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Una licenciada muy ardiente

Aplicando para un puesto de trabajo fue que conocí a la Lic. Fernández, ella era la responsable del departamento de recursos humanos y primer filtro de la empresa en esos casos. No presté mucha atención a su físico, mi atención estaba en dar una buena impresión y pasar ese primer filtro, solo me percaté que era una mujer bastante mayor que yo, seria y muy directa en sus preguntas sin llegar a ser grosera o prepotente.

Después de pasar ese primer filtro acudí a otras tres entrevistas con varios gerentes y conseguí el puesto de trabajo, previo a mi contratación volví a la oficina de la Lic. Fernández y me dio las últimas indicaciones así como la bienvenida a la empresa.

Con los meses descubrí que la Lic. Fernández no era precisamente popular entre los trabajadores, a mí me parecía una mujer que dado lo importante y delicado de su puesto no podía permitir que la gente se le subiera a las barbas y debía guardar cierta distancia y evitar confianzas. Este comportamiento le ganó algunos sobrenombres así como ser catalogada como una mujer prepotente.

Mi trato con la Lic. Fernández era cordial hasta cierto punto, yo no me metía con ella ni ella conmigo, en cuanto al trabajo hubo pequeños desacuerdos pero todo dentro de lo normal y profesional. Quizá el que yo hubiera sido muy joven ayudó a que el trato siempre fuera respetuoso.

Llegó el fin de año, yo habría tenido apenas seis meses en la empresa así que era catalogado como “el nuevo”, lo cual también se traducía en ser marginado de los grupitos de amigos que ya se habían formado tiempo atrás. Se organizó la fiesta de fin de año en un restaurante cercano a la empresa y dado a la poca popularidad de la Lic. Fernández y de mi estatus de “el nuevo”, coincidimos sentarnos juntos en la parte final de una gran mesa.

La cena transcurrió de lo más normal, todos alegres y no faltó a quien se le pasaran las copas, llegó la hora del brindis y varios se animaron a decir algunas palabras, entre ellos la Lic. Fernández, más por obligación que por gusto. Después del brindis las cosas se relajaron más y fue que bajo la mesa la Lic. Fernández posó su mano izquierda en mi pierna derecha.

Yo me sorprendí mucho, pero no hice ningún movimiento ni hice por alejar mi pierna, en ese entonces mi poca experiencia tratando con personas mayores que yo me hizo pensar que era algo normal, un gesto de confianza quizá originado por lo relajado del momento y por el alcohol que circulaba por la mesa.

La mano de la licenciada comenzó a moverse discretamente por mi pierna, iba de un lado a otro y de repente algún ligero apretón. De reojo miré a la licenciada esperando algún tipo de gesto que me diera pista si era algo casual o había otra intención, pero al mirarla ella no expresó ningún tipo de coqueteo así que asumí que era algo casual y que yo estaba sacando las cosas de contexto.

Con el tiempo nuestra relación fue más relajada en el trabajo, dejó de ser la Lic. Fernández para convertirse en Beatriz y tiempo después simplemente Bety.

Beatriz era una mujer entrada en sus 40s, por lo menos me llevaba 16 o 17 años, en ese tiempo para mí era mucha diferencia, casi podía ser mi madre, físicamente no era muy atractiva, sus mejores años habían pasado y ahora su cuerpo era algo grueso. Lo que me llamaba la atención de Bety era que seguía siendo sensual en su comportamiento y actitudes, siempre perfumada y con uno o dos botones de más desabrochados de su blusa que permitían ver un poco sus generosos pechos. Con tacones lucía alta y aunque se pintaba el cabello era rubia natural.

En ocasiones veía como las secretarias coqueteaban con sus jefes, así que para sacarme la espina de la ocasión donde acarició mi pierna decidí coquetearle a Bety. Cuando iba a su oficina en lugar de sentarme en la silla que estaba frente a ella, buscaba sentarme al lado suyo sobre el escritorio, buscaba tocar su mano al “ayudarle” con el mouse para hacer algo en la computadora o bien me acercaba mucho a su rostro cuando había que revisar algo en la mesa. Yo notaba que éstas acciones no eran desagradables para Bety ya que en más de una ocasión me hacía comentarios de mi loción o el estilo de mis camisas o los anteojos, siempre había comentarios de aquellas cosas que solo podían ser captadas por la cercanía.

