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Sexo con una lectora. Experiencia anal para repetir

Escribir un relato y publicarlo en este sitio, es la forma que tenemos para hablar de nuestras historias personales conservando el anonimato. Nos identifica un nombre de ficción y dentro de él surgen las historias auténticas que pretendo visibilizar, para compartir con los lectores que también es una forma de revitalizar esos momento que hemos disfrutado.

Este medio me permite contar sin esconder nada, los hechos y situaciones que no podría hacer entre mis relaciones, aquí puedo tener la franqueza de ventilar historias que puedan abrir la mente o liberar prejuicios pensando que son cosas que solo nos pasa a nosotros, por eso este relato está dirigido a esa persona que se acercó a leerme y se atreve a compartirme su historia para compartirnos experiencias.

La protagonista de este relato, Celia, la he conocido precisamente por responder a la solicitud de compartir la experiencia acerca de una historia que me atreví a relatar y aquí comienza este relato con ella:

Había publicado un relato de una historia de infidelidad con la esposa de mi compadre, era una relación que se dio sin buscarla, diría que fue por esa relación de causalidad donde varias circunstancias se asociaron para que buscara en mí un consejo, apoyo moral o algo así, sin proponernos de pronto nos encontramos en un momento de intimidad, que devino en un abrazo, se extendió en un beso que se hizo intenso y bien sabemos que cuando esos besos adquieren la dimensión de vehemente termina por apasionado. De ahí a la cama solo es un paso.

Celia se sintió tocada en el sentimiento y acalorada en el erotismo, se sintió lo bastante excitada como para atreverse en escribirme unas líneas, por otra de esas causalidades se dio que estamos viviendo en zonas próximas. En esos pocos pero intensos mails se generó la magia de las afinidades por el erotismo y el disfrute del sexo. Alguien escribió “la amistad no es menos misteriosa que el amor”

Las charlas seguían dentro del anonimato de los correos electrónicos, pero las afinidades fueron acercándonos en el afecto, el misterio de ser dos fantasmas tenía los minutos contados. No quería presionarla, pero le dije que estaría bueno un contacto de cercanía, el teléfono móvil nos aproximó.

De ese modo fue abriéndose, primero al autor de la historia, después al hombre que estaba detrás de la historia y que gusta tanto del sexo como ella.

Me cuenta que disfruta mucho de la actividad sexual, que tiene cincuenta alguito más, pero que tiene el sexto algo triste por falta de uso, y me comenta que su esposo está siendo medicado por un problema de diabetes y no sé bien de qué otra cosa, y por ese motivo el señor suple la falta de sexo activo por sesiones de sexo oral. Con sentido del humor, dice “no divierte tanto, pero entretiene”

La cuestión fue que un momento sintió que las charlas se hacían cada vez más calientes, sobre todo cuando pasamos del whatsapp a hablarnos por teléfono y esa misma semana acordamos de pasar a buscarla y tomarnos un café.

En el tiempo y lugar fijado pasé por ella, era toda una revelación, de buen aspecto, elegante y discreta, y sobre todo simpática, la diferencia de tener dos décadas menos no era algo que se notara, sobre todo en el trato y la vitalidad.

La breve conversación en el auto bastó para acordar que para que ella conserve la privacidad del encuentro le propuse ir a un hotel y tomarnos el café propuesto. Siempre con la sana intención de ver la posibilidad de tener sexo, pues desde los primeros diálogos había hecho despertar el deseo, ahora tenerla de cuerpo presente, al alcance de la mano no era cosa de perder la oportunidad. La desinhibición manifestada en nuestras charlas se esfumaba en el contacto directo, necesité apelar a mis habilidades de seducción para que accediera a tomarnos el café en un cuarto de hotel.

Le aseguraba, como es habitual en estos casos, “no parará nada que no quieras”, son una de esas mentiras de estilo, cuando en realidad queremos que pase todo y más.

Mientras esperábamos el café, nos fuimos poniéndonos cómodos, los zapatos, y hasta la camisa sobran cuando puedes tomarlo recostado contra la cabecera de la cama. Durante el café era tiempo de estudiar al compañero, pensar en el paso siguiente.

De pronto nos encontramos mirándonos, las bocas cercanas, los labios se tocan, el abrazo y el beso profundo, de lengua inquieta buceando en la boca del otro crea el clima adecuado para sucumbir a la tentación de ir por más.

El control de luces estaba cercano, bajarla a penumbra era la forma sutil de motivar la desnudez. Nos soltamos solo para desnudarnos.

