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Todo puede ocurrir si bajas las escaleras sin bragas

Atracción entre compañeros de trabajo, entre un jefe que me trató muy bien, demasiado bien terminando entre sábanas blancas y todo debido a que un día le enseñé mi rajita bajando por las escaleras.

Las luces de su despacho se encendieron nada más pasar por la puerta y me sentí empequeñecer, era un despacho enorme con sus paredes prácticamente todas acristaladas con unas vistas de Madrid realmente impresionantes, en un lateral un piano negro, un sofá cheslón de cuero negro a su derecha con una mesa de café delante de él, en una esquina tenía su mesa de trabajo con varias pantallas encima de ella, justo al otro extremo de su mesa desde la esquina subían tres peldaños y a poco más de medio metro se elevaba a una especie de repisa con un suelo también acristalado que recorría todo un lateral hasta por detrás de su mesa, desde allí y subida en ella miraba el suelo de la calle que bajaba 70 pisos sobre el despacho y empezaba a notar el vértigo de verme en el aire tras pisar ese suelo acristalado debajo de mí.

Fue precisamente subida en aquella repisa cuando noté sus brazos rodeándome por primera vez, el vértigo había pasado en sus brazos y ahora me deleitaba con un cielo oscurecido y la ciudad de Madrid encendida, con una danza de luces que no tenía fin, Ángel me abrazaba por detrás rodeándome con sus fuertes brazos a la vez que me besaba el cuello, sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo de arriba abajo, subiéndome al paso de sus manos por mis muslos el vestido negro que llevaba y apoderándose de mis pechos apretándolos y haciéndome sentir la mujer más afortunada del mundo.

La primera vez que me fijé en él fue en el ascensor de la torre donde los dos trabajábamos, el de unos 40 años, muy guapo, con barba blanca de tres días, los ojos de color azul muy claro, pelo castaño, pero canoso, bien trajeado, perfumado, se notaba que era un hombre que se cuida, siempre iba con dos o tres periódicos bajo el brazo y cuando le observaba ponerse unas gafas redondas para devorar aquellas páginas de papel salmón llenas de gráficos y noticias económicas era cuando más guapo y más atractivo estaba, allí sentado solo mientras desayunaba o comía en el pequeño restaurante de dos plantas fuera de la torre al cual casi todos íbamos.

Me llamo Lara, tengo 24 años y estoy recién llegada a la empresa, Ángel es mi jefe, el dueño de esta consultoría económica con tanto prestigio hoy en día, una empresa que fue subiendo poco a poco desde sus inicios y que hoy es una de las más importantes del país y Ángel uno de los peces más cotizados y por lo que supe uno de los solteros más codiciados del papel cuché, el caso que nunca pensé que una persona así se pudiera fijar en mí y sin embargo… bueno pues, se fijó.

Todo empezó en el gimnasio, allí en la misma torre donde todos como personal de la consultoría tenemos un pase pagado por la empresa, nunca olvidaré aquel día después de más de cinco meses viéndole a diario, se dirigió a mí para decirme como podía estirar mejor sin hacerme daño y como yo me comporté como una boba sin saber que decir, ni cómo moverme desde entonces, le miraba, me tropezaba y él reía, que vergüenza empecé a pasar con todas mis compañeras mirándome y mofándose de mí, aunque luego en la intimidad del vestuario me preguntaban y pensaban que había sido un flechazo.

Intentaba ir a la misma hora que él, siempre después del trabajo a última hora, nos saludábamos y hasta hablábamos a veces de cosas banales, la verdad que se había fijado en mí, pero no sabía que trabajaba para él, era uno de esos guapos despistados, uno de esos guapos que te quedas mirando su cuerpo, como lo va trabajando, sus bíceps, sus pectorales, en ocasiones se levantaba la camiseta para limpiarse el sudor de la frente y dejaba ver lo que había debajo de ella, unos abdominales realmente deliciosos, estaba empezando a sentirme muy atraída por él a pesar de la diferencia de edad y que por otro lado yo nunca le había dado importancia y a pesar de los 16 años que me sacaba yo estaba cómoda, sabía que casi me doblaba la edad, pero cosas peores se habían visto.

