Saltar al contenido

Érase una niña…

Desde pequeña sentí ese cosquilleo cuando me ponía cosas de mi mamá, no era raro que aprovechara cada momento sola en casa. Lo curioso realmente es cuando tenía cuatro años, sabía que no era él sino ella.

Pero no fue hasta los 18 años cuando decidí sacar a mi niña interior, bueno, niña por no decir mujer. Pero fue raro como paso, al mismo tiempo excitante y nunca lo imaginaría de mejor manera. Comenzó cuando me invitaron unos amigos a una reunión, por supuesto que quería ir, pero llevaba días o semanas sin vestime, y eso para mí era mucho. Pero decidí que “iría” sólo le comenté a mi mamá en dónde, cuándo y a qué hora estaría con mis amigos. Obviamente le di la dirección y el número de la casa de mi amigo, y por otra parte, a mis amigos les dije que iría a una salida familiar fuera de la ciudad.

El viernes en la tarde tome un baño, me depile lo mejor posible, guarde todas mis cosas y tome mi dinero. Mi corazón latía muy rápido de sólo pensar todo lo que haría. Eran las 8 de la noche, llegué al hotel, con miedo, es uno de esos hoteles que no cuestan mucho pero no están tan mal. En un lugar del centro de la ciudad de México. Antes de subir pregunté si se puede salir, la respuesta fue grata, que lo que hiciera era cosa mía, sólo no molestar a los demás y salir a la hora indicada.

Subí, arroje la mochila y me acosté, vi el techo y di manos a la obra. Saque todo y me quite todo. Me puse el brasier, uno rosa con encaje, me gusta ese color, aunque suena a cliché. Pero me excita ver como se ve con mi piel. Piel morena clara, casi blanca, suave y a dios gracias lampiña. Un cachetero del mismo color, obvio, tengo que combinar muy bien. Luego me puse un short de mezclilla, al apretado, el short azul clarol. Una top de tirantes rosa, realmente bonito, me llegaba a medio ombligo. Unos zapatos abiertos, coquetos. Y mi parte favorita el maquillaje, siempre he dicho que me veo femenina tengo rasgos muy finos, labios delgados, ojos rasgados.

No creía lo que veía, quería que me vieran, sólo pensar eso me excitaba mucho más que ver mi piel. Quería que me comieran con la mirada, sobre todo un adulto mayor, no era  una menor pero podía pasar sin pena y sin gloria. Pensé en las consecuencias pero no me importó, tome la llaves y mi celular y salí, me veían raro pero no me importó, al salir me sentí aliviada y con un nuevo terror, la sensación de no ser yo. Cometí un error, pero con el tiempo lo asimilé, tome rumbo y camaine sin dirección alguna, por las calles, había personas pero parecía ser invisible.

Llegue a una esquina y un auto, que al parecer ya había dado vueltas por ahí, se fue acercando a la orilla, adentro iba un señor, moreno, tosco, velludo. Cruzamos miradas pero no se dijo ninguna palabra, al ver que no decía nada se fue. Fue excitante, con mucho terror, claro, pensó que era una prostitua y aunque la idea me gustara ¿qué le iba a decir? ¿son tanto por esto y por lo otro es tanto? no sabía, no tenía ni idea. Sé que muchas personas viven por situaciones de prostitución y no es nada agradable, pero me resultó atractivo y sobre todo desde ahí tenía la fantasía de cobrar por sexo, aunque fuera barato, sólo el hecho de recibir dinero por sexo era algo que deseaba en ese instante.

Pasaba por tiendas y me chiflaban, no me molestaba todo lo contrario, me gustó. Aunque por mi mente pasó la idea de que sabían lo que era, una travesti. No fue hasta que el señor que iba en el auto regreso y se acerco, me dijo: ¿a dónde vas?- le contesté: no tengo rumbo.

-Busco algo de compañía, hay un hotel cerca, podemos ir, no tengo inconveniente alguno.