No buscábamos un romance, solo buscamos tener sexo sin emoción, es decir solo sexo sin complicaciones, una relación de adultos, que sienten el erotismo y la lujuria sexual como el componente vital que motoriza la existencia. “Celia es una mujer que sabía cómo decir sí, yo un hombre que no sabía cómo decir que no”

Leyó y sintió que podía estar hablando de ella, por eso me contactó, ahora estamos en la misma cama, desnudos tocándonos, deseándonos. Ella con todas las ganas y con todas las indecisiones de su primera vez con otro hombre, yo con las ganas de ser su primer otro hombre.

Comencé a besarle el cuello, a dejarla sentir el deseo lamiendo su piel, apretando sus pechos, lamiendo y succionando sus pezones hasta hacerla estremecer, sentir ese momento de excitación que no puede reprimir, que la hace gemir y sacudirse.

Me dejé rodar por su vientre, acariciando y enredándome en los rollitos incipientes de su madurez, jugando con las huellas del tiempo, descubriendo las zonas olvidadas de su anatomía de hembra, meterme entre sus piernas y robarle el placer generado.

El gemido fue el aviso que voy por buen camino, desperté las sensaciones que la estremecen, mi boca aspira, mi lengua hurga dentro el dedo frota la cereza que corona la entrada al templo de todos los deseos.

Me empuja la cabeza con sus manos enlazadas en mis cabellos, nos agitamos, comienza a sacudirse, descontrolada, se pierde en la vorágine de sus propias sensaciones. Jadea y se hamaca sin poder controlar sus actos, se pierde en sus propias alucinaciones.

La voy manejando, girando hasta quedar próximos para realizar un 69, no tiene experiencia, ni sabe cómo manejarse, tampoco se resiste, consigo ponerla encima de mí, que frote su conchita sobre mi boca, acompaño el movimiento de sus caderas. La excitación la pierde, cuando empujo su cabeza para sentir el roce con mi verga, que la tome en sus manos.

Lamiendo sin pausa, el dedo pulgar dentro de la vagina, un par de dedos en el ano cierran el circuito de excitación, jadea mientras comienza a meterse la pija en la boca.

No llegó al orgasmo por que se agotó en intento de viajar en el agotador recorrido de un 69 inesperado.

Le di un respiro, tenía la boca acalambrada de tanto mamarla. Se disculpó por no saber cómo hacer, que era su primera vez en chupar una pija, que solo hacía el sexo convencional, ahora entendía que había otras formas de sentir placer, pero que podía aprenderlo.

Volví a ofrecerle el miembro para que se amigue, que aprenda a sentirlo, pero su principal temor era a lo desconocido, que me viniera en su boca. Le dije que no se ama lo que no se conoce… -Dame un poco de tiempo, enseña a conocerlo…

Ahora era tiempo de meterla, estuve haciendo sexo del modo común, el misionero siempre sirve para comenzar, luego variando, levantando sus piernas, otro poco más hasta colocárselas sobre mis hombros. El tiempo sin ser penetrada ha hacía ser más estrecha, sobre todo cuando dijo que la tenía mucho más gorda que la de su esposo. Con las patitas al hombro pude llenarla, entrarle y bombear bien a fondo, excitada al máximo no sabía cómo resolver ese momento de excitación, de aprieta los pechos, frota los pezones, nerviosa sin poder contener esos momentos donde la experiencia la colma de ansiedades y solo falta ese salto al vacío.

Necesita saltar al pecado para disfrutar, en el frigobar había varias botellas de scotch, una fue suficiente para liberar los demonios internos.

Con el espíritu más entonado aceptó la invitación a comenzar una mamada de verga, con renovadas ganas de sentir su boca colmada de pija. Solita sentó sobre la verga, se dejó estar entre mis brazos, empalada comenzó a escribir una nueva historia, se movía como nunca lo había hecho, ahora sus vibraciones internas agitan sus emociones más recónditas.

Retengo sus nalgas, presiono para ensartarla, se eleva y deja caer ayudada por mis manos en sus nalgotas, toda la calentura la domina, presionando sus pechos, frotando sus pezones, la mirada perdida, mordiéndose los labios, el incipiente orgasmo emerge desde lo profundo. Agitada como una coctelera, acelera los movimientos de cadera, frotándose con prisa.

