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Mi esposa y yo follados por mi sobrino (1)

44-24-46, las medidas de mi esposa. Julia siempre ha llamado mucho la atención. Desde nuestros años de universidad ya era la mujer que más miradas acumulaba a donde fuéramos. Imaginen ir y venir todos los días con tu mujer, ver cómo a diario otros hombres la miran con deseo y ganas de hacerle de todo. Ustedes también tendrían la clase de pensamientos que yo empecé a tener hace un par de años.

La primera vez que la compartí, fue en mi cumpleaños. Mi mejor amigo y yo nos metimos a la cama con ella. Ahí descubrí que quizá no era del todo heterosexual. Ver las curvas de mi mujer contrastando con el cuerpo tonificado de un hombre, un pene más grande que el mío… Simplemente, generé un fetiche nuevo. Y tanto Julia como yo lo amamos.

Amigos míos, suyos, uno que otro desconocido aquí y allá, algunas experiencias bisexuales de mi parte y ambos, a nuestros 34 añitos, teníamos bien en claro que definitivamente queríamos incluir a otros hombres en nuestra cama.

Sin embargo, nunca creí que ninguno de los dos llegaríamos tan lejos como para meternos con familia… Y menos aún con el hijo de mi hermano.

Era un día tranquilo. Muy tranquilo. Mi sobrino y su novia habían venido a cuidar a nuestro niño. A la muchacha le encantaba pasar tiempo con nuestro hijo y a nosotros nos daba un tiempo para poder despejarnos en los pocos espacios en que podíamos.

Salimos, cenamos, pasamos un par de horas en un hotel. Nos dieron las 10 de la noche y volvimos.

Encontramos a mi sobrino, su novia y nuestro hijo en la piscina. Era normal que se metieran, incluso le había mostrado a mi sobrino dónde guardaba mis trajes de baño para que pudiera entrar sin preocuparse por la ropa. Salió primero él, detrás su novia con nuestro hijo en brazos, que se apresuró a bajarse y correr con nosotros.

Y ahí empezó todo.

Mi hijo corrió por el borde de piedra y resbaló. Lo que tenía a mano para agarrarse era su primo. Se agarró del traje de baño y lo bajó a la que se caía. Mi esposa y yo presenciamos entonces el cómo un falo exageradamente largo y ancho colgaba de entre las piernas de nuestro sobrino. Nos quedamos paralizados un momento y no fue hasta que nuestro niño empezó a llorar y que Caleb se subió el traje de baño que pudimos salir de ese trance.

Nos despedimos incómodamente esa noche, sabiendo Julia y yo exactamente qué íbamos a hacer esa noche.

Ya me había venido 2 veces ese día. En la cama tuve otra erección al recordar aquel monstruo y Julia no tardó en empezar a hablar ella también:

– Ojalá tuvieras uno como el de tu sobrino.

Dijo mientras me agarraba mi pene. Me mide 16 centímetros, pero definitivamente se ve pequeño en comparación, lo que me hizo excitarme mucho.

– ¿Sabes qué haría con un pene así?

Me preguntó mi esposa, soltando mi pene y agarrando mis huevos con fuerza, dominándome, lista para humillarme.

– Todo lo que su dueño me dijera, amor… Un hombre así sí inspira a ser mujercita obediente. ¿Qué se siente saber que tu esposa desea a tu sobrino, amor?

– Se siente muy bien…

– Me encantaría sentirlo dentro, dejarlo eyacular dentro también.

Se estaba masturbando a la vez que me apretaba más y más. Me dolía, pero ver esa mirada maliciosa, perversa, esos ojos de loca con esa sonrisa degenerada…

– Te limpiaría con mi lengua, Julia…

– ¿Te tragarías toda su lechita?

– Sí, mi vida.

Fue el mismo intercambio durante unos cuantos minutos más, hasta que ella pudo eyacular en un intenso orgasmo que ayude a extender un poco, usando mis dedos. Nunca había apretado tan fuerte y por tanto tiempo. Me dolía MUCHO, pero Dios… Mi mujer deseaba a mi sobrino. Mi mujer y yo lo deseábamos tanto… Valía la pena este dolor, valía la pena pensar en humillarme al sentir el morbo que me producía pensar en él cogiéndose a mi mujer. Pensar en él humillándome y obligándome a mamar el pene más grande que mi mujer y yo hubiéramos visto jamás: el suyo.

Ni Julia ni yo dijimos nada… Fingimos que dormimos hasta caer verdaderamente dormidos.

