Saltar al contenido

El come coños se desmadra

José, el come coños, después de gozar con Jennifer le cogió el gusto a la cosa e hizo honor a su nombre.  Le comió el coño a cantidad de mujeres de 20 a 76 años, y se folló a las más cachondas. Vivía cómo un rey y no le faltaba de nada.

A principios de septiembre, cuando las uvas de sus huertas estaban casi a punto para la vendimia recibió una llamada.

-¿José?

Reconoció la voz al instante.

-Hola, inglesa.

-¿Estarás mañana en casa?

-¿Vas a venir?

-Sí, quiero comprarte el vino de este año.

-Aún está en la parra.

-A la parra te voy a subir yo a ti.

-Oh, oh, ven, ven, ven que esta vez vas a marchar caliente.

-Espero que no, espero que me quites la calentura.

-De eso no te quepa duda.

Cuando Jennifer llegó a la casa de José entraba en su casa, se dio la vuelta y al verla bajar de su Jaguar la encontró aún más guapa que la vez anterior, y hasta le pareció más alta vestida con aquel vestido de seda gris con tréboles negros que le daba por encima de la rodilla y calzando unos zapatos con tacón de aguja del mismo color.

Al llegar junto a José le rodeó el cuello con los brazos y le pegó tal morreo con lengua que lo dejó sin aliento. Al acabar de morrearlo mirándola a sus ojazos azules, José le dijo:

-¡Vienes con ganas, carallo!

-Yes, darling.

-Con lo bien que ibas y ya empezamos con puyas.

-Te dije, sí, cariño.

Yendo hacia la casa le dijo:

-Pues dilo en cristiano. ¿Tienes hambre, inglesa?

-¿Hiciste algo de comer?

-Sí, espero que te guste.

-Antes de nada quiero chorizo.

-¿Frito o crudo?

-Frita me trae tu chorizo crudo.

Le tocó el culo. Un viejo que pasaba por el camino y que vio cómo se lo tocaba, le dijo:

-Vaite matar a polvos, Xosé. (Te va a matar a polvos, José)

Jennifer le preguntó:

-¿Qué dijo?

-Nada, si la envidia fuese tiña…

-Teñir me vas a teñir tú la garanta de blanco.

A José le dieron ganas de follarla allí mismo, delante de la casa, de pie, y si lo hace Jennifer le deja, y si los viera follar el viejo aún le gustaría más. Le dijo:

-¡Uy cómo te voy a dejar ese coño!

Entraron en casa. Jennifer lo empujó contra la pared, le metió la mano derecha entre las piernas y le agarró los huevos, y le preguntó:

-¿Están llenos de leche?

José, con una mano de Jennifer en los huevos y la otra en su nuca apretándole la cara contra la pared, le dijo:

-¡Suéltame, coño!

-¿Dame un motivo? ¿Por qué quieres que te suelte?

-¡Por qué un home é un home é un jato é un jato! (¡Por qué un hombre es un hombre y un gato es un gato!)

Jennifer no entendió ni papa.

-¿Quién no habla ahora en cristiano?

Lo soltó, José se dio la vuelta. Jennifer le echó la mano a la bragueta, le bajó la cremallera de un tirón, le sacó la polla, polla que estaba a media asta, y poniéndose en cuclillas la puso hacia arriba y lamió desde los huevos a la cabeza.

-¡Quiero leche!

José ya no protestó, al contrario, le dijo:

-Tú misma, inglesa, tú misma.

Jennifer le lamió y le chupó los huevos mientras lo masturbaba, José con la espalda apoyada a la pared disfrutaba cómo un enano de cada lametada, de cada mamada, de cada meneo. Jennifer sabía lo que hacía… Cuando se puso tenso, le mamó el capullo hasta que sintió cómo un chorro de leche calentito, caía dentro de su boca, a ese chorro siguieron cinco chorritos más, No dejó que se perdiera ni una gota. Al levantarse lo besó con lengua y después le dijo:

-¿No decías que tenías algo de comer?

José guardó la polla, subió la cremallera, y le dijo:

-Algo hay.

Fueron a la cocina y Jennifer vio encima de la mesa cuatro platos, uno con chorizo picado, otro con lonchas de jamón, un tercero con queso y un cuarto con aceitunas rellenas con anchoas. Vio cómo José abría la puerta del horno y le llegó un olor a cordero asado que abría el apetito. Le preguntó:

-¿No será mucha comida?

-Vale más que sobre a que falte. Hablando de faltar, falta el vino. ¿Vienes conmigo a buscarlo a la bodega?

-Vamos, así también mojo la garganta.

Iba a mojar algo más que la garganta. José le tenía una sorpresa preparada. En la bodega le dijo:

-Echa una taza de vino tinto.

Jennifer se agachó, y cuando abrió la billa, José, que había quitado el corcho superior del barril y metido una goma de silicona hueca en ella, chupó la terminal y comenzó a salir vino por ella, vino que cayó encima de Jennifer. La inglesa tiró con la taza, se levantó, y con los ojos cerrados y sacudiendo los brazos cómo si quisiera emprender el vuelo, le dijo:

-¡¿Qué haces, salvaje?!

