadera levantándose para bajar con fuerza y penetrarla, y sus piernas al aire, abiertas dándome acceso a ella, verme en los espejos siempre me ha gustado.

Sentí venirme, abracé a Angélica con fuerza y solté toda mi leche dentro de ella, al fin no habría problema de embarazarla, cuando saqué mi verga aun erecta llena de leche y los líquidos de Angélica le pedí me la mamara de nuevo, ella lo hizo hasta que mi erección bajó por completo.

Descansamos unos minutos, y decidimos irnos, nos vestimos y cuando estábamos por salir de la habitación le pedí a Angélica que se quitara la pantaleta, que deseaba un recuerdo de ella y de esa tarde-noche maravillosa. Ella me miró y dudando un poco se sacó la pantaleta y me la dio en la mano, yo la tomé y aspiré su olor. Angélica dio media vuelta y salió de la habitación rumbo al coche, yo aventé la pantaleta sobre la cama y salí atrás de ella. Mi trofeo no era la pantaleta, sino hacer que Angélica regresara a casa sin ella.

La lleve a casa pero igual que la vez anterior me pidió la dejara dos cuadras antes de llegar.

Se le notaba un poco nerviosa pero excitada, nos despedimos con un beso francés dentro del auto y acordamos en repetir la experiencia.

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