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Mi fascinación porque me den por el ano

Todo empezó cuando me ganó la calentura y acepté de un muchacho que me metiera su pene por el culin. Descubrí un mundo maravilloso como si fuera una mujer.

Mi padre compró un terreno en la periferia y fincó una pequeña y modesta casita, casi no teníamos vecinos y vivíamos prácticamente en el campo. Por ahí dispersas había otras casitas y los muchachos nos reuníamos para jugar un poco al futbol, algunas tardes las charlas y confidencias nos hacían hablar de las chicas, no faltaba el sabelotodo que aseguraba haber besado y hasta manoseado a alguna muchachilla del rumbo. En la escuela secundaria y de lejos veía a las compañeras con sus falditas escolares, sus peinados estirados en coleta o cola de caballo, sus risas y sus incipientes senos que brotaban hermosos bajo las blusas blancas, en ese tiempo la minifalda se puso de moda y los vestidos y faldas escolares eran muy pero muy cortos, por lo que las nenas enseñaban mucha piel en el recreo. Yo era tímido y no me sentía capaz de acercarme a ninguna de las chicas y con envidia veía como los guapos y los más valientes platicaban con risas y todo con ellas, las sujetaban de las manos, los brazos y los hombros.

Al regresar a casa sentía una inquietud cada vez más imperativa en mí pero, no sabía bien a qué se debía, las charlas secretas con los chicos cercanos a casa me aclararon que era porque necesitaba una novia y/o jalarme el ganso. Aunque ya me había tocado algunas veces yo creía que era un gran pecado darme placer yo solo, un cura lo dijo y que el infierno esperaba a todos los chiscos que se pajeaban. La verdad es que me daba miedo eso pero, las ansias de una chica estaban en mi mente casi todo el día.

Cierta tarde estaba solo con un muchacho, le llamaremos Mariano, nos fuimos a ver los trenes y nos sentamos en un andén, pasó un tren de pasajeros y descendió una hermosa muchacha con un vestido cortito como de seda estampado de color champagne, de cabello largo y lacio, con medias transparentes, se veía preciosa, mi amigo se frotó el paquete y me dijo, ando muy caliente mira y haló mi mano hacia su paquete, yo salté como si hubiera sido tocado por el demonio. Pero este tío era bravucón y no quise hacer nada, me volvió a halar mi mano y se frotó con ella el paquete. Sentí su pene duro encima del pantalón y fingí no sentirme afectado pero, algo se despertó en mí, quedó asociada la imagen de la bella muchacha con mi mano siendo empujada a frotar un pene.

Al llegar a casa me metí al baño y me jalé la polla pensando en la chica y mi mano en el pene de un hombre, tal vez yo era esa chica y me vine por primera vez. Me sentí avergonzado de mis actos. Días después estaban los chicos descansando de jugar en un terreno baldío, me senté a su lado, éramos unos 5 amiguetes. Mariano estaba hablándoles de cómo habíase besuqueado con Gládis, una vecina, chica morena, bajita pero de lindo cuerpo y cara bonita ¡No inventes! Dijo uno, otro le pidió silencio y que siguiera contándonos su aventura.

Él fanfarroneaba, esperé a que se fueran los demás para quedarme solo con Mariano y fingiendo enojo le dije que por qué había puesto mi mano ahí la otra vez.

–¿Qué pasa no te gustó?

–No, me gustan las mujeres, no los hombres.

Pareció reflexionar y me dijo

–No somos tan diferentes. Tienes culo, igual que ellas, ja ja ja río.

La noche estaba por caer, yo vestía un pantalón corto y me senté como un pequeño Buda moviendo la tierra con mis dedos

–¿Mariano, qué se siente besar a una mujer?

–Muy rico, es suave y cálido.

-¿De verdad besaste a Gládis?

-¡Obvio que yes! ¡Qué cabrón éres!

-¿Te gusta ella?

–No sé. Puso su mano como al descuido en mi pierna izquierda y haló mi mano a su entrepierna.

–Mira cómo se me para el pito nada más de acordarme. Yo obediente dejé mi mano encima de su paquete. -Ven, te voy a enseñar algo.