Pero realmente mi historia comenzó un día a la hora de comer, por regla general Ángel entre reuniones y comidas de negocios no solía comer allí, era un sitio más de batalla, pero siempre que estaba solo le gustaba ir con sus periódicos y como él decía no perderse ni olvidar sus comienzos, cuando no era nadie y también comía en ese tipo de restaurantes. Aquel primer día yo bajaba por las escaleras, unas escaleras con bastante pendiente con dos tramos paralelos de escaleras separados por un cristal transparente cuando me saludó al subir, aquel día no me fijé, pero si mis amigas y al salir me dijeron que se había dado la vuelta para mirarme.

Al día siguiente igual y al otro y al otro, llevaba más de una semana bajando y comiendo más o menos a la misma hora, había días que cuando yo me iba él entraba y era cuando aprovechaba para mirar desde abajo mi figura, a veces con pantalones ajustados, otras con falda larga y otras con vestidos o falda corta, yo pensaba que no sabía que trabajaba para él, pero un día por la tarde en la mitad de un pasillo nos encontramos de frente y me dejó de piedra al dirigirse a mi casi susurrándome al oído que le encantaban las bragas rojas que llevaba ese día, se había fijado, me las había visto mientras bajaba por las escaleras, me quedé un poco avergonzada, pero también un poco excitada.

A partir de ese día solo llevaba vestidos o faldas cortas al trabajo, ya desde ese día intentaba salir cuando él fuera a entrar a comer, bajando las escaleras con gracia, esperando que él mirara y me viera las bragas, luego en el pasillo, incluso ya en mi pequeño despacho, se asomaba y me decía “las bragas negras tampoco te quedan mal” o “ese tanga lila es impresionante”, empecé a esperar su visita por las tardes como una tonta, era como un juego que habíamos empezado y con el que me excitaba cada vez más y al día siguiente…

-¿Lo de hoy lo has hecho por mí? –Me preguntaba sonriendo desde la puerta, yo sabía a lo que se refería, ese día me había puesto un tanga blanco muy bonito, pero muy rebelde porque tiene la mala costumbre de meterse entre mis labios, ya os podéis imaginar lo que realmente vio.

-No, no ha sido por ti, pero… Mañana fíjate bien porque si será por ti. – le contesté de forma muy sensual y lasciva mordiéndome los labios y sacándole un poco la lengua, a la vez que abría y cerraba mis piernas despacio fuera de la seguridad de la mesa para que se fijara en mi tanga una vez más.

Ese día llevaba una falda gris muy corta y ajustada con una camisa blanca muy fina y al bajar por las escaleras me detuve a la mitad justo cuando más visión podía tener él, minutos antes en el baño me había quitado las bragas, Ángel no paraba de mirar, se había parado como yo en medio de las escaleras cada uno en su tramo, yo de bajada y él de subida se deleitaba con mi figura y mi vulva recién depilada la noche anterior.

Una semana más tarde teníamos un pequeño cocktail en la que la empresa, en la que Ángel agradecía a todos su trabajo y dedicación una fiesta de agradecimiento que solía hacer, a la cual no paraba de decirme que es lo que iba a llevar y si pensaba ir con alguien y yo riéndome le decía que no sabía. Se celebró en los jardines de un restaurante muy lujoso no muy lejos de allí, un sitio precioso. Serían las siete de la tarde cuando entré con un vestido corto negro con reflejos brillantes sin mangas y con un escote generoso en v, mismo escote por detrás y dejando media espalda desnuda, mi pelo recogido con un moño, zapatos de tacón y un pequeño bolso como acompañante, no suelo ir muy maquillada, pero esa tarde me había esmerado en estar muy guapa para él.

Nada más entrar, Ángel vino en mi encuentro y empezamos hablar de todo, como si lleváramos media vida sin vernos y como si no supiera nada de mí que por otra parte era así, la gente nos miraba, más bien me miraban a mí y cuchicheaban, era algo evidente a lo que Ángel no era ajeno, pero a lo que no le daba mucha importancia, de vez en cuando Ángel se tenía que ir para saludar a clientes a los que también había invitado y yo me quedaba sola con mi copa de cava en la mano, quizás alguna compañera de esas a las que en un momento les pareció bonita aquella relación, pero ya pocas porque muchas no se querían acercar a mí.