Pero toda esa semana, volvíamos a lo mismo en la noche. Masturbación mutua, siempre incluyendo a Caleb en nuestras fantasías.

Tenerlo en su vagina, en el ano, en la boca, entre sus enormes pechos, masturbándolo a la vez que comparándolo conmigo, mamarlo juntos. Dios, era tan pervertido todo… Y finalmente, un martes a inicio de este año… me preguntó tras terminar.

– Amor… ya siendo serios, ¿te molestaría si de verdad me lo cogiera?

Habló mi lujuria, habló todo menos lo racional.

– No, vida, me encantaría saber que cogieron… me gustaría estar ahí, eso sí.

– Déjame hacerlo solita primero… y después podemos incluirte.

– Pero…

– Por favor, no nos lo arruines, lo mismo hice con Adal (mi jefe) y tuvimos el mejor sexo durante meses, bebé.

Para ella bastó con que diera mi consentimiento.

De la nada me contó su plan a la mañana siguiente, bien húmeda y retrasándome para mi trabajo: comprar un nuevo escritorio y pedirle que viniera a armarlo, pregunté cuándo lo haría y no tardó en decirme que hoy entregaban la caja con materiales.

Quise llorar al pensar que ella ya lo tenía todo listo. No porque fuera a hacerlo, sino porque me lo iba a perder. No había forma de no ir al trabajo, todo por una puta junta temprano…

Me subí a mi automóvil y fui al trabajo como cualquier día. Pero en cuanto pude, presenté mis métricas, respondí dudas de mis colegas y me largué a toda velocidad. Me fui de casa poquito pasado de las 8, volví casi a las 12. Me estacioné a dos casas de distancia y corrí hasta la casa, entré por la puerta trasera para no hacer ruido… y pude escuchar los gritos y el moverse de la cama en nuestro cuarto. No podía ser…

En verdad lo estaban haciendo.

Miré desde la puerta cómo el musculoso y moreno cuerpo de mi sobrino cubría el de mi esposa, su piel blanca contrastando, el fluir de su carne con cada pequeño movimiento que él hacía.

– ¡Dilo otra vez más!

Le gritó Caleb a Julia, que no paraba de gemir y gritar con tal fuerza que tenía que levantar la voz para que lo escuchara.

– ¡Tu pene está más rico que el de mi marido!

La cacheteó.

– ¿Y qué más?

– Vente dentro, lléname toda, quiero sentir tu semen escurriéndome todo el día.

Cero palabras, pero Caleb empezó a moverse más y más rápido hasta que, inevitablemente, se quedó paralizado y con un sonoro gemido anunció que había, en efecto, eyaculado dentro de su tía, mi esposa, la mujer que siempre recibía tan feliz a su novia…

Se echó a un lado y me dejó ver a mi hermosa Julia hecha un desastre. El maquillaje corrido, el cabello desarreglado, las mejillas un poco hinchadas y su seno derecho con marcas del agarre de Caleb.

– Puta madre, Julia.

Dijo mi sobrino.

– ¿Con quién más haces esto?

-Con nadie, bebé.

– No te creo, maldita puta.

Se volvió a poner encima de ella, agarrándola violentamente del cuello.

– No pude resistirme por este cuerpazo tuyo, pero que hayamos cogido no significa que vas a hacer pendejo a mi tío con otros.

Apretó más fuerte y la sujetó con fuerza del hombro.

– ¿Le estás poniendo el cuerno con alguien más?

Mi esposa simplemente guardó silencio, Caleb le soltó una fuerte cachetada.

– ¡Responde!

– ¡No, no lo hago!

Intentó liberarse, pero Caleb no la dejó moverse siquiera.

– No te creo, puta zorra. Cuido siempre a Manuelito, tú conoces a Ámbar (su novia), y aun así te me ofreciste… seguro que haces lo mismo con cabrones menos cercanos también, maldita idiota.

Forcejearon un rato en el que mi esposa no pudo hacer nada. Yo miraba asustado cómo mi sobrino, tan gentil normalmente, tan lindo con nuestro hijo y con su novia, se comportaba como un maltratador con mi Julia… Lloré al darme cuenta de que este intercambio tan violento me había hecho eyacular.

– Sólo con el consentimiento de tu tío.

Finalmente dijo.

– ¿Con su consentimiento?

– Sí, Caleb, te lo juro.

Mi esposa se llevó las manos al cuello en cuanto Caleb la soltó, como si le doliera.