En varias ocasiones me sorprendió mirándole el escote, pero ambos hacíamos como que no pasaba nada, en otras ocasiones que me llamaba a su oficina podía oler su perfume y al acercarme a ella me daba cuenta de su piel recién humedecida por la aplicación, lo cual me dejaba claro que se perfumaba al momento que me mandaba llamar.

Realmente me gustaba coquetear con ella, mientras los demás la veían con desagrado, a mi me fascinaba encontrarme con una Beatriz sonriente, sexy, amable y condescendiente.

En una ocasión le pidieron a Beatriz una información de varios años atrás, al verse un poco limitada en cuanto a tiempo me solicitó ayuda y accedí a dársela, eso implicó trasnochar varios días e ir a trabajar un fin de semana completo.

Para el día domingo habíamos casi terminado, pero nos vimos en la oficina desde temprano en horario normal para salir a buena hora y disfrutar del día con la familia. Se nos alargó el tiempo un poco más de lo planeado y decidimos pedir comida para no demorarnos más, después de comer los dos coincidimos que aunque no era tan tarde ya no daba tiempo de salir con la familia así que comenzamos a conversar un poco de todo aprovechando que estábamos solos en la empresa y nadie podía interrumpirnos.

Nos sentamos a conversar en un sillón al fondo de su oficina, en la plática me recargué sobre el hombro de Beatriz, y ella se acomodó para aguantar mi peso, nos reímos con cierto nerviosismo y después ella acariciaba mi cabello, ninguno de los dos decía nada así que me recosté sobre sus piernas y ella buscó mi cara para besarme. Yo estaba decidido a ser la presa, y que ella disfrutara de su jerarquía en el organigrama y otorgarle una posición de poder.

Beatriz me besó despacio, yo disfrutaba de su perfume y de sus labios, cerré los ojos para que ella se sintiera cómoda de hacer lo que le viniera en gana. Aquel beso largo y tierno se convirtió en pequeños besos tronados y alguno que otro leve jalón de labios, una de sus manos se abrió paso por mi camisa y acarició mi pecho, sus caricias parecían casi maternales, lo cual para nada me incomodaba, todo lo contrario, estaba disfrutando mucho de ir poco a poco y dejar que las cosas se dieran por si solas.

Aún en esa posición, Beatriz sentada y yo recostado en sus piernas, la mano de ella pasó de mi pecho a mi entrepierna. Beatriz me acariciaba despacio, quería sentirme, quizá era su edad la que le hacía llevar las cosas con calma. Ella levantó su cara un instante interrumpiendo los besos y yo aproveché en desabotonarle la blusa y bajar los tirantes de su brasier, sus generosos pechos cayeron, ya no eran tan firmes pero lucían apetitosos así que para estar a tono con sus caricias en mi entrepierna yo besaba sus pechos y chupaba sus pezones a la misma velocidad con la que ella me frotaba.

Sin duda que Beatriz estaba excitada, me lo decía un delicioso aroma que pude percibir gracias a que mi cabeza reposaba en su regazo, yo solo imaginaba lo mojada que estaría así que le dije en voz baja.

– Licenciada, es usted muy hermosa.

Ella me sonrió y yo me senté a su lado, buscamos nuestras bocas y las lenguas se entrelazaron con pasión, pese a ser domingo Beatriz vestía con ropa formal de oficina, una vez terminado el beso me bajé del sillón y me senté en el suelo, le quité una zapatilla y luego la otra, besé uno de sus pies, su tobillo y su pantorrilla, pasé al otro pie e hice lo mismo, besé una de sus rodillas y después la otra, Beatriz me miraba con sorpresa y con deseo, así que ella misma tomó la orilla de su falda y la iba subiendo poco a poco indicándome donde deseaba ser besada, besé sus muslos hasta que la falda llegó a cierto límite, Beatriz levanto un poco su cadera y terminó de subir la falda hasta su cintura, una pantaleta blanca no muy sexy quedó frente a mi cara, lucía muy mojada, así que con delicadeza la retiré dejando ante mí un espeso y sensual bosque listo para ser explorado.