La tarde llegaba a su ocaso y la noche se asomaba por los cielos de Madrid cuando noté por primera vez como Ángel me cogía de la cintura delante de todos sin importarle lo que dijeran y me preguntó si estaba a gusto y si me lo había pasado bien, yo asentía y reía nerviosa, la verdad que me lo había pasado como nunca, nada más escuchar esto me apretó con sus dedos la cintura como para hacer que le siguiera.

-Ven Lara vayámonos ya de aquí, deja a todo el mundo hablando y chismorreando cuando nos vean salir juntos, que no te importe. –Y así cogiéndome de la cintura subimos los tres peldaños que separaban el jardín del interior del restaurante y nos perdimos entre las sombras dejando de que hablar en el cocktail y a los pocos minutos entrábamos por la puerta de su despacho porque quería enseñarme las vistas de Madrid en una noche de principios de verano.

Sus manos se habían apoderado de mi cuerpo, bajando desde mis pechos hasta mi tripa y metiéndose por debajo del escote de mi vestido para subir una vez más por mi piel hasta mis pechos desnudos sin un sujetador que los cubra, los acariciaba con suavidad y metía mis pezones sorprendentemente sensibles y tremendamente duros y puntiagudos entre sus dedos, Ángel no paraba de besar mi cuello, de meterse los lóbulos de mis orejas en su boca a pesar de los aros grandes que llevaba como pendientes, estaba disfrutando de cada caricia que involuntariamente mi brazo derecho lo había elevado por encima de mi cabeza acariciando su pelo y su nuca, mientras que la mano izquierda voluntariamente acariciaba su pierna por encima del pantalón, yendo poco a poco cada vez más al centro del mismo hasta contactar con su pene en erección.

Bajaba sus manos que recorrían mi tripa y un poco más abajo subían mi vestido hasta la cintura, en la frontera de mi piel con las bragas sus dedos empezaban a meterse sigilosamente por debajo de ellas, acariciaban mi bello, alcanzaban mi clítoris y se metían furtivamente en mi vagina, estaba muy húmeda, pero termine tras unos pocos minutos de meterme sus dedos en estar tremendamente mojada en mi interior, nuestros labios se habían buscado y se habían unido en un baile delicioso donde nuestras lenguas tuvieron más protagonismo, mis gemidos habían aparecido de repente y Ángel me hacía estremecer cada vez más cuando con unos dedos me penetraba y con otros acariciaba y redondeaba mi clítoris, miraba por la pared acristalada la ciudad en sombras con un baile de luces y yo me veía reflejada en ella jadeando con la boca abierta, con la boca desencajada de placer, con mi cuerpo culebreando y mi cintura moliéndose de un lado a otro apretándose contra él y sintiendo su pene erecto contra mí.

Ángel se apartó de mi culpándose los dedos mojados con mi flujo y bajando de un salto se fue a su mesa, allí puso algo de música, apago las luces y encendió otras más suaves quedándonos casi en penumbra, poco a poco, despacio se acercaba a mi mirándome fijamente a la vez que dejaba caer parte de su ropa al suelo, yo le esperaba subida en aquella repisa, mirándole de frente y mordiéndome los labios me fui quitando el vestido, primero la cinta de un lado, luego la del otro y con un pequeño juego de mi cintura de lado a lado lo dejaba caer al suelo antes de que él llegara hasta mí, los dos nos mirábamos con pasión, la música suave empapaba el despacho y nos envolvía de romanticismo, baladas de amor, voces suaves sobre un fondo de violines y saxofones, Ángel desde abajo me cogió de la cintura y como si fuera una pluma me bajo hasta el suelo rozando nuestros cuerpos desnudos y besándome apasionadamente, empezó a lamer mis pezones por primera vez, los rodeaba con su boca y recorría con la yema de sus dedos prácticamente sin tocarme mi cuerpo desnudo.