– No te putas creo, Julia.

– Le encanta que me coja a otros hombres, a veces él mismo me ayuda a satisfacerlos.

Caleb se volvió a echar encima de ella.

– Eres una pinche mentirosa de mierda.

La cacheteó nuevamente.

– ¡Mira en mi celular, mira en mi celular!

– ¡Cállate!

– ¡Por favor mira, ahí hay fotos, ahí hay fotos, te lo juro!

Caleb la dejó en la cama y bloqueó la puerta en cuanto tuvo el celular de mi mujer en la mano. Tuve que alejarme para que no me viera.

– El chat de tu tío, bebé… checa las fotos.

Pasaron unos largos minutos que se sintieron como horas.

– ¿Ves?

– Ay, puta madre…

– Él fue el que empezó a meterme estas ideas…

– ¿De cogerte a otros?

– Y de cogerte a ti, me dio consentimiento, nunca he hecho nada que no consintiera…

– Márcale a mi tío. ¡Márcale ya!

Le tiró el celular a mi mujer.

Podía ver en el rostro de Julia algo de miedo, preocupación, lágrimas… pero, y maldita sea mi mujer, una sonrisa muy marcada cuando empezó a llamarme. Una mujer muy pervertida en todo aspecto.

El celular sonó al otro lado de la puerta. Entré y me encontré con Caleb desnudo, su pene erecto aún más impresionante de lo que habíamos visto días antes.

– Es verdad, Caleb.

Le dije al verlo saltar a la cama para cubrirse.

– ¡No mames, tío, ¿cuánto llevas viéndonos?!

– Acabo de llegar.

– ¿No estás enojado?

Su tono cambió completamente, parecía estar arrepentido.

– No.

Le dije.

– Tu tía era muy conservadora antes, Caleb… yo la hice ser así. Lo que siento es vergüenza.

– ¿Por dejar que otros se la cojan?

Dijo, cubriéndose con una almohada el abdomen.

– Por favor…

Dijo mi mujer.

– No, Caleb, siento vergüenza por haberte metido en esto.

Hubo un largo silencio en el cuarto. Él miraba al suelo, yo lo miraba a él, mi esposa nos miraba a ambos… todavía con ojos de querer más.

– Fue cuando me vieron el pene, ¿verdad?

– Sí, Caleb, hasta a tu tío se le antoja probarlo.

Julia sonrió burlonamente y, a pesar de la seriedad del momento, gateó hasta estar nuevamente junto a Caleb en la cama.

– Si tu tío ya te dijo que no está enojado… ¿para qué te preocupas, amor mío?

Caleb no dijo nada.

– ¿No te excitaría dominarlo a él también? Mírale los pantalones, se mojó de semen…

Caleb se mostró un poco asqueado al darse cuenta.

– Y si en verdad acaba de llegar, se vino mientras tú me tratabas tan mal.

Empezó a reírse.

– Tío… perdón por cogerme a tu esposa.

– No te disculpes, Caleb…

– Y perdón, pero esto es tu culpa, así que si cuentas algo, le diré a mis padres de esto.

Y sin decir más, se descubrió el cuerpo nuevamente y puso a mi esposa a mamar su verga. Los huevos contraídos, esos 22 centímetros bien duros y venosos, y su mirada fija en mí. Sólo una vez otro hombre me había visto así: un muchacho joven que conocimos en Acapulco. Trató a Julia como basura y la hizo comparar nuestros miembros en repetidas ocasiones. Fue humillante, excitante y las corridas más intensas de mi vida también. Por eso, no me cupo la menor duda al ver la mirada de Caleb, que había ganado la lotería al darme cuenta que aquello iba a ser parecido.

– Tío, si me estoy pasando, dímelo.

Empecé a bajarme los pantalones.

– Tú síguele.

Al principio, Julia mamó con los ojos cerrados, disfrutando de la mitad de verga que le cabía en la boca, pero no tardó en abrir ese hermoso par de ojos marrones y empezó a verme. Los ojos de ambos fijos en mí.

– ¿Qué se siente verla disfrutar de mi pito, tío?

Estaba a punto de responder cuando levantó su mano para callarme.

– ¿Qué se siente saber que tu mujer está llena de mi semen?

Su tono denotaba malicia y excitación. Mi pene se endureció al verlo estirarse un poco para alcanzar la labia vaginal de Julia y untar sus dedos antes de mostrarme pesadas gotas blancas en la superficie de sus dedos.