Nos levantamos y lo seguí a la parte trasera de ese enorme terreno, tras unos arbustos junto a un caño de agua. Se bajó los pantalones con todo y calzoncillos y me enseñó su pene bien tieso. Me ordenó, acércate, mira cómo se pone de pensar en las mujeres. Me acerqué miedoso y lo miré, haló mi mano derecha y comencé a acariciárselo, sentí oleadas de calor, vergüenza y deseo de meterme esa polla en la boca, me arrodillé frente a él suplicándole que no le dijera a nadie.

-¡Anda tonto, chúpamelo que no le diré ni a Dios!

Mientras el cabroncete de Mariano entornaba los ojos yo se lo mamé sintiéndome una puta, de repente paré y él me sujeto girándome y se repegó a mis nalgas, me desató el botón del pantalón corto y me lo bajó hasta las rodillas con todo y calzones, separó mis nalgas y me empujó su pene buscando anhelante mi agujerito, me embarró de líquido preseminal y sentí cómo ese pene se abrió paso, me doble un poco de la cintura hacia abajo y me apoyé en unas ramas, sentí cuando me penetró, un dolor agudo y a la vez delicioso me inundó por completo, lo metía y sacaba casi hasta afuera, sentí que me cagaba pero el placer me llenó y mi pene se levantó como un lápiz. Se corrió dentro de mí acariciando mis piernas sin bellos, blancas y suaves como las de una mujercita.

Ahhhh, gemía mientras me preguntaba si me gustaba

–Si, papi, siii, siento riquísimo.

–Es que eres mi puta y lo serás siempre.

Rápidamente nos subimos los pantalones y salimos del lugar secreto, mi vida había cambiado para siempre. Llegando a casa me masturbé apretando mi culo recreándome en los momentos previos más intensos de mi corta vida, me vine y quedé avergonzado de mí. A los pocos días nos volvimos a ver, en el patio de mi casa, mis padres habían salido con Lora y con mis dos hermanitos a una ciudad vecina a cobrar un flete que papá había hecho. Estaba oyendo radio y haciendo mi tarea escolar cuando entró Mariano

-¡Qué haces!

–Aquí, dizque estudiando ¿Tus papás no están verdad?

–Salieron, regresan como a las 9 de la noche

–Estamos solos ¿No?

–Si ¿Por…?

–Ven enséñame la ropa de Lora, sus pantaletas y brasieres.

Obediente pasamos al cuarto de Lora y en la cómoda saqué un par de pantaletas y un brasier de Lora, él abrió el armario y sacó un vestidito de Lora muy parecido al de la chica del tren solo que era azul claro.

–Ten, desvístete y ponte esta ropa me ordenó.

Obediente me puse toda esa ropa de Lora y además unas zapatillas azules de mi hermana. Él tomó un labial de Lora y me pintó los labios y los párpados de rosa. Me haló al espejo del armario y me hizo contemplarme ¡Era yo una mujercita hermosa! Me veía tan linda así. Me tomó por la cintura y me metió mano por mis nalgas, tomó crema de manos del tocador de Lora y untándome una generosa dosis me metió ¡Dos dedos sin compasión! hurgó de lado a lado en mi culo, yo sentía cosquillas y placer me miraba al espejo recargada en el mismo con las piernas separadas, haciendo a un lado las pantaletas de mi hermana me colocó su pene en el ano y suavemente me lo metió, yo gemía de verdad como una puta, me sentí muy mujer, muy femenina siendo tomada por su macho, apretaba mi cintura que de por si era muy breve, restregaba su verga en mis nalgas, agarrándolas, estrujándolas, logré subir mi pierna derecha a la cama y él aprovechó para empujarme hasta el fondo su pene, mi ano casi se desgarró por la potencia pero resistí como hembra la embestida de ese glande cabezón comenzamos un sube y baja que me llenó de placer, tomé mi pene y lo acaricié solo un poco, él me apretujó hacia sí, me haló del cuello y se corrió dentro de mí, profundamente, me llenó de semen el culo, lo sacó despacito y me recargué un poco en la orilla de la cama, con el culo abierto casi en cuatro patas, él miró cómo salía su semen y se excitó otra vez, rápidamente se le puso dura la verga y me lo metió de nuevo. Fue algo increíble que dejó mi ser anhelante para siempre de verga de macho en mi culo.

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