El placer invadía mi cuerpo hasta hacerme sentar sobre el cristal frio, Ángel se agachó y de cuclillas me quito muy despacio y con mucha suavidad mis bragas ante mi atenta mirada, a esas alturas ya no podía decirle que no a nada, no podía negarle que hiciera con mi cuerpo lo que tenía en mente, me levantaba una pierna besándome desde los tobillos hasta el interior del muslo dejándolo encima de él, mi rodilla se flexionó en su hombro y mi pierna colgaba de su espalda, luego cogía la otra pierna e hizo lo mismo con ella, pero esta vez metió su cabeza entre mis muslos y empezaba a notar su lengua sobre mis labios menores, lamiéndolos de abajo a arriba, bebiendo el néctar que mi cuerpo dejaba escapar por mi vagina y haciendo que me recostara sobre el cristal frio, cerrando los ojos cada vez que sentía su lengua atravesar el paso fronterizo de la carne rosada de mi vagina, penetrando en una cueva húmeda, pero que esperaba con gusto y ansia.

Sus dedos y su lengua se turnaban en penetrar mi vagina y en estimular mi clítoris, sus dedos apartaban mis labios y su lengua me lamía entera de abajo a arriba, mis manos sobre su cabeza con sus dedos enredándose en su pelo a la vez que jadeaba, que gemía y cuando sentía que había acertado con algún punto oculto, mi cuerpo respondía con un espasmo mientras que mi garganta dejaba escapar un pequeño grito, realmente estaba en la gloria, me encantaba lo Ángel hacía con su lengua y con sus dedos, estaba en ese punto que necesitas más, necesitaba que me hiciera suya, que sacara por fin su pene penetrando con él mi vagina, hundiendo su polla hasta el fondo y dejándola allí dentro, inmóvil, pero caliente, que los dos pudiéramos sentirnos, él dentro de mí y yo abrazándole con mi vagina, ese placer tenía que llegar, lo deseaba, deseaba que me besara lentamente mientras su pene reposaba dentro de mí.

Ángel se incorporó y me cogió de las manos para levantarme, hizo que le siguiera con el sonido de mis tacones al andar detrás de él y una vez más como si fuera una pluma me subió en vilo y me sentó encima del piano, el cual empezó a sonar por la presión de mis glúteos sobre las teclas, aparto la pequeña silla y se quitó los pantalones dejándome ver por fin su pene, Ángel me empezó a besar abriendo mis piernas para poder pasar él, cogió su pene y lo empezó a pasar con suavidad y muy despacio entre mis labios, golpeando su glande contra mi clítoris, metiéndome tan solo la cabeza en mi vagina, dos tres centímetros, sacarla y volver a jugar con mis labios y con mi clítoris, los dos estábamos tan entretenidos enredando nuestras lenguas dentro de mi boca cuando note como su glande resbalaba muy profundo entre mis labios, como si fueran los raíles que necesariamente necesitaba para llegar a mi vagina, una vez allí y en posición muy lentamente su pene se hundía en mi interior despacio y sin pararse iba separando mi carme rosada, entrando en vagina con mucha suavidad, abriéndola a su paso hasta que no pudo entrar más, “tienes una polla realmente deliciosa” le decía al oído entre jadeos, una polla suave, dura y muy grande empezó hacer que perdiera la cabeza volviéndome loca cuando entraba y salía continuamente.

Una vez más me cogió las piernas y se las puso encima de los hombros haciendo que mi cuerpo dibujase una v perfecta, en donde él en medio podía moverse hacia delante y hacia atrás con comodidad, metiéndome el pene hasta el fondo y arrancando de mí los gritos que acompañaban la música de ambiente, las teclas del piano cada vez que me movía, sonidos agudos y graves al tener las manos apoyadas en ambos lados del teclado.