– Se siente bien Caleb

Empezó a reírse y agarró con fuerza a Julia del cabello para hacerla dejar de mamar.

– Ve a darle un beso.

Antes de dejarla ir, le untó el esperma de sus dedos en los labios y le dio una nalgada.

Julia se acercó a mí. Nuevamente, la vi destrozada. Las mejillas y el cuello marcados por el maltrato, el rímel corrido en su cara, su pelirrojo cabello enmarañado, los ojos llorosos después de mamar ese pito, y esperma en sus labios gruesos.

– Un besito, amor.

Dijo al acercarse.

Cerré mis ojos y ella me dio un intenso beso tomándome de las sienes. Podía sentir el olor del esperma y enseguida el sabor cuando mi esposa me metió la lengua después de relamerse los labios.

Ella desnuda, sus hermosos pechos con sus pequeños pezones rosados y sus areolas casi inexistentes.

– Termina de encuerarlo – Le ordeno Caleb desde la cama.

Mi esposa me retiró completamente las prendas superiores a la que yo terminaba de quitarme la inferior.

Caleb se paró y se acercó a mí. Su cuerpo tonificado y grande en comparación al mío, apenas 23 añitos de edad contra 34 largos.

– Mira nada más.

Julia tomó nuestros penes y empezó a menearlos de manera burlona.

– No hay comparación.

Dijo soltando el mío con desprecio.

– Se nota mucho, ¿verdad?

Caleb acercó la mano a mi pene semierecto ahora por la timidez de ser comparado e inferior.

– Sí, se nota mucho, amor – Le respondió Julia.

Ambos rieron mientras ella lo masturbaba fuertemente con ambas manos, me impresionó que no lo lastimara, claramente este par se había conocido bastante en el tiempo en que yo no había llegado. Caleb le dio una dura cachetada a mi pene, hizo que me doblara del dolor.

– Y a parte sensible.

Empezó a reír nuevamente y le dio una segunda cachetada todavía más fuerte que me hizo arrodillarme con las caderas echadas hacia atrás.

– Chúpalo tú también.

Dijo mi Julia acercando el glande rojo, casi morado de Caleb a mi boca.

– Hazle caso a tu esposa, tío…

Saqué mi lengua tímidamente. No quería mamarlo. Lo había hecho antes con otros hombres, pero esto me parecía demasiado. Mi propio sobrino…

– Má-ma-lo.

Dijo Caleb en voz alta y, como si de verdad no tuviera decir en esta situación, eso hice. No sé por qué, no sé cómo, pero sentí tanto miedo como inferioridad en ese momento. Sentirme inferior me gustaba, lo buscaba activamente, pero el miedo era real. Y hacía todo mucho más auténtico. Es algo muy raro. Me he sentido inferior, sé que no lo soy, sé que acabando la fantasía, soy un hombre digno, es algo que acepto y dejó de aceptarlo cuando terminamos de follar… pero esto se sintió tan real. Me sentí tan poco hombre.

Saqué mi lengua y, junto a Julia, empecé a satisfacer con la boca a mi sobrino, mismo que gozó de ambas lenguas en conjunto.

– Anda, abre más la boca.

Me dijo Caleb, tomándome del pelo, hice caso.

Introdujo a la fuerza su miembro viril a mi boca.

– Ufff, ¿te está gustando, amor?

Preguntó Julia mientras me veía ahogarme.

Ambos rieron nuevamente y Julia se puso de pie para besarlo y ayudarlo a empujar mi cabeza para que más de ese pene entrara en mi garganta. Se besaron durante dos largos minutos, pararon solo cuando empujé con tantas fuerzas que casi los tiré a ambos sobre la cama.

Para entonces, sentía que me ahogaba de verdad, casi como si fuera a quedar inconsciente. Lo siguiente que sentí fue una lluvia cálida y espesa cayéndome en la cara, pecho y barriga. Eyaculando encima de mí el pene de Caleb era dirigido por mi esposa, que me miraba con desprecio sin dejar de besar a mi sobrino.

Fue una imagen que me hizo eyacular al instante.

Caleb, a pesar de mostrarse tan dominante y machista, besaba dulcemente, con los ojos cerrados, a mi esposa, que en comparación a él, tenía la mirada fija en mí, demostrando odio, asco, repulsión y decepción. Caleb estaba gozando el beso con mi mujer, pero mi mujer disfrutaba lo que ese beso generaba en mí, el efecto que la eyaculación de nuestro sobrino tenía en mí.

