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Un trío más: Una comida siempre lleva postre

Teníamos un pequeño grupo de contactos en redes sociales donde estamos la mayoría casados y casadas o con pareja. Hablamos de todo, pero lo que más y como ya imagináis es de temas de sexo.

Un día quedamos unos cuantos, a comer en mi casa, nos juntamos en total cinco chicas y yo como anfitrión.

Primero fui a recoger a una y ya juntos fuimos a buscar a las otras cuatro. Juntos los seis fuimos a un bar a tomar algo. Entre risas y hablando llegó la hora de comer, la verdad se nos notaba algo nerviosos.

Llegamos a mi casa y les enseñe un poco la casa ya que alguna nunca había estado. No preparamos una gran comida, un poco de pasta para todos y una ensalada, pero el caso es que estábamos de buen rollo.

Cuando acabamos de comer una se tuvo que marchar ya que trabajaba, así que los otros cinco nos quedamos recogiendo un poco la mesa y la cocina, bueno solo lo hacíamos tres, las otras dos se quedaron en el sofá porque una era masajista y a otra le dolía la espalda así que le dio un pequeño masaje en una de las habitaciones.

Poco después yo me quede a solas con dos de ellas en otra habitación, sentados en un sofá. Ana llevaba una impoluta camisa blanca, foulard negro, pantalón negro y zapatos tacón.

María es de la misma edad que Ana, siempre va con pantalones vaqueros y camisas a cuadros, es algo más bajita y algo rubia en contraste con el moreno intenso de su compañera. La vida privada de María es un misterio, parece ser que vivía con un chico, lo cual a todos nos sorprendió pues hasta algunos pensamos que era lesbiana, pero bueno volvamos al tema.

María me dijo:

-Mira, una cosa, queremos probar una técnica que Ana ha aprendido en uno de sus viajes, por lo visto va muy bien para relajarse y queremos ver si funciona en la práctica.

Dirigí mirada hacia Ana ¿Qué chorrada habría aprendido por ahí? Yo tenía unas ganas de estar más viendo como era el masaje que se estaban dando en la otra habitación ya que se oían ruidos muy agradables y estas decididas a practicar vaya usted a saber el que. Ana me miro con una sonrisa, no me podía negar, aparte de que se lo podían tomara a mal siendo el anfitrión, la sonrisa de esa mujer siempre era irresistible.

-Te vas a sentar en el suelo, te taparemos los ojos y entonces ya te iremos diciendo lo que tienes que hacer -Me indicó María, la cual cogió el foulard de Ana y sin dejarme tiempo para protestar me vendo los ojos. El perfume de Ana me llegó y me recompenso la molestia.

Allí estaba yo como si fuera a jugar a la gallinita ciega, sentado encima de un cojín, apoyándome en el sofá. Con lo bien que estaría yo viendo el masaje que se daban las otras dos. Noté que ellas se reían, sin saber lo que me venía encima.

-Mira, ahora tienes que reconocer cuál de las dos somos -me dijo una.

-No puedes usar las manos hasta que te lo digamos -exclamó la otra.

Noté como alguna me ponía un pie a cada lado, y poco después mis labios tocaban una cálida entrepierna. No lo podía creer, me estaba poniendo su sexo delante de mis labios. No es que nunca me hubiera imaginado echar un polvo con los ojos vendados. Levante los brazos para aferrar el cuerpo que tenía delante, pero la voz de las dos, casi a la vez, me regañaron e hicieron que siguiera con las manos quietas.

Su sexo se restregaba en mi boca, saque la lengua, intentaba buscar su clítoris e introducir mi lengua. Ella debió arquear las piernas y una mano empujo mi cabeza al lugar adecuado. ¿Cómo iba a saber yo de quién era? Olía a Ana, pero lo que tal vez oliera era el pañuelo que me impedía ver.

Levante de nuevo los brazos y agarre unas nalgas, esta vez no hubo recriminaciones, era un culo duro y empecé a tener una ligera sospecha, pero no dije nada, empuje el cuerpo todavía más hacia mí, mis dedos recorrieron entre su culo, arriba y abajo, mi lengua seguía explorando el sexo de esa desconocida. Notaba como se retorcía entre mis manos y mi boca. Traidoramente introduje un dedo en el ano, un pequeño gemido me certifico mis sospechas, ya sabía quién era. Era María, y pensar que creíamos que era lesbiana. Retiré un poco la cabeza y balbuceé:

-Tendría que poder comparar, así por las buenas todos parecen iguales.