Beatriz se sentó a la orilla del sillón y echó su torso hacia atrás, abrió sus piernas y se dispuso a disfrutar, desde mi posición de rodillas en el piso lucía imponente y poderosa, me acerque a su vagina di algunos pequeños besos alrededor, me abrí camino por su espeso bosque y comencé a lamer.

– Qué rico lo haces. (Dijo Beatriz)

– Estás deliciosa.

– Sigue, no pares hasta terminar lo que empezaste.

Beatriz tomó mi cabeza con una de sus manos, acariciaba mi cabello y por momentos empujaba mi cara contra su sexo, por momentos sentía que me ahogaba en sus jugos pero no iba a decepcionarla.

– Sí bebe, cómeme así… (Repetía Beatriz una y otra vez)

En un momento su respiración se cortó y sus piernas comenzaron a temblar, sentí un poco de líquido en mi boca, su sabor era un poco fuerte, pero estaba tan caliente que no me importó y tragué un poco, lo demás cayó en el piso y en el sillón.

Cuando recobró la respiración ella me pidió levantarme.

– Levántate, yo también quiero besarte.

Me puse de pie frente a ella que permanecía sentada en el sillón, con ambas manos me quitó el cinturón, desabrochó mis jeans y bajándolos un poco junto con el bóxer buscó mi verga comenzó a pajearme, después acercó su cara y la pasó por mi entrepierna oliendo y aspirando mis aromas. Sin decir palabra metió la cabeza de mi pene en su boca y comenzó a chupar como si se tratara de un dulce, poco a poco sus movimientos fueron más intensos y terminó metiéndose mi verga hasta la garganta. Sus movimientos no eran muy fluidos pero si muy deliciosos, en cada chupada me apretaba como queriendo exprimirme, después de un rato sentí que no aguantaba más y se lo hice saber.

– Licenciada, voy a terminar.

– Jálatela y échamelos en las tetas.

Así lo hice mientras ella me observaba sentada, sin duda estaba disfrutando de ordenarme y de verme dispuesto a complacerla. Cuando llegó el momento me acerqué y tiré cuatro chorros de semen en sus pechos, finalmente ella se metió mi verga en la boca y termino de succionar y extraer hasta la última gota.

Nos sentamos a descansar en el sillón, Beatriz me pidió una servilleta de papel que nos sobró de la comida y limpió el semen de su pecho para no ensuciar su falda.

– Acomódate tu ropa, vístete. (Dijo Beatriz con seriedad)

– ¿Ya terminamos?

– De trabajar sí, vamos a mi casa, no me vas a dejar a medias.

– ¿Y tu familia?

– Tengo otro departamento donde me voy algunos fines de semana.

– Eres una mujer llena de sorpresas.

Yo estaba casi vestido así que no tardé mucho, Beatriz acomodó su falda sin ponerse nuevamente la pantaleta, se quitó el brasier completamente y volvió a ponerse la blusa y su saco, tomó un poco de perfume y lo aplicó en su cuello, finalmente se calzó las zapatillas y salimos al estacionamiento, subimos a su camioneta y tomamos rumbo de su departamento.

En el camino no hablamos mucho, en un semáforo extendió su mano derecha y acarició mi pierna izquierda, de inmediato vino a mi lo sucedido en la cena de fin de año, así que lo traje a conversación.

– Así me acariciaste en la cena de fin de año.

– Eres lindo, pero muy serio.

– Pensé que era algo casual.

– No hay casualidades bebé, los trago me pusieron hot.

– No te miento, me tomó por sorpresa no supe cómo reaccionar.

– Tuve que llegar a casa a darme placer sola.

– Lo siento.

– No lo sientas, ahorita vas a tener la oportunidad de reivindicarte.

Llegamos a su departamento, era de tipo minimalista, definitivamente era un lugar de descanso, apenas cerró Beatriz la puerta nos besamos con pasión.