– Pero yo no soy…

-Mujer- me interrumpió- Lo sé, es por eso que me gustas mucho, pareces una, y eso es lo excitante. Cuánto cobras…

– Nada, sólo busco un rato ameno

Y así me subí, me hablo de que le dolía la espalda, estaba ayudando a su familia en una construcción, yo le creí, pues estaba sucio, sudado, un asco total, pero eso lo hacía más interesante. Cuando llegamos a un hotel, me preguntaron edad y llevaba identificación, que si no, hubiera estado en casa y con un sucio secreto, pero subimos, el dijo que se bañaría pero le dije que no, me gustaba como se veía. Era más alto que yo, moreno, velludo, muy masculino con esa barba, aunque era calvo, tenía pocos destellos de cabello, casi nada. Vestía unos jeans maltratados, su ropa tenía tierra. Una camisa de cuadros de manga corta, le quedaba apretada, parecía que la usaba para trabajos de casa. unas botas.

No me habo sucio, pero eso me prende, lo sabría en otro encuentro. Se bajo la bragueta del pantalón y saco su miembro. Moreno, gordo, no era muy grande. Sólo me dijo: vamos, haz lo tuyo- Sacó un billete de 100 y me lo dio.

Lo tome con mi mano derecha, en segundos esa cosa estaba erecta. Lo movía para adelante y atrás, el gemía, no mucho, pero lo hacía. Por instinto lo metí a mi boca y le empecé a hacer una chupada, me tomo de la cabeza y como mi cabello es largo, llega  a los hombros, sentí sus manos asperas. Fue cuando empujo mi cabeza con mas fuerza, sentí que me ahogaba. Fue delicioso, saco su pene y se sentó a mi lado, me beso, sentí mi erección, sus manos recorriendo mis brazos suaves con sus manos toscas, recorría mi cuello al grado que su respiración erizaba mi piel. Me acostó  con una habilidad, parecía una momia. Con sus manos desabrochó mi short y me hizo un delicioso sexo oral, picaba pero el realmente sabía aprovechar todo su instinto. Fue hasta que subió por mi vientre, y llego a mi pecho, su respiración era lo más delicioso, pero no se detuvo, chupo mis pezones – que suaves- mencionó, no dejaba de masturbarme mientras besaba y lamía.

Nunca tuve una nena como tú, suave y tierna- seguía entre respiraciones y comentarios… Me despojo de mi short y sin inconveniente alguno sentí su miembro humedo y firme en mis nalgas, listo para entrar, tenía miedo iba rápido, pero se detuvo, se puso un condón, se escupió los dedos y poco a poco me los metía. Explote, gemí y empezaba a llorar, pero el se dio cuenta de que no era de miedo o dolor, todo lo contrario. Seguía hacía por minutos, tal vez no fue tanto, pero el tiempo pesaba.

Después sentía algo duro, fuerte, gordo. Dolió. Con el tiempo me acostumbre. Sentí sus embestidas, firmes, sus testículos pengando en mis pompas, ese sonido de carne. Su olor se hizo presente, y su sudor era grasoso. Estaba sucia y no sólo físicamente, en todo sentido. Su último empujón lo decía todo, había saciado su hambre, me beso, se acostó y me abrazó.

Dormí unas dos horas, eran las 3:33 de la mañana. Él ya no estaba, ni mi cachetero. Sólo una nota:

Eres una princesa, de seguro fue tu primera vez, pero tú fuiste mi 8va nena tv. Tu ropa interior es mi trofeo, no lo tomes a mal, un fetiche mío y que me gusta recordar. No me acuerdo de tu nombre, violeta o rebecca, tienes cara de eso…

Me sentí usada, y a parte no estaba en el primer hotel, llegaría sucia y con pena, pero no me arrepiento.

Salí de ese hotel, estaba en un hotel de pino suárez, ironía, mi hotel estaba por metro hidalgo, una de las caminatas más largas y no por distancia. Iba por calles poco transtadas, por la pena, supongo. A mitad del camino sentí algo caliente escurrir por mis nalgas, se vino dentro de mí. Sucia, sudada, con un dolor entre las piernas. Y mojada de atrás. No sería la última vez.

Deja un comentario