-Bañarte. Quero que tengas el coño limpio cuando te lo coma.

Apretó la boca de la goma, el vino tinto salió a presión y regó sus tetas primero y su coño después.

-Vas a acabar con el vino.

-Será por vino…

Jennifer tenía el vestido pegado al cuerpo, lo quitó, quitó el sujetador, las bragas las medias y los zapatos, se dio la vuelta y dejó que la duchara por detrás y por delante. Acicaló los cabellos, lavó las tetas con el vino tinto… Tenía los pezones erectos y las areolas pequeñitas. No se podía masturbar el coño porque el alcohol del vino la haría brincar, y eso la ponía cada vez más cachonda. Cuando José quitó la goma del barril el vino ya salía de la bodega y al ser el piso cuesta abajo llegaba al camino. Al final de la bodega estaba la paja con que se quemaban por dentro barriles y pipas para quitarles la humedad. Con la goma en la mano le dijo:

-Tira para la paja.

-¿Me vas a comer el coño?

-Yo ya no como coños, los degusto.

Jennifer se dio la vuelta, José vio su culo redondo y le largó con la goma:

-¡Tras!

Le dolió, se dio la vuelta, y le dijo:

-¡Son of a bich! (Hijo de puta)

-Llamarme cariño no te va a valer de nada ¿Te acuerdas de cómo me pusiste la espalda con los chorizos. ¡Eh! -Tras, tras-. ¡Eh!

-¡Motherfucker! (¡Hijoputa!)

-Cómo sigas por ese camino me vas a enfadar.

Jennifer con el culo caliente se echó sobre la paja. José se echó encima de ella y la besó. Le metió la lengua en la boca, Jennifer se la mordió, pero no apretó, al soltarla le dijo:

-Ganas me dieron de arrancártela, abusón.

-No vuelvas a hacerlo que yo también tengo dientes.

Jennifer le chupó la lengua a José, pero él ya no se arriesgó más, le lamió el vino de la cara, del cuello, de las tetas, del vientre y llegó al coño. Se ve que los golpes con la goma le habían espabilado la sangre, ya que lo tenía lleno de babas, lamió y se tragó aquella agridulce delicatessen. Jennifer flexionó las rodillas para que le comiera bien el coño. José no estaba con esas, le dio la vuelta. Jennifer tenía pajas pegadas a la espalda en el culo y en las piernas, se las quitó, luego besó lamió desde su coxis a su nuca y de la nuca al coxis, después le abrió las nalgas coloradas y le lamió el ojete. Jennifer ya estaba muy cachonda.

-¡Ayyy! ¡¡Puto!!

-Eso ya está mejor, puta.

Sintiendo cómo le lamía y le follaba el ojete Jennifer se dio cuatro cachetes en las nalgas.

José se encendió.

-¿A qué cojo la goma otra vez?

-Coge, pero no des con mucha fuerza.

Al decirle eso supo que ya la tenía a punto. Le dio la vuelta, le levantó el culo con las dos manos y le pasó la punta de la lengua por la raja, rozando, como si fuese una pluma, después, antes de dejarla entre sus labios vaginales le dijo:

-Juega con ella.

Jennifer moviendo la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo fue apretado su coño contra la lengua, después le cogió la cabeza y tiró de ella para que entrara saliera de su coño… Le frotó el coño en la nariz, volvió a apretarlo con la lengua y a frotar… A punto de correrse, le dijo:

-¡I´m gone cum! (¡Me voy a correr!)

-Ni cam ni hostias, Lo que vas es a correrte, inglesa.

-¡Y cómo!

José tiró por Jennifer, aplastó su lengua contra el coño y lamiendo desde el ojete al clítoris hizo que soltara una corrida espectacular. Jennifer se retorció sobre la paja, gimió y le tiró de los pelos. Fue algo delicioso para él e increíble para ella, pero la cosa no iba a acabar ahí, la polla de José estaba dura de nuevo y ya había mojado sus calzoncillos, la sacó, la volvió a levantar cogiéndola por las nalgas, la polla tiesa se acercó al ojete, Jennifer abrió más las piernas y el capullo entró dentro de su culo. Le folló el culo con delicadeza, sin prisa, pero sin pausa. Al rato dos dedos de la mano derecha de Jennifer comenzaron a acariciar su clítoris al tiempo que entraban y salían de su coño. Se miraban a los ojos mientras gozaban… Cuando José ya no podía más, paró, y le dijo:

-Avísame cuando te vayas a correr.

-¡Sigue, sigue que la tengo muy cerca!

Tan cerca la tenía, que antes de un minuto, le dijo:

-¡Córrete conmigo!

Se corrieron juntos. José se corrió cómo un burro sintiendo cómo el coño apretaba y soltaba su polla y cómo los jugos de la corrida de Jennifer le mojaban los cojones y ella cómo una burra sintiendo cómo le llenaba el culo de leche.

Después del sexo tocaba comer, y después de comer. ¿Qué tocaría?

Quique.

Deja un comentario