– Besa usted muy rico Licenciada.

– Aquí no soy Licenciada, dime Beatriz, Bety o como a ti te guste mi vida.

Beatriz puso un poco de música, más que por ambientar era para aumentar la privacidad y tapar un poco los ruidos que seguramente haríamos durante nuestro encuentro. Fuimos de la sala a la recámara principal y apareció una cama king size, nos sacamos rápido la ropa y en cuestión de segundos estábamos los dos completamente desnudos.

El comportamiento de Beatriz dejó de ser como en la empresa, ahora parecía una jovencita traviesa que se escapa con el novio, me agradó mucho ese cambio, los dos estábamos dispuestos a pasarla muy bien.

Nos tendimos en la cama y le sugerí hacer un 69, ella sonriente aceptó, me tendí boca arriba y ella invirtió su posición y se acomodó arriba. Los dos chupábamos y lamíamos a placer, su sexo estaba muy lubricado y mi verga muy dura, sin duda que a ambos nos gustaban las caricias recibidas. Ambos queríamos más así que apartando mi cara del trasero de Beatriz le sugerí hacer algo más.

– Amor, súbete y cógeme rico anda!

– Es la pose que más me gusta bebé.

Me acomode al centro de la cama y Beatriz se subió en mí, le ayudé a dirigir mi verga a la entrada de su vagina y ella hizo el resto, poco a poco fue devorándose mi pene y con los ojos entreabiertos hizo unos ligeros movimientos circulares para acomodarse y lubricarme, una vez se sintió cómoda puso sus manos en mi pecho y comenzó a moverse de arriba a abajo, yo estaba sorprendido de su habilidad dado su tipo de cuerpo, era un deleite sentir sus carnes encima de mí, sus gemidos y sus pechos bamboleándose al ritmo del sube y baja.

– ¿Te gusta bebé? ¿Todavía aprieto?

– Si amor, aprietas muy rico y te mueves genial. Cógeme duro!

– Si bebe, así te he querido coger desde hace tiempo.

– Yo también lo deseaba ya.

– Lo sé, por eso me perfumaba para ti, me gusta que me mires por encima del escote.

– Eres fantástica Beatriz, me encantas, me vuelves loco.

Tomé los pechos de Beatriz con mis manos y los llevé a mi boca, mientras ella me cogía yo mordisqueaba sus pezones, eso la prendía aún más y aceleraba el ritmo de sus movimientos.

– Me vengo bebé, tienes una verga deliciosa.

– Sí amor, vente sobre mí no te contengas.

Abracé el torso de Beatriz y lo llevé hacia mí, eso provocó que ella levantara las nalgas y ahora fui yo quien levantando rítmicamente la cadera, le penetraba con rapidez más que con fuerza. Beatriz se vino y yo después de ella, me encantaba sentir su cuerpo sudoroso junto al mío, ella no era precisamente una modelo pero era sensual y sabía cómo moverse.

Nos tendimos en la cama a recobrar el aliento y sin pensarlo comenté:

– Me gustas Beatriz, me fascinas.

– Y tú a mi bebé.

– Me gustaría que saliéramos a comer juntos, no me agrada que comas sola.

– A mi también me gustaría, pero sabes que no puedo, mi posición en la empresa no me permite darme ciertos lujos.

– Yo no lo veo mal.

– No es que esté mal, pero tampoco se vería bien. Podemos vernos aquí cuando quieras, podemos comer algo, ver una película, lo que tú gustes.

– ¿Y si te quiero coger?

– Tienes que hacer un buen trabajo hoy, ya veremos después.

– ¿Y cómo voy hasta ahora? ¿Te ha gustado?

– ¿No se nota?

Los dos reímos y retomamos los besos, Beatriz para nada era lo que se decía en la empresa, era una mujer alegre, con deseos, muy caliente pero sobre todo amorosa. Me gustaba mucho descubrirla como mujer y no solo como profesional.