De pronto la pausa repentina, se le endurecen los músculos, un vergonzoso gemido se estrangula en su garganta, retoman el ritmo, y nuevamente ese ahogo. Conozco el silencio los altibajos y las contracciones de sus movimientos, las ondulaciones de su vientre y el incesante batir de su pelvis esconden el momento mágico, ese estallido interior.

– Ahhhh, por dios, uffff… ahhhh, uffffff.

No es necesario explicar, ha sido víctima de un orgasmo que alteró su sentido, que revolucionó su cuerpo y llenó el alma de palomas. Seguí bombeando con fuerza, prolongando esos momentos de plenitud sexual.

Ahora era mi tiempo, de bruces, era tiempo de darle otra oportunidad de gozar y disfrutar de una de las posturas que suelen disfrutar la mayoría de las mujeres y los hombres por la libertad para movernos sobre ellas. Tenía la posición dominante de controlar y someter, podía desplegar todas las variantes del sexo estando sobre ella, hacerla sentirse dominada. El bombeo de la pija dentro de la vagina ejecutado con mayor velocidad y variación de profundidad la llevaron a un profuso orgasmo que le imprime un nuevo movimiento a sus caderas, acompañando con mayor énfasis mis arremetidas.

– Amor, por favor no me acabes dentro, aún tengo mis reglas, no quiero tener problemas. Si tienes condón te lo pones y me terminas dentro si no por favor acaba en mi espalda.

– Pero…

No hizo falta más, el amague de sugerencia fue captado al instante. Giró levemente la cabeza para recibir mi beso y dijo:

– Te lo mereces, lo sé bien… por la forma en que me esperaste, que entendiste mis miedos, eres un buen tipo y sé que te lo mereces pero… la tienes gorda, en la vagina sentía el tamaño, no sé cómo será sentirte por el ano, nunca me lo hicieron, siempre me resistí, pero… no sé qué hacer. Convénceme por favor, con cuidado si?…

Sin salirme de su conchita bese reiteradamente su cuello, masajeé el cuello y la espalda, por experiencia sabía que cuando hacían poco uso del ano y sobre todo cuando el grosor les da algo de temor, es necesario infundirle confianza para dejarse sodomizar.

Sin salirme fui lubricando y masajeando con el dedo el hoyito virgen, ganando confianza para el momento de sentir todo el glande apoyado en el aro. Una palma en cada nalga, moviendo en círculos van gestionando el movimiento muscular para producir distracción y facilitar que la cabezota del miembro pueda trasponer ese primer obstáculo, un par de besos en el cuello y la cabeza entra en su totalidad.

– Ya está! Ya estoy dentro! No era para tanto…

– Woww, sí que lo era, sí que lo es. Me dolió mucho. Mueve despacio… no saques, no sé si voy a aguantarte. Quédate dentro.

Ganada su confianza, fui moviéndome dentro, seguía disfrutando de la excitación, son esos momentos que el cuerpo coordina con el erotismo del momento y el dolor se convierte en placer mientras el goce y la lujuria trastornar los sentidos y todo converge en disfrute.

Realmente disfrutaba de ser el primero en desflorar ese culito tan estrecho y virgen, ella colabora en acompañar, moviéndose para acentuar el metisaca. Una estocada mortal y a fondo fue el comienzo de una eyaculación profusa, bombeos mínimos, profundos y breves permiten vaciarme por completo dentro de su culito.

– Por favor, no te salgas, sigue abrazado, quiero sentir tu calor.

Hasta lo bueno tiene final, llegó el momento de salirme del ano recién estrenado, pero el tiempo es más veloz y tiene sus propias reglas, las obligaciones nos exigen que debemos dejar el momento de placer hasta la próxima oportunidad.

La ducha reparadora nos permite tener un momento de intimidad y desnudez, antes de dejar el hotel hubo la promesa de volver a encontrarnos. Devolverla al lugar de donde la había recogido.

Esa noche recibí su mensaje consultándome con algo de preocupación, me dijo que le había salido un poco de sangre del ano, que no sabía por qué sucedió. Tranquilicé informando que seguro era debido a la ajustada penetración, que era solo algún leve desgarro pero nada de qué preocuparse.

Al siguiente llamado solo decía que no había más rastros de sangre sino el dolor que aún seguía acompañándola, “como una grata condecoración por el buen sexo”, eso fue el mimo extra.

Esa fue la primera vez, pero seguro que cuando se le pase el dolorcito por el culo roto, me prometió volver a probar nuevamente…

Si me has entendido, me gustaría saber de ti [email protected] ahí estoy esperando tu mensaje, te animas?

Nazareno Cruz

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