Su pene entraba dentro de mí, navegando por un mar de placer en el que los dos estábamos inmersos y aunque me gustaba, me encantaba mejor dicho a tener de los gritos que soltaba al ser penetrada por su polla, se me veía incómoda subida en el piano así que Ángel una vez más me cogió en voladas y si sacarme su pene de mi interior se dirigió despacio hacia el sofá, allí primero se sentó, nos besamos con su pene inmóvil en mi vagina, solo pequeños movimientos de arriba abajo, hasta que se terminó por tumbar dejándome como una amazona para cabalgar libremente sobre su pene, subía y bajaba por el como si su polla y mi vagina fueran piezas diferentes, pero anidadas a perpetuidad de una máquina bien engrasada, gimiendo con cada centímetro que me penetraba dentro de mí, mis manos apoyadas en su torso, bajando mi cuerpo para besarle, que mis pechos bailaban en cada movimiento sobre su musculoso cuerpo, rozando mis pezones contra él, sin sacar su pene de mi vagina mis caderas se movían hacia delante y hacia atrás, intentando meterla más y apretándome contra ella, parecía imposible, pero me había entrado toda y me estaba haciendo gritar cada vez más, él subía su pelvis y empujaba hacia arriba, presionando más su pene sobre mí, cuando no emperezaba a meterla y sacarla primero despacio pintando su polla de blanco por el flujo que salía de mi vagina y segundo aumentando su velocidad hasta parecer un tren a punto de descarrilar haciendo que mi cuerpo bailara, se arqueara mi espalda y mirando al techo con los ojos cerrados podía ver las estrellas del placer.

Estaba feliz, Ángel me estaba follado y me estaba llevando por un mar de sentidos y placeres a los que nadie me había llevado hasta ahora, me encantaba verle disfrutar, gemir y gritar, su cara de placer lo decía todo supongo que como la mía que en ocasiones, no podía ni dar un grito más, con la boca abierta lo intentaba, pero no salía, sonreía, reía, lloraba de placer hasta que sentía que llegaba al final de la estación, me incorpore y apretándome los pechos con sus manos por debajo me movía hacia arriba y hacia abajo con rapidez, metiéndola y sacándola de mi vagina, estaba como una yegua desbocada, subiendo mis manos a mi pelo deshacía mi moño y soltadme el pelo mientras que cabalgaba sobre su pene con gran rapidez y ahora sí que podía gritar, su pene se había fundido en mi vagina, me hacía gritar como una histérica, hasta que un delicioso orgasmo hizo que me echara hacia atrás y que mi cuerpo temblara con espasmos irregulares.

Ángel paró hasta que terminé de temblar y luego continuó moviéndose, gimiendo también como nunca había escuchado a un hombre, me sujeto de las caderas y como si fuera un muñeco me levanto tumbándome esta vez boca arriba en el sofá, su pene seguía en todo momento dentro de mí y ahora encima de mí con mis piernas bien abiertas me follaba con rapidez y con fuerza, metiéndome su pene tan dentro que no sé si fue el mismo orgasmo o que realmente me provoco otro, el caso que los dos empezamos chillar a besarnos sin control hasta que los dos explotamos en un orgasmo realmente placentero para ambos, su pene había estallado dentro de mí lanzándome chorros de su semen caliente a gran velocidad, llenando por completo mi vagina, su semen era arrastrado por olas de mi flujo que también se había desbordado como una riada, los dos temblando, agotados y sudorosos nos besábamos y reíamos.

Domingo a las 12 del mediodía, me despertaba en una cama de sábanas blancas, miraba a mi alrededor y no reconocía más que mi vestido negro tirado junto a mis bragas en el suelo, no había sido un sueño, estaba con él en su casa, en su cama, su brazo me rodeaba el cuerpo abrazándome, gire mi cabeza y le veía dormir plácidamente a mi espalda, intente darle un beso, pero lo único que hice fue despertarle.

-Buenos días, Lara, has descansado bien. –Me preguntaba Ángel con una sonrisa de lado a lado a la vez que besaba mis hombros.

-Sí, muy bien, pero…

-Pero que.

-No sabía si había sido un sueño o no hasta que he despertado y si es un sueño no quiero despertarme nunca, pero si no lo es… quiero que me vuelvas hacer el amor.

Ángel se puso encima de mí una vez más, yo le abrí mis piernas una vez más, su pene encontró la entrada de mi vagina una vez más, te empecé abrazar con mis pies y con mis manos arañándote la espalda una vez más y una vez más sentí tu polla penetrar en mi coño, metiéndose y saliendo, arrancándome los primeros gemidos de aquella hermosa mañana.

Gemidos y pequeños gritos en tu oído, solo para ti Ángel, solo para ti.

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