Después de una rica sesión de besos, llevé a Beatriz a la orilla de la cama, quería cogerla de perrito, deseaba ver su gran trasero moviéndose al ritmo de mis embestidas, mi ahora amante sabía su papel, no era una niña ni una mojigata, se puso de rodillas en la orilla, abrió sus piernas y bajó su torso, sus nalgas estaban expuestas y mostraban una redondez maravillosa, sus carnes no eran firmes pero era tan sexy que eso era lo que menos importaba, pasé mi verga dos o tres veces a lo largo de su raja húmeda y me llené de su lubricación, apunté y poco a poco la fui metiendo, escuché un suspiro ahogado y supe que era el momento de moverme, fui aumentando el ritmo lentamente y los gemidos de Beatriz me daban la pauta para saber cuando hacerlo con fuerza y cuando bajar el ritmo, era delicioso ver sus carnes y sentir su humedad, duramos mucho en esa posición, yo escurría de sudor y buena parte de él caía sobre las nalgas de Beatriz, sentí venirme y me salí de ella para esparcir mi semen por su espalda.

Beatriz sacó una toalla no sé de dónde y secó el sudor de mi cuerpo de forma muy delicada, después secó el suyo y nos recostamos unos minutos, hasta que se puso de pie y fue al tocador, tomó una botella pequeña de perfume y de dio tres aplicaciones, dos en su cuello y una más en el pecho. La habitación se llenó de un aroma dulce, con un toque de frutas, a diferencia de su otro perfume éste era menos sofisticado, era más como de adolescente.

– Huele delicioso. (Comenté a Beatriz)

– Me encanta, es el que uso en casa. Métete bajo las sábanas, anda.

– ¿Ya te dio frío?

– Sí, tápame y abrázame.

Beatriz me sorprendía, pasó de ser la jefa dominante en la oficina para ser una mujer caliente en casa y ahora con su nuevo perfume era una niña que necesitaba ser protegida y mimada, era como estar con tres mujeres diferentes el mismo día.

La abracé como lo pidió y busqué su boca, ahora yo puse el ritmo de los besos, de forma natural Beatriz se recostó de espaldas y yo me subí en ella cuidando de seguir cubiertos por las sábanas, ella abrió sus piernas y yo me metí en ellas, lo que siguió fue una tierna escena de sexo y romanticismo, penetré suavemente a Beatriz en posición de misionero sin dejar de besarnos, los besos eran tiernos como al principio en la oficina, pero ahora eran acompañados de una penetración lenta y placentera para ambos.

La suavidad de su sexo era tal que no pude aguantar mucho, sentí que me vine más pronto de lo acostumbrado, pero la sensación era indescriptible, Beatriz debió experimentar algo similar porque simplemente me abrazó fuertemente y me susurró al oído.

– Gracias bebé, eres un caballero, me has hecho sentir algo que hacía mucho no sentía.

– Tu lo provocas Beatriz.

– Que lindo suena mi nombre viniendo de tu boca.

– Beatriz!

– Dilo de nuevo!

– Beatriz, mi amor.

Después de un rato de estar abrazados sin hablar, Beatriz me preguntó:

– ¿Quieres cenar algo o ya te tienes que ir?

– Es tarde, creo que es mejor que me vaya, mañana hay que trabajar.

– Haces bien, porque si llegas tarde la bruja de recursos humanos te descuenta el día.

– Sí eso dicen, que es una bruja.

– ¿Y tú les crees?

– Sí, tienen razón, o no me explico cómo es que me has embrujado.

– Jajajaja, nos vestimos y te llevo.

– No, quédate pido un taxi.

Beatriz me dio el teléfono de un sitio de taxis cercano y me vestí mientras llegaba, ella solo se quedó enredada en una de las sábanas y fue a despedirme a la puerta.

– Hasta mañana Licenciada.

– Hasta mañana bebé, no llegues tarde o te las verás conmigo.

El perfume de Beatriz se quedó impregnado en mi ropa, cada respiro era volver a revivir la tarde, no sabía cómo nos miraríamos al día siguiente o la próxima vez que nos tocara trabajar a solas ya sea en su oficina o en la mía, solo sabía que había tenido una de las experiencias más hermosas de mi vida.

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