El comentario no le debió gustar, porque me tiraron al suelo, y lo que antes degustaba paso aplastar mi cara, mientras unas manos ágiles me empezaron a desnudar. Me quede quieto, chupando aquel manjar, note como me quitaban los zapatos, calcetines, pantalón y calzoncillos, levante un poco la cadera para facilitar que me quitaran la ropa. Mi miembro estuvo poco tiempo libre, una sensación de calidez la rodeo, entro limpiamente en una cavidad húmeda, el otro sexo, la de la espectadora estaba casi más húmedo que el que yo me había trabajado oralmente.

Las dos tías encima de mí, una encima de mi vientre y otra encima de mi boca, mis manos buscaron los pechos, y encontraron donde posarse, unos pechos grandes y firmes (he de confesar que me recordaron a los tuyos), nunca me hubiera imaginado que el pequeño cuerpo de María fuera tan compacto. Con el trajín la venda de mis ojos se aflojo y unas manos piadosas terminaron de quitármela.

Efectivamente no había fallado, encima de mí, pasando adelante y atrás su pubis desde mi barbilla hasta mi nariz estaba María, sus pechos se bamboleaban, y vi una cara desconocida para mí, la seriedad se había trastocado en libidinosa, y su boca semiabierta dejaba salir una lengua lasciva. Su mirada también destilaba deseo.

Mientras en mi vientre, vi a Ana, aun llevaba puesta la amplia camisa blanca, pero se había despojado del resto de la ropa, y utilizaba mi miembro como si fuera un consolador, subía y bajaba introduciéndosela frenéticamente en ella. Se corrió rápida, un inmenso suspiro culmino su orgasmo, y se quedó como paralizada encima de mí.

María seguía frotándose en mí, iba a acabar con el sexo irritado, yo intentaba mordisquearle los labios mayores, y a veces lograba pellizcárselos, entonces ella gruñía placenteramente.

Intente tomar un poco las riendas de la situación, y me incorpore, María cayo desequilibrada hacia atrás, y me puse a horcajadas encima de ella, me iba a vengar, mi miembro sobre su ombligo y mis manos encima de sus pechos, a la vez que se los acariciaba le impedía moverse. Mientras Ana empezó a besarme la espalda, su lengua iba recorriendo cada vértebra, bajando lentamente, hasta llegar a la rabadilla. Los pezones de María estaban impresionantemente erectos, yo se los pellizcaba con los dedos.

La cabeza de Ana paso de mi espalda a la entrepierna de María, y entre los dos, yo a las tetas y ella en su sexo logramos que por fin María se corriera, parecía poseída. Paramos un momento, y aproveche para empezar a descubrir el cuerpo de Ana, la cual se quitó por fin la camisa, unas tetas más pequeñas que las de María, pero deliciosamente contenidos por un sujetador de color negro hicieron que mi boca se lanzara a chuparlos, mordiéndole los pezones a través del sujetador. La insaciable María empezó a chuparme los testículos, sus manos recorrían mis muslos y mi miembro.

Se pusieron las dos muy excitadas, me ofrecían sus culos, la rubia me lo pedía angustiada:

-Rómpemelo, méteme ese miembro, mi novio no se atreve, quiero que me hagas daño, por favor.

No me hice de rogar, puse mi capullo entre sus nalgas y entre a sin miramientos, hasta el final, su cuerpo se estremeció. Con una mano le agarraba las caderas y con la otra exploraba el suave y húmedo sexo que tenía, porque descubrí que sí que había diferencias, entre los dos.

Los tres al unísono nos movíamos, las dos retorciéndose de gusto. Saque mi miembro duro y venoso de dentro de María y me corrí en su espalda dejando que se deshinchara entre sus nalgas, la cual se había calmado por fin, jadeando con el culo en pompa. Mi mano siguió estimulando el clítoris de Ana, hasta que también está por fin se corrió.

Me senté en el sofá, entre ellas y empezamos a besarnos, primero a María, que quería mordisquearme la lengua, y luego a Ana que aún parecía seguir con ganas de más.

Se quedaron tumbadas, una junto a la otra sin tocarse apenas. Mientras me vestía, fui a mirar cómo iban las del masaje en la otra habitación, estaban coloradas y no pregunte si es porque nos oyeron o porque ellas también habían jugado. Así terminamos una grata quedada con comida y postre incluido.

He de decir que aquel grupo ya hace años que no mantenemos contacto de ningún tipo y que una de las del masaje me confirmo que sí, que nos habían oído y que andaba algo celosa.

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