Acababa de eyacular, y seguí duro. Duro como piedra.

– Quédate ahí, tío, y mira cómo dejo satisfecha a tu mujer. Ni siquiera se acostaron, Caleb simplemente se puso detrás de ella, abrió las piernas y las flexionó antes de penetrar su vagina desde atrás.

Nuevamente, los gritos y gemidos de Julia consumieron nuestra habitación. Caleb tuvo que ponerle la mano en la boca para poder callarla.

– Mira a tu esposa, mírala gozando. Con tu verguilla nunca lograrás esto, tío.

Me miraba con el mismo desprecio que mi mujer hace un momento, disfrutando tanto de esa vagina como de mi forma de vivir todo eso.

– Será tu esposa, pero ella es mi mujer, ¿entendido?

Me quedé callado masturbándome, viendo el cómo esos huevos se asomaban de entre las piernas de Julia cada que Caleb se movía hacia enfrente.

– Te hizo una puta pregunta.

Se apresuró a decir Julia mientras me agarraba del cabello.

– ¿Entendiste o no?

– Sí, sí, es tuya, Caleb.

No dijeron más, ambos se dedicaron enteramente a follar frente a mí durante unos minutos que se extendieron horas.

– Oye, ayuda a tu esposa, cabrón.

Dijo Caleb, levantándola de las piernas y sosteniendo el peso de ambos en su abdomen, exponiendo su vagina a mí sin dejar de penetrarla ni moverse.

– Lame ese clítoris mientras me la cojo.

Me apresuré a hacer lo que dijo, porque así de excitante era ser dominado por mi sobrino 11 años más joven que yo. Sentía el tacto de su pito entrando y saliendo de la vagina de mi mujer, todo mientras yo la estimulaba como sabía que le gustaba.

– Me voy a venir, amor.

Dijo mi Julia a Caleb, echándole una mirada coqueta y volteando para besarlo.

-Tu esposo lo recibirá, amor.

Respondió Caleb. Eso de “amor” entre ellos me dolía.

Cuando mi Julia empezó a eyacular, noté que la cantidad era poca, y Caleb sabía con anterioridad de que ella era de las que eyaculaba así… Lo que significaba que ya le había dado un orgasmo ese día, puede que un par considerando el poco fluido que expulsó.

Apenas la corrida de Julia dejó de salir, Caleb insertó nuevamente su pene en ella y continuó cogiéndola en la cama hasta eyacular él mismo.

– Tío, me voy a venir, me voy a venir dentro de tu esposa, dentro de mi mujer.

– Dile que se venga dentro, Alex.

No me dijo “amor”, me dijo Alex…

– Vente dentro.

-¿Dentro de quién?

Me preguntó en tono sugestivo Caleb.

– Dentro de Julia.

Le respondí.

– A tus órdenes, jefe de la casa.

Siguió moviéndose y haciendo disfrutar a mi esposa durante unos segundos más antes de meterlo hasta el fondo… y dejar su semilla dentro de ella.

Lo que siguió fue lo más humillante…

Ambos entraron juntos a la ducha. Tuve que escuchar a mi esposa follar con Caleb otra media hora. Un último orgasmo bien sonoro por parte de ella, claramente quería que lo escuchara… Y por último, verlo despedirse de beso de él.

Él y yo no mediamos más palabra.

Mientras ella despedía a Caleb, yo me quedé en el cuarto, habiéndome dado cuenta de que mi esposa se me había salido de las manos, y de que yo mismo era el más enfermo por querer que todo esto se repitiera pronto…

Julia volvió al cuarto y me volteó a ver con sus ojos de mi esposa normal.

– Amor, tu sobrino ha sido el mejor.

– Sí, lo sé.

Le respondí levantándome del suelo.

– Ya quiero que esto se repita.

Le dije.

– Me encanta que estemos de acuerdo.

Nos besamos. Un apasionado beso de amantes, de dos personas que en verdad se aman. Con todo y su degenere y el mío, ambos seguíamos enamorados. Entramos juntos al baño y, con cariño y amor, me ayudó a limpiar los restos de esperma ajenos y reímos bastante al recordar los momentos más excitantes de la experiencia.

No negaré que vi a mi esposa disfrutar de mi sobrino, pero maldita sea, lo disfruté tanto y ambos estábamos tan encantados con la experiencia… Sólo era cuestión de tiempo para que volviera a pasar. Para mi suerte, nosotros dos no fuimos los únicos en gozarlo tanto.

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